viernes, 21 de julio de 2017

La sangre de las serranías capítulo i

Capítulo I: La sequía
La sangre de las serranías
Heriberto Velázquez Figueroa

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“¡Macaná tuira arijuna!… Yucá arijuna yutuira”, decía el taíno Sibey mirando a alguien que estaba con él en el caney. Alguien que no se veía, que se mantenía en la sombra.

“La seca va a matar al demonio extranjero… muerte para el demonio blanco español”, siguió diciendo el taíno a quien le acompañaba. La luz del tabanucu solo alumbraba a Sibey, manteniendo oculta a la otra persona que ocupaba el bohío de forma cuadrada. Quien fuera no contestaba la mezcla de castellano y la lengua nativa de los hijos de Borikén.

Así recordaba Ektor haber escuchado a su arocoel hablando aquella noche. Las palabras de su abuelo resonaban en su mente. Esas palabras lo habían hecho asomarse por la ventana. Con mucho cuidado fue levantando su rostro hasta que sus ojos quedaron por encima del borde de abajo de la ventana. La tenue luz del tabanucu y su suave ondular no le permitían ver con quien hablaba su abuelo. Solo eso quería distinguir, pues el interior del caney lo conocía de memoria. Dos jamacas y dos dujos, así como algunos estantes para colocar frutas, verduras o viandas y en otro tiempo los cemíes, deidades menores de los taínos.

Al no poder ver la otra persona, el joven se agachó de nuevo. Se preguntaba con quién hablaba su arocoel. ¿Y porque en ambas lenguas? El joven no tenía problema en entender ambas. Claro, él era mestizo. De los pocos que sus madres taínas no ahogaban en el río donde lo parían. Hijos de una doble maldición. Fruto de una violación y de un tuira blanco, no bien habían nacido las taínas los privaban de la vida para evitar el kején, el veneno de la sangre española en la sangre taína.

Pero no Guatia, la madre de Ektor e hija de Sibey. Ella y su abuelo tuvieron compasión pues Ektor era fruto del amor. Amor que había crecido, cultivado por el buen corazón del padre de Ektor, don Gonzalo Feliciano y Lucena, encomendado de Encomienda Feliciana, la que llamaban hacienda La Cortesía.

Hacienda La Cortesía en las serranías del Jatibonicú, en la región de los caciques Macuya y Orocovix, por donde los españoles llaman Aibonito. El carácter afable, compasivo y bonachón del hacendado, como prefería que se refirieran a él, le habría conseguido cambiar el nombre. A esto se sumaba lo bien que su merced don Gonzalo trataba a los indígenas, aunque los obligaba a oír misa. Esto era más una petición firme, que una orden, atestiguado en la capital por más de un visitante que habría disfrutado de la hospitalidad en la hacienda.

Esta actitud y gran corazón le ganaba el favor del taíno, pues el indígena era afín con este trato a los demás, pero le conseguía también enemigos en Caparra. Ya más de una voz protestaba por la hacienda en Aibonito. Si, Aibonito. El español no favorecía mantener los nombres y palabras indígenas. Se trataba de erradicar la religión, costumbres, tradiciones y, en menor grado, su arte y cultura. En fin, aplastar todo vestigio de identidad y voluntad como nación. ¿Y qué mejor comienzo que con la cristianización? Haciéndolos dejar de creer en sus dioses y deidades, en el bojike y los espíritus, el español tenía más fuerza con Dios, el cura y la misa. Esto nos llevará a conocer a padre Antonio Figueira, actual párroco de hacienda La Cortesía y lo que le pasó, para desgracia de todos.

“Atabex ya no deja que Boinayel llore”, la voz de Sibey se oyó de nuevo. Ektor volvió escuchar con atención. “El señor lacrimoso ya no trae la lluvia. Con la seca va a seguir la yucá para el demonio extranjero.” Sin duda Sibey se refería a las extrañas muertes que habían ocurrido desde que comenzó la larga sequía en el Jatibonicú y en todo Borikén.

