La
Institución Nobiliaria, sobre los títulos de nobleza en la Isla
Por
Luis G. Rodríguez Figueroa
La
nobleza titular en Puerto Rico
Aparte de los
escritos de la Dra. María Margarita Flores Collazo sobre la vulnerabilidad de
la elite criolla puertorriqueña en el siglo XIX, los historiadores del patio
han fallado en documentar y analizar el protagonismo histórico de las diversas instituciones
aristocráticas en Puerto Rico. Los catálogos de inmigrantes de la misma época,
de Estela Cifre de Loubriel, y el catálogo de nobleza de Indias, de Julio de
Atienza, claramente establecen la presencia de nobles con títulos autóctonos de
Puerto Rico. Las fuentes primarias están presentes en los archivos
parroquiales, en el Archivo General de Puerto Rico, en la Casa de España y
otros archivos en España y Puerto Rico. El ingeniero Gómez de Olea y Bustinza
establece en su estudio sobre la nobleza en Indias un patrón en la manera de
otorgar los títulos de nobleza en Puerto Rico, sin embargo ningún historiador
ha enfocado el impacto de dichas dignidades en la sociedad, política y economía
criolla en el susodicho siglo.
El fantasma
del republicanismo del cambio de soberanía en 1898 soslaya el enfoque de la
institución nobiliaria española en Puerto Rico. La constitución de los EEUU
prohíbe el uso de dignidades y títulos nobiliarios en cualquier tipo de
territorio americano. Ni tan siquiera la tendencia hispanofílica de la generación
del treinta y luego del cuarenta[1]
logra revivir estudios y/o escritos sobre la institución nobiliaria. El
determinismo económico del marxismo espanta aún más a los historiadores
puertorriqueños desempeñados durante la época de la guerra fría a documentar la
idealización de una clase explotadora del proletariado que ofrece la
institución nobiliaria.
Muchas
escuelas de historiadores generalizan la institución de la nobleza titulada
como un grupo social que se extingue con la caída del antiguo régimen francés y
el historicismo de la revolución francesa. Unos acusan el enfoque hacia el
estrato social nobiliario como uno banal y de poco pragmatismo histórico. Otros
se enfocan en el extranjerismo de los portadores de los títulos.
Tanto el
feudalismo como la institución nobiliaria son instituciones con propiedades
intrínsecas y muy diferentes en cada estado o región europea. El feudalismo
ibérico acaba con el fin de la reconquista española, pero éste sistema
trasciende a la sociedad imperial castellana en América por su eficacia en el
sistema militarista de los virreinatos españoles. El sistema nobiliario español
tuvo como característica institucional el trascender sus actividades de la
península ibérica hacia el territorio español en América, con un rol socio-económicamente
relevante. Muy diferente al insularismo metropolitano que distingue a la
nobleza británica ante el imperialismo inglés. La nobleza francesa es
interceptada como institución relevantemente política desde la creación del
estado absolutista con los reyes Luis XII y Luis XIV, interceptándose con la
revolución francesa, la caída de la monarquía y los derechos del hombre.
Los Doctores
Fedrerick Barreda y Monge y Francisco Scarano entienden que el grupo de nobles
titulares de Puerto Rico tuvieron un protagonismo histórico en la economía y
sociedad política de la isla. Ejemplo de esto lo fue la aportación tecnológica
de los marqueses de Cabo Caribe y La Esperanza en la industria azucarera; así
como el liderazgo del Conde de San José de Santurce en el partido incondicional
español en Puerto Rico. Según el discurso de Don Javier Gómez de Olea y Bustinza, la nobleza
en América, mejor conocida como nobleza de Indias, fue producto de la
mitificación social de aquellos conquistadores, segundones y burgueses que se
hicieron ricos con la conquista, el gobierno y el latifundismo del sistema
colonial español.
