domingo, 1 de diciembre de 2019

Exhibición de obras de la serie Por el mundo del cuento y la aventura


Exhibición de obras de la serie Por el mundo del cuento y la aventura
Por Pablo L. Crespo Vargas
Edición de Hilda Teresa Ayala-González

Introducción
Por el mundo del cuento y la aventura es una serie de textos básicos diseñada para Hispanoamérica por la editorial Laidlaw Brothers, y en el caso de Puerto Rico, auspiciada por el Departamento de Instrucción Pública del Estado Libre Asociado desde 1960. La colección de libros fue utilizada para la enseñanza básica de lectura en grados primarios. Entre los libros que incluye están Mis juegos y cuentos (Apresto), ¡A jugar y a gozar! (Precartilla), ¡A la escuela! (Cartilla), Amigos de aquí y de allá (Libro I), Pueblo y campo (Libro II, Nivel I), Sorpresas y maravillas (Libro II, Nivel II), Por esos caminos (Libro III), Nuestro mundo maravilloso (Libro IV), Aventuras por mundos desconocidos (Libro V), Una mirada al pasado (Libro VI). Entre las personas que colaboraron para este proyecto están Ángeles Pastor Pérez, Carmen Gómez Tejera, Rosa Guzmán viuda de Capó, Kathleen B. Hester, Rubén del Rosario y Beth Wilson como ilustrador.

Laidlaw Brothers
Sobre la editorial que preparó estas obras, Laidlaw Brothers, era una empresa estadounidense con subsidiarias en Illinois, New Jersey, California, Texas y Georgia. La catedrática de Literatura Española, Sofía Irene Cardona, en un artículo para 80 Grados indica que la empresa distribuyó libros en varios lugares de Hispanoamérica, tales como República Dominicana y, que probablemente, también, los llevó a escuelas panameñas y ecuatorianas.[1] La editorial surge de la idea de un maestro de Missouri, llamado John Laidlaw, quien primero se asoció con D. C. Heath Publishing y que luego estableció una corporación con su hermano, de donde sale el nombre de la institución.[2]

Los autores
Pasemos ahora a conocer a algunos de los colaboradores de la serie. Primeramente, Ángela Pastor Pérez (1905-1997), educadora, escritora, tanto de ensayo como de poesía, y autora de libros infantiles. Pastor Pérez obtuvo un grado doctoral de Teachers’ College de la Universidad de Columbia, New York. Se destacó como maestra de enseñanza pública en la Escuela Modelo de Río Piedras y como profesora universitaria en la Universidad de Puerto Rico.[3] En segundo lugar, la colección contó con Carmen Gómez Tejera (1890-1973), quien fue maestra, directora, superintendente, supervisora y directora de currículo de español, catedrática en la Universidad de Puerto Rico y colaboradora de diversas publicaciones y proyectos.[4] Debemos señalar que Enrique Laguerre indicaba que su pasión por la literatura fue estimulada por Gómez Tejera, cuando este era un adolescente.[5] Finalmente, la colección tuvo como autor a Rubén del Rosario (1907-1995), ensayista, catedrático de filología española en la Universidad de Puerto Rico y autor de más de una decena de libros. Entre sus obras destaca La lengua de Puerto Rico (1962) y El español de América (1970).

Una colección de libros raros
El 16 de abril de 2016, el periódico Primera Hora publicó un artículo donde se reseña que los ejemplares de la colección habían sido considerados como libros raros y que la Biblioteca Nacional de Puerto Rico, dirigidos, en ese momento, por Mónica Díaz, los integró al material protegido por la Institución. Según el artículo: “un libro se cataloga como raro cuando es muy antiguo, su tema es inusual, su imprenta dejó de existir, tiene una encuadernación única o es difícil de conseguir”.[6] Por el mundo del cuento y la aventura es una colección de libros que muy bien reflejan los estereotipos y el pensamiento social que en la época se buscaba promover en la sociedad puertorriqueña, a través de la educación, motivados o dirigidos a los cambios sociales y económicos que estaban ocurriendo.

Conclusión
En la actualidad muchas de las ideas han sido reevaluadas y su proyección ha disminuido gracias a la formación de una conciencia social más diversa e inclusiva a la que se tenía hace unos 60 años. En todo caso, la colección Por el mundo del cuento y la aventura es una muestra más de la historia del pueblo puertorriqueño y su proceso evolutivo.   


Nota editorial de Akelarre: La Exhibición de estas obras se estuvo realizando durante el mes de noviembre de 2019 en la Biblioteca Nacional de Puerto Rico y son parte de su colección bibliográfica. La Biblioteca Nacional de Puerto Rico está ubicada en Puerta de Tierra en la Avenida Juan Ponce de León #500. 

Fuentes consultadas:
Cardona, Sofía Irene: “El caso de aquellos inquietantes libritos escolares”, en 80 Grados, 7 de septiembre de 2012, consultado el 30 de octubre de 2019 en https://www.80grados.net/aquellos-inquietantes-libritos-escolares/.

Falcón, Ileana: “Fotos libros español elemental”, Colección de libros históricos del Sistema de Educación Pública en Puerto Rico: Por el mundo del cuento y la aventura, consultado el 31 de octubre de 2019, https://bgss.omeka.net/items/show/1.

Gil de la Madrid, Antonio: “Rubén del Rosario”, Proyecto Salón Hogar, consultado el 31 de octubre de 2019, http://www.proyectosalonhogar.com/escritores/Ruben_del_Rosario.htm.

