Crisis
cubana de 1929-1934
Armando Rivera Carretero
Terminada
la Guerra Hispanoamericana y ocupada Cuba por las fuerzas estadounidenses, en
1901, el Congreso estadounidense adopto la llamada Enmienda Teller. Mediante esta, Estados Unidos se
comprometió a no anexar a Cuba y otorgarle su independencia. Desde la óptica
estadounidense, resultaba esencial elaborar e imponerle a la futura república una
formula política que le permitiera independizarse, mientras Estados Unidos
mantenía su hegemonía sobre ella y, a la vez, protegía sus intereses económicos
y políticos en la zona. El secretario de guerra de Estados Unidos redactó un
borrador de las condiciones mínimas que se le impondrían a Cuba para proceder a
su independencia. Este borrador le fue comunicado por el secretario de estado, Eliju
Root, al Congresista Orville Platt para que lo radicara en el Congreso
estadounidense y lo convirtiera en ley. El Resultado fue la llamada Enmienda
Platt.
|
Bandera cubana izada el 20 de mayo de 1902. Foto de Latinamericanstudies.org |
La
Enmienda Platt la impuso Estados Unidos en 1901 a la Asamblea Constituyente
cubana encargada de redactar la constitución republicana. La Asamblea Constituyente protestó, pero el
gobernador militar en Cuba, el general Root, actuó firme e intransigentemente.
Las únicas opciones que le permitió a la Asamblea Constituyente fueron,
incorporar la enmienda Platt en su constitución republicana, o de lo contrario,
seguir con el gobierno militar ya establecido. La Asamblea optó por el menor mal
y a regañadientes acepto incluir la odiosa Enmienda Platt en su Constitución. Cuba quedo así sujeta por décadas a la
hegemonía e intervenciones estadounidenses, la intromisión política constante en
sus asuntos internos y una abrumadora penetración económica.
Cuba
surge como estado independiente en 1902 con una soberanía seriamente menguada,
una neocolonia, si se quiere decir. Los cubanos la llaman, la Republica Mediatizada. Las tropas norteamericanas abandonaron la
Isla el 20 de mayo de 1902 y se proclamó la independencia, aunque esta tendría
una soberanía seriamente menguada por lo que veremos a continuación.
Root
interpretó la Enmienda Platt de una manera incoherente y contradictora al
expresar que el derecho a intervenir en Cuba no era sinónimo con entremezclarse
o interferir en los asuntos del gobierno republicano cubano. Root incurrió en otra contradicción al decir que:
Intervention is
incompatible with the existence of the Cuban Government [and] would take place
only in the event that Cuba should reach a state of anarchy which should
signify the absence of any government, save in the cases of intervention
against a foreign threat.
A
partir de este momento, Cuba prosigue su vida nacional bajo la hegemonía y
tutela de Estados Unidos. Pero las cosas no anduvieron bien para la Isla. Ya a
mediados de la década de los ’20, el precio del azúcar comenzó a bajar. Con la Gran Depresión su economía se
desplomó. La pobreza incrementó notablemente y se observaba fácilmente por toda
la república. Muchas firmas comerciales sufrieron pérdidas económicas. La construcción de la Carretera Central a
un costo de $80,000,000 y el Capitolio, a un costo de $20,000,000, llevo a Cuba
a la quiebra financiera.
La
impaciencia del pueblo cubano con su gobierno incrementaba. Gerardo Machado, electo presidente de Cuba
a mediados de la década de los ’20, se tuvo que enfrentar a la violencia y
hasta una situación pre-revolucionaria. Sin embargo, a pesar de la miseria en
que la población cubana vivía, Machado continuaba pagando puntualmente la deuda
pública a Estados Unidos. A pesar del caos social y la posibilidad de una
revolución en Cuba, el presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover se negó rotundamente a intervenir. Esta
decisión de Hoover es muy significativa cuando se considera que las cuantiosas inversiones
estadounidenses en Cuba corrían peligro. Estas sumaban $1,470,000,000. En medio de esta situación, Machado, que
hasta ese momento había gobernado relativamente bien, considerando las
condiciones cubanas, intenta extender su término en dos años, dispensando de
elecciones. Machado comenzó a intimidar,
coaccionar y a sobornar para forzar a los partidos de la oposición a acceder a
sus pretensiones políticas claramente inconstitucionales.
