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domingo, 16 de agosto de 2015

La Institución Nobiliaria, sobre los títulos de nobleza en la Isla

La Institución Nobiliaria, sobre los títulos de nobleza en la Isla

Por Luis G. Rodríguez Figueroa

La nobleza titular en Puerto Rico

Aparte de los escritos de la Dra. María Margarita Flores Collazo sobre la vulnerabilidad de la elite criolla puertorriqueña en el siglo XIX, los historiadores del patio han fallado en documentar y analizar el protagonismo histórico de las diversas instituciones aristocráticas en Puerto Rico. Los catálogos de inmigrantes de la misma época, de Estela Cifre de Loubriel, y el catálogo de nobleza de Indias, de Julio de Atienza, claramente establecen la presencia de nobles con títulos autóctonos de Puerto Rico. Las fuentes primarias están presentes en los archivos parroquiales, en el Archivo General de Puerto Rico, en la Casa de España y otros archivos en España y Puerto Rico. El ingeniero Gómez de Olea y Bustinza establece en su estudio sobre la nobleza en Indias un patrón en la manera de otorgar los títulos de nobleza en Puerto Rico, sin embargo ningún historiador ha enfocado el impacto de dichas dignidades en la sociedad, política y economía criolla en el susodicho siglo.

El fantasma del republicanismo del cambio de soberanía en 1898 soslaya el enfoque de la institución nobiliaria española en Puerto Rico. La constitución de los EEUU prohíbe el uso de dignidades y títulos nobiliarios en cualquier tipo de territorio americano. Ni tan siquiera la tendencia hispanofílica de la generación del treinta y luego del cuarenta[1] logra revivir estudios y/o escritos sobre la institución nobiliaria. El determinismo económico del marxismo espanta aún más a los historiadores puertorriqueños desempeñados durante la época de la guerra fría a documentar la idealización de una clase explotadora del proletariado que ofrece la institución nobiliaria.

Muchas escuelas de historiadores generalizan la institución de la nobleza titulada como un grupo social que se extingue con la caída del antiguo régimen francés y el historicismo de la revolución francesa. Unos acusan el enfoque hacia el estrato social nobiliario como uno banal y de poco pragmatismo histórico. Otros se enfocan en el extranjerismo de los portadores de los títulos.

Tanto el feudalismo como la institución nobiliaria son instituciones con propiedades intrínsecas y muy diferentes en cada estado o región europea. El feudalismo ibérico acaba con el fin de la reconquista española, pero éste sistema trasciende a la sociedad imperial castellana en América por su eficacia en el sistema militarista de los virreinatos españoles. El sistema nobiliario español tuvo como característica institucional el trascender sus actividades de la península ibérica hacia el territorio español en América, con un rol socio-económicamente relevante. Muy diferente al insularismo metropolitano que distingue a la nobleza británica ante el imperialismo inglés. La nobleza francesa es interceptada como institución relevantemente política desde la creación del estado absolutista con los reyes Luis XII y Luis XIV, interceptándose con la revolución francesa, la caída de la monarquía y los derechos del hombre.

Los Doctores Fedrerick Barreda y Monge y Francisco Scarano entienden que el grupo de nobles titulares de Puerto Rico tuvieron un protagonismo histórico en la economía y sociedad política de la isla. Ejemplo de esto lo fue la aportación tecnológica de los marqueses de Cabo Caribe y La Esperanza en la industria azucarera; así como el liderazgo del Conde de San José de Santurce en el partido incondicional español en Puerto Rico. Según el discurso de Don Javier Gómez de Olea y Bustinza, la nobleza en América, mejor conocida como nobleza de Indias, fue producto de la mitificación social de aquellos conquistadores, segundones y burgueses que se hicieron ricos con la conquista, el gobierno y el latifundismo del sistema colonial español.