Grupo Editorial EPRL: “Gómez Tejera, Carmen”, en Enciclopedia de Puerto Rico, 19 de febrero de 2010, consultado el 31 de octubre de 2019, https://enciclopediapr.org/encyclopedia/gomez-tejera-carmen/.

López Ortiz, Miguel: “Enrique Laguerra”, Fundación Nacional para la Cultura Popular, consultado el 31 de octubre de 2019,  https://prpop.org/biografias/enrique-laguerre/.

Ocasio, Rubén: “Por esos caminos”, Colección de libros históricos del sistema de Educación Pública en Puerto Rico: Por el mundo del cuento y la aventura, consultado el 30 de octubre de 2019, https://bgss.omeka.net/items/show/4.

____: “Una mirada al pasado”, Colección de libros históricos del sistema de Educación Pública en Puerto Rico: Por el mundo del cuento y la aventura, consultado el 30 de octubre de 2019 https://bgss.omeka.net/items/show/6.

____: “A la escuela”, Colección de libros históricos del sistema de Educación Pública en Puerto Rico: Por el mundo del cuento y la aventura, consultado el 30 de octubre de 2019, https://bgss.omeka.net/items/show/7.

“Mis juegos y cuentos”, Colección de libros históricos del Sistema de Educación Pública en Puerto Rico: Por el mundo del cuento y la aventura, consultado el 30 de octubre de 2019, consultado el 30 de octubre de 2019.



“Sorpresas y maravillas”, Colección de libros históricos del Sistema de Educación Pública en Puerto Rico: Por el mundo del cuento y la aventura, consultado el 30 de octubre de 2019, https://bgss.omeka.net/items/show/5.

Rosario Cervoni, Mareb del: “Rubén del Rosario a los veintiún años de su muerte”, El Nuevo Día, 11 de marzo de 2016, consultado el 31 de octubre de 2019, https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/rubendelrosarioalosveintiunanosdesumuerte-columna-2172942/.

Toro Vargas, Cirilo: “Ángeles Pastor Pérez”, La Red Biográfica de Puerto Rico, 19 de marzo de 2000, actualizado el 14 de marzo de 2001, consultado el 31 de octubre de 2019, http://www.angelfire.com/ny/conexion/pastor_angeles_3.html.



[1] [1] Sofía Irene Cardona, “El caso de aquellos inquietantes libritos escolares”, en 80 Grados, 7 de septiembre de 2012, consultado el 30 de octubre de 2019 en https://www.80grados.net/aquellos-inquietantes-libritos-escolares/.
[2] Ibid.
[3] Cirilo Toro Vargas, “Ángeles Pastor Pérez”, La Red Biográfica de Puerto Rico, 19 de marzo de 2000, actualizado el 14 de marzo de 2001, consultado el 31 de octubre de 2019,
[4] Grupo Editorial EPRL, “Gómez Tejera, Carmen”, en Enciclopedia de Puerto Rico, 19 de febrero de 2010, consultado el 31 de octubre de 2019, https://enciclopediapr.org/encyclopedia/gomez-tejera-carmen/.
[5] Miguel López Ortiz, “Enrique Laguerra”, Fundación Nacional para la Cultura Popular, consultado el 31 de octubre de 2019,  https://prpop.org/biografias/enrique-laguerre/.
[6] Brenda Peña López, “Libros de Pepín y Mota ya son considerados raros”, en Primera Hora, 9 de abril de 2016, consultado el 30 de octubre de 2019, 

lunes, 25 de noviembre de 2019

¡A martillazos! Para pensar la historia como una disciplina académica en construcción


¡A martillazos!
Para pensar la historia como una disciplina académica en construcción
César Augusto Salcedo Chirinos, Ph.D.

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En el edificio del antiguo Hospital Militar de Puerto Rico, en el viejo San Juan, se encuentra una tarja de mármol que fue colocada por disposición de la Asociación Médica de Puerto Rico en 1941, en la cual se identifica al licenciado Emigdio Antique como el primer puertorriqueño graduado en la Cátedra de Medicina que el doctor José Espaillat había fundado en ese hospital en 1816. En esa tarja quedó grabado el enunciado que hasta entonces se consideraba verdadero. El problema se presentó después de 1978, cuando Salvador Arana Soto publicó su libro El Dr. Espaillat y la enseñanza médica en Puerto Rico, en el cual analizaba el expediente de este estudiante en la Universidad de Caracas, e identificaba que su formación médica no la había realizado en Puerto Rico, sino en aquella ciudad sudamericana.[1] A partir de entonces podía considerarse que el enunciado de la tarja ya no era completamente cierto, aunque hubiese sido escrito sobre piedra.

Esta reinterpretación, que es propia de la disciplina de la historia, generó una tensión historiográfica porque ambos enunciados no podían ser verdaderos al mismo tiempo; no podía haber estudiado la misma carrera en dos lugares distintos. La prueba de Arana Soto era contundente: “Lo prueba el hecho de que el 19 de mayo de 1801, cuando es admitido al ejercicio de la profesión tras presentar su título de bachiller en Medicina otorgado por el Protomedicato de Caracas...”.[2]

Situaciones como esta se presentan en esta disciplina porque las conclusiones que se manejan en un determinado momento histórico dependen, entre otras cosas, de las preguntas del historiador, de sus teorías y de la documentación analizada. Por eso se afirma que la historia es una disciplina académica que está continuamente en construcción, que depende de las preguntas y de las inquietudes del presente de los historiadores.