Una Asamblea
Constituyente convocada para viabilizar las pretensiones de Machado determinó
que este podía presentarse para reelección por un nuevo término de seis años. Si
Machado resultara reelecto, cosa segura, serviría del 1929 al 1935. A ningún
político le preocupo que la asamblea claramente había excedido su autoridad legal
y que sus determinaciones eran inconstitucionales. Machado comenzó su segundo término bajo la
nube negra de la inconstitucionalidad. La insatisfacción del pueblo
era evidente y abarcadora. Pero no fue hasta la depresión
mundial causada por la caída de la Bolsa de Valores en el 1929, que
verdaderamente incrementaron, considerablemente, las tensiones sociales y las confrontaciones
políticas en Cuba.
Como
ya vimos, la economía cubana se desplomo por los efectos de la Gran Depresión.
La producción azucarera se redujo en un 60%, las exportaciones en 80%, el
precio del azúcar en 80%, y la producción de tabaco, de $43 millones en 1929 a
$13 millones en 1933. Los salarios y jornales se redujeron drásticamente, trabajadores
fueron despedidos masivamente, negocios y fabricas cerraron sus puertas, el
desempleo se incrementó a alturas estratosféricas. De una población total de
casi cuatro millones de almas, un millón estaban sin trabajo. Los jornales de
los trabajadores agrícolas se redujeron en un 75%, los salarios de los
trabajadores urbanos en un 50%. Las ganancias se esfumaron y el comercio se
detuvo. El 60% de la población cubana vivía
en la extrema pobreza. Pero como si la Gran Depresión
no fuera suficiente, para principios de la década de los ’30, Estados Unidos le
aumento las tarifas aduaneras a sus importaciones de azúcar cubana, causando
que la proporción de esta en el mercado estadounidense se redujera del 49.4% en
el 1930 a 25.3% en 1933.
A
esto, en 1930 y 1931, Machado se vio precisado a despedir de sus puestos
gubernamentales a un grandísimo grupo de empleados públicos: efectuó
reducciones en la nómina gubernamental de hasta 60%; detuvo la construcción de
la Carretera Central que empleaba 15,000 obreros; clausuro 300 oficinas y
estaciones postales. Para el 1932, los empleados gubernamentales no habían
recibido sus sueldos en seis meses. En 1928, Cuba importó de
Estados Unidos $191 millones de dólares en productos, para el 1933 esa cifra se
redujo a solamente $22 millones. Durante la década de los ’30,
las exportaciones de productos cubanos se redujeron de $362 millones a
solamente $57 millones. Igualmente, el porciento de las inversiones estadounidenses
en Cuba se redujeron del 74% en 1917, al 66.7% en 1922, al 61.7% en 1927 y al
54% en 1931.
Al
descontento general hacia su gobierno, Machado respondió con la represión del
pueblo. En 1930, Machado suspendió las garantías constitucionales, suspendió
las clases en las aulas y la universidad cerró sus puertas. Soldados vestidos
en uniformes de combate asumieron funciones policíacas. En 1931, Machado
suspendió la publicación de 15 periódicos y revistas, militares de alto rango
sustituyeron a los gobernadores en cuatro provincias cubanas, tribunales
militares suplantaron los tribunales civiles, y se estableció por el ejército
la censura previa de los periódicos y revistas que continuaron publicando. A
todas luces, Machado se había convertido en un dictador. Estos pasos provocaron
un incremento en el descontento popular y las tensiones sociales. Cuba se
dirigía a una revolución.
La
oposición política a Machado se intensifico. Muchos de los que lo apoyaban lo
desertaron y les dieron su apoyo a partidos de la oposición. Los arrestos de civiles, las torturas de
los apresados y los asesinatos aumentaron, así como las manifestaciones en su
contra y las “marchas de hambre”. Durante el 1929 y 1930, las constantes
huelgas detuvieron la actividad comercial e industrial en muchas industrias. En
marzo de 1930, Cuba sufrió una huelga general y para abril de ese año, se
escenificaron batallas entre los trabajadores y la policía.
