jueves, 23 de diciembre de 2021

Comentarios sobre la 4ta ed. La Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano hasta 1632

Comentarios sobre la 4ta ed. La Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano hasta 1632
Pablo L. Crespo Vargas


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Algunos me preguntan sobre mi interés por el estudio de las artes mágicas desde un enfoque histórico y antropológico. Al contestar pienso en la interacción tenida sobre una diversidad de creencias a las que estuve expuesto desde muy temprana edad y que ayudó al desarrollo de una curiosidad por temas que para algunos parecían incómodos. La experiencia de conocer vivencias heterogéneas, donde se crean mundos paralelos que divergen ante una realidad oficial y que son propensos a gestar un mito, ayudaron a la formación de una mentalidad abierta y dispuesta a dejar a un lado los prejuicios que se promueven en beneficio de unos y en detrimento de otros. La búsqueda de respuestas que expliquen cómo está organizado nuestro cosmos cultural y social y de poder analizar el ambiente, tanto físico como espiritual, es esencial para el forjamiento de nuestra historia. El estudio de las artes mágicas, para algunos, o supersticiones, para otros, y su relación con la oficialidad son la base de una serie de investigaciones que comenzaron a ser presentadas con la publicación en 2011 de la primera edición de esta obra. Sin embargo, la investigación formal y de manera metodológica inició catorce años antes.

En 1997, mientras estudiaba el bachillerato en educación secundaria en historia en la Universidad Interamericana de Puerto Rico, recinto de San Germán, decido entrar al proyecto Ronald E. McNair Postbaccalaureate Achievement Program, que se dedica a la formación de investigadores a nivel subgraduado con la intención de que estos continúen estudios graduados y postgraduados. Allí tuve la oportunidad de comenzar estudios de fuente primaria bajo la tutela del Dr. René Velázquez, quien era custodio de varios casetes de micropelículas provenientes del Archivo Histórico Nacional en Madrid, donde se encontraban los libros referentes a las causas de fe del Tribunal de la Inquisición en Cartagena de Indias. 

Los libros de causas de fe son una recopilación de las actas donde se resumen los procesos inquisitoriales. Originalmente, las actas eran enviadas, como requisito de audición, desde los tribunales regionales hacia la Suprema, corte principal del Santo Oficio, la cual estaba ubicada en Madrid. Los documentos, copiados en varias ocasiones, luego de ser revisados se enviaban de vuelta con comentarios y recomendaciones que debían seguirse. En la actualidad, los libros de las causas de fe son vistos como un repositorio de información etnográfica de gran valor y una muestra de la funcionalidad estatal del Santo Oficio. 

En mi caso, los libros de actas fueron la base para el estudio de la hechicería y brujería caribeña. En los primeros meses comencé a recopilar información etnográfica de algunos de los casos. Realicé estadísticas y en menor peso trabajé un análisis del discurso. En esta etapa era algo preliminar. Con las estadísticas desarrolladas fui enviado a representar el programa de San Germán en una exposición que se realizó en la Universidad de Madison-Wisconsin en 1998. Un año después defendí la investigación en la Universidad Interamericana en San Germán; solo cubría los autos de fe de 1614 y el trasfondo histórico era el mínimo requerido, un trabajo de 25 páginas.

Al comenzar la maestría en historia en 1999, y siguiendo los consejos de varios académicos, tomé cursos de paleografía para afinar mi entendimiento del castellano del siglo XVI y XVII, a la vez que comencé, de poco a poco, a crear un banco de información etnográfica sobre los procesados. Luego de varios tropiezos y periodos fuera de la universidad, en 2009, comienzo de lleno el estudio teórico sobre los imaginarios religiosos desde un punto de vista histórico y voy identificando fuentes secundarias que fueran fortaleciendo mi conocimiento etnográfico y antropológico sobre la brujería, la hechicería, las artes mágicas de manera general, la inquisición y la historia del pensamiento religioso. Logré defender mi tesis de maestría en marzo de 2011 con el título de Supersticiones en el Caribe hispano a principios del siglo XVII: un recuento de creencias según las relaciones de fe de la inquisición en Cartagena de Indias, bajo la dirección del Dr. Ángel L. Vélez Oyola. 

De allí paso a trabajar en la primera edición de esta obra, la cual fue publicada en agosto de ese año por la Editorial Palibrio en Bloomington, Indiana, su título fue La Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano a principios del siglo XVII: un recuento de creencias según las relaciones de fe del Tribunal de Cartagena de Indias. La obra participó en el certamen de obras publicada para el mismo año, premiada en el 2013 con el Primer Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña, entrando como ensayo investigativo. 

En 2013 decidí publicar una segunda edición en un proyecto editorial alternativo conocido como Editorial Akelarre. Aunque era una segunda edición se decidió modificar su nombre y acórtalo a La Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano: siglo XVII. Este libro fue reseñado por el prestigioso historiador español Esteban Mira Caballos. 

La tercera edición fue publicada en 2018 bajo el auspicio del Centro de Estudios e Investigaciones del Suroeste (CEISO) de Puerto Rico, nuevamente hubo una modificación en su título: La Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano: 1610-1632. 

Esta cuarta edición, lanzada en versión comercial, para quien interese adquirirla en papel, y con licencia de Creative Commons 4.0: Reconocimiento / No comercial / Sin obra derivada / Internacional para los interesados en bajarla gratuitamente en pdf, tiene el título de La Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano hasta 1632.

Como se puede ver, cada una de las ediciones tiene un título distinto, aunque guardando ciertas similitudes. Esta práctica no es común, aunque es parte de mi intención de darle un carácter distinto a cada una de estas obras, proponiendo cualidades en específico que sirvan de interés al lector; aparte de que este pequeño detalle es el producto de la creencia de que el conocimiento evoluciona y nos ayuda a seguir creciendo. 