Gómez de Olea y Bustinza afirma en sus
estudios que el sistema de nobleza de Navarra, Aragón y Castilla significaba la
cúspide del poder dentro de la sociedad hispanoamericana. Los grupos sociales
que pudieron acceder a dignidades nobiliarias con más facilidad se pueden
categorizar en seis. La primera fueron los conquistadores y adelantados del
nuevo imperio castellano. El segundo fue la realeza indiana de imperios incas y
aztecas. El tercero lo forman el grupo de los funcionarios de la Corona que
vienen de contrapeso contra el Consejo de Indias. El cuarto lo fue el grupo de los
militares y marinos que con valentía defendieron la hegemonía española en los
territorios de ésta. El quinto grupo lo formaron los grandes grupos de
hacendados americanos, inmigrantes de España que adquieren sus fortunas en el
‘Nuevo Mundo’. El sexto grupo fue creado con las retribuciones a políticos
conservadores, muchos de éstos logrados a finales del siglo XIX.
La ambición de obtener dignidad y
nobleza titular comienza desde antes de llegar a América. Cristóbal Colón
negocia con los Reyes Católicos estipulaciones que le pudiesen ennoblecer,
mediante las Capitulaciones de Santa Fe. Este contrato le daba el título de
Almirante y Señor de las tierras que encontrase. No fue hasta que su hijo, Don
Diego, gana la pugna de dichas capitulaciones que se le reconocen los múltiples
señoríos y dignidades a la familia Colón. Sin embargo, Atienza, especialista en
nobleza y heráldica señala que a partir de Don Luis Colón se les intercambia el poder de las
capitulaciones de Santa Fe por el ducado territorial panameño de Veragua y los
marquesados de Jamaica y la Vega de Santo Domingo en la Española.
Los conquistadores, adelantados y pobladores
castellanos que vinieron adquirieron nobleza titular de lugares de lo que luego
se llamaría el imperio de Indias. Gómez de Olea señala a Pizarro como Marqués[2] y
Hernán Cortes como Marqués del Valle de Oaxaca.[3] Sin embargo hay que hacer la salvedad que muchos conquistadores y pobladores
pertenecían a la nobleza, ostentando títulos de hidalgos. Este fue el caso de
los Porcallo de Figueroa[4] y
los Rojas en Cuba; así como los Ponce de León y los Sotomayor en Puerto Rico. En
el caso de Puerto Rico, la historiadora Gelpí Baiz estipula que Juan Ponce de
León era descendiente de los Ponce de
León de Castilla. Según el catálogo de nobleza española de Atienza, su
etiología nobiliaria comienza tan temprano como el siglo XIII con títulos como
marqueses de Cádiz y Condes de Costas. Lo mismo estipula Díaz Soler sobre los
Sotomayor del área oeste del siglo XVI. Homólogo a la presencia de la nobleza
hidalga en Puerto Rico lo fue la presencia de esta en la conquista de Cuba, en
donde escritos de Félix de Arrete indican que en la hidalguía de la conquista
de Cuba, hubo descendientes de casas nobiliarias tan importantes en Castilla
como la casa ducal de Feria.
Las diferentes culturas que existieron
en el continente americano, antes de la llegada de los españoles, poseyeron
diferentes estructuras sociales -más o menos complejas- en las cuales y como
rasgo común entre todas ellas, había un grupo dirigente que detentaba el poder
y regía los destinos de las poblaciones y territorios sometidos a su mando. Estas
élites fueron las que los españoles encontraron al descubrir y conquistar el
Nuevo Mundo y fueron ellos, los que utilizando una terminología europea,
identificaron a las élites prehispánicas, bien con la realeza, o bien con la
nobleza europea del momento, según los casos.
