Desde los compontes hasta la guerra de 1898
Por Pablo L.
Crespo Vargas
Los
Compontes y la persecución hacia liberales e independentistas
El surgimiento del Partido Autonomista
Puertorriqueño se da en un momento de crisis económica. Ya desde el 1885 en la
Isla se sentía una gran depresión económica. Esta se agravaba por el monopolio
que mantenían los comerciantes peninsulares. A esto se sumaba que el valor de
la plata mexicana había disminuido, llevando a la miseria a gran parte de la
población local. Algunos puertorriqueños (liberales y separatistas)
reaccionando a este periodo de insuficiencia económica organizaron una sociedad
secreta (posiblemente fueron varias) en el 1886 a la que se le conoció como la
boicotizadora. Sus miembros utilizaron un nuevo mecanismo de resistencia
inventado por los irlandeses en 1880. Estos habían decidido cortar toda
comunicación o intercambio con los individuos que se aprovechaban de las
tierras que los ingleses confiscaban a los irlandeses. A uno de los primeros
que se aplicó esta especie de ostracismo social y económico fue a Charles
Boycott, un agente de tierras que administraba terrenos confiscados por las
autoridades británicas.
Los boicotizadores puertorriqueños juramentaban
no tener ningún tipo de contacto comercial con los peninsulares y otros
incondicionales. A la vez, promocionaban los productos locales e incentivaban
la economía puertorriqueña que tanto necesitaba en ese momento. Durante la
asamblea de Ponce en marzo de 1887, reclutaron más adeptos. Sus movimientos
antiespañoles comenzaron a rendir frutos al punto que muchos de los afectados
empezaron a solicitar al gobierno colonial una acción inmediata.
Con la llegada del general Romueldo
Palacios, como gobernador, los incondicionales pudieron presentar la situación
como una que afectaba la relación con España, además de incluir a los
autonomistas como principales líderes del grupo. Se le añadía varios episodios
de violencia que se dieron en contra de los comerciantes peninsulares (algunos
de los alegatos fueron falsos) y que las autoridades utilizaron como excusa
para iniciar una represión contra los liberales y otros grupos que no
favorecían al gobierno de la Isla. El gobernador Palacios, luego de pedir
varios informes al respecto, decide establecer un cuartel de operaciones en la
hacienda de un incondicional en Aibonito y desde allí, en agosto de 1887,
comienza una serie de operaciones destinadas a eliminar a estos grupos.
Su primer foco de atención fueron los
autonomistas de Juana Díaz y Ponce. Los detenidos eran torturados, a algunos se
les asesinó, alegando que trataron de escaparse; otros, optaron por suicidarse.
Las torturas fueron diversas y fueron conocidas como compontes. Esta palabra tuvo su origen en Cuba, ya que las torturas
eran realizadas con la finalidad de que los sublevados rectificaran (se
compusieran) su forma de proceder hacia las autoridades. La Guardia Civil era
la encargada de estos atropellos. Para ello fue movilizada de manera general en
otros municipios, entre ellos: Adjuntas, Aguas Buenas, Guayanilla, Humacao,
Juncos, Lajas, Mayagüez, Naguabo, Naranjito, Sabana Grande, Salinas, San
Germán, Santa Isabel, Utuado y Yauco.
Una gran cantidad de líderes
autonomistas fueron apresados y llevados a las mazmorras del Morro. La
severidad con la que el gobernador trató a los supuestos conspiradores llegó a
ser denunciada en España, cuyo gobierno destituyó al general Palacios y le
solicitaron su regreso a España. No obstante, el daño de la imagen hacia el
gobierno español ya estaba consumado. Este periodo dejó un malestar inmenso en
la mayoría de la población, específicamente en los pueblos donde mayor impacto
tuvo. Para muchos, el sistema gubernamental colonial español ya había cavado su
tumba en la Isla.