Nota Editorial: La Sangre de las serranías es una novela épica que evoca el periodo de la conquista a principios del siglo XVI, la rebelión indígena y el mestizaje generalizado que se dio durante ese periodo. La novela tiene 26 capítulos y un epílogo; 236 páginas en total y está diagramada en formato 6x9.

sábado, 15 de julio de 2017

Introducción a Transmoralidad: La ética de nuestros días

Introducción a Transmoralidad: La ética de nuestros días
Por Nancy Rosado Camacho

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La ética es aquella rama de la Filosofía cuyo problema central es la evaluación racional de los actos humanos en términos de su bondad o malicia. La moral es la parte práctica de la ética. Trata de lo que el hombre hace. La transmoralidad es un término que probablemente no aparezca registrado en la edición más reciente del Diccionario de la Real Academia Española.[1] Hoy la definimos como un cambio interno en la moralidad, una especie de fragmentación que ha ocurrido en nuestro ser, de ruptura interna en la moral, entendida como la tradicional, la que se espera de una persona con valores. La transmoralidad pudiera tener como base una exaltación de los contravalores y de la amoralidad. También es la llegada de una moral laxa, relajada, en donde lo bueno y lo malo en una misma sociedad se confunden porque no se interesa conocer la diferencia. Es la reubicación espacio-temporal de la ataraxia o imperturbabilidad del estoicismo antiguo.

No obstante, queremos plantearla como una alteración o cambio de los valores conocidos hasta llegar a un punto en que se confunde lo bueno con lo malo que, aunque se conoce que es malo, el agente moral lo toma por bueno, es la evasión del reconocimiento de responsabilidades, es la intolerancia al análisis. Por otra parte, lo que es legal pero no moral, cuando pudieran, de algún modo, ir de la mano. No se trata solamente de un cambio de valores que describe el estado actual moral del hombre del siglo XXI, ni de que se dé un reemplazo de los valores tradicionales. No es un reemplazo de valores. ¿Cómo vamos a decir que X valor reemplazará a Z, si ni siquiera sabemos el ingrediente originario del primero que supuestamente será sustituido? Tampoco se trata de la carencia axiológica, como decía Nietzsche ni de un diccionario de sinónimos, la transmoralidad tiene como base el modo de manifestar un malestar existencial del que padece el hombre que a su vez ha provocado ese cambio drástico en su moralidad. La parte práctica de la ética, aquella que se conoce como moral, se ha convertido en un estado amorfo. Va más allá de un cambio axiológico o sustituciones particulares de valores.
Aunque lo podamos hacer, no se trata necesariamente de juzgar si la moral, como parte práctica de la ética, está bien o mal, ni de evaluar como buenas o malas las acciones de los hombres sino de una transformación que se ha dado en su conciencia, en sus acciones, en la praxis. La estructura ética que algún día ha formado su carácter debido a los valores tradicionales de lo que está bien o mal que se hayan recibido, alcanza una alteración.

La moral, como la hemos estimado hasta ahora, las buenas costumbres, hacer el bien, ayudar al prójimo, la humildad, el respeto, y la práctica de aquellos valores que nos hacen ser mejores personas, ha cedido su espacio a una conciencia laxa, liviana, en donde se justifican los contravalores y se perciben como elementos necesarios en la vida del hombre actual. Es un no me importa, eso me tiene sin cuidado, ella no es mejor que yo, sé que está mal pero no me queda otra opción que hacerlo... Es una contramoral en la que se realiza una embestida contra lo que tradicionalmente hemos estimado como lo bueno pero que se resume con la llegada de la transmoralidad en las consciencias y en las acciones de los hombres.

