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domingo, 17 de agosto de 2014

La mujer caribe, tribal y no cautiva

Autor: Luis Guillermo Rodríguez[1]

La mujer Caribe, tribal y no cautiva

Introducción

El estudio de la mujer caribe, tribal y no cautiva, demuestra un patrón etnográfico cultural amazónico característico de las tribus horticultoras de la mandioca en las Antillas Menores del Caribe. Como comparativo etnográfico para observar los patrones  amazónicos en las Antillas menores usamos las costumbres de las mujeres de la tribu tupinambo del Brasil. Ambas comparten aspectos como la antropofagia ritual de esclavos de guerra, un sistema de cautiverio de prisioneros, el uso de la mujer enemiga como recurso humano para el provecho demográfico de su tribu, un sistema matrilineal en sus sociedades y la marginalización de las mujeres prisioneras de guerras. Es decir, la migración del continente a las islas antillanas no cambió los patrones culturales traídos de América del Sur.
Dibujo de mujer caribe. Autor:
Charles Edwin Taylor, 1888.

El Origen de las Tribus Mandiocas

El Dr. Pablo Hernández expone que en las costas de Colombia del 1200 a.C se identifica la transición del modo de vida arcaico pre-agricultor a un tipo de vida horticultora entre las comunidades aborígenes de América del Sur. Estudios en los lugares de Malambo y Momil en el norte del país ya mencionado revelan una sociedad con características culturales que entretejen una relación entre el origen del Caribe insular y el origen de los tupinambos. Las características agricultoras de tala y quema o roza, un sistema político tribal con base en la familia y un liderazgo de jefaturas electivas; en términos religiosos el chamanismo como influencia de una religión animista.

Se le llaman las tribus de la mandioca porque toda elaboración y manejo de la mandioca o yuca agria identificaba a las tribus descendientes de este patrón. Esto se traza por el hallazgo de burenes o budares, el instrumento de cocción del pan de yuca. Según los patrones antropológicos demostrados, estas sociedades llegaron hasta el Amazona y los ríos Apure y Orinoco de Venezuela llegando hasta las Guyanas en una migración de carácter fluvial. Según las teorías, estos evolucionados ya como caribes-kalinagos y aruacos, se trasladan hasta las Guyanas y luego las islas antillanas de Barlovento. Se alega que otros grupos evolucionaron, los que se conocen como los tupinambos, se extendieron hasta el Brasil selvático y costero. Es interesante denotar que ambas culturas, según Rouse y Metraux, manipulaban la mandioca de la misma manera a la descrita por Hernández[2].

Metraux y Rouse documentan que las tribus caribes y tupinambos seguían el mismo patrón mencionado por Hernández del manejo horticultor de la yuca agria, la hervían, la hacían harina gayándola, la secaban en un artefacto de tela de mimbre y luego hacían el pan. En el caso de los caribes, se le llamaba “paniers” por los cronistas franceses que documentaron este pan en las islas. Según Hernández, la sociedad de la mandioca siguió un patrón de foresta tropical en la que se desarrollaron las vertientes tupinambo, caribe y aruaca. Es decir, el origen del patrón de manipulación de la mandioca por una sociedad base en América del Sur-afirma la presencia etnográfica amazónica en las islas caribes.

La Mujeres cautivas

La sociedad caribe tenía por costumbre llevarse a la mujer como cautiva y botín de guerra. El caribe o kalinago declaró la guerra a los aruacos en el continente y posteriormente en las islas, probablemente por la lucha de la extensión territorial para el desempeño agrícola. Según Robiou Lamarche, esta venganza en contra de los aruacos era su razón existencialista bélica. Al tomar las mujeres de los aruacos, los caribes las mantenían como mujeres cautivas en calidad de esposas marginadas. Estas eran un trofeo de guerra y objeto aumentativo de prestigio. Las mujeres arahuacas cautivas eran identificadas con el nombre de “oubeérou”. [3]

Aunque se tomaban como esposas, estas estaban marginadas de por vida. Según Hernández, éstas eran mantenidas en una localidad aparte de la aldea caribe, separándolas así de las mujeres no cautivas. Debido a que el caribe como tribu territorial se enfocaba en la guerra, era importante la producción de hijos. Todos los nacidos por una mujer, no importa el estatus de prisionera o libre que tenia dicha fémina en la comunidad, era considerado legítimo de la tribu.[4] Esto como fenómeno llevó a la mujer a tener una dualidad cultural.