En cuanto a los separatistas
puertorriqueños, estos habían sido grandemente reprimidos desde principios del
siglo XIX, llevándolos al exilio de manera generalizada. Grandes líderes
puertorriqueños como Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos y Segundo
Ruiz Belvis sufrieron esta suerte y desde el extranjero se organizan a favor de
su ideal creando diversas estrategias. La más común de ellas fue el unirse a la
lucha independentista cubana. En 1892 los separatistas cubanos se organizan en Nueva
York creando el Partido Revolucionario Cubano. En 1895, dentro del mismo, se
organiza el Comité Revolucionario Puertorriqueño.
Se estima que sobre tres mil
puertorriqueños participaron de las diversas guerras independentistas en Cuba.
Algunos de ellos sobresaliendo por sus distintas ejecutorias. Entre ellos
podemos mencionar al mayagüezano Juan Rius Rivera, quien fue general en las
fuerzas revolucionarias. Otros puertorriqueños distinguidos en la lucha separatista
fueron Francisco “Pachín” Marín, Ramón Marín, Wenceslao Marín, Augusto
Emmanuelli, Modesto Arquímides (editor del periódico El cubano libre), Ramón Colón, todos de Ponce; José “Pepe” Semidey,
yaucano que llegó a ser general revolucionario; José Irizarry y Enrique Malaret
Yordán, sabaneños; y Guillermo Fernández Mascaró, médico personal de Antonio
Maceo, nacido en Bayamón. La sangermeña Lola Rodríguez de Tió fue otra
separatista que en 1867 y 1887 tuvo que salir al exilio junto a su esposo,
Bonocio Tió Segarra, por realizar actividades separatistas. En 1868 escribió el
himno revolucionario puertorriqueño conocido como La Borinqueña.
Otros acontecimientos que podríamos
incluir dentro de los intentos de los separatistas por derrotar al gobierno
colonial español ocurrió en Yauco en 1897. Al igual que ocurrió en el Grito de
Lares, la nueva intentona se tuvo que adelantar debido a que las autoridades
conocían que esta ocurriría. Entre el 24 y 26 de marzo los insurrectos trataron
de tomar varias posiciones militares españolas en la zona pero fueron
derrotados y muchos de ellos capturados.
El
autonomismo y la Carta Autonómica
Luego del periodo de persecución de
1887, el Partido Autonomista Puertorriqueño inicia un nuevo proceso de
reorganización. Román Baldorioty de Castro fue elegido nuevamente como su
presidente, aunque su condición de salud le limitaba la realización de las
funciones asignadas por lo cual renuncia a inicios de 1889. Debemos señalar que
Baldorioty de Castro muere en noviembre de ese mismo año.
Dentro de la reorganización del Partido
Autonomista se desarrollaron diversas luchas internas, algunas por búsqueda de
protagonismo y otras por la forma de desarrollar una política dirigida a
conseguir la autonomía para Puerto Rico. Nuevamente se presenta la división
sobre que partidos seguir en España, si los monárquicos o los republicanos. Por
un lado, Luis Muñoz Rivera, utilizando su periódico La Democracia, crea una campaña a favor de los partidos monárquicos
españoles; por el otro lado, Francisco Cepeda y su Revista de Puerto Rico asumían una posición a favor de partidos
republicanos. Este segundo grupo también fue conocido como los antipactistas,
ya que estaban en contra de pacto alguno con el partido de poder español.
En el caso de Muñoz Rivera, este
favorecía al Partido Liberal Monárquico de Práxedes Mateo Sagasta, quien se
mantuvo en el poder entre 1885 a 1890. Muñoz Rivera esperaba que al estar con
el partido que controlaba el gobierno podía adelantar la causa autonomista. De
hecho, llegó a proponer que el Partido Autonomista se fusionara con el Partido
Liberal Monárquico para así eliminar de una vez y por todas, la creencia de las
supuestas intenciones separatistas de los autonomistas locales. Sin embargo,
sus detractores argumentaban que estos liberales estando en el poder en España
no evitaron los acontecimientos del Año
Terrible de 1887.
La división entre autonomista se asentó
aún más debido a algunos decretos discriminatorios contra los puertorriqueños.
