jueves, 13 de mayo de 2021

Constantino y la espada en nombre del cristianismo

Constantino y la espada en nombre del cristianismo
Pablo L. Crespo Vargas

El 28 de octubre del año 312 de nuestra era un ejército de unos 45,000 soldados, dirigidos por Flavio Valerio Aurelio Constantino derrotó en el Puente Milvio (próximo a Roma) a una fuerza de 70,000 hombres comandados por Marco Aurelio Valerio Majencio. El enfrentamiento no solo le otorgó a Constantino el dominio del mundo occidental romano, sino que, según la tradición, en la víspera, Constantino tuvo una visión que lo convenció de llevar las armas a nombre del dios cristiano, grupo que hasta ese momento era perseguido de manera sistemática.

Batalla del Puente Milvio por Giulio Romano

Unos 280 años antes, el cristianismo había surgido de las ideas promovidas en Judea por un descendiente del rey David llamado Jesús. Sus seguidores, dirigidos por los 12 apóstoles, comenzaron a propagarse por la cuenca del Mediterráneo y el Medio Oriente. Aunque Jesús había nacido judío, su filosofía lo diferenciaba de esta religión. Según se expandió el nuevo mensaje, grupos fuera del ámbito hebreo comenzaron a unirse. Esto provocó que la nueva doctrina se alejara filosóficamente del judaísmo. Una figura que fue transcendental para esta nueva visión fue Pablo de Tarso, quien tenía un trasfondo cultural griego o helénico. El judaísmo también se redefinió luego de la caída de Jerusalén en el año 70 de nuestra era.

El cristianismo, con una nueva filosofía religiosa, comenzó a tener auge dentro de los grupos marginados y oprimidos, ya que parte de su mensaje iba dirigido a ellos, a la vez que se atendían sus necesidades espirituales y hasta cotidianas. No obstante, dos de sus preceptos: la adoración a su único dios, al que veía como verdadero, y el alejarse de la población pagana, fueron causa de que las autoridades regionales de distintas provincias les persiguieran en diferentes momentos a través de los primeros tres siglos de su existencia.

Con el incendio de Roma del año 64, el emperador Nerón inició lo que se conoce como la primera gran persecución de cristianos, la cual duró hasta el año 68. Otros emperadores también promovieron sus persecuciones, aunque no tuvieron la misma envergadura: Domiciano (81-96), Trajano (109-11), Marco Aurelio (161-180), Séptimo Severo (202-210) y Maximino (235). En el año 250, se da una nueva gran persecución orquestada por el emperador Decio, quien buscando afianzarse en el poder imperial, requirió que se le adorase, acción que los cristianos no realizaron. Diocleciano, del 303 al 311, realizó, lo que posiblemente fue, la persecución más sangrienta que este grupo sufrió.

Las causas para el crecimiento del cristianismo son varias. Tomemos por ejemplo la explicación del historiador de la Iglesia Católica, de origen alemán, Joseph Lortz (1887-1975), quien indica que esta nueva creencia presentaba un lugar de consuelo y misericordia para poblaciones que hasta ese momento no tenían ninguna esperanza ante un mundo que era cruel y salvaje. A esto añade que dentro de la filosofía cristiana de la época se valorizó la verdad y el bien, fuerzas que atrajeron a nuevos creyentes. Por último, indica que el martirio fue visto como un acto heroico e instrumento de escape ante tanta opresión.

De manera general podemos decir que la iglesia primitiva cristiana fue desarrollada sin pretensiones terrenales, acción que mantuvo a sus feligreses fuera del interés de adquirir poder político. Esto también dio paso a que surgieran interpretaciones que desarrollaron dogmas y creencias regionalizadas y que eran evidencia del sincretismo que luego, con la adquisición del poder, sería negado.

Al momento de Constantino comenzar sus guerras para unificar al imperio romano en el 306, la población cristiana iba en pleno crecimiento, ya no era un grupo minúsculo que peligraba en desaparecer, sino que representaban una minoría que debía ser consideraba por las autoridades políticas (constituían el 11% de la población). Constantino vio que las persecuciones hacia los cristianos en vez de producir resultados favorables a la administración eran contraproducentes. También comprendió que los cristianos seguían aumentando y que posiblemente nada detendría que, en su momento, fueran la mayoría en el imperio. Adelantándose a esto, decide integrarlos a su fuerza política, acción que tomó luego de derrotar a Majencio.

Con la victoria del Puente Milvio, Constantino buscó el favor de los cristianos, no solamente propagando su supuesta visión, sino que comenzó a utilizar símbolos relacionados a los cristianos y, como si fuera poco, le regaló al obispo romano Silvestre I un palacio real. Curiosamente, el año anterior, el emperador del lado oriental, Galerio, había decretado el fin de las persecuciones a cristianos en su territorio. Constantino no podía quedarse atrás.  

Constantino continuó moviéndose en busca de integrar a los cristianos en sus políticas y en el 313 promulga el Edicto de Milán, donde se otorgaba legalidad a esta creencia. Aunque la tradición dice que Constantino fue el primer emperador cristiano, la realidad fue que su astucia política y sus dotes administrativos iban dirigidos a la unificación del imperio, situación que él entendía que no se lograría viendo a los cristianos como enemigos.

Ahora bien, el cristianismo pasó de una creencia marginada a una institución jurídica con poderes políticos donde los obispos recibieron el mismo trato que los antiguos senadores, incluyendo todas sus prerrogativas, y el clero le fue reconocido el poder y privilegios de los sacerdotes paganos. En fin, la nueva institución (iglesia) comenzó a ser utilizada por las fuerzas políticas del momento; característica histórica que se repetiría hasta llegar a nuestros tiempos y que es negado por muchos.

Algunas referencias historiográficas

Álvarez Gómez, Jesús. Historia de la Iglesia. Tomo I: Edad Antigua. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2001.

Crespo Vargas, Pablo L. La Inquisición española y las superticiones en el Caribe hispano, 1600-1632. Lajas: Centro de Estudios e Investigaciones del Sur-Oeste de PR, 2017.

Lenzenweger, Joef, et al. Historia de la Iglesia Católica. Trad. Abelardo Martínez de Lapera. Barcelona: Herder, 1997.

Lortz, Joseph. Historia de la Iglesia. En la perspectiva de la historia del pensamiento. Tomo I: Antigüedad y Edad Media. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1982.

Stark, Rodney. The Rise of Christianity: How the Obscure, Marginal Jesus Movement Bacame the Dominant Religious Force in western World in a Few Centuries. Princeton: Princeton University Press, 1996.

 Walker, Williston. Historia de la Iglesia cristiana. Trad. Adam F. Sosa. Kansas City, Casa Nazarena de Publicaciones, s.f.

Nota editorial: Artículo publicado en El Post Antillano el 22 de agosto de 2020.