Es esa dejadez aceptada, ese malestar insuperable, esa apatía, el desinterés por fomentar lo bueno que puede ayudar al prójimo. Aquellas virtudes cardinales de las que hablaba Platón: prudencia, justicia, fortaleza y templanza han regresado a la caverna platónica. El esclavo que salió de la cueva para contemplar el Sol, la idea del bien, ha vuelto a quedar ciego en su tránsito al submundo hacia donde ha regresado. ¿Por qué? Por el ritmo de vida que se lleva, las injusticias, la corrupción de los gobernantes y de las instituciones que dirigen la cotidianidad del ser humano, la transformación y la anuencia ante la laxitud. La transmoralidad deja su huella en el manejo de situaciones, no es necesariamente ni mala, ni buena, sino que es aceptada, vivida y requerida por el modo en que se ve la vida hoy día. La transmoralidad pudiera ser enemiga del alter, del otro ser humano que está en nuestro entorno como apuntó Levinas. Pudo ser el antídoto a lo tóxico, un cambio hacia mejores valores, los morales, el remedio al sufrimiento existencial humano, pero en múltiples casos lo ha empeorado. El asunto también tiene que ver con nuestras acciones.

¿Qué hace que una acción sea éticamente buena o mala? Hay varios elementos que están a nuestra disposición para saberlo.[2] La Ley y la intención pudieran ser parte de esos elementos para clasificar si nuestras acciones son buenas o no. De la primera se entiende que un ciudadano que no cumpla la ley en efecto, no está actuando bien puesto que su acción implica una desobediencia a sus responsabilidades y deberes como ciudadano. De la segunda se puede decir que en ocasiones realizamos acciones con una buena intención y sus resultados no son los esperados porque en vez de causar un bien se ocasiona un mal. También las consecuencias de una acción inciden para determinar si el acto es bueno o no.

De otra parte, la utilidad o el beneficio que podamos obtener como resultado de una acción probablemente podría incidir en la clasificación de ésta como mala o buena, es decir, si es útil para mí, entonces es buena, si no me resulta útil, es mala. La enseñanza de los padres a través del proceso de desarrollo de los hijos es también un factor a considerar en el planteamiento de clasificar las acciones como buenas o malas. Generalmente lo que los padres enseñan a sus hijos como buenas acciones son a su vez repetición de lo que ellos pudieron aprender de los suyos. Lo que los padres identifican en sus hijos como acciones repudiables o malas o incorrectas, también puede deberse al hecho de que a estos le han reprendido anteriormente por la misma causa.

Ley, intención, voluntad, valores, contravalores, utilidad, deberes, son conceptos que hemos de estudiar. También hay que añadir uno que resulta fascinante: los hallazgos de la neurociencia, las investigaciones de los científicos en el campo de las ciencias del cerebro, así como la presencia de la genética en el comportamiento moral del ser humano.

Todas las formas de clasificar las acciones han sido planteadas por distintas mentalidades. A esos efectos la tradición filosófica, a través de sus movimientos, escuelas y filósofos, también ha desarrollado unos modos para evaluar las acciones de los hombres. Estos responden a los diversos modelos o teorías éticas establecidas que no son otra cosa que intentos por explicar lo que el hombre hace y clasificar dicha acción como buena o mala. Este es el punto de partida de la ética: la evaluación racional de los actos que el hombre realiza tomando en cuenta la maldad o bondad de estos. Son actos del hombre los fisiológicos: respirar, alimentarse, digerir lo que se consume. Son actos humanos las acciones que se realizan libre y voluntariamente. Sobre estas es que se nutre el campo de la ética.

En última instancia lo que deseamos conocer es también: qué es lo que hace a un hombre, un ser moralmente bueno. En este primer capítulo hemos de señalar y estudiar algunos conceptos generales de la Ética como rama de la Filosofía. También buscamos propiciar el conocimiento en algunos tipos de generaciones existentes y el modo en que proyectan sus valores. El segundo capítulo hemos de examinar algunos modelos éticos para poder aplicarlos a varias situaciones que veremos en el libro. Cabe indicar que cualquier teoría ética que podamos estudiar en este libro y en cualquier otro texto está basada en un conjunto de creencias, ideas o criterios de quienes la han propuesto, lo que a su vez deviene en fundamentos para intentar regular las acciones humanas.