Para pensar la historia desde esta perspectiva hay que suponer que es una disciplina que está en tránsito, porque de lo contrario habría que concebirla como una productora de verdades perennes; es decir, la historia no se escribe en piedras, aunque algunas piedras conserven los enunciados históricos. La consideración de la transitoriedad como un elemento constitutivo de esta disciplina es una de las tesis que defienden autores como Dominick Lacapra, quien sostiene que “la historia en sentido historiográfico no puede escapar a la situación de tránsito, a menos que se niegue a sí misma rechazando su propia historicidad y se identifique con la trascendencia o la fijación”.[3] Por eso se puede afirmar que fijar una explicación histórica como inamovible es perder de perspectiva que hacer historia es un ejercicio que se realiza desde el presente del historiador, desde el horizonte de sus teorías, de sus preocupaciones y de la documentación identificada al momento de explicar. Por eso las tarjas, y las evidencias históricas similares, deben considerarse en el contexto histórico que se produjeron. Esta es la razón por la cual los historiadores analizamos continuamente las respuestas que nuestros colegas dan a los problemas históricos estudiados. El análisis de esas respuestas permite reinterpretar las explicaciones e identificar las que ya no puedan continuarse sosteniendo. Así que lo que en ocasiones suele llamarse revisionismo historiográfico, no es otra cosa que el quehacer propio de la disciplina.

Este artículo se propone realizar un ejercicio hermenéutico en el cual se evidencie la importancia de mantener la revisión historiográfica al día, porque, en ocasiones, algunos enunciados continúan aceptándose a pesar de las evidencias que se presentan en su contra. Algunas veces estas respuestas terminan asumiéndose con la materialidad de las tarjas o de los monumentos. En el caso de la tarja analizada, no se puede continuar afirmando que Antique se graduó en la Cátedra de Espaillat porque así quedó escrito en 1941.

Para desarrollar el argumento del artículo se retomará la metáfora del martillo, aquella que Nietzsche utilizó en su libro El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo.[4] En esa obra criticaba las percepciones que habían terminado conformado la tradición filosófica occidental, y que él consideraba falsas. En el ejercicio que se propone, se traslada esta metáfora al ámbito del análisis historiográfico de la formación médica de Emigdio Antique, un importante médico en la historia de Puerto Rico en el siglo XIX. En el prólogo de esa obra de Nietzsche, Agustín Izquierdo afirma que el martillo es una forma de expresar la lucha que el autor mantenía contra las concepciones filosóficas que consideraba falsas; dice que cuando el martillo golpea a los ídolos aceptados como verdaderos, se produce un sonido hueco y los hace desvanecerse.[5] Es decir, eso que se consideraba verdadero, se deshace ante la acción del martillo. En este caso, el martillazo es una metáfora que alude a la explicación que nace del análisis de la documentación relacionada con la formación académica del licenciado Antique. En ningún momento este artículo propone destruir la referida tarja.

Los conceptos discurso y deconstrucción cumplirán una función importante en la argumentación de este artículo. Por discurso entendemos la expresión organizada y articulada por la cual se transmiten proposiciones, explicaciones o interpretaciones; y por deconstrucción, la acción hermenéutica por la cual puede desarticularse un discurso.

La construcción del discurso historiográfico sobre el licenciado Antique
La primera referencia historiográfica en la cual se afirma que el licenciado Emigdio Antique había obtenido su título de médico en Puerto Rico fue la de Cayetano Coll y Toste, en 1927: “el primer título que se dio en el país de médico cirujano fue al aprovechado joven Emigdio Antique”.[6] Este autor desconocía que a comienzos del siglo XIX la medicina y la cirugía eran facultades independientes, las cuales terminaron uniéndose en una sola después del primer cuarto del siglo; por eso, ese título no podía ser de médico cirujano. En este primer enunciado solamente se indicaba que el médico criollo había obtenido su título en Puerto Rico; fue posteriormente, en 1946, cuando Manuel Quevedo Báez relacionó la obtención de este título con los estudios en la Cátedra de Medicina que el doctor Espaillat había establecido en el Hospital Militar.[7] Este segundo enunciado identificaba a la Cátedra de Espaillat como el lugar en donde Antique habría estudiado y recibido su título. A partir de entonces, comenzó a dispersarse la idea de que Antique, el primer médico de los nacidos en la Isla, había obtenido su título en la Cátedra de Espaillat. Uno de los primeros autores en utilizar esta información fue Francisco Guerra, en 1953, en una obra dedicada a la historia de la medicina colonial hispanoamericana, en la cual afirmaba que este puertorriqueño había sido el primer médico que había obtenido su título en Puerto Rico.[8] Posteriormente, en 1964, José Manuel Torres-Gómez citaba textualmente a Quevedo Báez en un artículo en donde analizaba la profesionalización de la medicina en la Isla: “En 1820, el doctor Espaillat fundó una Sociedad para instruir en las carreras de medicina y farmacia. Hubo que suprimirla…no sin antes graduar al primer médico puertorriqueño, Emigdio Antique”.[9]

Otro momento importante en la construcción del discurso historiográfico sobre la formación médica de Antique lo representó Salvador Arana Soto, cuando en 1966 añadió un nuevo enunciado: que Antique había sido el único médico graduado en la Cátedra de Espaillat.[10] A comienzos de la década de 1970 ya estaba estructurado aquel discurso que sostenía que Antique había sido el primer médico de los nacidos en Puerto Rico, que había obtenido ese título en la Cátedra de Espaillat y que había sido el único en graduarse en esa Cátedra. Lo interesante del caso es que los autores no indicaban las fuentes que habían utilizado para sacar sus conclusiones. Con el tránsito propio de la disciplina histórica se han identificado las fuentes que permiten confrontar estos enunciados y concluir que no todo ese discurso era cierto; es decir, que en el martillar, en el contrastar esta historiografía con el análisis de la documentación identificada, se puede demostrar que lo único cierto de este discurso era que Antique había sido el primero de los nacidos en la Isla en llegar a ser médico.