De igual forma, la tribu guerrera de los tupinambos hacía el mismo proceso de cautiverio a las mujeres que capturaban. Sin embargo, estas no eran tomadas por esposas, estas eran comidas en las ceremonias de antropofagia ritual. El hijo de una mujer cautiva tupinambo con un guerrero era luego considerado como parte de la tribu. Sin embargo, Metraux señala que a los hombres prisioneros de guerra se le era dado una mujer no cautiva para que esta lo tuviese en su atavío y el prisionero no huyera. Sin embargo los hijos que tuviesen esta mujer no cautiva con el prisionero eran consumidos también en ceremonia religiosa.

Aunque se señala por los cronistas franceses que estuvieron en el Brasil en el siglo XVII, los hombres tupinambos tomaban por esposas cautivas a las mujeres de sus enemigos como lo hacían los caribes[5]; estos amerindios guerreaban entre sí, por lo que se deduce que la mujer tupinambo, al contrario de la caribe era de la misma etnia denominada: Tupí- Guaraní.

La mujer no cautiva

Hay que hacer la salvedad de que la mujer caribe no cautiva, no necesariamente tenía una pura ascendencia kanimar o caribe continental. Para efectos, la mujer caribe se fue convirtiendo en una mezcla de las cautivas arahuacas y las originales procedentes del continente sudamericano. Tampoco podemos concluir que la mujer de origen aruaco influenció en la mujer caribe tribal hasta el punto de un desplazamiento cultural. En su convivencia, la mujer caribe no cautiva pudo asimilar aspectos étnicos de las mujeres prisioneras arahuacas o viceversa.

Hay evidencia de que la mujer caribe continental viaja a las islas del Caribe. Irving Rouse, documentando las costumbres caribes de navegaciones, indica que al migrar, el caribe llevaba a sus mujeres y a sus hijos. El autor también señala que había una fuerte relación entre la tribu caribe-kanimar continental y los pobladores antropófagos de las islas. Los indios caribes de las islas buscaban esposas no cautivas de las Guyanas al igual que en el continente los caribes iban a otras aldeas de los suyos a buscar sus esposas. Estos datos nos llevan al enfoque de la mujer no cautiva como indicativo amazónico en el arco antillano.

Vestimenta

La vestimenta de la mujer caribe era un claro indicativo de la costumbre de segregación de las mujeres tribales y las mujeres en cautiverio. Es decir, según las crónicas, la mujer cautiva se diferenciaba de la mujer no cautiva o de la tribu en la vestimenta. Esto se daba en el uso de una prenda parecida a unos botines o borceguíes de algodón entretejido en las piernas, que era prerrogativa de la mujer caribe tribal no cautiva. Este dato etnográfico marca la diferencia social de las mujeres. De aquí nos lleva a nuestro estudio a la mujer caribe tribal como foco de representación étnica amazónica. El cronista español, Doctor Álvarez Chanca en el siglo XV hace dicha observación como compañero de viaje del explorador Cristóbal Colón.

…allí conocimos cuales eran caribes de las mujeres e cuales no, porque las caribes traían en las piernas dos argollas tejidas de algodón, la una junto a la rodilla, la otra junto con los tobillos; de manera que les hacen las pantorrillas grandes, e los sobredichos lugares muy ceñidos, que este me parece que tienen ellos por cosa gentil, así que por esto me parece que tienen ellos por cosa gentil…([6])

Las ligaduras tejidas en las piernas, descritas por el Doctor Álvarez Chanca, eran corroboradas por cronistas franceses como el Padre Du Tertre en 1667. De hecho el prelado Du Tertre va más allá en cuanto a la vestimenta se refiere como símbolo de un status social de libertad, pues éste indica que dichos calzados eran estimados como “marca inefable de la libertad de la mujer, de donde viene el que las esclavas no las lleven jamás[7]”. Éste detalle también es documentado por cronistas franceses que visitaron las islas como Mathias Du Puis , César de Rochefort y el padre Jacques Bouton.