Gómez de Olea y Bustinza afirma en sus estudios que el sistema de nobleza de Navarra, Aragón y Castilla significaba la cúspide del poder dentro de la sociedad hispanoamericana. Los grupos sociales que pudieron acceder a dignidades nobiliarias con más facilidad se pueden categorizar en seis. La primera fueron los conquistadores y adelantados del nuevo imperio castellano. El segundo fue la realeza indiana de imperios incas y aztecas. El tercero lo forman el grupo de los funcionarios de la Corona que vienen de contrapeso contra el Consejo de Indias. El cuarto lo fue el grupo de los militares y marinos que con valentía defendieron la hegemonía española en los territorios de ésta. El quinto grupo lo formaron los grandes grupos de hacendados americanos, inmigrantes de España que adquieren sus fortunas en el ‘Nuevo Mundo’. El sexto grupo fue creado con las retribuciones a políticos conservadores, muchos de éstos logrados a finales del siglo XIX.

La ambición de obtener dignidad y nobleza titular comienza desde antes de llegar a América. Cristóbal Colón negocia con los Reyes Católicos estipulaciones que le pudiesen ennoblecer, mediante las Capitulaciones de Santa Fe. Este contrato le daba el título de Almirante y Señor de las tierras que encontrase. No fue hasta que su hijo, Don Diego, gana la pugna de dichas capitulaciones que se le reconocen los múltiples señoríos y dignidades a la familia Colón. Sin embargo, Atienza, especialista en nobleza y heráldica señala que a partir de Don Luis  Colón se les intercambia el poder de las capitulaciones de Santa Fe por el ducado territorial panameño de Veragua y los marquesados de Jamaica y la Vega de Santo Domingo en la Española.
                                                             
Los conquistadores, adelantados y pobladores castellanos que vinieron adquirieron nobleza titular de lugares de lo que luego se llamaría el imperio de Indias. Gómez de Olea señala a Pizarro como Marqués[2] y Hernán Cortes como Marqués del Valle de Oaxaca.[3] Sin embargo hay que hacer la salvedad que muchos conquistadores y pobladores pertenecían a la nobleza, ostentando títulos de hidalgos. Este fue el caso de los Porcallo de Figueroa[4] y los Rojas en Cuba; así como los Ponce de León y los Sotomayor en Puerto Rico. En el caso de Puerto Rico, la historiadora Gelpí Baiz estipula que Juan Ponce de León era descendiente de los  Ponce de León de Castilla. Según el catálogo de nobleza española de Atienza, su etiología nobiliaria comienza tan temprano como el siglo XIII con títulos como marqueses de Cádiz y Condes de Costas. Lo mismo estipula Díaz Soler sobre los Sotomayor del área oeste del siglo XVI. Homólogo a la presencia de la nobleza hidalga en Puerto Rico lo fue la presencia de esta en la conquista de Cuba, en donde escritos de Félix de Arrete indican que en la hidalguía de la conquista de Cuba, hubo descendientes de casas nobiliarias tan importantes en Castilla como la casa ducal de Feria.

Las diferentes culturas que existieron en el continente americano, antes de la llegada de los españoles, poseyeron diferentes estructuras sociales -más o menos complejas- en las cuales y como rasgo común entre todas ellas, había un grupo dirigente que detentaba el poder y regía los destinos de las poblaciones y territorios sometidos a su mando. Estas élites fueron las que los españoles encontraron al descubrir y conquistar el Nuevo Mundo y fueron ellos, los que utilizando una terminología europea, identificaron a las élites prehispánicas, bien con la realeza, o bien con la nobleza europea del momento, según los casos.