Coetáneamente,
bandas de personas armadas recorrían la manigua cubana quemando cañaverales, asaltando
ferrocarriles, cortando cables telefónicos y telegráficos, destruyendo puentes
y túneles de tren y atacando a la guardia rural. A pesar de que disponía del
respaldo estadounidense, la situación de Machado continuaba complicándosele. El
ABC, una organización política clandestina, se organizó y dedicó a la lucha
armada. Otros grupos también se organizaron y adoptaron la lucha armada y el
sabotaje como método para derrocar a Machado. También se crearon organizaciones
de mujeres, de profesores universitarios, maestros de grados intermedios, y de
estudiantes, opuestos al gobierno. La oposición política crecía y se
robustecía. En 1931, surgió una corta guerra civil en Cuba. La represión
gubernamental hacia los trabajadores, los estudiantes, los comunistas y los
guajiros continuaba incrementándose, pero así también las represalias de estos. A pesar de esta situación y por las
razones arriba expresadas, el presidente Hoover se abstuvo de intervenir en
Cuba a pesar de que la Isla se encaminaba hacia una revolución popular.
Era
obvio que no existía posibilidad alguna de una solución negociada a la gran
crisis social y política cubana. La burguesía cubana clamaba por
una interpretación más amplia del Artículo III de la Enmienda Platt que la de
Root, y reclamaba una intervención militar de Estados Unidos en Cuba. El propio
embajador norteamericano, Guggenheim, solicito urgentemente de Washington la reevaluación
de la política de no intervención, a una de intervención. Pero Hoover,
consiente de la revisión de la política hacia la región, se negó a intervenir.
Insólitamente, Guggenheim recibió del Secretario de Estado, Stimson, una severa
reprimenda por su solicitud de intervención en Cuba. Así ceso su influencia
sobre la política cubana.
Franklin
Roosevelt y su gabinete llegaron a la conclusión de que, con Machado en el poder,
no se podría revivir la economía cubana. Concluyeron además que, bajo las
condiciones cubanas, no sería posible negociar ni concluir con Cuba un Tratado Comercio
Bilateral. Machado no podía continuar en
el poder en Cuba.
La
nueva Administración de Franklin Roosevelt nombró a su subsecretario de Estado,
Summer Benjamin Welles, como su embajador plenipotenciario en Cuba para tratar
de resolver la aguda situación cubana y negociar un Tratado Bilateral de
Comercio con este país. Este patético y complicado cuadro,
lleno de incertidumbre y de profunda crisis política y social le esperaba al
nuevo embajador estadounidense y constituía un estupendo reto. Este conocía muy
bien los requisitos de la nueva Política del Buen Vecino, lo cual le
dificultaría aún más su misión de servir de intermediario entre los partidos y
grupos en la grave crisis política y solucionarla por mediación y sin
intervención militar. Cabe mencionar que su misión secreta era derrocar a
Machado sin salirse de los parámetros de la Política del Buen Vecino. Las posibilidades
de éxito no lucían muy halagadoras.
Mientras
esperaba la confirmación del Congreso a su nuevo cargo, Welles publicó una
declaración dirigida a Cuba donde le prometía la no intervención excepto en el
más extremo de los casos y que, además, él ayudaría a Cuba a resolver sus
problemas políticos y económicos sin apartarse de la nueva Política del Buen
Vecino. Esta declaración estaba diseñada para alentar la confianza de los
cubanos de que no tenían nada que temer por su gestión en Cuba. Por eso su
lenguaje azucarado. Pero el lenguaje de sus
instrucciones confidenciales recibidas del Secretario de Estado, Cordell Hull,
cantaba una música distinta y más severa. Comienza haciendo alusión a la Enmienda Platt:
Sir. The Policy to
be pursued by this Government in its relations with the Republic of Cuba must
be determined primarily by its rights and obligations as set forth in the first
five articles of the treaty the treaty between the United States and Cuba
Signed at Havana [on] May 22, 1903, which articles likewise form a portion of
the Cuban Constitution first promulgated on My, 20, 1902.