En el título de la primera edición se deseaba dar peso a la fuente primaria inquisitorial de Cartagena de Indias; sin embargo, solo en un capítulo es utilizada. La obra en sí presenta diversos temas, representados en cada uno de los capítulos. Los primeros cuatro capítulos tienen el fin de servir de referencia para posteriores estudios. La segunda edición buscaba enfatizar que el campo de estudio investigado aplicaba a todo el siglo por las similitudes que se dan y que pueden ser apreciadas en la continuación de este libro: El demonismo en el Caribe hispano: Primera mitad del siglo XVII, obra surgida de mi disertación doctoral. No obstante, la realidad es que la pretensión fue mucho más abarca-dora de lo que se presenta. En la tercera edición se buscaba destacar el periodo que cubre la investigación documental de los autos de fe: 1610-1632. Ahora bien, contrario a lo esperado, los archivos no necesariamente siguen un orden cronológico y aunque se diga que en ellos están los procesos de un periodo específico, la realidad puede ser otra. En esta cuarta edición se simplifica el título y se aprovecha para crear una versión de acceso libre en celebración al décimo aniversario de la obra.


miércoles, 22 de diciembre de 2021

La conceptualización de los afropuertorriqueños en Ebenecer López Ruyol

La conceptualización de los afropuertorriqueños en Ebenecer López Ruyol
Pablo L. Crespo Vargas

A mediados de diciembre de 2020, el Dr. Félix Miguel Cruz Jusino publicó Ebenecer López Ruyol y la conceptualización de la identidad del puertorriqueño negro, el cual es una versión editada de su tesis doctoral defendida durante este pasado semestre. La obra, de carácter biográfico, se enmarca en un análisis de las aportaciones y la experiencia de vida de Ebenecer López Ruyol, específicamente las que lo llevaron a conceptualizar la identidad de los afropuertorriqueños dentro de un movimiento desarrollado en las últimas cuatro décadas y que busca visibilizar los rasgos de la negritud en nuestra Isla. 
Por siglos, la negritud puertorriqueña ha sido marginada y dejada al olvido de manera general, aunque las aportaciones de este sector poblacional son más que evidentes. López Ruyol consciente de este hecho, y muy bien explicado por Cruz Jusino, promovió una serie de movimientos dirigidos a crear espacios reflexivos y demostrativos de que la negritud es parte de nuestro acervo histórico-cultural.  

La edición del escrito original fue de la Dra. Nancy Santiago Capetillo y la relativa a la publicación estuvo en manos del equipo editorial del Centro de Estudios e Investigaciones del Sur Oeste de Puerto Rico, ubicado en Lajas. La obra consta de 238 páginas y varias ilustraciones (fotos). Su epígrafe presenta el poema “Quiero respirar”, cuya autoría es del propio López Ruyol. En sí, la obra tiene cuatro capítulos, donde se incluye la introducción, donde explica y demuestra el trasfondo histórico de la investigación. El segundo capítulo analiza la afropuertorriqueñidad como elemento de afirmación identitaria. El tercer apartado trabaja el proceso formativo de López Ruyol y cómo se desarrolló su conciencia identitaria. El cuarto capítulo nos presenta los resultados de todo este proceso evolutivo, el cual llevó al empoderamiento del puertorriqueño negro en los procesos sociopolítico y en la lucha por la igualdad. La obra presenta una conclusión sólida y dirigida a resaltar, lo que por siglos se ha tratado de esconder, la magnitud de la aportación negra en la formación del puertorriqueño. Luego de la conclusión, se presentan los comentarios de cuatro historiadores (Nancy Santiago Capetillo, José Luis Vargas, Aida Mendoza y Pablo L. Crespo Vargas) sobre el autor y su contribución a la historia del país con este nuevo libro. El libro se puede conseguir tanto en versión digital Kindle como en carpeta blanda.  

La versión original de este artículo se publicó en El Post Antillano, el 26 de diciembre de 2020.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

De La Cuarta para el mundo, el Festival Nacional Afrocaribeño nos pone en contacto con nuestra esencia

De La Cuarta para el mundo, 
el Festival Nacional Afrocaribeño nos pone en contacto con nuestra esencia
Por: Bella Martínez
Fotos: Conrado Pastrano

Ángel “Papote” Alvarado, quien es además compositor, percusionista, líder vocal y fundador del Grupo Esencia; gesta cultura abonando nuestra raíz afrocaribeña cada año, asegurándose de llevar al Barrio La Cuarta de Ponce -que le vio crecer- el Festival Nacional Afrocaribeño. Usualmente, el evento sucede en junio de cada año. No obstante, este año -por motivo de la emergencia sanitaria mundial que trajo consigo la pandemia que todavía nos amenaza- el icónico festival anual se celebró del 19 al 21 de noviembre de 2021 en su sede habitual.

El viernes 19 y coincidiendo con el día de la puertorriqueñidad, Ángel “Papote” Alvarado inició las fiestas para dar lugar a la edición 22 del festival que cada año hace del barrio el centro de nuestra cultura afrodescendiente. Este año, durante el festival se le rindió homenaje a Willie Rosario, Ottoniel Vélez, Jesús Chu López y Héctor Pochy Gastón.

La oferta musical del viernes 19 contó con: Los Cimarrones, Robert Burgos y Descarga Zasón además del estelar Míster Afinque. La orquesta de Willie Rosario ha deleitado con su singular formato compacto y ha permanecido activa por más de seis décadas durante las que ha sonado bajo la dirección del mismo maestro Rosario a quien el bailador salsero mantiene en el tope de su preferencia dentro del ambiente que agrupa solo a conocedores.

Al cierre de la primera noche del festival a cargo de la impecable presentación de la Orquesta de Willie Rosario le antecedió un merecidísimo homenaje al director de orquesta más longevo y en vigencia dentro del sonido salsero. Luego, el autor de la biografía autorizada de Míster Afinque -Robert Téllez- exaltó al maestro Rosario con unas emotivas palabras. Acto seguido, “Papote” Alvarado agradeció a Robert por su apoyo al quehacer cultural afrocaribeño al tiempo que le hizo entrega de un afiche conmemorativo de la edición 22 del festival. El afiche contiene una foto por un fotógrafo que se destaca como uno de los conocedores culturales más comprometidos con el quehacer salsero: Conrado Pastrano. 

