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jueves, 1 de agosto de 2024

Asalto al poder en los Estados Unidos: trayectoria histórica

Asalto al poder en los Estados Unidos: trayectoria histórica

Pablo L. Crespo Vargas

El asalto al Capitolio federal estadounidense el 6 de enero de 2021 puede ser visto como un intento de golpe de estado o insurrección realizado por un grupo de individuos y organizaciones que consideraban que el presidente Donald Trump debía quedarse en el poder. Las teorías de cómo se realizaron los eventos de ese día son varias. Existen los que consideran que llamar insurrección a lo que pasó es una exageración. Para estas personas, lo que hubo fue una manifestación pacífica con ciertos desaciertos gracias al mal manejo realizado por los efectivos de seguridad del Capitolio. A su vez, otros justifican mencionando, y aun creyendo, que las elecciones le fueron robadas a Trump.

Independientemente su creencia sobre lo que ocurrió el 6 de enero de 2021 en Washington D.C., no se puede negar que fue un acontecimiento donde se utilizó la violencia para lograr los objetivos que deseaba cada bando. Esto contracta con el mito de que la gobernanza estadounidense se rige por un orden establecido basado en leyes que son justas e imparciales, que imposibilitan actos de violencia dentro de sus instituciones. Claro, el golpe de estado no se completó, tampoco el presidente Trump pudo mantener su posición como primer mandatario de la República de los Estados Unidos. 

Ahora bien, ¿tenemos evidencia de otros atentados o intentos de desestabilización política dentro de los Estados Unidos en su historia? o ¿estos acontecimientos solo ocurren en los llamados países del tercer mundo? La realidad es que al hacer una búsqueda dentro de la historia estadounidense podemos encontrar una serie de revueltas o intentonas de golpes de estado y remoción de gobiernos por uso de la fuerza en esferas federales, estatales y municipales. Pasaremos a nombrar algunos de ellos, y quizás, más adelante los reseñemos con mayor profundidad.

Cronológicamente hablando, una de las supuestas primeras conspiraciones para tomar el gobierno fue la que se dio en Newburgh (New York) entre oficiales del Ejército Continental —fuerza armada de las colonias británicas en Norteamérica en su guerra de independencia— en marzo de 1783, dado a la falta de paga a los militares. Sobre este evento hay un debate histórico en cuanto a cuáles fueron las expectativas y si en realidad hubo una intención más allá de la protesta. No se puede negar el desencanto que muchos militares tuvieron por el hecho de que el Congreso no desembolsó el dinero a tiempo para saldar su deuda y la importancia de la intervención de George Washington, general en jefe de las fuerzas, para evitar una rebelión. Años luego, entre agosto del 1786 a febrero de 1787 se da la Rebelión de Shays, nuevamente, el detonante fueron los problemas económicos y sociales que se estaban dando en la recién formada nación. En el siglo XX, específicamente entre 1933 a 1934, y surgido de la testificación realizada por el general Smedley Butler (de la Infantería de Marina) se conoció de una supuesta conspiración entre dueños de grandes empresas para derrocar al presidente Franklin D. Roosevelt e instalar un gobierno fascista en los Estados Unidos.

Imagen de insurgentes escapando de tropas federales en Springfield (1787) de C. Kendrick, publicada en Edward Sylvester, The People’s History of the World, v. vi. (imagen de dominio público).

En las esferas estatales también ocurrieron levantamientos y enfrentamientos que en términos de pérdidas humanas y económicas fueron mayores que las mencionadas en los párrafos anteriores. En Rhode Island, entre 1841 a 1842, Thomas Wilson Dorr, no solamente trató de tomar el gobierno, sino que creó un sistema de gobernanza paralelo que tuvo que ser enfrentado por el gobierno estatal, sin la ayuda del gobierno federal. Entre abril y mayo de 1874, en Arkansas, se dio una guerra civil entre el gobernador republicano (Elisha Baxter) y un pretendiente a la gobernación del mismo partido (Joseph Brooks). Las intenciones de este segundo fueron frustradas, aunque la cantidad de víctimas mortales sobrepasó las 200 personas. Ese mismo año, en septiembre, un grupo de supremacistas blancos conocidos como la Liga Blanca tomó la ciudad de New Orleans (Luisiana), por lo cual tropas del gobierno federal tuvieron que intervenir y recapturar la ciudad. En 1931, nuevamente en Luisiana hubo una disputa por la gobernación que terminó con la movilización de la Guardia Nacional del estado. Tan reciente como el 2020, un grupo de extrema derecha, conocido como The Wolverine Watchmen, planificó el secuestro de la gobernadora, Gretchen Whitmer, y el derrocamiento del gobierno estatal de Michigan; sin embargo, la conspiración fue descubierta por el Negociado Federal de Investigaciones (FBI en sus siglas en inglés).

A los actos ya comentados, debemos incluir los intentos de derrocamiento que se produjeron en gobiernos municipales. Entre 1886 a 1887, dos facciones del Partido Demócrata lucharon por el control del gobierno del condado de Fort Bend, en Texas. En 1898, la ciudad de Wilmington en Carolina del Norte fue escenario de una lucha de poder entre supremacistas blancos y una coalición de negros y blancos que se llamó Partido Fusionista. En ambos ejemplos, las facciones supremacistas, que no gobernaban, terminaron derrocando a los gobiernos integracionistas, sin que el estado o el gobierno federal interviniese. Al igual que los ejemplos ya presentados hay otros que podremos discutir luego.

Nota editorial: La primera versión de este artículo fue publicada en El Post Antillano el 13 de enero de 2024.

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