De este modo, cuando los conquistadores se encontraron con un gobernante que tenía sometido bajo su dominio amplias extensiones de territorio e incluso tenía por vasallos a los soberanos de regiones más pequeñas, procedieron a identificarlo en status con los emperadores del viejo continente -caso del Vlei-Tlatoani mexica, Motecuzohma II y del Sapay Inca del Tahuantinsuyu, Atau-Huallpa-. Mientras que a los miembros de sus respectivas familias, generalmente los denominaron príncipes. Así Fray Bartolomé de las Casas pudo sostener que los nobles indígenas eran "(...) tan príncipes e infantes como los de Castilla". Mientras que Juan de Matienzo, en su Gobierno del Perú, afirmó que "Caciques, curacas y principales son los príncipes naturales de los indios". Y en los conocidos Lexicón de Fray Domingo de Santo Tomás y de Diego González Holguín, así como en la obra de Ludovico Bertonio, fueron incluidas varias voces consagradas a identificar a la sociedad prehispánica, asimilando sus títulos antiguos a los de la sociedad peninsular. Pero los soberanos sometidos a la autoridad de Motecuzohma II y de Atau-Huallpa, también tenían por vasallos a señores de menor importancia. En ambos casos, la Corona les designó genéricamente -a ellos y a sus descendientes-, desde 1538, como caciques, término de procedencia caribe -popularizado desde el primer viaje colombino- .

Por otra parte, todos los indios que ejercían magistraturas o el gobierno de estancias o barrios bajo el control de Montezuma II, Atahu-Huallpa o de cualquiera de sus soberanos vasallos o de los vasallos de estos, recibieron la denominación de "principales". Sin embargo, no todos los territorios de las Indias estaban habitados por culturas en tan avanzado estado de desarrollo como las sociedades mexicanas e incas.[5]

En el Nuevo Mundo, abundaban los pequeños territorios sobre los cuales un jefe local ejercía su poder. Estos, a los ojos de los conquistadores, no podían ser comparados en status a Moctecuzohma II ni a Atau-Huallpa, por lo que les dieron también el nombre de caciques. El reconocimiento de los derechos de los señores naturales y de sus descendientes fue uno de los puntos más polémicos planteados al inicio de la dominación española. A pesar de que fueron muchos los argumentos lanzados en contra de tales derechos, lo cierto es que pudieron más las opiniones expresadas por Fray Bartolomé de las Casas, secundadas por numerosos autores a lo largo del siglo XVI -principalmente franciscanos-. Finalmente la Corona reconoció los derechos de los señores aborígenes en 1557.[6]

Aunque como señala Delfina Esmeralda López Sarrelangue, que más que deseos de justicia que impulsaron tal decisión, hay que añadir motivos políticos y económicos que decantaron la Real decisión en favor de los señores naturales. La Corona reconoció la nobleza de unos y otros a través de diversas disposiciones. Carlos II, por Cédula de 22 de marzo de 1697, estableció la equiparación de los descendientes de familias indígenas nobles con los hidalgos castellanos, debiéndoseles guardar desde ese momento las mismas preeminencias que a los hidalgos de Castilla, pudiendo así ejercer desde esa fecha los "puestos gubernativos, políticos y de guerra, que todos piden limpieza de sangre y por estatuto la calidad de nobles".

Nobleza en las Indias



[1] Vargas, Everlidys. Cátedra. Historiografía Puertorriqueña. Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano.
[2] No fue hasta su descendencia que el Pizarro logra el título de Marqués de la Conquista. Para este momento solo tenía el título de Marqués Francisco Pizarro.
[3] Gomez de Olea y Bustinza Javier, La Nobleza Titulada en la América Española, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía: Madrid 2005, pág. 16.
[4] Leví Marrero, Cuba, Economía y Sociedad. Vol 2. Río Piedras, PR. Editorial San Juan.1972. 
[5] Luque Talaván, Miguel. “Análisis histórico-jurídico de la nobleza indiana de origen prehispánico”. Conferencia, Doctor en Historia de América. Jueves, 19 de diciembre de 2002.
[6] Luque Talaván, Miguel. Bibliografía española de Genealogía, Heráldica, Nobiliaria y Derecho Nobiliario en Iberoamérica y Filipinas (1900-1997). Madrid: Fundación Histórica Tavera (Colección "Documentos Tavera"; 8), 1999, pág. 14. 

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