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miércoles, 27 de diciembre de 2023

Introducción a Resilencia: camino hacia el éxito (1ra parte)

Introducción a Resiliencia: camino hacia el éxito (1ra parte)
Por Migdalia Núñez Quiles
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Fullan (2021) indica que “las personas se vuelven buenas en la vida cuando se sienten seguras, valoradas y tienen un sentido de propósito y significado. Es necesario participar en actividades significativas que contribuyan al bienestar de los demás. Ante la adversidad, ser capaz de navegar hacia los recursos que se necesitan para salir de la situación, lo que se conoce como resiliencia, es un componente esencial. Para llegar allí es necesario identificar valores, metas y necesidades, así como fortalezas personales”.

A través de cada capítulo el lector tendrá la oportunidad de pasar por las etapas del modelo de resiliencia diseñado, con miras a desarrollar unos procesos que sirvan como modelos claves de resiliencia, a otros—principalmente a los maestros, al personal escolar y a las familias de nuestros estudiantes— para que juntos logren alcanzar el éxito. Levantarse de procesos adversos no va a ser igual para todos, pero la meta es que todos puedan estar en el camino no importa el tiempo que pueda tomar. Lo más importante es que comiencen a caminar y juntos alcancen el éxito anhelado.

Me gusta la historia de Sean Rausch, un corredor que vio caer al suelo a su compañero de campo traviesa, llamado Blake Lewis y, en vez de seguir su carrera, se acercó a ayudarlo, lo levantó y lo cargó hasta la meta. Rausch sabía que iba a ser descalificado por tener contacto con otro corredor; sin embargo, sacrificó la carrera para ayudar a otro compañero que se había lesionado. Ayudar a otros a desarrollar sus propios procesos resilientes es precisamente a lo que todos deben aspirar: ayudar en el camino, levantarlos para que juntos alcancen la meta.

En Puerto Rico, después del huracán María, se puso de moda la frase “Puerto Rico se levanta”. Esta frase trabajó en las mentes, de todos los puertorriqueños, ayudando a regresar al camino de la recuperación después de un proceso que tuvo gran impacto en la vida de la población Además de ayudar a desarrollar procesos resilientes, logró que se ayudaran unos a otros a levantarse. Al final de este libro, me gustaría compartir con ustedes una canción que escribí junto a mi hijo, Edgar René, durante este tiempo, y que sigue el lema: nos vamos a levantar.

Goldstein (2013), al citar a Rutter (1987), indica que los estudios de resiliencia se reservaron para poblaciones de alto riesgo, con un enfoque particular en aquellos jóvenes que demostraron resiliencia o la capacidad de superar los desafíos emocionales, de desarrollo, económicos y ambientales que enfrentaron mientras crecían. Los estudios de resiliencia en este tiempo deben estar enfocados en todas las poblaciones alrededor del mundo por el impacto de la crisis del COVID-19.

Goldstein (2013) expresa que ¨el estudio de la resiliencia ha avanzado en cuatro grandes oleadas de investigación¨. En este libro destacamos los conceptos y hallazgos que han resultado de estas oleadas hasta la fecha, ya que han dado forma a un marco emergente de resiliencia para la investigación y la práctica. La primera ola de trabajo arrojó buenas descripciones de los fenómenos de resiliencia, junto con conceptos y metodologías básicas, y estuvo centrada en el individuo. La segunda ola produjo una contabilidad más dinámica de la resiliencia —adoptando un enfoque de sistemas de desarrollo para la teoría y la investigación sobre la adaptación positiva en el contexto de la adversidad o la crisis— y se centró en las transacciones entre individuos y los muchos sistemas en los que están integrados sus desarrollos. La tercera ola se centró en crear resiliencia mediante la intervención dirigida a cambiar las vías de desarrollo. La cuarta ola, ahora en ascenso, se enfoca en comprender e integrar la resiliencia por medio de múltiples niveles de análisis, con una atención creciente a los procesos epigenéticos y neurobiológicos, el desarrollo del cerebro y las formas en que los sistemas interactúan para dar forma al desarrollo.

El tema de resiliencia tiene su mayor auge en las últimas décadas del siglo XX y principios del siglo XXI por el desarrollo tecnológico y los cambios sociales generados en la familia y sociedad de este siglo. Esto implica que los niños y jóvenes no son inmunes a los cambios, las situaciones adversas y la presión en nuestro entorno actual, acelerado y lleno de estrés. Por tal razón necesitan ser educados en contextos resilientes, que les permitan seguir adelante y levantarse de momentos de crisis y adversidades. Martínez & Benítez (2020) presentan que la escuela debería educar a la generación Alpha como personas GRC o generativas, resilientes y compasivas. Esto implica desarrollar nuevas mentalidades en estas nuevas generaciones. Grané & Forés (2020) en Martínez y Benites (2020) exponen que ¨las personas resilientes son las verdaderas artistas de la vida porque contemplan su propio proyecto vital desde la generación de posibilidades más allá de la tragedia que les ha golpeado¨.

Es importante poder establecer modelos que sirvan para su aplicación efectiva y que sean útiles en todo contexto a fin de lograr niños y jóvenes resilientes. Goldstein (2013) establece que la creencia es que todo niño capaz de desarrollar una mentalidad resiliente será capaz de lidiar de manera más efectiva con el estrés y la presión para hacer frente a los desafíos cotidianos; para recuperarse de las decepciones, la adversidad y el trauma; para desarrollar metas claras y realistas; para resolver problemas; para relacionarse cómodamente con los demás; y para tratarse a sí mismo y a los demás con respeto.