Cabe denotar que las mujeres tupinambos no prisioneras desde temprana edad llevaban unos botines de algodón igual a las de la mujer de la tribu. Según Metraux, esto era para resaltar las pantorrillas, que era un signo de estética.

Según un anónimo en 1647 documentó, tanto el hombre como la mujer caribe andaban desnudos. Estos se frotaban achiote molido y frito en aceite llamado “rucú” como protector solar y repelente de los mosquitos. Solamente se destaca adornos corporales tanto en el hombre como en la mujer. Mientras los hombres llevaban adornos en el cuello, las mujeres los usaban de brazalete en los brazos. Dicha bisutería se componía de dientes de animales, piedras y rafas, así como conchas de crustáceos. Ambos sexos usaban un collar con una media luna que era ni de oro ni de plata, probablemente de cobre llamada “Karokoli”, esta era una media luna y solo la vestían aquellos que tenían algún grado de prestigio. [8] Se entiende que los "karakolis" eran signos de las conquistas de los caribes continentales hechas en América del Sur y que en su migración al Caribe trajeron como una especie de identificación tribal.

Según Metraux, los tupinambos también tenían dicha costumbre de asignar la bisutería a partes del cuerpo según el sexo. A diferencia del hombre, la mujer caribe no usaba plumas de aves para adorno en la cabeza.[9] La mujer caribe al igual que el hombre se dejaban el cabello largo, y se lo trenzaban. [10] Al respecto, el Padre Du Tertre en 1667 comenta que las mujeres caribes no tribales llevaban largo el cabello y se dejaban una pollina cortada. A los lados según el cronista, las mujeres se trenzaban los mechones del lado en forma de cola y el resto del peinado se lo soltaban atrás sujetado muy propiamente con cintas de algodón. Tanto es así que el misionero compara el estilo de las no cautivas con los estilos de la mujer en Europa.[11]

Las mujeres se agujereaban la nariz, las orejas y el labio inferior, para ponerse distintos adornos. El agujerearse el labio inferior y las orejas también era una costumbre en la tribu tupinambos.[12]

Los hombres y las mujeres tupinambos al igual que la sociedad caribe, iban desnudos y cubrían su cuerpo con lo que los portugueses llamaron onatto, palabra amazónica para el achiote.[13] El misionero Claude D’abbevile en sus crónicas destaca que las mujeres tupinambos no vestían ningún tipo de vestimenta y “eran recatadas”, pues su desnudez no implicaba una afrenta sexual.

Como parte de su ornamento, las mujeres libres usaban caracoles largos como aretes en las orejas. Estas usaban pulseras confeccionadas por conchas de caracoles, muy similar a la indumentaria de las mujeres caribes. [14] Sin embargo, las féminas tupinambos a diferencia de las caribes aldeanas eran tatuadas en la pubertad, distinguiéndolas de las prisioneras. Para la mujer tupinambo no cautiva, los tatuajes y adornos en la piel confeccionados por pintura eran símbolo de belleza y esplendor. [15]

La mujer no cautiva era parte esencial en la economía de la aldea caribe, así como la de la mujer no cautiva tupinambo. La mayoría de las tareas cotidianas eran hechas por las mujeres de la aldea. De aquí es que se puede ver como etnográficamente se marca el desempeño de la mujer caribe no cautiva. Según Irving Rouse, la tribu caribe entendían la importancia de la mujer tribal no cautiva como parte del proceso de continuación etno-cultural.

