Cuento:
María la botellera
María la botellera
Por Edgar León
Una
tarde lluviosa veíamos a María, descalza, haraposa y con su pelo sin recoger
caminando por la orilla de la calle marginal. María era del pueblo de Vega Baja
-- Del Melao Melao como dicen en Puerto Rico los que saben. Su historia es
peculiar porque tiene su raíz en el antecedente familiar. María era la mayor de
su familia. Desde pequeña tuvo que cuidar de sus ocho hermanos y también lidiar
con el alcoholismo y abuso de su padre. Casi nunca pudo ir a la escuela porque
su madre siempre estaba enferma en la unidad de salud pública. El día entero se
la pasaba haciendo filas para poder recibir un referido y un par de aspirinas.
María supo la definición de pobreza desde su más remoto recuerdo de la niñez.
Su
familia vivía de la buena voluntad de sus vecinos. La escuela le proveía los
zapatos y a veces los alimentos para el día. También el Chochín federal le daba
el resto de los comestibles y alimentos necesarios para poder tener algo que
masticar. Día tras día María se resignaba al yugo que el destino le había regalado.
Recogía botellas de vidrio para luego vender diez por un centavo en el
supermercado más cercano. Los domingos por la mañana iba a la iglesia con todos
sus trece hermanos harapientos y mocosos. Trataba de mantenerlos limpios pero
esto solo duraba media hora por lo diabólicos que eran.
Ya
de adolescente, María se encontró un amor el cual no pudo corresponder. El
muchacho se llamaba Leandro Felipe Gonzáles. De buena familia y con dinero. Por
mas que Felipe tratara de enamorar a María, se le hacia difícil conseguir que
ella le dedicara un par de minutos para conversar.
María
la botellera... Si la triste María que después de sacrificarse por su enorme
familia ya no tuvo quien cuidara de ella. Ya vieja y demacrada se metió debajo
de un puente en una casucha de cartón donde paso el resto de sus días hasta que
murió de un infarto.
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