Cabe destacar que el periodista Robert Téllez, quien es además conocido como “el más que sabe de salsa” viajó desde Colombia al Barrio La Cuarta de Ponce a ser parte del festival y específicamente para acompañar al artista objeto de su obra “Willie Rosario, el Rey del Ritmo” durante el homenaje. El maestro Rosario nos arrancó carcajadas cuando en su habitual tono serio y firme, afirmó micrófono en mano que agradecía el homenaje, al tiempo que aseveró ser merecedor del mismo.

El sábado 20 se presentaron: Boricua y de Mayagüez, Homenaje a Héctor “Pochy” Gastón y Jesús López, Ángel “Papote” Alvarado y El Grupo Esencia, El Apollo Sound de Roberto Roena cantando Carlos Santos y Tito Cruz. El domingo 21, la tarima se engalanó con Ausuba, Bambalué, Homenaje a Ottoniel Vélez, Guayacanes de San Antón y Abran Paso, cantando Pichíe Pérez y Rafy Santana.

Este 2021 se hubiera celebrado la edición número 23 del festival. Sin embargo, la edición del año 2020 fue cancelada. De manera estoica, el equipo en apoyo a la persistencia del presidente y fundador del Comité Pro Nuestra Cultura -“Papote”- que cuenta con el apoyo incondicional de William Rodríguez Thillet no se rindió para que esta edición 2021 se lograra. Siguiendo todas las normas que el protocolo COVID-19 exige, el público se dio cita pudiendo deleitarse con un espectáculo de lujo. La seguridad y el estacionamiento añadió comodidad y conveniencia al evento. El festival contó, como de costumbre, con un despliegue de artesanos y quioscos, con lo mejor de la fritanga puertorriqueña.

Por más de dos décadas, que se dicen fácil pero que son veintidós luchas en beneficio de la cultura y su permanencia, Ángel “Papote” Alvarado ha mantenido nuestra cultura afrolatina a flote, más allá del linde de la perla sureña. ¡Enhorabuena!

Mucha buena energía, salud y éxito para este músico y gestor cultural que carga sobre sus hombros un legado invaluable. Por lo demás, quedamos pendientes a la próxima edición de este imperdible festival que se celebra cada año. En el mientras, sigamos la trascendental gesta de su Grupo Esencia.

Willie Rosario junto a su biógrafo: Robert Téllez

Orquesta de Willie Rosario

Robert Téllez recibiendo el afiche conmemorativo de manos de Ángel “Papote” Alvarado

Ángel “Papote” Alvarado junto a Willie Rosario durante el homenaje a Míster Afinque

Bella Martínez y Conrado Pastrano








jueves, 18 de noviembre de 2021

Brevísima relación del “descubrimiento” de Burenquén según sus testigos y cronistas

Brevísima relación del “descubrimiento” de Burenquén según sus testigos y cronistas
Por Dr. Armando J. Martí Carvajal
Historiador

Preámbulo a nuestra historia

En el “Primer Viaje”, como todos sabemos, el almirante Cristóbal Colón viajó en La Santa María, pero esa nave encalló en la costa norte de La Española y su madera se utilizó para construir el Fuerte de Navidad. En ese momento Martín Alonso Pinzón -en La Pinta- se había separado, sin el permiso del Almirante, de la expedición. Ante esto, el Almirante se vio obligado a abandonar a la tripulación de La Santa María en la isla y transferir su bandera a La Niña, la más pequeña y maniobrable de sus tres buques, para regresar a Castilla.

Durante el difícil regreso a Castilla, Colón estableció una buena relación con el capitán de la nave, Vicente Yáñez Pinzón. Más allá, la nave debe haber agradado a Colón, pues en su “Segundo Viaje” regresó a las Indias, con Pinzón en La Niña. Este capitán de La Niña, Vicente Yáñez Pinzón, eventualmente recibió permiso para colonizar y fue nombrado primer gobernador de la isla de San Juan (Puerto Rico) en 1505, aunque nunca realizó la empresa.

La expedición que vino a poblar

A diferencia del Primer Viaje, que fue una expedición de exploración, el propósito del Segundo Viaje era “poblar” (colonizar) y establecer una presencia permanente en las Indias. Colón escribió:

“Yo partí de Calis miércoles a [en blanco] de septiembre con la armada y gente que Vuestras Altezas me mandaron dar que yo llevase a las Yndias; y llevé maestros de todas maneras, ofiçios que en fabricar ciudad y villa menester heran, con todos sus estrumentos, y llevé los caballo[s], yeguas y mulas y todas las otras vestias y simientes de trigo y çevada y todos árboles y de suerte de frutas, todo esto en mui grande abundancia”.

El italiano Miguel Cuneo, amigo de Colón y miembro de la expedición, dio la información para llenar el espacio en blanco de la relación del Almirante:

“El 25 de septiembre de 1493 zarpamos de Cádiz con diecisiete velas, todas buenas y abastecidas de cuanto es necesario (quince naves de velas cuadradas y dos de velas latinas…”.

La escala crucial

Desde el “Primer Viaje”, y durante toda la época de los grandes veleros, las Islas Canarias se volvieron un puerto esencial para los navegantes castellanos que viajaban al Nuevo Mundo. En las islas las flotas podían reabastecerse de agua y alimentos, reparar las naves, y dejar pasajeros enfermos o heridos. Colón escribió:

“Llegué a las yslas de Canaria, de vuestras Altezas, el martes siguiente, antes del sol salido, de donde partí después de aver forneçido los navios y carabelas de bastimientos; y dexé de vista lunes siete de otubre…”.

