Brujería, hechicería e Inquisición en el Caribe hispano, siglo XVII
Por Pablo L. Crespo Vargas[1],
Universidad Interamericana de PR
Dentro de la
historiografía caribeña, la Inquisición española, al igual que el estudio de
las mentalidades, representan campos de investigación con mucho potencial. No
obstante, han sido relegados a un segundo plano por una inmensa mayoría de los
historiadores, siendo unos pocos, los que han olfateado las posibilidades, que
en nuestro caso, representa el Tribunal de la Inquisición española.[2]
Entre la gran
cantidad de posibilidades de estudio utilizando la documentación inquisitorial
está el poder presentar y explicar cuál era el pensamiento de la población
general sobre asuntos tales como la sexualidad, las diferencias de género, las
creencias populares y supersticiosas, entre muchos otros temas. Junto a la
Inquisición española, nuestro estudio utiliza dos prácticas, que para algunos
son consideradas supersticiones: la brujería y la hechicería.[3]
Al estudiar las
supersticiones, que se desarrollaron a principios del siglo XVII, en el Caribe
hispano, utilizando la documentación inquisitorial proveniente del Tribunal de
Cartagena de Indias, institución que estaba a cargo de supervisar los asuntos
de fe en la cuenca caribeña, hemos podido identificar una serie de
señalamientos de gran importancia para el estudio histórico de la región.
También, logramos establecer unas ideas que nos describen la particularidad de
las creencias de la sociedad colonial, así como la funcionalidad de la
Inquisición en la zona caribeña.[4]
Curiosamente, el
Tribunal de Cartagena de Indias fue el centro inquisitorial con mayor cantidad de
causas relacionadas a las supersticiones. Se han identificado, al menos,
durante el siglo XVII, unos 264 procesos relacionados a estas prácticas.
Porcentualmente hablando, esto representa el 37.8% del total de procesados.[5]
Quisiera aclarar, que aunque la burocracia inquisitorial, fue una de las más
efectivas y competitivas de su época, no siempre podemos contar con la
documentación de todos los procesos. Por experiencia, en el transcurso de la
investigación, hemos encontrado referencias a causas no detalladas pero que
aparentemente fueron desarrolladas de manera formal u oficial.[6]
En cuanto a las
creencias de la sociedad colonial, podemos indicar que estas eran producto de
un mestizaje, que no solamente se había desarrollado tanto en el aspecto
genético o étnico de la población, sino que el mestizaje desarrollado implicó
un sincretismo cultural entre los grupos afectados. Es importante recalcar que
la sociedad colonial del siglo XVII llevaba sobre un siglo de existencia y que
anteponía una correlación entre el grupo dominante y las ideas propagadas por
estos; sin que ello, quiera decir, que se erradicaron las ideas o la cultura de
los grupos subyugados. El elemento ibérico, aunque dominante, no era
omnipotente. Las culturas indígenas y las poblaciones de origen africano, que
pasaban por un proceso de transculturización, mantuvieron presente una serie de
elementos propios que los identificaron como entes sociales distintos al grupo
autoritario.
Una de las
primeras ideas que podemos refutar es la creencia que establece que las
prácticas supersticiosas eran exclusivamente parte de la idiosincrasia de los
grupos sometidos, los cuales en un principio no seguían el cristianismo como
creencia religiosa. Aunque es cierto que la población negra fue relacionada con
el surgimiento de sectas diabólicas, vemos que esta práctica solo fue
desarrollada en el 26.7% de las causas de fe relacionadas a las supersticiones en
el Santo Oficio en Cartagena de Indias. Esto nos deja, con casi tres de cada
cuatro procesos relacionados con el delito de hechicería, crimen de fe que
predominó dentro de la población blanca.[7]
Contrario a los africanos, que habían sido educados originalmente en un
ambiente de creencias politeístas y animistas, la población blanca española y
portuguesa se había desarrollado en un contexto supuestamente cristiano. Sin
embargo, esto no impidió el desarrollo de prácticas supersticiosas dirigidas
hacia tres elementos de la vida cotidiana: los avatares del amor[8],
la búsqueda del conocimiento oculto[9] y
la suerte en los juegos de azar[10].