Y
para que no quede duda posible de las bases de sus actuaciones, más adelante en
sus instrucciones, se cita textualmente el Artículo III de la Enmienda Platt
que trataba sobre el derecho de Estados Unidos de intervenir en Cuba, en la
práctica, cuando Estados Unidos lo estimare conveniente para proteger sus
intereses. Como se ve, el lenguaje de sus instrucciones contrasta con la
declaración de Welles a Cuba. En adición, el lenguaje de sus instrucciones ciertamente
no reflejaba fielmente la firme determinación de Hull y Roosevelt de no
intervenir en Cuba. Esto dio lugar a especulaciones indicativas de que Welles
había redactado sus propias instrucciones, aunque oficialmente recibidas del
Departamento de Estado. Más adelante podremos juzgar acertadamente la razón en
las discrepancias antes mencionadas, observando las repetidas recomendaciones
de Welles al secretario de estado Hull a los efectos de que Estados Unidos
interviniera en Cuba, aunque de forma limitada.
Welles
claramente entendía que su misión era, primero, mediar entre las fuerzas
políticas opuestas, utilizando cualquier medio idóneo, dentro del nuevo
paradigma de política exterior estadounidense para ponerle fin a la grave
crisis política cubana y, como agenda secreta, derrocar al presidente de Cuba,
Gerardo Machado. Segundo, negociar y concluir un
Tratado Bilateral de Comercio con Cuba de manera que esta pudiera mejorar su
maltrecha economía, pero que favoreciera a Estados Unidos económicamente. Así,
Estados Unidos aumentaría sus exportaciones a Cuba y ayudaría a expandir el
mercado cubano para viabilizar las compras cubanas de productos
estadounidenses.
El
nuevo embajador estadounidense, arribó a La Habana el 8 de mayo de 1933. De inmediato se reunió con todos los
actores políticos cubanos incluyendo, obviamente, al presidente cubano Gerardo
Machado. Welles le propuso a Machado comenzar un proceso de diálogo y
negociación entre todos los partidos y grupos políticos enfrentados en disputas
políticas, mientras él serviría de mediador. También propuso negociar un
tratado bilateral de negocios con Cuba. Es importante notar que este tratado le
resultaría imprescindible a Estados Unidos para ayudar a la recuperación de la
agricultura y la industria norteamericana. Luego se reunió con todos los demás actores
políticos cubanos y les propuso la negociación y su mediación. Tanto los
partidos que apoyaban a Machado como los grupos y partidos de la oposición,
aceptaron las negociaciones y la mediación de Welles para resolver las graves
controversia políticas cubanas. Los delegados a las
negociaciones representaban al gobierno de Machado, el Partido Liberal, el
Popular y el Conservador, y por la oposición, la Unión Democrática, el ABC, el Partido
Conservador de Oposición, los profesores de escuelas elementales, y escuelas
superiores, el OCRR y las organizaciones de mujeres cubanas. A instancias de Welles, quedaron excluidos
de las negociaciones el Ala Izquierda del Partido Liberal, el Partido Comunista
Cubano, y los gremios laborales.
El 1ro
de julio comenzaron las negociaciones. Pero Machado no ayudaba mucho al
éxito de estas. Para esta fecha la Ley Marcial, por él decretada, llevaba ya
dos años y medio en vigor. Por otro lado, la legislatura
cubana, reconociendo que había que relajar el control dictatorial de Machado,
aprobó legislación declarando una amnistía general, reestableciendo las garantías
constitucionales y el fin de la Ley Marcial y los Tribunales Militares. Por su lado, Welles paciente y
metódicamente fue empujando a Machado hacia su renuncia. Welles le indico a Machado que para que
las negociaciones resultaran exitosas en poner fin a la crisis política, el
debería cortar su término presidencial por un año. Machado se negó y esto
produjo un tranque que puso en grave riesgo el éxito de las negociaciones
mediadas. Welles informo a Washington que
mantendría las negociaciones en sesión permanente hasta que se concretizare un
acuerdo final. Por otro lado, Welles decide no
comenzar las negociaciones conducentes a un Tratado de Comercio Bilateral con
Cuba hasta que concluyan exitosamente las negociaciones en vigor. Para entonces, los partidos y grupos
opuestos a Machado se habían constituido en una Junta Revolucionaria, llamando
a una revolución contra el presidente cubano. Se había, además, redactado un plan, el
cual, entre otras cosas, demandaba la renuncia inmediata de Machado. Las
negociaciones habían fracasado.