Las Antillas Menores

Para confirmar los informes que los “indios” le habían ofrecido durante el viaje anterior, Colón cambió en esta ocasión el rumbo de sus naves hacia el sur, buscando las islas de los “caníbales” - las Antillas Menores. A la primera que encontró la bautizó Dominica y de ahí continuó explorando, hacía el noroeste, siguiendo la geografía del archipiélago. El descubridor escribió:

“…y primero venir a la isla de los Caníbales, porque yo tenía questava más al oriente y poco distantes de mi camino; a los quales yo llegué, por la merçed de Nuestro Señor, en veinte días, con viento y tiempo que fasta oy truxe tal viaje, ni se aya oydo ni visto de mar tan llano, de viento tan quieto y dulce y de templança de çielo tan suave. Llegué el domingo tres de noviembre, antes del sol levantando, a una isla de altísima montaña, a la qual llamé La Dominica a conmemoración del mismo día”.

San Juan Bautista

El recorrido de las Antillas Menores culminó con el paso por las Islas Vírgenes. Luego, guiado por unos indios que rescató de los “caníbales”, navegaron a lo largo de la costa norte de una isla a la cual el Almirante llamó San Juan (Puerto Rico):

“Torno a mi propósito, de mi camino, y digo que junto con la isla de Santa Húrsula y las Honze Mill Virgenes, fallé otra isla de la qual no vi salvo la parte della del norte con aquel de poniente mas según mi albedrío que Seçilia y de maiores tierras y más fermosas y ansí de la mesma fechura, a la qual dixe el nombre de Sant Juan Baptista”.

Esta relación, tomada de una carta a los Reyes Católicos que aparece en el “Libro copiador de Cristóbal Colón (hallado en 1985), no es el único testimonio del “descubrimiento de Puerto Rico”.

Doctor Diego Álvarez Chanca

Uno de los miembros de la expedición fue el físico –médico- Diego Álvarez Chanca, cortesano enviado por Isabel de Castilla. Ese mismo año, 1493, en carta al cabildo de Sevilla, narró la aventura del viaje. De acuerdo con su misiva los nativos llamaban a la isla “Burenquén:

“Andovimos por esta costa lo mas deste dia hasta otro dia en la tarde que llegamos a vista de otra ysla llamada burenquen cuya costa corrimos todo vn dia juzgavase que ternia por aquella vanda treynta leguas esta ysla es muy hermosa y muy fertyl a pareçer a esta vienen los de caribe a conquistar de la qual llevavan mucha gente…”.

Miguel de Cuneo

Como mencionamos con anterioridad, entre los 1,500 hombres que participaron en esta empresa colonizadora, estaba Miguel de Cuneo, noble italiano, amigo de Colón. En 1495 escribió una carta donde contó sus aventuras en el Nuevo Mundo y narró brevemente el “descubrimiento” de la Isla. De acuerdo con Cuneo el nombre de esta era “Boluchen”:

…y el 19 llegamos a una isla muy hermosa y grande llamada ‘Boluchen’ por los naturales, a la cual el señor Almirante puso por nombre Isla de San Juan Bautista. … En la isla mencionada descansamos, y de ella salimos el 21…”.

Debemos tener claro que, en la época, lo que se escribía “Boluchen” se pronunciaba “Boluquén”.

Bartolomé de las Casas

Aunque no se ha podido establecer si Las Casas viajo a Las Indias en el “Segundo Viaje” o en una expedición posterior, quizás en 1498, no hay duda de que su Historia de las Indias es una de las principales, y más confiables, fuentes primarias sobre los eventos de la época. En su crónica él narró brevemente los eventos del 19 de noviembre de 1493:

“Llegó de allí a otra [isla] grande, que llamó de San Juan Batista, que ahora llamamos de San Juan, y arriba dijimos que llamaban Boriquen los indios. En una bahía della, al Poniente, donde pescaron todos los navíos diversas especies de pescados, como sábalos y sardinas algunas y en mucha cantidad lizas…”.

Pedro Mártir de Anglería

Aunque el humanista italiano Pedro Mártir de Anglería nunca viajó a Las Indias se le considera uno de los principales cronistas de la época y una fuente primaria de primera línea porque, como escribió Bartolomé de las Casas:

“…cerca destas primeras cosas, a ninguno se debe dar más fe que a Pedro Mártir, que escribió en latín sus Décadas, estando aquellos tiempos en Castilla, porque lo que en ellas dijo tocante a los principios fue con diligencia del mismo Almirante, descubridor primero, a quien habló muchas veces, y de los que fueron en su compañía, inquirido y de los demás que aquellos viajes a los principios hicieron…”.

En la versión original de su obra, De orbe novo (Décadas del Nuevo Mundo), escrita en latín, Mártir de Anglería dijo que el nombre aborigen de la isla era “Burichena”:

Ab hoc tractu procedentes itinere in medio iacet insula dicta ab indigenis Burichena, hanc sancti Ioanis Insulam appellauit”.

Dada nuestra limitación con el latín y el hecho que no hemos obtenido una versión en castellano, hemos trabajado con la traducción al inglés realizada por Francis Augustus MacNutt en 1912:

Outside the archipelago [las Antillas Menores] and directly across the course rises the island called by the natives Burichena, which Columbus placed under the patronage of San Juan. A number of the captives rescued from the hands of the cannibals declared they were natives of that island, which they said was populous and well cultivated; they explained that it had excellent ports, was covered with forests, and that its inhabitants hated the cannibals and were constantly at war with them…

All this was recounted through the native interpreters who had been taken back to Spain on the first voyage. … There is but one king for the whole of the island, and he is reverently obeyed. The south coast of this island, which the Spaniards followed, is two hundred miles long”.

During the night two women and a young man, who had been rescued from the cannibals, sprang into the sea and swam to their native island”.

Como podemos apreciar, hay diferencias entre la versión de Mártir de Anglería y la de los testigos de los hechos, incluyendo a Colón, en particular en la ruta que siguió la flota colombina.