La documentación
inquisitorial nos ha demostrado que la hechicería, no fue vista como una
amenaza al orden social, económico ni político de la colonia. La razón principal
fue que los sucesos de hechicería eran casos aislados que en ningún momento
constituyeron amenazas graves contra el Estado.[11]
No obstante, la población general, desde las clases más altas, hasta los
esclavos e indios, pasando por todas las castas, demostraron sentir cierta
necesidad de cubrir por medio de hechizos y sortilegios la falta de
conocimientos y la búsqueda de felicidad que la Iglesia, y mucho menos, el
Estado proporcionaban.
Otro renglón de
sumo interés que encontramos en la población negra, procesada por brujería, es
que estos desarrollaron un sistema ceremonial, que más que una expresión
religiosa, representó un desafío a las autoridades coloniales. La realización
de juntas, donde se le rendía culto a la figura del demonio, fue una de varias
faltas a la fe cristiana y al ordenamiento jurídico colonial, más cuando ambos
aspectos estaban unidos. Al crimen de adoración demoniaca se pueden añadir
otros delitos considerados graves, tales como: los asesinatos, la profanación
de tumbas, el canibalismo y, más que todo, las supuestas conspiraciones que los
negros podían generar en sus reuniones nocturnas contra el orden político,
social y económico de la colonia.[12]
De la misma manera
se aprecia la existencia de similitudes entre los cultos demoniacos en el
Caribe con los efectuados en Europa. Las ocho características principales que
se tienen sobre la brujería europea se pueden demostrar claramente en la
brujería caribeña. Estas son: pacto con el diablo, repudio al cristianismo,
profanación de la eucaristía, los viajes nocturnos, reuniones en la noche y en
secreto, sacrificio de niños, el canibalismo y las orgías.[13]
La figura del
macho cabrío, es otro símbolo que nos lleva más a los cultos agrarios celtas
que a las creencias africanas. Claro está, no podemos negar algunos de los
elementos africanos que se dieron en los aquelarres caribeños. Entre ellos,
podemos mencionar los banquetes con comida tradicional africana, donde se
consumía jabalí, arroz y plátano, además de la importante presencia que representó
el árbol en el lugar de culto, ya que este es uno de los elementos que más
manifiesta las creencias africanas al sur del Sahara.[14]
Otro aspecto
histórico, que encontramos en este estudio, fue la utilización de las creencias
paganas de los indígenas por parte de cristianos, que buscaban su propio
beneficio. El caso de Luis Andrea, aunque único en la documentación estudiada,
nos hace sospechar, que pudo haber ocurrido en diversidad de ocasiones sin que
ninguna autoridad se hubiera percatado. Vemos, como el supuesto demonio, que se
hacía llamar Buciraco, pero que tenía características europeas, tales como uso
de botas, espuelas y lanza, que en ocasiones era llamado licenciado y que
llegaba a las juntas a caballo, fue solo una artimaña de uno de los conquistadores
para aprovecharse de la ignorancia de la población indígena. Este personaje,
creó todo un andamiaje estructural dentro de esta comunidad dirigido a
enriquecerse con los tributos recibidos.[15]
De forma general,
la mayoría de los procesados por superstición eran de composición racial
blanca. De los cuarenta y cinco reos, veinticinco pertenecían a este grupo, lo
cual representa el 55.6%. Aunque en sus causas, no se les pudo relacionar con
pacto o trato explícito con el demonio, actitud severamente rechazada dentro
del cristianismo, la búsqueda de soluciones fuera de los preceptos religiosos
era condenable de igual forma.
La Inquisición
como institución a cargo del control social de la colonia fue un aspecto que no
puede ser negado. El uso de la Inquisición como instrumento de poder por parte
de la Corona fue un elemento que se pudo comprobar mediante este estudio.
Aunque la Inquisición era una institución eclesiástica destinada a vigilar las
desviaciones de fe, los poderes seculares la utilizaron como un mecanismo en
contra de grupos que eran considerados enemigos del estado o del orden que se quería
preservar. A su vez, el estado, decidía cuándo y dónde utilizaba a los inquisidores.