La mujer se convirtió en el recurso humano no guerrero en todas sus fases. Toda la producción de utensilios, la agricultura, la crianza de los niños y hasta el cuido de los enfermos son propulsados por la mujer[16]. Tanto es así que Robiou la llama “la fuerza de producción y reproducción”. Los artículos de cerámica eran exclusivamente confeccionados por las mujeres. Al igual que todo material que no fuese usado para la guerra. Piezas en algodón, utensilios líticos, cortadores y raspadores de coral eran confeccionados por las mujeres[17]. Según el Padre Bouton en 1635, en su visión eurocentrica, las mujeres caribes insulares no cautivas eran “esclavas y desgraciadas” de tanto trabajo. La mujer, cautiva y no cautiva se encargaba de prácticamente toda la labor doméstica, excepto la cacería. Un cronista anónimo en 1647 describe:

Las mujeres... les proveen de comer y de beber; tienen cuidado de los niños y les siguen a todas partes para cocinarles. Tan pronto como ellas se han levantado se van a bañarse también; después se ponen a raspar y a rallar mandioca y a hacer  el pan para el desayuno de sus maridos. Hecho el desayuno, se van a trabajar en sus huertos de mandioca, o de patatas, con un bastón puntiagudo que utilizan en lugar de azada; las otras van a escardar. Los hombres no se meten en nada de todo eso. Las que permanecen en las casas o hacen camas de algodón o bien preparan el rucú, o hacen frotar o engrasar el cabello de sus maridos. Ellas hacen aceite de un grano que llaman “cuahei”, que en un primer momento convierten en polvo, y después los secan  en la platina; a continuación la aplasta entre su manos... Las otras hilan algodón también de noche al fuego. Tienen también como tarea el cuidado de los enfermos y para ello se le aplican en el conocimiento de los simples que tienen la virtud contra las enfermedades. Ellas tienen excelentes remedios y muy eficaces, y de ellos tendremos algún día mayores conocimientos, si Dios así lo quiere. ([18])

En la sociedad tupinambo, según los escritos de D’Abbeville, la mujer era la agricultora, productora de alimentos y criadora de los hijos. Igual uso de tecnología era confeccionado por la mujer tupinambo, sin embargo cabe destacar que los recursos de la selva del Brasil eran más diversificados que los de las Antillas Menores. En la tribu tupinambo, al igual que las caribes, las mujeres de edad eran las que hacían las cerámicas, pues eran las que llevaban más experiencia. Las tupinambos también llevaban la crianza de los niños, la agricultura y la preparación de utensilios y alimentos. Según el padre Abbeville, estas al igual que la mujer caribe insular, no conocían descanso. Desde la siembra, la preparación de tierra, el mantenimiento de las plantas, la cosecha; todo hasta la confección de los alimentos y bebidas que utilizaban los caribes.

Viviendas

En organización de la villa y las chozas, la mujer caribe tribal no cautiva vivía excluida de los hombres en la misma aldea. Ésta se componía de unas chozas pequeñas confeccionados en paja y entre estos una casa grande que servia de casa comunal[19]. Durante el día los hombres se pasaban en la vivienda comunal, “taboi” en lenguaje galibi-kaliña y “carbet” para los franceses. Según Rouse, las chozas pequeñas eran exclusivas para la mujer y sus críos. Los hombres tenían una vivienda colectiva central flanqueada o entre medio de las chozas de las mujeres. La choza de la mujer no cautiva era relativamente la mitad del tamaño de la casa comunal. La construcción era la misma, con la diferencia que estas chozas tenían una sola puerta de salida. La casa se dividía interiormente entre el lugar del dormitorio y la cocina. Esta división era hecha por paredes tejidas de paja. [20]

El anónimo de 1647 hace una buena descripción de dichas aldeas:

Están (las aldeas) divididos por familias, y sus familias están compuestas por varios matrimonios que viven juntos y forman unos caseríos bajo el padre de la familia; los hijos y las hijas de éste que están casadas tienen cada uno un bohío. Hacen primeramente uno grande y común de sesenta a ochenta pies de largo más o menos que llaman carbet, alrededor de este hacen los pequeños bohíos para cada matrimonio (…) las mujeres limpian los bohíos y los muchachos los carbets...([21])

Según Irving Rouse, la mujer se mantenía en los bohíos aledaños todo el tiempo, nunca merodeando el “carbet”, salvo en los festines. Solo se requería su presencia en la casa comunal para servir comida u otro tipo de actividad servil. Cabe denotar que las cautivas estaban marginadas de esta posición territorial en las tribus, pues como se menciona anteriormente tanto en los tupinambos como en los caribes existían aldeas marginadas para las cautivas.