En el capítulo tercero estudiaremos la axiología. Recoge el importante tema de los valores. Es un planteamiento que se lleva a cabo considerando lo que se ha denominado como pérdida de los valores mientras otros intelectuales pueden plantear el problema como simplemente una transformación de los mismos. También tendremos como objetivo la reflexión sobre la importancia de los valores en el desarrollo de una persona integral. Hay que aclarar que partes de este capítulo están redactadas de una forma cruda sin tomar en cuenta la belleza y seriedad del lenguaje filosófico, porque se pretende ilustrar sin ningún tipo de venda en los ojos el comportamiento errático de algunos sectores de la sociedad. De antemano se presentan excusas a alguna persona que se sienta ofendida por el planteamiento realizado.

El capítulo cuatro se ocupa de la lógica. Presentamos el término logoética para estudiar el impacto que la Lógica y el lenguaje tienen en el discurso ético. Las llamadas faltas de respeto, no son otra cosa que abusos del lenguaje respaldados por el determinante tinte emotivo del cual nadie carece y que puede dar lugar, a saber, al concepto de falacia. Tenemos que recordar las palabras de Ludwig Wittgenstein cuando dice que el lenguaje es una actividad que, a su vez, es parte de nuestra vida.

Lo que estudiaremos en el capítulo cinco sitúa el objeto y sujeto de la filosofía. Ubicaremos al hombre de carne y hueso como punto de partida de la reflexión ética. Mostraremos una serie de casos internacionalmente conocidos que en algún momento de la historia reciente han dejado huellas profundas por el modo en que se han dado, así como por las repercusiones éticas que conllevan. También contemplaremos los esfuerzos internacionales para la búsqueda de una sociedad de paz. En el capítulo seis, última parte de nuestro libro, examinaremos algunas ideas filosóficas sobre el bien y el mal y presentaremos importantes hallazgos que la neuroética considera sobre la relación del cerebro y el comportamiento moral del hombre.

El libro contiene situaciones para reflexionar, preguntas de aprendizaje, trabajos de investigación, el correspondiente assessment y algunas actividades en las que debe imperar el análisis y la evaluación de casos. Es nuestra intención que el lector pueda examinar el contenido de este texto y a su vez hacer un alto en su vida para la justa deliberación y así convertirse en mejor persona de lo que pueda ser.

Se utilizará el método de caso, metá odos, frase que en griego significa el camino para alcanzar un grado de conocimiento, con el propósito de conducir a los lectores a que alcancen ese grado de comprensión acerca de los asuntos éticos propuestos.

Presentamos varios estudios de casos de temas interdisciplinarios para su correspondiente análisis. Son situaciones basadas en la realidad. Se han cambiado nombres, lugares, fechas y otros datos concretos para proteger la identidad y privacidad de las personas concernidas. Queremos que el lector pueda asimilar cada uno de los escenarios mostrados y reflexionar sobre las circunstancias, el entorno y los componentes problemáticos de los mismos. Es importante leer, comprender y evaluar, para ofrecer una solución o un acercamiento hacia la posibilidad de resolverlos.

También se ha recurrido a la herramienta de tablas veritativas modificadas que, aunque son recursos utilizados en la lógica proposicional para demostrar la validez de un razonamiento, sirven muy bien a nuestros objetivos ya que, en el análisis de los casos, los valores se traducen en los pros y contras, es decir, aquellas acciones para solucionar el problema planteado y otras que dificultarían la solución al mismo.





[1] Diccionario de la Real Academia Española. (2014). Recuperado de: http://lema.rae.es/drae/
[2] Rosado, N. (2009). Asuntos éticos. Estudio de casos. Puerto Rico: Imprenta Llorens, pp. 9-31.