En
julio de 1930, estalla una huelga general promovida por el PCC y el CNOC, que
paralizo las actividades comerciales en Cuba. Con motivo de esta surge un caos
general, pero concentrado en La Habana. Las calles estaban abarrotadas de
civiles protestando contra Machado y exigiendo su renuncia. La universidad fue
clausurada y sus estudiantes y profesores le declararon la guerra política a
Machado. Este caos y el recrudecimiento
de las actividades insurreccionales no eran ni más ni menos que un augurio de
la probabilidad e inminencia del estallido de una revolución. Si esta resultaba
exitosa, probablemente establecería un nuevo orden político y económico de
corte socialista. Los problemas cubanos se incrementaban y se complicaban.
Welles amenazó sutilmente a Machado recordándole nuevamente de las obligaciones
de Estados Unidos bajo la Enmienda Platt: o sea la intervención armada
estadounidense en Cuba. Welles claramente estaba preocupado y se toma la
potestad de redactar un borrador de pacto negociado para sometérselo a la Junta
Revolucionaria. El 8 de agosto le envía un
cable directamente al presidente Roosevelt expresando:
. . . that while
the purpose of my mission is to avoid the existence of a situation which would
give rise to intervention by the United States if a situation of anarchy exists
and there is no government in Cuba capable of protecting ‘life property and
individual freedom’ as provided in the third article of the of the permanent
treaty, the United States will not evade its obligations under that provision .
. .
De
las instrucciones arriba mencionadas y esta solicitud podría surgir la inferencia
de que Welles estaba preparando a Roosevelt y a Hull para una eventual intervención
en Cuba. En su afán de derrocar a
Machado, Welles le sugiere insistentemente a Hull la retirada estadounidense
del reconocimiento al gobierno de este y le solicita la presencia de dos buques
de guerra en el puerto de La Habana. El 9 de agosto, un día después,
repite, solicitando a Washington que le informe a Machado que Estados Unidos no
evadirá sus responsabilidades bajo el Artículo Tercero de la Enmienda Platt.
Welles se acercaba paulatinamente hacia una intervención. Sin embargo, ni
Roosevelt ni los países de América Latina estaban de acuerdo a que ocurriera. Hull
procede a rechazar las recomendaciones de Welles.
En
agosto, la solicitud de que Machado dimitiera se había convertido en un
ultimátum. En julio de 1933, Welles le comunico al general Herrera que había
recibido autorización para desembarcar marines
en Cuba, un bluff. Por su parte, el attaché
militar de la embajada reforzó el bluff,
informándole al alto mando militar cubano que Estados Unidos invadiría a Cuba,
si Machado no renunciaba.
Welles
le indico a Hull de la inevitabilidad de una intervención armada. Sin embargo,
Hull y el presidente Roosevelt se mantuvieron firmes en su política de no intervención
y así se lo comunicaron a Welles. Además, le indicaron que, si Machado no renunciaba
en un término razonable, Estados Unidos le retiraría el reconocimiento. Welles estaba seguro que ambas estrategias
convencerían a Machado a renunciar. Pero las cosas no salieron como
esperaba. Para sorpresa de todos, especialmente de Estados Unidos, Machado retó
a este a invadir a Cuba. En 1933, la amenaza de invasión
que había funcionado tan bien para Estados Unidos en el pasado, ya no era
efectiva para conseguir sus propósitos. El momento era crítico y Welles
seguramente debió estar altamente preocupado.
Welles
continuó su campaña dirigida hacia Hull y Roosevelt tratando de encender sus
ánimos y hacerlos receptivos a su eventual sugerencia y recomendación de intervenir
en Cuba con el pretexto de que la situación cubana era en extremo inquietante. Por
otro lado, los estados latinoamericanos le manifestaron a Washington su descontento,
indicándole que su embajador en Cuba estaba coaccionando a Cuba en lugar de persuadirla.