La aldea tupinambo consistía de unas casas comunales muy parecidas a los “carbets” caribes insulares. A diferencia de los caribes, los tupinambos convivían en estas casas comunales dividiéndose cada unidad familiar por paredes de paja. Estas casas, de geometría rectangular podían medir de 50 a 300 pies de largo (15 a 150 metros) y 30 a 50 pies de ancho (9 a 15 metros). Estas casas estaban situadas alrededor de un parque ceremonial, en el que se celebraba todos los eventos. Dentro de cada una de estas viviendas podían estar ocupadas por 100 a 200 personas. La aldea usualmente consistía de 4 a 8 casas largas.[22]





[1] Luis Guillermo Rodríguez es historiador con un Ph.D. de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. También es maestro en el Departamento de Educación de Puerto Rico.
[2] Hernandez P..Sociedades Aborigenes del Caribe: Las sociedades horticultoras de selva tropical, origenes y penetración del caribe. Cátedra de Maestria. Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano. 2005
[3] Robiou Lamarche S. “Tainos y Caribes, las Culturas Aborigines Antillanas.” Editorial Punto y Coma.  San Juan.  2003. p.170.
[4] Ibiden. pp. 168-170.
[5] Metraux A. “The Tupinamba.” En: Steward, J. H. Handbook of South American Indians. Vol. 3 “The Marginal Tribes.” New York: Cooper Square Publications, Inc., 1963. pp. 95-100.
[6] Chanca D. A “Este es el primer viaje y las derrotas y camino que hizo el Almirante  D. Cristóbal Colón. En: Alegría R. E. 2004. “Las Primeras Noticias Sobre los Indios Caribes” En: Cárdenas, M. “Crónicas Francesas de los Indios Caribes.” San Juan, Puerto Rico, Centro de Estudios Avanzados y Del Caribe. 2004. p. 77.
[7] Du Tertre, II, Tratado III, Cap. IX.
[8] Anónimo, n. 24974. “Relation d’Isle de la Guadelouppe faite par les missionnaires Dominicains a leer General en 1647” En: Cárdenas, M. “Crónicas Francesas de los Indios Caribes.” San Juan, Puerto Rico, Centro de Estudios Avanzados y Del Caribe. 1981. pp. 184-186.
[9] Iden.
[10] De Rochefort C. “Histoire naturelle et morale des Iles Antilles de L’Amerique” 1665. En: Cárdenas, M.. “Crónicas Francesas de los Indios Caribes.” San Juan, Puerto Rico, Centro de Estudios Avanzados y Del Caribe. 2004 pp. 311-320.
[11] Du Tertre J. B. 1667. “Histoire Generale des Antilles.” En: Cárdenas, M. “Crónicas Francesas de los Indios Caribes.” San Juan, Puerto Rico, Centro de Estudios Avanzados y Del Caribe. 2004. pp. 472-474
[12] Metraux A. Op. cit. p. 107
[13] Fisherman, Laura. Crossing Gender Boundaries:  Tupis and European Women in the Eyes of Claude D’Abbeville.  French Colonial History 4. (2003) pp. 81-98.
[14] Metreaux A. Op. cit. p. 108
[15] Iden
[16] Robiou Lamarche, Op. cit. pp. 168-169.
[17] Rouse, I. “The Carib”. En: Steward, J. H. Handbook of South American Indians. Vol. 3 “The Marginal Tribes.” New York: Cooper Square Publications, Inc., 1963. pp 550-551.
[18] Anónimo Op cit. p. 194
[19]  Rouse I. Op. cit  p. 551.
[20] Rouse I. Op cit. p 552
[21] Anónimo Op. cit. pp.191-193
[22] Metreaux A. Op. cit. p. 103.

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