Este es el caso de una misiva que la Corona envió para que la Inquisición
desistiera de procesar a los cientos de esclavos acusados por cuatro de sus
compañeros de seguir la brujería, ya que el inicio de un proceso de esta
envergadura hubiera afectado la economía de la región al detener la producción
minera.[16]
Otro aspecto que
hemos rechazado, por lo menos, sobre la región estudiada, fue la imagen
sanguinaria que se tiene de la Inquisición y que es presentada por la leyenda
negra.[17]
En el caso del Tribunal inquisitorial de Cartagena de Indias, allí no hubo
grandes autos de fe ni se ejecutaron a decenas de personas. En los casos por
superstición las penas fueron mínimas, a tal punto, que algunos reos decidieron
continuar con sus prácticas luego de haber sido sentenciados.[18]
Ninguno de estos procesados fue ejecutado. En otros casos, la propia
institución, desde su Consejo Supremo decidió disminuir sentencias que
consideraba severas. De hecho, en un periodo de veintidós años solo hubo dos
ejecuciones, ninguna relacionada con superstición.[19]
La razón primordial de la ejecución de estos dos reos fue el asumir una actitud
de obstinación, al no quererse arrepentir de sus acciones heréticas. La
Inquisición, desde el punto de vista religioso buscaba mantener la fe católica
y cada proceso tenía como objetivo el salvar las almas de los procesados y
convertirlos en buenos cristianos.
La realidad
documental nos ha presentado una Inquisición que seguía unas normas
establecidas y que se autoevaluaba con una serie de procedimientos tales como
las instrucciones desde la Suprema y las visitas de inspección. Aunque no se ha
encontrado evidencia de visitas de fiscalización en Cartagena de Indias, la
capacidad de la Suprema en mantener una actitud recta entre sus inquisidores
siempre estuvo latente con el envío continuo de órdenes específicas para
atender los distintos tipos de procesos. A todo esto, no se puede negar que
hubo abusos, atropellos y malos tratos de parte de algunos inquisidores que
teniendo el poder en sus manos lo utilizaron en su propio beneficio.
Por último,
debemos indicar que la idiosincrasia caribeña es una multicultural desde los
tiempos coloniales. El Caribe fue centro de disputas entre las potencias
europeas, también fue lugar de acopio y trasbordo de los esclavos africanos,
los cuales nunca representaron una sola etnia. La cuenca caribeña, en sí, fue
un gran mosaico, donde se mezclaron genes y culturas durante siglos y que hoy
día han producido una población llena de diversidad y con una gama de sabores
que es única en su clase.
Referencias bibliográficas primarias:
Archivo Histórico Nacional en Madrid (AHN), Sección:
Inquisición
Libro 1008: Libro primero de cartas del Tribunal de Cartagena de Indias
al Consejo de la Inquisición: 1610-1618.
Libro 1009: Libro segundo de cartas del Tribunal de Cartagena de Indias
al Consejo de la Inquisición: 1619-1624.
Libro 1010: Libro tercero de cartas del Tribunal de Cartagena de Indias
al Consejo de la Inquisición: 1625-1630.
Libro 1011: Libro cuarto de cartas del Tribunal de Cartagena de Indias
al Consejo de la Inquisición: 1631-1638.
Libro 1020: Libro primero de relaciones de causa de fe del Tribunal de
la Inquisición de Cartagena de Indias: 1614-1637.
Libro 1023: Libro cuarto de relaciones de causas de fe del Tribunal de
la Inquisición de Cartagena de Indias: 1676-1698.
Legajo 1620, expediente 1 y 10.
Fuentes secundarias recomendadas:
Alcalá, Ángel, et al.: Inquisición española y mentalidad
inquisitorial, Barcelona, Ariel, 1984.
Bennassar, Bartolomé: Inquisición
española: Poder político y control social, Barcelona, Grijalbo, 1981.
Caro Baroja: Las brujas y su mundo
[1961], 11ª reimpresión, Madrid, Alianza Editorial, 1995.
Clark, Stuart: Thinking with Demons: The Idea of Witchcraft in Early Modern Europe,
New York, Oxford University Press, 1999.
Crespo Vargas, Pablo L.: La
Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano, siglo XVII,
2ª ed., Lajas, Akelarre, 2013.
____: El demonismo en el Caribe
hispano: Primera mitad del siglo XVII, Lajas, Akelarre, 2014.
Escudero, José A. (ed.): Perfiles jurídicos
de la Inquisición española, Madrid, Instituto de Historia de la
Inquisición, Universidad Complutense de Madrid, 1992.
Friedemann, Nina S.: “Huellas de africanía en la diversidad colombiana”,
en Correa Rubio, Francois (ed.), Geografía
humana de Colombia. Tomo I: Variación cultural en Colombia, Instituto
Colombiano de Cultura Hispana, 1992, bajado de www.banrepcultural.org.
García Cárcel, Ricardo: La leyenda
negra, historia y opinión, Madrid: Alianza Editorial, 1992.