Ante
este reto, Welles reacciono con una solución radical. Esta consistiría en
permitirle a Machado que hiciera una contraoferta
a la declaración de la Junta Revolucionaria, la que contendría sustancialmente
los puntos más importantes de la propuesta de la Junta, y añadiendo algunos
cambios de menor importancia, la cual la Junta aceptaría. En su contraoferta, Machado solicitaría una
sabática del puesto de presidente, la cual la Junta aceptaría. De esta manera,
Machado no perdía. Al general Herrera se le nombraría presidente provisional
hasta que se celebraran elecciones democráticas, supervisadas obviamente por
Estados Unidos. Este plan tenía la ventaja que posicionaría al ejército en
contra de Machado. Welles les sugiere a los partidos de la oposición que
constituían la Junta Revolucionaria a que redacten y entreguen a Machado su contraoferta. Así se hizo. Machado accedió y comunico su
contraoferta a la Junta
Revolucionaria. Esta la acepto y Machado se
tomó su sabática y abandono a Cuba el
27 de agosto de 1933. Welles se debió haber sentido
satisfecho, había logrado en gran medida su primer objetivo. Restaba constituir
un gobierno democrático y comenzar a negociar un Tratado Bilateral de Comercio
con Cuba.
En
lugar de Machado se nombró presidente provisional a Carlos Manuel de Céspedes. La huida de Machado le produjo serios problemas
al presídete provisional. Se produjeron serios disturbios en la sociedad
cubana, además de innumerables huelgas, personas sospechosas de haber sido machadistas fueron linchadas, los
empleados del gobierno y las alcaldías no se presentaron a trabajar y dejaron
las oficinas gubernamentales a la merced del pueblo, comercios y hasta hogares
fueron saqueados, turbas llenas de ira contra los seguidores de Machado deambulaban
por La Habana y sus alrededores buscando a machadistas
para ajusticiarlos. El país estaba en caos. El 14 de agosto de 1933, dos buques de
guerra norteamericanos atracaron en los muelles habaneros.
Mientras
eso ocurría, el 3 de septiembre los sargentos del ejército cubano, liderados
por el sargento Fulgencio Batista, sorpresivamente se alzaron en rebelión y
tomaron el control del ejército, despojado de su autoridad a todos los
oficiales y generales y acabando con el efímero gobierno de Céspedes. Se organizó una junta de cinco personas la
que nombro a Ramón Grau de San Martin, presidente provisional, mientras que a Batista se le nombro jefe
del ejército. Mediante este cuartelazo de los
sargentos, el ejército se convirtió en la única fuerza política efectiva en el
país. La crisis cubana se complicó aún más. El 19 de agosto, Welles le propone
a Hull que lo sustituya por el subsecretario de estado, Jefferson Caffery,
demostrando su alto grado de frustración con su gestión, por lo elusivos de sus
objetivos.
El
gobierno de facto de Grau
inmediatamente confronta una formidable insurrección agraria. Grau responde expropiando las centrales
azucareras con dueños norteamericanos. Estados Unidos responde
rodeando a Cuba con una flotilla de buques de guerra compuesta de treinta
navíos navegando cerca a las costas cubanas de manera que no pasaran
desapercibidos. La intención de Estados Unidos era
crear en la mente del pueblo cubano una amenaza de invasión. Welles pide dos buques de guerra para el
puerto de La Habana y otro para el de Santiago de Cuba. El 5 de septiembre Welles vuelve a
solicitar que más buques de guerra sean enviados a Cuba. En una conversación telefónica con Hull,
Welles discute la intervención en Cuba y le recomienda que no reconozca al gobierno
de Grau. El 7 de septiembre, Welles
sugiere a Hull una intervención limitada, usando como pretexto el estado
de anarquía que existía en Cuba. El 8 de septiembre Welles vuelve a insistir en
una intervención limitada. Welles sabia, o debía saber,
que esta continuada campaña sugiriendo una intervención en Cuba, aunque
limitada, si fuera autorizaba y efectuada, provocaría una revolución en Cuba,
dado el estado prerevolucionario cubano y el odio generalizado en la sociedad
cubana a la Enmienda Platt. Welles estaba jugando con fuego.