Antonio de Nebrija

Al final de De orbe novo, como apéndice, aparece el breve trabajo Vocabula barbara, el primer diccionario de la lengua de los indios a una europea, el latín. Muchos investigadores atribuyen este breve trabajo al gran humanista castellano Elio Antonio de Cala y Jarana, mejor conocido como Antonio de Nebrija, contemporáneo del “descubrimiento” y autor de Gramática de la lengua castellana (1492) y de Reglas de orthographía en la lengua castellana (1517), quien fungió de editor de la obra de Mártir de Anglería. El diccionario incluyó el siguiente ítem: “Buriquena insula”, o sea, “Buriquen isla”.

¿Por dónde desembarcó Colón?

Anglería escribió que la flota navegó por el sur de la Isla. Este breve comentario probablemente llevó a muchas de las largas -e inútiles- discusiones a lo largo de décadas sobre el lugar donde desembarcó Colón.

El descubrimiento en 1985 del “Libro copiador de Cristóbal Colón, que incluye la carta de Colón a los Reyes Católicos sobre los eventos del Segundo Viaje, eliminó cualquier duda o controversia sobre la ruta que la segunda expedición colombina siguió al navegar las aguas de la isla de Burenquén, que hoy llamamos Puerto Rico. El Almirante claramente narró que la flota viajó todo el día hacia el oeste, paralela a la costa norte de “San Juan”. Al acercarse la noche el Almirante buscó refugio en, como dijo Las Casas, una bahía al poniente (oeste), la única bahía al extremo occidental de la isla, por lo que debió ser el lugar del desembarco, es la Ensenada de la Aguada.

Colón en Burenquén

Algunos historiadores ponen en duda que Colón personalmente haya desembarcado en Burenquén. Probablemente, la crónica de Pedro Mártir es la fuente de esta interpretación:

Not to lose time, the Spaniards passed by Burichena; nevertheless some sailors, who landed on the extreme western point of the island to take a supply of fresh water, found there a handsome house built in the fashion of the country, and surrounded by a dozen or more ordinary structures, all of which were abandoned by their owners. Whether the inhabitants betake themselves at that period of the year to the mountains to escape the heat, and then return to the lowlands when the temperature is fresher, or whether they had fled out of fear of the cannibals, is not precisely known”.

Las palabras de Mártir de Anglería dan a entender que la expedición pasó a la ligera y con prisa por la Isla, y sólo algunos marineros desembarcaron en Burenquén.

Esta interpretación es difícil de aceptar y corre contra los testimonios de los testigos, incluyendo al propio Colón.

En su relación de los ocurrido el doctor Álvarez Chanca escribió: “… en vn puerto desta ysla estovimos dos dias donde salto mucha gente en tierra pero jamas podimos aver lengua que todos se fuyeron como gentes temorizadas de los caribes…”. Es difícil imaginar que en esos dos días que estuvieron la bahía de Burenquen, don Cristóbal no se hubiese unido a la gente que bajó a reconocer la isla. La realidad es que lo hizo, como refleja su carta a los Reyes Católicos que aparece en el “Libro copiador”. En esta Colón describió una aldea que observó en la isla:

“Aquí vi yo mui buenas casas y adornamientos, en el camino de algunas dellas, de rredes y de cañas, de una parte y de otra de camino, que salían de las casas fasta la mar al luengo, y allí adonde fazían fin, en la playa, tenían un entretexido cadafalso como açutea sobrel camino, casi en manera de puerta, y de tam perfecto lavor que en Valençia sería bien açebto”.

Es notable como la descripción del Almirante corresponde a las aldeas aborígenes de Amazonia. Ahora, existía un elemento adicional que obligaba al Almirante a desembarcar en la isla.

Posesión

Para reclamar cualquier territorio, tanto para Castilla como para sí mismo, Colón estaba obligado a tomar posesión de este. Esto era un formulismo legal que llevaba toda una ceremonia, indispensable para la mentalidad europea de la época. Aunque no quedó registrado como se hizo en “Sant Juan Baptista”, Colón describió como lo hizo en “La Galana”. El proceso en Burenquen debió de ser muy similar a lo que escribió el Almirante:

“…y desçindí en la tierra con mucha jente, con una vandera rreal, y en el lugar más idóneo, con pendón y alta voz e escrivanos e testigos, nuevamente torné a tomar posesien nombre de Vuestras Altezas, rreplicando los autos de la mesma posesión del año pasado; de la qual, no obstante, nuevamente tomava, llamando si alguien lo contradeçia. Y nombré esta isla La Galana…

Partida

Después de descansar y reaprovisionarse de alimentos y sobre todo agua la flota colombina abandonó la isla. La descripción de la partida que hizo Cuneo fue sumamente escueta: “En la isla mencionada [Boluchen] descansamos, y de ella salimos el 21…”. El relato de Álvarez Chanca fue un poco más detallado, y contiene una sorpresa:

“…desta ysla sobredicha partimos vna madrugada e aquel dia antes que fuese noche ovimos vista de tierra la cual tampoco hera conoçida de ninguno de los que avian venido el otro viaje pero por las nuevas de las yndias que trayamos sospechamos que hera la española en la qual agora estamos. entre esta ysla e la otra de buriquen pareçia de lexos otra avnque no era grande [probablemente Mona]…”

Como podemos apreciar, la isla que unas líneas antes había llamado “Boluchen”, ahora Cuneo la llamó Buriquen. Esta práctica, que una palabra apareciera escrita de una forma para que luego reapareciera escrita de forma diferente en otra parte del mismo documento, era muy común en la época. De hecho, esta es una de las razones por las cuales Nebrija creó su Gramática de la lengua castellana.

Por su parte, el almirante Colón escribió, “Dexo esta ysla de Sant Juan, y torno a tomar el comienço de La Ysabela [La Española], después de aver dexado algunas otras y no yndinas de memoria…”. Colón partió para nunca regresar.

La intervención de Cristóbal Colón en la historia de Puerto Rico había terminado.