De este modo, cuando los conquistadores
se encontraron con un gobernante que tenía sometido bajo su dominio amplias
extensiones de territorio e incluso tenía por vasallos a los soberanos de
regiones más pequeñas, procedieron a identificarlo en status con los
emperadores del viejo continente -caso del Vlei-Tlatoani mexica, Motecuzohma II
y del Sapay Inca del Tahuantinsuyu, Atau-Huallpa-. Mientras que a los miembros
de sus respectivas familias, generalmente los denominaron príncipes. Así Fray
Bartolomé de las Casas pudo sostener que los nobles indígenas eran "(...)
tan príncipes e infantes como los de Castilla". Mientras que Juan de
Matienzo, en su Gobierno del Perú, afirmó que "Caciques, curacas y
principales son los príncipes naturales de los indios". Y en los conocidos
Lexicón de Fray Domingo de Santo Tomás y de Diego González Holguín, así como en
la obra de Ludovico Bertonio, fueron incluidas varias voces consagradas a
identificar a la sociedad prehispánica, asimilando sus títulos antiguos a los
de la sociedad peninsular. Pero los soberanos sometidos a la autoridad de
Motecuzohma II y de Atau-Huallpa, también tenían por vasallos a señores de
menor importancia. En ambos casos, la Corona les designó genéricamente -a ellos
y a sus descendientes-, desde 1538, como caciques, término de procedencia
caribe -popularizado desde el primer viaje colombino- .
Por otra parte, todos los indios que
ejercían magistraturas o el gobierno de estancias o barrios bajo el control de
Montezuma II, Atahu-Huallpa o de cualquiera de sus soberanos vasallos o de los
vasallos de estos, recibieron la denominación de "principales". Sin
embargo, no todos los territorios de las Indias estaban habitados por culturas
en tan avanzado estado de desarrollo como las sociedades mexicanas e incas.[5]
En el Nuevo Mundo, abundaban los
pequeños territorios sobre los cuales un jefe local ejercía su poder. Estos, a
los ojos de los conquistadores, no podían ser comparados en status a
Moctecuzohma II ni a Atau-Huallpa, por lo que les dieron también el nombre de
caciques. El reconocimiento de los derechos de los señores naturales y de sus
descendientes fue uno de los puntos más polémicos planteados al inicio de la
dominación española. A pesar de que fueron muchos los argumentos lanzados en
contra de tales derechos, lo cierto es que pudieron más las opiniones
expresadas por Fray Bartolomé de las Casas, secundadas por numerosos autores a
lo largo del siglo XVI -principalmente franciscanos-. Finalmente la Corona
reconoció los derechos de los señores aborígenes en 1557.[6]
Aunque como señala Delfina Esmeralda
López Sarrelangue, que más que deseos de justicia que impulsaron tal decisión,
hay que añadir motivos políticos y económicos que decantaron la Real decisión en
favor de los señores naturales. La Corona reconoció la nobleza de unos y otros
a través de diversas disposiciones. Carlos II, por Cédula de 22 de marzo de
1697, estableció la equiparación de los descendientes de familias indígenas
nobles con los hidalgos castellanos, debiéndoseles guardar desde ese momento
las mismas preeminencias que a los hidalgos de Castilla, pudiendo así ejercer
desde esa fecha los "puestos gubernativos, políticos y de guerra, que
todos piden limpieza de sangre y por estatuto la calidad de nobles".
Nobleza en las Indias |
[1] Vargas, Everlidys. Cátedra. Historiografía Puertorriqueña. Universidad
Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano.
[3] Gomez de Olea y Bustinza Javier, La Nobleza Titulada en la América
Española, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía: Madrid 2005, pág.
16.
[4] Leví Marrero, Cuba, Economía y Sociedad. Vol 2. Río Piedras, PR. Editorial
San Juan.1972.
[5] Luque Talaván, Miguel. “Análisis histórico-jurídico de la nobleza indiana
de origen prehispánico”. Conferencia, Doctor en Historia de América. Jueves,
19 de diciembre de 2002.
[6] Luque Talaván, Miguel. Bibliografía española de Genealogía,
Heráldica, Nobiliaria y Derecho Nobiliario en Iberoamérica y Filipinas
(1900-1997). Madrid: Fundación Histórica Tavera (Colección "Documentos
Tavera"; 8), 1999, pág. 14.
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