La deconstrucción del discurso historiográfico
Con relación a que Antique fue el primero de los nacidos en Puerto Rico en llegar a ser médico, según la documentación analizada hasta el momento, no se ha identificado otro médico anterior a él que haya nacido en la Isla. Las dificultades que tuvieron aquellos autores para encontrar documentos que refirieran el nacimiento de Antique estaban relacionadas con la situación particular en la cual había nacido. Ese niño pudo ser el resultado de una relación sexual considerada ilícita en su momento, porque no pudo ser bautizado como hijo legítimo. Podría suponerse que el padre estaba casado previamente o no podía casarse. En las colonias hispanoamericanas, y Puerto Rico como parte de ellas, se consideraban legítimos solamente los hijos nacidos dentro de un matrimonio legítimo.[11] Una estrategia común entre los grupos de poder para salvar a los que nacían fuera del matrimonio, era bautizarlos como expósitos para que no fueran considerados ilegítimos. Exponer a un niño equivalía a dejarlo en manos de otras personas para su crianza, aunque, en algunas ocasiones, terminaban siendo las mismas familias quienes los recibían.

En el acta de defunción de este médico se indica que Juana Antique lo bautizó como niño expósito en 1789, razón por la cual tenía un solo apellido.[12] Esa dificultad para identificar los aspectos relacionados con su nacimiento, pudo llevar a Estela Cifre de Loubriel a considerarlo como un inmigrante en la ciudad de San Juan.[13] Puede suponerse que su nacimiento debió ocurrir alrededor de 1780, porque al momento de terminar los estudios en la Universidad de Caracas, en el año 1800, se dice que tenía 20 años de edad. Aunque este niño fue bautizado como expósito, siempre fue considerado como hijo de padres blancos y de suficiente calidad y buena vida y costumbres como para que fuera admitido en una universidad. Antes de ir a Caracas, Antique había estudiado en el Estudio General de Santo Tomás que funcionaba en el convento de los dominicos de la ciudad; allí se había formado en latín, filosofía, teología escolástica y moral.[14] El bachillerato en filosofía era un requisito necesario para ser admitido en los estudios médicos en las universidades, por eso en Caracas le reconocieron aquellos estudios en filosofía.

Con relación a los otros dos enunciados, no hay forma de continuar sosteniéndolos con la documentación analizada: Antique no obtuvo un título de médico en la Cátedra de Espaillat y, por lógica, tampoco fue el único en hacerlo en ella. Al analizar el expediente estudiantil que reposa en el Archivo de la Universidad Central de Venezuela, antigua Pontificia Universidad Santa Rosa de Lima de Caracas, se demuestra que cursó sus años de medicina entre 1796 y 1799, y que realizó los años de práctica médica entre 1797 y 1800. Aunque fue examinado por el protomédico de aquella ciudad el 7 de febrero de 1800, no recibió el título de bachiller en ese momento porque le faltaban 11 meses de práctica. El título lo recibió el 25 de febrero de 1801, después de cumplir con aquel requisito.[15] De esta manera queda evidenciado que Antique no estudió medicina con Espaillat, porque ya lo había hecho en la Universidad de Caracas unos años antes de que existiera esta cátedra. Al momento de establecerse las clases de Espaillat en 1816, ya Antique llevaba varios años ejerciendo su facultad médica en la ciudad.

No hay forma de demostrar que Antique fuera el único médico graduado en aquella cátedra porque se sabe que Ramón Dapena y Manuel Solsona, que fueron estudiantes en esa cátedra, se graduaron de médicos en la Universidad de La Habana. Sus títulos los recibieron de esa universidad porque la Real Cédula que creó la Cátedra de Medicina del Hospital Militar establecía que los estudiantes debían buscar un protomedicato cercano para ser examinados, porque Puerto Rico carecía de esa institución. Dapena fue examinado por aquel protomedicato el 20 de febrero de 1824,[16] y Solsona, el 19 de octubre de 1825.[17]

La génesis de la deconstrucción del discurso
La crisis en el discurso historiográfico sobre la formación académica del licenciado Emigdio Antique se produjo a partir de 1974, cuando Salvador Arana Soto publicó su Historia de la medicina puertorriqueña hasta 1898;[18] obra que fue cuestionada por el doctor Conrado F. Asenjo. Cuenta el mismo Arana Soto que Asenjo le escribió una carta en la que expresaba sus dudas sobre la afirmación de que Antique fuera el primer médico graduado en Puerto Rico.[19] Ese cuestionamiento obligó al autor a realizar una investigación archivística que le permitiera sostener sus argumentos, un ejercicio propio de la disciplina. Producto de esa investigación, en donde analizó la Real Cédula que creó la Cátedra de Medicina en el Hospital Militar en 1816 y el expediente de estudios de Antique en la Universidad de Caracas, fue la publicación del libro El Dr. José Espaillat y la enseñanza médica en Puerto Rico, en 1978. Este libro representó un giró importante en la discusión del tema.