Bibliografía

Álvarez Chanca, Diego. “Carta del doctor Chanca al cabildo de Sevilla sobre el segundo viaje de Cristóbal Colón. (Colección documental del descubrimiento (1470-1506). (Real Academia de la Historia, Bilbao, 1994, 504-520) [1493]” reproducido en Alegría, Ricardo E., Editor. Documentos Históricos de Puerto Rico, volumen I: 1493-1516. San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2009.

Casas, Bartolomé de las. Historia de las Indias, tomo I. Caracas: Editorial Ayacucho, 1986.

Colón, Cristóbal. “Archivo General de Indias, Sevilla. Libro copiador de Cristóbal Colón, fol. 4/9. Carta-relación de Cristóbal Colón a los reyes, sobre el segundo viaje y el asentamiento en la isla Española. (Colección documental del descubrimiento (1470-1506), 523-538)” reproducido en Alegría, Ricardo E., Editor. Documentos Históricos de Puerto Rico, volumen I: 1493-1516. San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2009.

Colón, Fernando. Historia del Almirante Don Cristóbal Colón en la cual se da particular y verdadera relación de su vida y de sus hechos…, primer volumen. Madrid: Imprenta de Tomás Minuesa, 1892.

Cuneo, Miguel de. “Carta de Miguel de Cuneo a Gerónimo Annari. (Traducción de Marisa Vannini de Gerulewicz).” [Saona, 15 de octubre de 1495] reproducido en Alegría, Ricardo E., Editor. Documentos Históricos de Puerto Rico, volumen I: 1493-1516 (San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2009).

De Orbe novo Petri Martyris ab Anglería mediolanen sis Protonotarii Cesaris Senatoris decades, cum privilegio Imperiali. Compluti apud Micha eles Eguia Anno MDXXX.

Martyr D’Anghera, Peter. De Orbe Novo: The Eight Decades of Peter Martyr D’Anghera, translated from the Latin with Notes and Introduction by Francis Augustus MacNutt, in two volumes, Volume One. New York: G. P. Putnam’s Sons, 1912.

Tió, Aurelio. Dr. Diego Álvarez Chanca (estudio biográfico), publicaciones de la Asociación Médica de Puerto Rico. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña y Universidad Interamericana de Puerto Rico, 1966.

Réplica de La Niña en el  Muelle de las Carabelas, La Rabida, Palos de la Frontera en Huelva.


miércoles, 3 de noviembre de 2021

Prólogo a El Judío Mayagüezano: Vida y obra de Luis Bravo Pardo

Prólogo a El Judío Mayagüezano: Vida y obra de Luis Bravo Pardo
Pablo L. Crespo Vargas

La aportación de los judíos al acervo cultural e histórico puertorriqueño es uno de los temas de la microhistoria que más están llamando la atención en los últimos años. La publicación de Los judíos en Puerto Rico por el Museo de San Juan en 2005, aunque con varios años realizando exposiciones relacionadas al tema, y la publicación de El Tallit escondido: la presencia sefardita en Puerto Rico, por Ana Alicea en 2017, fueron esenciales para que diversos interesados en el tema y en los estudios genealógicos comenzaran a buscar sus raíces judías y la aportación de sus ascendentes a nuestro desarrollo como sociedad.

La historia del pueblo israelita es una fascinante y llena de eventos donde se demuestra la tenacidad de este grupo étnico en sobrevivir en unos ambientes hostiles y de persecución. El estigma dentro del mundo cristiano hacia los judíos, producto de la creencia arraigada en occidente de que fueron los culpables de la muerte de Jesucristo y no los romanos (como reseñan varios historiadores contemporáneos), provocó que surgieran cientos de persecuciones a través de toda Europa. La más famosa y sangrienta ocurrió en el siglo XX, cuando se promueve de manera estatal el genocidio de este grupo en la Alemania nazi, entre 1933 a 1945. Sin embargo, los judíos son perseguidos y masacrados sistemáticamente desde la entrada del poder romano en la región del actual Israel para el año 63 a.C.

En la Europa medieval los judíos fueron expulsados de diversos países o regiones tales como los principados alemanes (1159, 1348, 1510, 1551), Francia (1182, 1306, 1321, 1394), Inglaterra (1290), Hungría (1349, 1360), Austria (1421), Provenza (1430), Castilla y Aragón (1492), Portugal (1497), entre otros. Las masacres y persecuciones ocurrían por periodos. Lo curioso de todo esto era que mientras que eran perseguidos por la población en general, quienes respondían a los llamados de la nobleza, los reyes y oficiales reales los utilizaban como fuentes de financiamiento a sus políticas gubernamentales. Para muchos estudiosos, el poder financiero de los judíos no tenía comparación, situación que llevó a la envidia y al maltrato de otros súbditos hacia ellos.

En la era moderna (siglos XVI a XVIII), la situación de los judíos no mejoró, aunque pudieron establecer diversas comunidades en distintas partes de Europa, siendo el reino de Polonia una de las áreas donde mayores libertades tuvieron. Con la Revolución Francesa, los judíos comenzaron a obtener derechos ciudadanos en diversos países. Ya en 1871, la mayoría de las naciones europeas, con la excepción del Imperio Ruso, habían acogido a la población de origen judío como parte de su ciudadanía. Por un lado, obtuvieron los derechos que por mérito propio se merecían, por el otro lado, surgió un sentimiento en contra de ellos que fue llamado antisemitismo.

El antisemitismo era justificado con teorías absurdas tales como que los judíos eran una raza inferior. Por ello, los judíos fueron nuevamente perseguidos, acción que entre 1855 a 1938 provocó nuevas oleadas migratorias que llevaron a cientos de miles de familias a buscar refugio en el Nuevo Mundo, Sudáfrica y hasta en Tierra Santa. Este último destino fue promovido por Theodor Herzl, húngaro de origen judío, fundador del sionismo político moderno, quien argumentaba que la única forma de darle estabilidad y seguridad a los judíos era creando su propia nación, lo cual ocurrió en 1948.