Henningsen, Gustav: El abogado de
las brujas: Brujería vasca e Inquisición, trad. Marisa
Rey-Henningsen, Madrid, Alianza Editorial, 1983.
_____ (ed.): The Inquisition in Early Modern Europe: Studies on Sources and Methods,
Dekalb (Illinnois), Southern Illinois University Press, 1982.
Levack, Brian P. (ed.): Articles on Witchcraft, Magic and Demonology,
New York, Garland Publishing, 1992, 12 vols.
Lisón Tolosana, Carmelo: Las
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Kamen, Henry: La Inquisición
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trad. Gabriela Zayas, Barcelona, Crítica, 1985.
Maya Restrepo, Luz A.: “África: Legajos espirituales en la Nueva
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_____: “Paula de Eguiluz y el arte del bien querer, apuntes para el
estudio de la sensualidad y del cimarronaje femenino en el Caribe, siglo XVII”,
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págs. 101-124.
Medina, José Toribio: La
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Pérez Villanueva, Joaquín (dir.): La
Inquisición española: Nueva visión, Nuevos horizontes, Madrid, Siglo XXI,
1980.
_____ (dir.): Historia de la Inquisición
en España y América, Madrid, Centro de Estudios Inquisitoriales, 1984, 3
vols.
Russell, Jeffrey B. y Brooks Alexander: A History of Witchcraft: Sorcerers, Heretics
& Pagans, 2a ed. aumentada, New York, 2007.
[1] Al momento de
presentarse originalmente este artículo, el autor era estudiante graduado de la
Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metro, donde ya había completado
una maestría; trabajaba como maestro de historia en la escuela superior de
Lajas, Leonides Morales Rodríguez. Su tesis de maestría fue publicada con el
nombre de La Inquisición española y las
supersticiones en el Caribe hispano, siglo XVII, obra galardonada con el
Primer Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña en la categoría de Investigación
y Crítica para el año 2011. En mayo de 2014 completó un Ph. D. en Historia de
América en la Universidad Interamericana de Puerto Rico.
[2] Para el estudio de la
Inquisición española recomendamos las siguientes obras, que sirven como base
medular para los investigadores: Bennassar, Bartolomé (ed.): Inquisición española: Poder político y
control social, 1981; Escudero, José A. (ed.): Perfiles jurídicos de la Inquisición española, 1992; y Pérez
Villanueva, Joaquín, con dos obras donde fungió de director y editor: La Inquisición española: Nueva visión,
nuevos horizontes, 1980 e Historia de
la Inquisición en España y América, 3 vols., 1984. Esta última, es
posiblemente, la obra más abarcadora sobre el tema inquisitorial.
[3] Para el
estudio de las supersticiones, desde una perspectiva histórica, recomendamos a:
Levack, Brian P. (ed.): Articles on
Witchcraft, Magic and Demonology, 12 vols., 1992; Russell, Jeffrey B. &
Brooks Alexander: A History of
Witchcraft: Sorcerers, Heretics & Pagans, 2007; y Clark, Stuart: Thinking with Demons: The Idea of Witchcraft
in Early Modern Europe, 1999.
[4] La primera obra que
expone y detalla los acontecimientos históricos del Tribunal de la Inquisición
de Cartagena de Indias fue: Medina, José Toribio: La Inquisición en Cartagena de Indias [1899], 2ª ed., 1978.
[5] Para un
acercamiento estadístico a los tribunales del Tribunal del Santo Oficio español
véase a Henningsen, Gustav & Jaime Contreras: “Forty-Four Thousand Case of
the Spanish Inquisition (1540-1700): Analysis of a Historical Data Bank”, en
Henningsen, Gustav, The Inquisition in
Early Modern Europe: Studies on Sources and Methods, 1982, págs. 100-129.
[6] En AHN, Inq., lib.
1021, ff. 92, 98, 100v., 102, 110, 117, 123v. y 238, se presenta el caso de
Juana Bautista, quien es procesada en el 1643, pero señalada que en 1623 ya
había sido encausada por hechicería; sin embargo, al consultar con los
expedientes de este periodo no se encuentra ninguna relación de fe sobre ella.
Otro ejemplo es el caso de Paula Eguiluz, ocurrido en 1634 y narrado en el AHN,
Inq., leg. 1620, exp. 10, f. 1, que indica que la procesada había sido
sentenciada en el 1624 por brujería; de la misma forma, este proceso no estaba
archivado.