En este libro, Arana Soto se interesó fundamentalmente por defender el enunciado que sostenía que Antique había obtenido su título en la Cátedra de Espaillat, porque, en ese momento, ya contaba con suficiente evidencia que probaba que otros estudiantes de aquella Cátedra habían obtenido sus títulos de médicos.[20] La defensa del enunciado que afirmaba que Antique había sido el primer graduado en aquella Cátedra, la sostiene a partir de la rectificación de la fecha en la que había comenzado a funcionar la Cátedra de Medicina del Hospital Militar: 1816. Su argumento no comienza con la creación de la Cátedra, sino con la llegada del doctor Espaillat a la Isla: “Llegado a Puerto Rico en 1813, comienza enseguida en el Hospital Militar unas clases de Anatomía, como parte de las cuales practica al año siguiente de 1814 la primera autopsia en nuestra historia”.[21] El punto focal de la interpretación que hace del documento que autorizó la existencia de esa Cátedra está en el verbo continuar (“Real Cédula para que continúe la Cátedra de Medicina. 1816, enero 30”[22]), porque de esa manera podía justificar que las clases que Espaillat había comenzado en el Hospital Militar en 1813 eran las mismas que se recomendaban que continuasen en 1816;[23] clases en las cuales supone que Antique fue examinado en Cirugía. La evidencia de este examen la encontró en la obra de Pedro Tomás de Córdova: “La Real Cédula de 6 de mayo de 1814 acerca del examen de Cirujano del Licenciado D. Emigdio Antique”.[24] Después de analizar esa evidencia, Arana Soto produce un giro en su enunciado y afirmó, entonces, que Antique no se graduó de médico, sino de cirujano: “Es, pues, prácticamente seguro que…fuera en esta ocasión (de la disección) que se examinara Antique de cirujano latino…y se podía muy bien decir, entonces, que fue el primer graduado de la Cátedra de Espaillat”.[25]

En el desarrollo del argumento para defender el enunciado de que fue el primer médico graduado en la Cátedra de Espaillat, Arana Soto cambia la facultad referida sin dar ninguna explicación: no fue el primer médico, si no el primer cirujano. Esa diferencia, según se ha explicado, era importante en aquel contexto. El problema que persistía en su argumentación estaba relacionado con que no podía demostrar que Antique hubiese sido estudiante de Espaillat, por lo que no se podía afirmar que había obtenido el título en aquella Cátedra, sobre todo porque en mayo de 1814, cuando fue examinado en cirugía, ya Antique era un médico de larga trayectoria en la ciudad. Él ejercía la medicina desde el 19 de mayo de 1801, cuando fue admitido por el Cabildo de la ciudad de San Juan como médico.[26] Entre sus primeras responsabilidades profesionales importantes puede destacarse su participación en el proyecto de propagación de la vacuna contra la viruela en la epidemia de 1804. Recuérdense las disputas que hubo entre el doctor Francisco Xavier Balmis, director de la Real Expedición de Vacuna que llegó a Puerto Rico el 9 de febrero de 1804, y el doctor Francisco Oller, quien ya realizaba esa vacunación en la Isla. El 6 de marzo de 1804, el Cabildo de la ciudad autorizó al doctor Oller para que continuara con la vacunación, y nombró al licenciado Emigdio Antique como su colaborador.[27]

Entre las razones que dio el Ayuntamiento para ese nombramiento se destaca que “además de su conocido talento se le considera en el mayor patriotismo”.[28] El 18 de julio de 1809, Antique actuaba, junto con el doctor Oller, como consejero del Cabildo de la ciudad para otorgar las licencias para ejercer la medicina y la cirugía en la Isla.[29] El 13 de octubre de 1812, en el contexto del primer periodo constitucional, fue nombrado médico de la ciudad de San Juan; en esta función debía recibir los informes de los otros médicos del municipio para presentar el estado sanitario de la ciudad.[30] El 18 de julio de 1814, al finalizar el período constitucional, el Cabildo de la ciudad certificó que Antique “había cumplido exactamente y desempeñado con puntualidad las funciones de su encargo…como también de las operaciones que semanalmente practica(ba) de la vacuna en beneficio de este pueblo”.[31]

Podría sostenerse que aquel examen en Cirugía no exigía necesariamente que Antique fuera estudiante de Espaillat, porque ese examen era un tipo de reválida. Para este tipo de exámenes no se exigía que el candidato fuera estudiante, sino que demostrara el conocimiento que se exigía para que ejerciera la facultad. La respuesta a la pregunta de por qué se examinó en Cirugía cuando ya era un médico reconocido, puede buscarse en el motivo por el cual el gobernador Salvador Meléndez Bruna lo autorizó para ese examen. Este gobernador afirmaba que como el ramo de la Cirugía estaba en un estado lastimoso, había que autorizar a los médicos para que realizaran los exámenes en esa facultad.[32] Recuérdese que la medicina y la cirugía habían estado separadas por mucho tiempo, y que cada una de ellas tenía su objeto propio; el médico trataba las enfermedades internas y el cirujano, las externas.[33] Así que, por ser facultades separadas, había que tener un título en cada una de ellas para ejercerlas al mismo tiempo. Esa situación fue la que se resolvió a partir de 1827, cuando se unieron ambas facultades y comenzó a hablarse entonces de médicos cirujanos.[34] En aquel contexto histórico habían existido disputas entre ambos grupos de facultativos, porque el médico se sentía superior al cirujano.