La grandiosidad de las obras y actividades en la que los judíos se han destacado puede ser medida en diversas maneras. Una de ellas es ver la gran cantidad de premios Nóbel adjudicados a este grupo poblacional. Se estima que sobre el 20% de los individuos premiados son de origen judío. Esto contrasta con su relación demográfica a la población mundial, la cual está en cerca del 0.2%. Estos datos nos permiten ver como los judíos demuestran una capacidad de adaptación en la mayoría de las situaciones a las que se enfrentan. Un excelente ejemplo de lo antes mencionado es la vida y obra de don Luis Bravo Pardo, biografía redactada por el profesor Héctor Bravo Vick.

Bravo Vick es bisnieto del biografiado y fue profesor y decano de la facultad de administración comercial de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez. Es autor de otras obras tales como El supervisor efectivo en Puerto Rico (2006) y La Casa Amarilla de amor y de lágrimas (2016). Su amor por conocer la genealogía de su familia y la curiosidad de poder entender sus raíces lo llevaron a investigar y publicar esta obra.

Aunque, de entrada, el trabajo parece ser uno enmarcado en el estudio biográfico, también incluye metodología de la llamada microhistoria y presenta aportaciones muy valiosas en la llamada historia global. Esto último al examinar la trayectoria de don Luis Bravo Pardo se puede trazar su relación con los cambios geopolíticos que se estaban dando a finales del siglo XIX y principios del XX, a la vez que se incluye una visión de cómo fue el recorrido histórico del pueblo judío personificado en nuestro protagonista.

Un ejemplo de los cambios históricos a los que Bravo Pardo estuvo expuesto fue el ocurrido en la ciudad de Altona y que muy bien presenta el autor de la biografía. Don Luis Bravo Pardo nació en esta ciudad en 1836, que en ese momento era parte del Reino de Dinamarca. Altona surge como un poblado del condado alemán de Holstein-Pinneberg en 1535-1537. En 1640, dado a que la línea de sucesión del condado desaparece, los monarcas daneses reclaman el territorio y la ciudad. Desde ese momento hasta la Guerra de los Ducados en 1864, donde Dinamarca se enfrentó y fue derrotada por una coalición de estados alemanes dirigidos por Prusia y Austria, la ciudad pasó a manos de Prusia que, en 1871, crea el Imperio Alemán. En 1938, la ciudad de Altona es integrada a Hamburgo como uno de sus distritos.

Regresando a la obra, el autor Bravo Vick redactó un escrito biográfico donde presenta dos aspectos fundamentales para entender la vida del biografiado: el trasfondo histórico donde se desarrolló y los hechos que marcaron su existencia. El trasfondo lo tituló “Antecedentes históricos” y en él dedicó cuatro subtemas muy apremiantes en este relato: historia del pueblo judío, los sefarditas, genealogía de la familia Bravo Pardo e historia de Mayagüez. El segundo apartado es titulado “El judío mayagüezano: vida y obra de Luis Bravo Pardo” y se subdivide en orígenes, educación, vida familiar, labor comercial, labor política, filantrópica y sociocultural.

En fin, la obra es una aportación no solamente a la historia familiar de los Bravo Pardo, sino que contribuye a la historiografía mayagüezana y puertorriqueña, presentando las aportaciones de un judío que es ejemplo de la trayectoria de su pueblo, a la vez que nos lleva a entender la tenacidad con la que un individuo puede afrontar las vicisitudes que la vida le da y aun demostrar que se puede ser exitoso promoviendo prosperidad y siendo ejemplo a toda la comunidad.  

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jueves, 14 de octubre de 2021

Ana de Mena: una bruja caribeña en el siglo XVII

Ana de Mena: una bruja caribeña en el siglo XVII
Pablo L. Crespo Vargas
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Ana de Mena: de Puerto Rico a La Habana

Ana de Mena nació cerca de 1608 en la Isla de San Juan Bautista, hoy día conocida como Puerto Rico. A los veinte años, el 25 de junio de 1628, es juzgada por primera vez en un juicio o auto de fe del Santo Oficio (L. 1020, 288Bis). En ese momento, el escribano obvió su estatus social, el cual conocemos porque fue especificado en una segunda comparecencia al tribunal inquisitorial, el 26 de marzo de 1633, donde se menciona que era una mulata libre (L. 1020, 367v).[1] Los legajos de su juicio no han sido encontrados, posiblemente fueron devorados por las llamas cuando el edificio del Santo Oficio en Cartagena de Indias, Nueva Granada, actual Colombia fue atacado por los patriotas de la ciudad, como parte de la guerra de independencia, en 1811.

Sobre Ana de Mena, entendemos que llegó y se estableció desde muy joven (por las condiciones que discutiremos más adelante) en La Habana, Cuba. Acción que nos confirma el alto grado de movilidad existente en las Antillas y el Caribe de aquel entonces. En este caso en particular, vemos cómo una mulata nacida en Puerto Rico terminó viviendo en esta isla vecina y, posteriormente, con el desarrollo de su proceso de fe, viajó y residió en Cartagena de Indias, siendo ambos puertos de gran importancia para la región caribeña y antillana

La Habana, que desde 1592 llevaba el título de ciudad, era el último puerto por visitar y lugar de reunión de la flota española antes de partir hacia Sevilla con los tesoros y riquezas que se habían destinado para este fin. Según el fraile carmelita Antonio Vázquez de Espinosa (1954, 94-96) en su recorrido por esta ciudad, para los años 1621 y 1622, se describe un puerto concurrido, con unos 1,200 vecinos, sin contar familiares y esclavos, a los que se le sumaba una población flotante de marineros, militares y aventureros.