Durante
los cien días del gobierno de Grau, este se dedicó a transformar a Cuba con
muchísimos decretos muy de vanguardia y justicia social. Pero Grau cometió un grave error. En su
discurso de aceptación de la presidencia provisional, anuncio la derogación de la Enmienda Platt. Otro
factor en su contra fue que estos justos decretos para el pueblo cubano
resultaron en alarmar a los capitalistas e inversionistas norteamericanos. Y
como si lo anterior fuera poco, su gobierno era el único que se había constituido
en Cuba sin la aprobación de Estados Unidos. Todo lo anterior le gano a Grau la
fiera desaprobación de Hull y del propio Welles. Pero lo peor para Grau fue que no podía
resolver el problema de la falta de trabajos, ni la aguda depresión económica
que azotaba inmisericordemente a Cuba.
|
Sumner Welles (primero a la izquierda) acompañando a Fulgencio Batista en la visita que este último realizó a Washington en 1938. Foto de la Colección de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. |
Welles
se dedicó a debilitar diplomáticamente al gobierno de Grau. A recomendación de
Welles, Estados Unidos se rehusó a reconocer el gobierno de Grau. Solo cuatro
países lo reconocieron. Durante el verano, aunque al
principio Welles desaprobaba a Batista, cambio su actitud hacia él y mantuvo
una cercana y amistosa relación con este. Welles cablegrafió a Washington
informando que Batista era la única persona en Cuba que representaba la autoridad.
Welles aprovecho su cercana y cordial relación con Batista para incitarlo a que
se separara de Grau políticamente, una clara invitación a Batista para que diera
un golpe de estado y formara un nuevo gobierno. Batista supo entender y en su momento
actuó. Por su parte y para ponerle presión a Grau, Welles cablegrafió a
Washington solicitando que la Marina estadounidense enviara más buques de
guerra a otros puertos cubanos. Además solicitó permiso para
desembarcar marines en La Habana “con
el limitado propósito de proteger la Embajada Norteamericana y las vidas de
extranjeros en Cuba”. También informo a Washington que Céspedes no podía ser restaurado
como presidente sin una intervención militar. Le recomendó a Washington no solo
el desembarco de marines en La
Habana, sino también en Santiago y algunos otros puertos cubanos. Welles llego al punto de concebir una
intervención militar en Cuba conjuntamente con Argentina, Brasil, Chile y
México.
Como
indicamos arriba y para enfatizar este peligroso proceder de Welles, él sabía,
o debía saber que si Estados Unidos intervenía en Cuba provocaría una
revolución, lo que no le dejaría alternativa a Washington que invadir y tomar militarmente
la Isla, como ocurrió en el 1906. Welles había cruzado el Rubicón. No contó con
la firme decisión de Hull y Roosevelt de no invadir a Cuba. Estos por el
contrario le instruyeron a buscar una solución política. Welles debió haberse sentido muy frustrado
y decepcionado. No lograba desatar el nudo gordiano de la política cubana.
Caminaba bajo instrucciones muy estrictas y estrechas que no le dejaban mucho
espacio para maniobrar. En realidad, la única arma que tenía en su arsenal era
el no reconocimiento al gobierno de Grau. Sin embargo, una importante ventaja
de esta política fue que de esa manera se mantendría la turbulencia social en
Cuba, socavando la efectividad del gobierno de Grau.
Las
cosas comenzaron a cambiar a favor de Welles. Ya para el 11 de septiembre,
cuatro partidos políticos le habían retirado su apoyo al gobierno de Grau. Estos eran los partidos más poderosos en
la política cubana; la Unión Nacionalista, el ABC, el Partido de Menocal y el
OCRR. Al final, aún los partidos que
apoyaban a Grau, el Partido Liberal, el Popular y el Conservador, le retiraron
su apoyo político. Con el gobierno en la defensiva, Welles estaba libre para
proseguir creando subversión interna en contra de Grau.