Después de aquel examen, Antique ejerció varios años como cirujano en la ciudad: a partir del 17 de enero de 1816 fue el cirujano del Regimiento de Caballería de las milicias disciplinadas de la Isla; desde el 15 de noviembre de 1819, cirujano interino de la Real Brigada de Artillería; y desde el 3 de junio de 1821, cirujano del Regimiento de Milicias. El 18 de octubre de 1823 volvió a ejercer como médico, esta vez como médico de entrada del Real Hospital Militar y auxiliar del médico mayor; hasta que el 18 de septiembre de 1840 llegó a ser el médico mayor de ese hospital.[35]

Resulta sospechoso considerar que, si Antique había sido estudiante de la Cátedra de Espaillat, se hubiera comportado de la forma que lo hizo cuando se enteró de la instalación oficial de esa Cátedra. Existe una carta en la cual los médicos, cirujanos y farmacéuticos de la ciudad se dirigen al Ayuntamiento para reclamar por qué no los habían considerado a ellos para desempeñarse en esa Cátedra. El 17 de junio de 1816 decían: “si VE tiene alguna noticia de que hasta ahora haya habido establecida alguna Cátedra de Medicina en la ciudad, se haya sacado por oposición la cual algunos de nosotros hubieran hecho gestión”.[36] Esa carta la firmaban Oller, Antique, José Calvo, José Bernabé Moreno, Antonio Margarida, José Yustis y Antonio Abad de la Rosa.

Otros puertorriqueños que obtuvieron títulos de cirujanos en aquel momento, utilizando la reválida como mecanismo para conseguir un título, porque ya tenían muchos años de práctica, fueron Antonio Abad de la Rosa y Miguel de Cotto. El primero era natural de San Juan y el segundo, de Arecibo, quienes se desempeñaban como practicantes de cirugía y medicina del Hospital Militar, respectivamente. De la Rosa, quien llevaba 31 años como practicante de cirugía, fue examinado en la misma ciudad por una comisión nombrada por la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, el 29 de noviembre de 1815.[37] El 31 de agosto de 1816 se le concedió el titulo de cirujano romancista. De Cotto, quien llevaba 22 años como practicante de medicina, fue examinado el 30 de abril de 1817 por el protomédico de La Habana y ese mismo día recibió su título.[38] Ambos cirujanos pasaron a ejercer su facultad en la Isla; De la Rosa fue nombrado cirujano de artillería en 1821 y en 1838 De Cotto se desempeñaba como cirujano del cuerpo de ingenieros.

Además de Arana Soto, otro autor que intentó responder el cuestionamiento del doctor Asenjo, fue Aurelio Tió. En este caso, no hay mucho que exponer porque partía de unos presupuestos falsos. Este autor negaba que Antique se hubiese graduado de médico en la Cátedra de Espaillat porque sostenía que ya era licenciado en Medicina antes de 1814. Él reconocía que había estudiado medicina en la Universidad de Caracas, pero afirmaba erróneamente que había sido examinado por el protomedicato que existió en Puerto Rico antes de la instalación de la Cátedra de Medicina; explicaba que el título de licenciado en Medicina, con el que se califica a Antique desde 1804, se lo había otorgado el protomedicato que desapareció al finalizar el primer periodo constitucional.[39] Esta respuesta no ayudaba a resolver el problema que se había planteado Arana Soto, porque, por un lado, partía del presupuesto de que había existido un protomedicato en la Isla, que le había concedido el título de licenciado en Medicina, y por otro lado, no explicaba por qué fue examinado en cirugía.

A pesar de los esfuerzos de Arana Soto por aclarar el problema del lugar de la titulación de Antique, no deja lo suficientemente claro que tuvo un título de médico de la Universidad de Caracas y otro de cirujano, concedido en la Isla. Otra cosa que no está clara es por qué tenía un título de licenciado en Medicina, cuando lo que había recibido en Caracas era uno de bachiller en Medicina. Arana Soto, quien negaba la respuesta de Tió, abrió una nueva ventana de especulación para explicar el lugar en donde Antique había conseguido ese título de licenciado. Él supone, sin ninguna referencia documental, que “Antique cursara esos estudios en La Habana”.[40] Esta hipótesis parece no tener ningún asidero porque el autor de este artículo revisó el Archivo de la Universidad de La Habana y no identificó rastros de la presencia de Antique en aquella Universidad.

La persistencia del discurso deconstruido
Un aspecto importante relacionado con el discurso historiográfico sobre el licenciado Antique es que, a pesar de haberse aclarado las circunstancias históricas alrededor de su formación médica, aun persiste la utilización de la información que ha sido aclarada por la historiografía. Los dos enunciados que se demostraron falsos y que continúan presentes en las argumentaciones sobre la formación médica de Antique son los siguientes: que obtuvo su título de médico en la Cátedra de Espaillat y que fue el único en graduarse en esa Cátedra. Entre los autores que han continuado afirmando esas ideas, después de la revisión de Arana Soto, están: José Manuel Torres-Gómez, Eduardo Rodríguez-Vázquez, Carmen M. Santos-Corrada y María Teresa Cortés Zavala.