El primero de ellos fue proclamado en 1890, en él, Puerto Rico, que tenía
derecho a dieciséis asientos en las Cortes españolas, solo se le otorgaron quince;
mientras que a Cuba se le aumentaron los diputados. El segundo decreto fue el
de 1892, cuando se fijó una cuota de inscripción electoral de diez pesos para
los puertorriqueños poder participar en las elecciones, mientras que a los
cubanos solamente le pidieron cinco pesos. Con toda y este favoritismo hacia
los cubanos, el gobierno español no pudo evitar el inicio de otra guerra en 1895.
Para algunos autonomistas, este nuevo
conflicto en Cuba representaba una oportunidad para la obtención de un nuevo
sistema de gobierno para la Isla. No obstante, para principios de 1896, Luis
Muños Rivera renuncia al Partido Autonomista Puertorriqueño, aunque siguió
gestionando a favor de este sistema gubernamental. En España la situación era
mucho más compleja. En los partidos mayoritarios no existía un consenso sobre
qué actitud tomar hacia los autonomistas puertorriqueños. El temor de que estos
fueran separatistas estaba latente y como es usual en estos casos, cualquier acercamiento
que se les hiciera era por meras ventajas políticas. Este es el caso de Práxedes
Mateo Sagasta, quien en 1895 deja el poder y desde la oposición se acerca a los
autonomistas en busca de su apoyo en las Cortes.
En Puerto Rico surgen dos nuevas figuras
que dirigen la facción autonomista republicana: Manuel Fernández Juncos y José
Celso Barbosa. Ambos, pero en especial Barbosa, admiraba el sistema de gobierno
estadounidense al punto que obviaron los defectos que en ella se encontraban y
se dedicaron a presentar solamente sus virtudes.
En los debates públicos entre ambas
facciones Luis Muñoz Rivera salió favorecido por lo cual fue parte de la
Comisión Autonomista que en 1896 partió para España. Sus acompañantes fueron
José Gómez Brioso, Rosendo Matienzo Cintrón y Federico Degetau González.
Llegados a Madrid se reúnen con Rafael María de Labra, principal representante
del autonomismo en España. Muñoz Rivera ya había comenzado a gestar un pacto
con Sagasta, el cual varios líderes puertorriqueños, junto a Labra, no lo
aprobaban. El pacto que se buscaba era el que se le concediera la autonomía a
Puerto Rico a cambio de que el Partido Autonomista Puertorriqueño se
convirtiera en un ala del Partido Liberal Monárquico. Tanto para Sagasta como
para la facción de Muñoz Rivera este trato era favorecedor. En enero de 1897,
luego que Muñoz Rivera convenciera a Gómez Brioso de unírsele en la votación
para completar el pacto, Sagasta lo acepta. En agosto de 1897, el primer
ministro español, Antonio Cánovas del Castillo es asesinado en represalia a sus
políticas represivas contra los grupos minoritarios, específicamente catalanes
y vascos. Dos meses luego, Sagasta asume el poder.
La situación de la posibilidad de una
guerra con los Estados Unidos llevaron al nuevo gobierno a presentar rápidamente
una Carta o Constitución Autonómica, tanto para Cuba como para Puerto Rico.
Esta Carta Autonómica fue aprobada
por la reina regente María Cristina el 25 de noviembre de 1897. También se le
concedió a los puertorriqueños los derechos de los ciudadanos españoles, que se
encontraba en el Título Primero de la Constitución de 1876 y se permitió la
aplicación de la Ley Electoral de 1896, que daba derecho al voto a todo varón
mayor de veinticinco años.