Como
los depuestos oficiales del ejército se reusaron a reinstalarse a sus comandos,
fueron declarados desertores. Batista ordeno sus arrestos. Estos permanecieron refugiados
y fuertemente armados, en el Hotel Nacional en La Habana. Tropas del ejército se
presentaron al Hotel Nacional donde se hallaban alrededor de quinientos
oficiales, y luego de una cruenta batalla, los oficiales se rindieron y fueron
arrestados. Esto es indicador importante de
que el no reconocimiento del gobierno de Grau había estimulado a Batista y al
ejército a alejarse del presidente Grau. Las negociaciones entre los
partidos políticos que demandaban la renuncia de Grau, se suspendieron sine die. Las negociaciones habían fracasado. Como
ya vimos, Welles en su frustración decidió abandonar el puesto de embajador.
En
efecto, el 9 de diciembre de 1933, el Departamento de Estado le instruye para
que abandone a Cuba el 12 o 13 de diciembre. El 20 de noviembre Hull le comunica a
Welles que su sustituto seria el sub-secretario de Estado, Jefferson Caffery,
pero con una designación superior. No solamente sería el Embajador de Estados
Unidos en Cuba, sino que su título oficial sería, Representante Especial del
Presidente Roosevelt en Cuba. Welles abandono a Cuba según
instruido. Éste se debió haber sentido muy
decepcionado. No pudo resolver el imbroglio
de la política cubana. Caffery arribo a La Habana el 18 de diciembre de 1933.
En
enero de 1934, Batista le retiro el apoyo del ejército a Grau y consecuente con
las indicaciones de Caffery, acordaron en una reunión entre los dos nombrar e instalar
como presidente interino a Carlos Mandieta. Batista y los principales grupos políticos
apoyaron esta decisión. El gobierno de Grau cayó y
Mandieta, luego de un periodo de vacilación, aceptó ser nombrado presidente provisional.
Asumió la presidencia interina con el solo propósito de organizar y llevar a
cabo unas elecciones democráticas. A los cinco días de su toma de posesión, Estados
Unidos reconoció su gobierno. La crisis política cubana había concluido aunque
las tenciones sociales continuaron durante el resto de la década.
El
29 de mayo de 1934, Cuba y Estados Unidos suscribieron un Tratado Bilateral de
Comercio derogando el Tratado Perpetuo de Relaciones de 1903, el cual incluía
la Enmienda Platt. Estados Unidos renuncio así a sus derechos de intervención
en Cuba. Estados Unidos procedió de
inmediato a retirar su flotilla de buques de las aguas cubanas. Batista, quien se había autodenominado jefe
del ejército, fue ratificado en su cargo. Ya desde enero de 1934, el coronel Batista
era indiscutiblemente el hombre fuerte de la política cubana y el poder detrás
del trono.
La inauguración
de Carlos Mendieta en enero de 1934, aparentaba significar el retorno a las
antes establecidas convenciones políticas El ejército, por su parte, adquirió
autonomía del grupo gobernante. Habían quedado claro que las
formas anteriores de intervención no eran capaces de proteger adecuadamente los
intereses de Estados Unidos. En agosto de 1934, Estados
Unidos reviso los aranceles aduaneros que le imponía a los productos importados
cubanos, lo que le permitió restaurar la dominación económica sobre Cuba. Ese fue el significado de la derogación de
la Enmienda Platt hacia Cuba en mayo de 1934. La anunciada oficialmente Política del
Buen Vecino, había pasado con éxito su prueba de fuego.
Welles
recordaría que las negociaciones sobre un Tratado Reciproco de Comercio con
Cuba, no solo reviviría la economía cubana, pero además y más importante, le
permitiría a Estados Unidos reestablecer ventajas en el mercado cubano con el
consecuente provecho para la agricultura e industrias norteamericanas. Este
tratado le restituyo a Estados Unidos el control absoluto del mercado cubano,
el cual había estado perdiendo paulatinamente durante los últimos diez años.
Tanto
Cuba como Estados Unidos resultaron beneficiados con el tratado; para Estados
Unidos la aplicación de la Política del Buen Vecino en Cuba resultó en un éxito
y para Cuba, la Enmienda Platt ya no colgaría más, como una Espada de Dámocles,
sobre su cabeza.