Torres-Gómez publicó un artículo en 1988, en el cual intentaba reconciliar los últimos aportes historiográficos de Arana Soto con un artículo suyo publicado en 1964, en donde afirmaba que Antique había sido el único médico graduado en la Cátedra de Espaillat. Para conciliar que Antique había estudiado tanto en Caracas como en Puerto Rico, afirma que en Caracas había obtenido su licenciatura en Medicina, y que en Puerto Rico había realizado el doctorado.[41] Solo que no presenta evidencia documental nueva para sostener este argumento. En el caso de Rodríguez-Vázquez, quien sigue al Arana Soto previo al año 1970, se identifica un texto de 2017, en el que afirma que el título de licenciado en Medicina lo obtuvo en la Cátedra de Espaillat, además de sostener que era un título en medicina y cirugía.[42]

En el caso de Santos-Corrada y Cortés Zavala, continúan manteniendo el enunciado que sostiene que Antique se educó como médico en Puerto Rico. Santos-Corrada mantiene el argumento de Quevedo Báez, de que Antique había sido el primero de los graduados en la Cátedra de Espaillat.[43] Cortés Zavala comenta sobre el proceso de creación de la Cátedra de Medicina en Puerto Rico y las consecuencias que trajo para la ciencia: “este esfuerzo educativo dotó a la isla de algunos profesores, entre los que se graduó Emigdio Antique”.[44]

Entre los autores que manejan el discurso historiográfico sobre Antique, pero tomando en cuenta la revisión que se ha hecho después de los planteamientos de Arana Soto, están José Rigau-Pérez y Mario Rodríguez León. Estos dos autores reconocen que Antique se educó como médico en la Universidad de Caracas. Rigau-Pérez identifica a Antique entre los criollos puertorriqueños relacionados con la ciencia a principios del siglo XIX: “nacido en Puerto Rico y licenciado en Medicina también en Caracas”.[45] Rodríguez León destaca que Antique fue el médico que atendió al obispo Arizmendi en sus últimos momentos: “iba también el médico que le atendía, el doctor Emigdio Antique, distinguido galeno puertorriqueño que igual que Arizmendi estudió en Caracas”.[46]

A modo de conclusión puede decirse que la historia es una disciplina que está continuamente haciéndose, que está revisando el resultado de las respuestas que se dan desde el presente del historiador. En el caso de la formación médica del licenciado Antique se puede decir que los mismos giros que ha tenido la historiografía, han abierto la puerta para considerar nuevos aspectos en la explicación. Fue el primero de los nacidos en la Isla en llegar a ser médico, pero no estudió con el doctor Espaillat y, por supuesto, tampoco fue el único en graduarse en esa cátedra.

Nota editorial: Una versión de este artículo salió en la Revista del ICP, Tercera Serie, Núm. 11, mayo 2019, pp. 75-86. La versión publicada en Akelarre: Historia y Ficción es una presentada por su autor en un formato que puede ser utilizado como referencia por estudiantes de historia.