Cowen (1991), citado por Goldstein (2013), sugirió que un enfoque integral para la promoción del bienestar incluía cuatro conceptos básicos: competencia, resiliencia, modificación del sistema social y empoderamiento. Enfatizó sobre la importancia de la resiliencia dentro del concepto más amplio de bienestar. Para él, un marco de bienestar supone el desarrollo de sistemas ambientales personales saludables que conducen a la promoción del bienestar positivo y la reducción de la disfunción. Un marco de bienestar enfatiza la interacción del niño en el entorno familiar y académico, con adultos fuera del hogar y con sus compañeros. Claramente, sugiere una interacción persona-ambiente, que en última instancia predice la fuerza y el poder de la resiliencia de un individuo frente a la adversidad.

Considerando la importancia de la resiliencia para el desarrollo y bienestar de nuestros estudiantes y para resurgir con éxito después de las adversidades, presentamos nuestro trabajo, Resiliencia: camino hacia el éxito. En el mismo estaremos compartiendo temas de gran interés y utilidad para todos a fin de lograr desarrollar procesos resilientes en nuestros niños y jóvenes y a la vez impactar a las familias y comunidades. Todos necesitamos desarrollar factores resilientes para levantarnos y seguir adelante.

Nota editorial: Fin de la primera parte. 

jueves, 21 de diciembre de 2023

Fragmento apéndice Inventario resistencia

Fragmento del apéndice del libro Inventario comentado de resistencia de los esclavos y de la lucha abolicionista en Puerto Rico, siglos 16 al 19 de Francisco Moscoso

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En la obra pionera sobre el tema, Esclavos prófugos y cimarrones. Puerto Rico, 1770-1870, publicada en 1984, el historiador Benjamín Nistal Moret (1944-1993) brinda una joya de investigación, meticulosamente documentada con fuentes del Archivo General de Puerto Rico (AGPR) y, a su vez, elaborando un análisis profundo sobre este tema. Estudió sobre 700 casos cubriendo el periodo indicado. Nistal Moret señaló el incremento del tráfico de esclavos bozales, importados directamente de algún país de África occidental al sur del gran desierto del Sahara, que divide el norte del medio y sur del continente, habitado por gentes predominantemente de piel negra. Ello coincidió, especialmente en las décadas de 1820 a 1850 con el crecimiento de la economía de la agricultura comercial del azúcar, café y tabaco. Los esclavos bozales se conjugaron con los esclavizados criollos, como venía sucediendo desde el siglo 16.

Antes del 1840 se dieron diversos eventos de intentos de fugas colectivas, incluso con intenciones de abandonar la isla por mar hacia la isla vecina de Santo Domingo, tenida por los esclavizados como horizonte de libertad.

Nistal Moret propuso que hubo dos formas de cimarronaje, la colectiva o de grupos y la limitada, es decir, de casos individuales y objetivos menores (como procurar descanso, visitar amistades, buscar comida, y luego volver a las propiedades). Se puso en evidencia, además, que muchos prófugos fueron ocultados y protegidos por habitantes libres en solidaridad espontánea contra la explotación esclavista.

Contrario a la propaganda oficial de adjudicar la abolición principal o exclusivamente a los abolicionistas entre las propias clases propietarias y profesionales, y la legislación promovida en el congreso y ante el gobierno de España, sin quitarle sus méritos, Nistal Moret subrayó la lucha cotidiana de los propios esclavizados por su libertad. En este caso mediante el cimarronaje como una de las formas de resistencia constante y que erosionaron la esclavitud desde abajo y desde adentro del propio sistema socioeconómico.

Hay documentos que brindan datos extraordinarios sobre algunos esclavos y esclavas, como los siguientes. En 1831, el negro Andrés Melitón se escapó de la cárcel de Cangrejos y del cepo donde lo tenían inmovilizado, rompiendo el candado, “por donde se fugó a pesar de no tener más que una pierna”.  El negro bozal cimarrón Santiago Rosado vivió escondido “en el tronco de un árbol de úcar que tenía una gran cavidad tan proporcionada para su ocultación”, cerca del barrio del Zarzal, antes de ser capturado en Luquillo.

Por otra parte, en 1822, el negro Rovesino oriundo de la isla de Santo Domingo y de unos 40 años, se fugó de la hacienda de don José Martínez, en Guaynabo; hablaba español, francés, danés e inglés. La criolla negra Juliana, de Martinica, hablaba español, inglés, “y el lenguaje nativo francés”.

En 1825, un negro bozal (no hablaba español) atrapado en Quebrada Arenas, fue puesto en la cárcel de Guaynabo, en solicitud de su dueño. Se estimó su edad como de 24 años, y tenía un adorno corporal descrito así: “con una marca figurando una palma desde el ombligo hasta el cuello, a los lados sobre el pecho tres rayas pequeñas, que guardan simetría, en las megillas unas rayas largas, y sobre las sienes tres más pequeñas…y en el entresijo y frente otras tres…”. El pintor Jaime Romano hizo un dibujo imaginario de este y otros casos, para el libro de Nistal Moret.

El caso del negro cimarrón Jacinto dramatiza como hubo esclavizados que lucharon con uña y dientes por su libertad. Se defendió con una lanza contra una patrulla de soldados que lo atraparon “en los montes del Peñon”. Luego de ser preso en la cárcel de Ponce, resistió hasta dentro de la celda. El alcaide de la cárcel informó que “el negro se resistía contra toda persona que quería reducirlo a que se entregase, y que con una lanza que tenía consigo como que escalaba las paredes del calabozo tal vez para safar algún balaustre de las ventanas, pues que a todos los que acercaban por allí les arrojaba pedazos de ladrillo y mezcla que arrancaba”. Jacinto fue muerto en traslado de la cárcel de Ponce a Juana Díaz.