La Carta
Autonómica mantenía un gobernador nombrado por el monarca español, quien
era responsable de la seguridad pública, las fuerzas armadas y que tenía la
facultad de nombrar funcionarios administrativos. Se establecía una rama
legislativa divida en dos cuerpos: el Consejo de Administración y la Cámara de
Representantes. El Consejo de Administración se componía de quince miembros, de
los cuales ocho eran elegidos por los votantes, el restante eran nombrados por
el gobernador. El requisito para pertenecer al Consejo de Administración era
contar con una renta de cuatro mil pesos anuales, haber nacido en la Isla o
llevar residiendo al menos cuatro años en ella y estar gozando de todos los
derechos políticos. En el caso de la Cámara de Representantes, esta estaba
compuesta de treinta y dos miembros, cuyos requisitos eran los ya mencionados
con la excepción de la renta establecida. Los representantes eran elegidos por periodos
de cinco años y podían ser reelegidos. La rama legislativa podía crear medidas
sobre asuntos de administración y presupuesto en la Isla. Los municipios
también obtenían autonomía para sus asuntos fiscales y administrativos.
Aunque la autonomía llegó a ser
concedida, el Partido Autonomista terminó dividido debido a la lucha interna
entre pactistas y antipactistas. El grupo pactista se agrupó alrededor de Luis
Muñoz Rivera y formaron el Partido Liberal Fusionista. Los antipactistas,
liderados por José Celso Barbosa y Manuel Fernández Juncos crearon el Partido
Autonomista Ortodoxo.
En marzo de 1898 se dan las primeras
elecciones dentro de nuevo sistema gubernamental. Unos 102,064 electores
pudieron participar en este evento. El Partido Liberal Fusionista obtuvo un
triunfo contundente con 82,267 (80.6%) votos. El Partido Autonomista Ortodoxo
obtuvo 16,068 (15.7%) votos, mientras que el Partido Incondicional solo recibió
2,144 (2.1%) votos y el Partido Oportunista (una ramificación de los
incondicionales) logró 1,585 (1.6%) votos. La Cámara de Representantes terminó
constituida por veinticinco liberales, cinco ortodoxos, un incondicional y un
oportunista. En cuanto a los delegados a las Cortes se eligieron 10 liberales y
seis ortodoxos. De manera general podemos ver que los autonomistas eran la
fuerza política dominante a finales del siglo XIX; sin embargo, su triunfo
electoral no pudo celebrarse ya que al siguiente mes los Estados Unidos y
España entrarían en una guerra que cambiaría el destino de nuestra Isla.
La
Guerra Hispanoamericana
La Guerra Hispanoamericana marcó el
inicio de una serie de transformaciones sociales, económicas y culturales que
motivaron la formación de un pueblo completamente distinto al que había existido
hasta ese momento. Aunque este conflicto fue uno de poca duración (25 de
abril-12 agosto 1898) llevó a la eliminación del imperio español de tierras
americanas (Cuba y Puerto Rico), asiáticas (Filipinas) y oceánicas (Guam).
Las causas de la guerra, aunque
llanamente pueden ser llevadas al conflicto de Cuba, fueron mucho más antiguas
de lo que se ha planteado de manera general. El expansionismo estadounidense
ultramarino tuvo sus raíces en la Doctrina
de Monroe, promulgada en 1823. En ella se indicaba que “América era para
los americanos” y se establecía una política que sancionaba cualquier
intervención europea en tierras americanas ya que se consideraba nuestro continente
como área de interés y exclusividad para los Estados Unidos.
Para tales pretensiones, los Estados
Unidos debían organizar una fuerza naval lo suficientemente poderosa para
hacerse sentir los amos de la región. Luego de la guerra de 1812 contra los
ingleses, los estadounidenses comenzaron a patrullar las zonas dónde se
comenzaba a establecer un intercambio comercial que les favoreciera. Una de
estas zonas fue el Caribe. Uno de los primeros incidentes que nos relaciona con
las actividades navales y militares estadounidenses fue el ocurrido en Fajardo
en 1824.
El 27 de octubre de 1824, una
embarcación de guerra estadounidense llega frente a las costas de Fajardo y dos
de sus oficiales tratan de entrevistarse con el alcalde del ayuntamiento.