[1] Salvador Arana Soto, El Dr. José Espaillat y la enseñanza médica en Puerto Rico (con datos biográficos de los Dres. Oller, Vargas y el Lic. Antique). San Juan, Asociación Médica de Puerto Rico, 1978, pp. 165-170.
[2] Arana Soto, op. cit., p. 102.
[3] Dominick Lacapra, La historia en tránsito. Experiencia, identidad, teoría crítica. México, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 15.
[4] Federico Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo. Madrid, Biblioteca Edaf, 2002.
[5] Agustín Izquierdo, “Prologo”, en Federico Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo, op. cit., pp. 9-12.
[6] Cayetano Coll y Toste, “La Cédula de Gracias y sus efectos, rectificaciones históricas”, Boletín Histórico de Puerto Rico. San Juan, Tipografía Canteros, Fernández Co., 1927, p. 24.
[7] Manuel Quevedo Báez, Historia de la medicina y cirugía en Puerto Rico. Vol. I. San Juan, Asociación Médica de Puerto Rico, 1946, p. 99.
[8] Francisco Guerra, Historiografía de la medicina colonial hispanoamericana. México, Abastecedora de Impresos, 1953, p. 71.
[9] José Manuel Torres Gómez, “La legislación que regulaba el ejercicio de la profesión médica en Puerto Rico: ayer y hoy”. Boletín de la Asociación Médica de Puerto Rico, Vol. 56, Núm. 3, 1964, p. 93.
[10] Salvador Arana Soto, Catálogo de médicos de Puerto Rico de siglos pasados. San Juan, Asociación de Médicos de Puerto Rico, 1966, p. 33.
[11] Else Zayas-León, “Los niños expósitos en la ciudad de San Juan”, Revista de Genealogía Puertorriqueña, Año 4, Núm. 1, 2003, pp. 89-93.
[12] Libro XXXIV de defunciones. Archivo Histórico Arquidiocesano, Archivo Histórico Catedral, Fondo Nuestra Señora de los Remedios, Serie Sacramental, Caja 90.
[13] Estela Cifre de Loubriel, La inmigración a Puerto Rico durante el siglo XIX. San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1964, p. 23.
[14] Aurelio Tió, “Primer régimen autonómico en América. Sistema de los alcaldes gobernadores, 1537-1544”. Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia, Vol. V, Núm. 20, 1978, p. 45.
[15] Archivo Histórico de la Universidad Central de Venezuela, Libro 5 de Grados de bachiller, licenciados y maestros en Artes y Filosofía, 1799-1800.
[16] Título de médico de don Ramón Dapena. Archivo General de Puerto Rico, Fondo Documentos Municipales, Serie San Juan, Subserie Toma de Razón de Títulos, Libro 3, caja 78, Fol. 184v.
[17] Manuel Solsona solicita ser nombrado apto para médico. Archivo Histórico Nacional, Ultramar, leg. 315, Exp. 8 (PARES).
[18] Salvador Arana Soto, Historia de la medicina puertorriqueña hasta 1898. San Juan, s.e., 1974.
[19] Arana Soto, El Dr. Espaillat y la enseñanza médica en Puerto Rico, op. cit., pp. 19, 101 y 165.
[20] Veáse César Augusto Salcedo Chirinos, Las negociaciones del arte de curar. Los orígenes de la regulación de las prácticas sanitarias en Puerto Rico (1816-1846). Lajas, Editorial Akelarre, 2016, pp. 122-131.
[21] Arana Soto, El Dr. Espaillat y la enseñanza médica en Puerto Rico, op. cit., p. 54.
[22] Ibid., p. 27.
[23] Ibid., p. 103.
[24] Pedro Tomás de Córdova, Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico. Tomo III. San Juan, Editorial Coquí, 1968, p. 278.
[25] Arana Soto, El Dr. Espaillat y la enseñanza médica en Puerto Rico, op. cit., p. 104.
[26] Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, 1798-1803. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de San Juan, 1968, p. 262.
[27] Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, 1803-1809. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de San Juan, 1970, pp. 35-36.
[28] Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, 1803-1809, op. cit., p. 56.
[29] Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, 1809-1810. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de San Juan, 1968, p. 63.
[30] Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, 1812-1814. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de San Juan, 1968, p. 17.
[31] Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, 1814. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de San Juan, 1968, pp. 98-99.
[32] Pedro Tomás de Córdova, op. cit., p. 277.
[33] Mariano González de Sámano, Compendio histórico de la medicina española. Barcelona, Imprenta de don Agustín Gaspar, 1850, p. 134.
[34] Real Cédula de S. M. y señores consejeros sobre el reglamento para el régimen y gobierno de los colegios de medicina y cirugía. Madrid, Imprenta Real, 1828, p. 2.
[35] Nombramiento del médico mayor del Hospital Militar de la Isla. Archivo Histórico Nacional, Ultramar, Leg. 1077, Exp. 15. (PARES).
[36] Carta de solicitud de los profesores de medicina, cirugía y farmacia al Ayuntamiento, 17 de junio de 1816. Archivo General de Indias, Ultramar, Leg. 423, Exp. 29 (Consultado en CIH-AGI, Carrete 206).
[37] Título de cirujano de Antonio Abad de la Rosa. Archivo General de Puerto Rico, Fondo Documentos Municipales, Serie San Juan, Subserie Toma de razón de títulos, Libro 3, fols. 57-58.
[38] Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, 1817-1819. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de San Juan, 1977, p. 10.
[39] Aurelio Tió, “Primacía cronológica de la Universidad de Estudios Generales Santo Tomás de Aquino, fundada en San Juan Bautista de Puerto Rico, 9 de enero de 1532”. Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia. Vol. V, Núm. 20, 1978, pp. 135-137. Veáse también “La primera universidad de América”, La Torre. Año XXVI, Núm. 99-102, 1978, p. 212.
[40] Aurelio Tió, “Primacía cronológica de la Universidad de Estudios Generales Santo Tomás de Aquino, fundada en San Juan Bautista de Puerto Rico, 9 de enero de 1532”, op. cit. p., 102.
[41] José M. Torres-Gómez, “La aportación de la Asociación Médica de Puerto Rico a la creación y desarrollo de la Escuela de Medicina de la UPR”, Puerto Rico Health Sciences Journal, Vol. 17, Núm. 2, 1988, p. 145.
[42] Eduardo Rodríguez-Vázquez, “Desarrollo de las instituciones de salud y educación médica en Puerto Rico: Siglo XVI a la primera mitad del XX”, en Eduardo Rodríguez-Vázquez (Ed.), Historia gráfica de las instituciones de salud de Puerto Rico: siglos XIX y XX. s. l., Fundación Puertorriqueña para las Humanidades, 2017, p. 31.
[43] Carmen M. Santos-Corrada, “La contribución de la medicina tropical a la educación médica en Puerto Rico”, en Eduardo Rodríguez-Vázquez (Ed.). op. cit., p. 83.
[44] María Teresa Cortés Zavala, “Las rutas de la ciencia y el desarrollo de la medicina en Puerto Rico, 1800-1850”, Revista Brasileira do Caribe, Vol. VII, Núm. 14, 2007, p. 13; Economía, cultura e institucionalización de la ciencia en Puerto Rico, siglo XIX. Morelos, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2008, p. 171.
[45] José Rigau-Pérez, “Modos de comunicación científica entre España y Puerto Rico, 1785-1808,” Actas del XXXIII Congreso Internacional de Historia de la Medicina, Sevilla: 1-6 de septiembre de 1992. Sevilla, Sociedad Española de Historia de la Medicina, 1994, p. 286.
[46] Mario Rodríguez León, “Sacrificio y muerte del obispo Arizmendi: segunda visita pastoral,” Instituto de Estudios Históricos Juan Alejo de Arizmendi, Bayamón, 1997, p. 12.