[7] Para un cuadro
estadístico sobre los procesos de la Inquisición en Cartagena de Indias durante
el periodo de 1610 a 1632, véase a Crespo Vargas, Pablo L.: La Inquisición española y las supersticiones
en el Caribe hispano, siglo XVII, 2ª ed., 2013, págs. 226-243.
[8] Un ejemplo lo
encontramos en AHN, Inq., lib. 1020, ff. 9, 15, 45-45v., 230v.-232v., donde se
reseña el caso de Isabel Noble, portuguesa que utilizaba conjuros y sortilegios
para los males de amor que tanto preocupaba a muchas personas en la comunidad.
Esta señora fue procesada en dos ocasiones, 1614 y 1622, saliendo sentenciada
en ambas con penas de destierro, en la segunda ocasión, por ser reincidente, se
le dieron 200 azotes.
[9] El caso de Alonso
Mateus, un marinero español, que ganaba dinero extra localizando las cosas
perdidas de sus compañeros, mediante hechizos y conjuros es un ejemplo de este
tipo de motivación en cuanto a la hechicería. También tenía el poder de hacer
levitar las cosas. Su causa, realizada en 1626, se encuentra en AHN, Inq., lib.
1020, f. 260. Su sentencia fue simplemente dos años de destierro.
[10] Un caso excepcional
sobre este asunto fue el de Benito González que en 1621 fue procesado por
prácticas supersticiosas al querer utilizar reliquias sagradas para tener
suerte en los juegos de azar. En este caso, este español, original de
Extremadura, no pudo vencer la tentación de establecer un negocio lucrativo con
la venta de reliquias religiosas y su supuesto poder de hacer ganar las apuestas.
Esta causa se encuentra en AHN, Inq., lib.1020, ff. 193v.-195v.
[11] Las conductas que más
inquietaron a los inquisidores fueron los relacionados a los asuntos que el
estado veía como amenaza al orden social que se deseaba implementar o mantener;
siendo estas: las creencias judaizantes e islámicas practicadas por cristianos
nuevos y el desarrollo de un pensamiento religioso protestante.
[12] Se debe señalar el caso
de Antón Carabalí, un negro esclavo, residente en la Habana, que en 1628 fue
encausado por brujería. Durante la causa, el reo confesó haber asesinado a 153,
las cuales fueron consumidas por la comuna de brujos y brujas. Su causa puede
ser leída en AHN, Inq., lib. 1020, ff. 296v.-300.
[13]
Véase
a Russell, Jeffrey B.: A History…,
pág. 55.
[14] Sobre la influencia
africana en los procesos de brujería véase a Friedemann, Nina S.: “Huellas de
africanía en la diversidad colombiana”, en Correa Rubio, Francois (ed.), Geografía humana de Colombia. Tomo I:
Variación cultural en Colombia, Instituto Colombiano de Cultura Hispana,
1992, bajado de www.banrepcultural.org.
[15] AHN, Inq., lib. 1020,
ff. 3-4, 15, 19-24. Esta es la primera causa de fe presentado en el libro 1020.
El caso de Luis Andrea es uno singular y demostrativo de los abusos cometidos
contra los indios, quienes, debemos indicar, no eran procesables dentro de la
jurisdicción inquisitorial, pero si en la jurisdicción episcopal. En esta causa
se puede apreciar los engaños que recibieron los indios a manos de
colonizadores que aprovecharon las creencias indígenas en su beneficio.
[16] AHN, Inq., lib. 1009,
ff. 281v y 290-291v.
[17] Sobre la leyenda negra,
véase a García Cárcel, Ricardo: La
leyenda negra, historia y opinión, 1992.
[18] Algunos de los reos que
fueron procesados por la misma conducta en más de una ocasión fueron: Ana de
Mena (1628, 1633), Ana Suárez (1633, 1648), Bernarda Álvarez (1632, 1635),
Isabel López (1634, 1652), Isabel Noble (1614, 1622), Juana Bautista (1623,
1643), Juan de Hita (1616, 1658), Justa Pérez (1633, 1648), Lucas González
(1626, 1632) y Paula de Eguiluz (1624, 1634, 1635).
[19] Los dos ejecutados en
el periodo de 1610 a 1632 fueron Adán Edón , un inglés que prefirió morir a
dejar su fe a un lado, siendo ejecutado en 1622; y Juan Vicente, un cristiano
nuevo que mantuvo sus creencias hebraicas, y que fue ejecutado en 1626. Ambos casos
fueron llevado a la hoguera.
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