Debido a que los oficiales bajaron en civil y sin papeles que confirmaran su estatus,
las autoridades españolas procedieron al arresto de ellos. Al día siguiente la
situación se aclaró. De regreso a su base de operaciones en Sant Thomas, el
comodoro de la flotilla estadounidense en el Caribe, David Porter, quiso
reprender a las autoridades españolas de Fajardo, movilizando varios navíos a
la zona y desembarcando unos doscientos hombres. Dentro de sus exigencias
estaba el que se presentaran unas disculpas oficiales. Por esta acción, David
Porter fue llevado a corte marcial y suspendido por seis meses ya que se
consideró que sus acciones excedieron las autorizadas para su posición. En
marzo de 1825, navíos estadounidenses participaron en la captura del pirata
Cofresí frente a las costas de Salinas. En esta ocasión, las autoridades
españolas trabajaban en colaboración con las estadounidenses en el proceso de
captura de piratas en el Caribe.
Según los Estados Unidos fue creciendo
como potencia mundial, comenzó a verse un interés genuino por nuestra Isla. En
el 1860, anterior al inicio de la guerra civil, varios congresistas propusieron
que los Estados Unidos debían expandirse territorialmente en el Caribe. El
conflicto entre el norte y el sur, conocido como la Guerra de Secesión
(1861-1865) detuvo estas ideas. No obstante, finalizada la guerra se pusieron los
ojos nuevamente en los territorios insulares no independizados. El presidente
Grant dentro de su política llegó a proponer la compra de las dos colonias
españolas en el Caribe por cincuenta millones de dólares.
Luego del incidente del Virginius
(1873-1875), donde un navío estadounidense fue capturado por llevar armas a la
guerrilla cubana y su tripulación fue ejecutada por cargos por piratería; las
autoridades estadounidenses vieron la urgencia de modernizar su flota militar
debido a la posibilidad de una eventual guerra contra España. A esto debemos
sumarle la obra de Alfred Tayer Mahan, La
influencia del poder naval en la historia: 1660-1783 (1890); cuyo fin era demostrar la importancia del poder naval
para ejercer la hegemonía de una zona.
El 15 de febrero de 1898 el acorazado
USS Maine, buque de guerra estadounidense enviado al puerto de la Habana como
medida de intimidación hacia el gobierno español, explota con un saldo de 266
muertos. La comisión investigadora estadounidense indicó que el hundimiento fue
causado por una mina o torpedo español; mientras que la comisión española
determinó que fue una explosión interna (causa verdadera). La contradicción de
ambos informes alimentó la propaganda en contra de los españoles en los Estados
Unidos, llevando al gobierno norteamericano a movilizar fuerzas destinadas a
una invasión de los territorios coloniales españoles.
La guerra fue rápida y la derrota
española aplastante. El ánimo de los puertorriqueños fue cambiante. En la Isla,
antes del inicio de la invasión, ocurrido el 25 de julio de 1898, los
ayuntamientos convocaban a los ciudadanos y se hicieron todo tipo de
preparativos para repeler el intento de conquista estadounidense. Entre estos
preparativos estaba la formación de milicias rurales, a las que se le llamó
cuerpo de macheteros, la prestación de caballos a los cuerpos militares
españoles y la recaudación de dinero para sufragar los gastos de guerra. A los
organizadores se les asignaba un sueldo y algunos luego del conflicto aún
solicitaban su pago en los ayuntamientos. Al momento de que las fuerzas
estadounidenses desembarcaron la mayoría de los que se habían comprometidos con
la defensa de la Isla desistieron. El malestar sobre los abusos cometidos por
las autoridades españolas en Puerto Rico se hizo sentir; los puertorriqueños
vieron al invasor como un libertador. Una nueva etapa histórica de nuestro
pueblo había comenzado.
Bendito el día que sacaron a España de nuestra Isla! Bendita la hora que salieron los abusadores españoles de nuestras tierras! América es Para loa Americanos y americanos comos los que componemos estas tierras!
ResponderBorrarPuerto Rico para los puertorriqueños
BorrarPero los americanos de eeuu tambien se pueden ir, pues nadie los invitó...
ResponderBorrar