En el análisis que realiza el historiador cubano Isabelo Macías Domínguez (1978, 21), se estima una población permanente para la primera década del siglo XVII de unos 5,950 individuos, entre ellos, 3,000 esclavos. Al sumarse la población flotante, los números se duplicaban. Todo esto convertía a La Habana en el lugar ideal para establecer cualquier tipo de negocio e industria. De la misma forma que esclavistas, mercaderes y aventureros percibieron a esta ciudad como el lugar idóneo para comenzar sus negocios, los practicantes de las artes mágicas (hechiceras, magos, adivinos, entre otros) vieron una oportunidad de progresar. Tanto fue así que La Habana, y Cuba de manera general, entre 1610 a 1632 fue el lugar de residencia del 24.4% de los procesados por supersticiones en el tribunal inquisitorial de Cartagena de Indias (Crespo, 2013, 228).

En el caso de las hechiceras, como Ana de Mena, las probabilidades eran varias. Ana debió desarrollarse preparando conjuros, pociones, adivinando el futuro, leyendo cartas y dando consejos. Las artes mágicas podían ser utilizadas para un sinfín de asuntos, tanto benéficos como maléficos (Russell, 2017, Gregor, 1972, Robbins, 1971 y Lea, 1957). No obstante, hubo tres áreas que eran rentables económicamente: los males de amor (problemas amorosos o sentimentales), la búsqueda del conocimiento oculto o de personas u objetos perdidos (adivinación), y el conseguir beneficios en los juegos de azar (Crespo, 2013, 209). La sociedad era una muy supersticiosa y los conocedores de las artes mágicas aprovechaban esto para mejorar su situación social y económica.

Primer proceso inquisitorial

El primer proceso del Santo Oficio en contra de Ana de Mena culminó el 25 de junio de 1628. Ese día el tribunal inquisitorial de Cartagena de Indias celebró un auto de fe en la iglesia catedral de la ciudad donde se presentaron once causas o juicios (L. 1020, 286-300v). Los autos de fe se realizaban de manera pública, aunque conocemos de casos que fueron de manera privada y a escondidas (L. 1020), ya que las autoridades solo permitían a una pequeña cantidad de testigos y estos estaban relacionados con el acusado. El acto público se podía realizar en la plaza o en la iglesia. Los autos realizados en la plaza tendían a ser de gran pompa, extravagantes y eran todo un espectáculo dirigido a las masas. Su implicación social era demostrar la majestuosidad y la grandeza de la institución (Pérez, 1984, 265). Para los extranjeros, específicamente para los que consideraban a España como un país enemigo, era una actividad tenebrosa y representativa del fanatismo religioso (Kamen, 1985, 243). En el caso de Cartagena de Indias, José Toribio Medina (1899, 82-91) detalla los pormenores que implicaron la realización del primer auto de fe en la ciudad el 2 de febrero de 1614. La celebración de tan fastuoso espectáculo demostró un gran derroche de dinero, por lo cual la mayoría de los autos de fe fueron realizados en la iglesia catedral. Esto nos lleva a pensar que la supuesta riqueza indiana era más un asunto de óptica e interpretación. Debemos ver que una de las quejas de los inquisidores en Cartagena de Indias fue la falta de recursos (Medina, 1899).

El proceso de Ana de Mena comenzó unos meses antes, cuando fue acusada ante las autoridades inquisitoriales de La Habana por dieciséis individuos; acción que provocó su arresto y traslado a Cartagena de Indias. El día del auto de fe, su causa fue la quinta traída al púlpito. Para ello, se comenzó con la presentación de la joven rea. Se indicó su procedencia, su edad y composición racial. Luego, se mencionaron las acusaciones y el número de testigos, pero nunca se indicaban los nombres de estos ya que era parte de la metodología inquisitorial, la cual llamaban el secreto. El secreto era, posiblemente, la característica institucional de mayor peso en la inquisición. Su mayor virtud, desde el punto de vista inquisitorial, era mantener la sacralidad del proceso. No obstante, para los detractores de la inquisición era muestra del deseo de impunidad y arbitrariedad de parte del sistema y de los inquisidores (Bennassar, 1984 y Galván, 2001).  

En el auto de fe de Ana de Mena, se indicó que la joven había confesado y aceptado lo que se consideraba, por parte de la inquisición, eran sus pecados. Su sentencia espiritual fue una abjuración leve o de levi. En otras palabras, demostró arrepentimiento de una falla menor. Veamos cuáles fueron. Los testigos imputaron que Ana utilizaba las yerbas para ritos mágicos dirigidos al bienquerer, la búsqueda de secretos y del conocimiento futuro (del porvenir o destino de sus clientes). Como parte de estos ritos, también realizó suertes y conjuros, donde demostraba, según los testigos, la utilización de procedimientos mágicos (L. 1020, 288Bis-288Bisv).

Ahora bien, ¿Qué son las suertes y los conjuros? Las suertes son definidas como “las inmemorables ceremonias y ritos de hechizo o maleficio” (Spleandianni, vol. 4, 54). En el caso de los conjuros, estos son prácticas mágicas donde se utilizan oraciones y cuyo fin es obtener algún beneficio o lanzar un maleficio (Spleandianni, vol. 4, 41). Según podemos notar, ambos términos tienden a ser parecidos, no obstante, se diferencian en que las suertes tienden a ser más estructuradas que los conjuros, ya que implican una especie de ceremonia de mayor complejidad que la utilizada en los conjuros 

Sobre las suertes que se le achacaban, las cuales son mencionadas, pero no redactadas en su totalidad en las actas, estaban: la del huevo con la oración de San Juan, la de medir el brazo, la de las habas, la de san Zebrián, la de santa Marta y la del cedazo. Añaden que Ana de Mena tenía el poder de hacer bailar a una escoba y que sus suertes y conjuros la habían llevado a adivinar situaciones desconocidas para sus clientes. La suerte de Santa Marta y la oración de San Juan eran utilizada para que los amigos (o posibles amores) regresaran. Entre los conjuros se encontraban: el del umbral de la puerta, el de la piedra imán, el de la estrella, la cual ella reverenciaba y adoraba, y otro que decía: “besuete, besuete como Cristo cochavete (sic)”. Algunos conjuros que realizaba iban invocados a demonios. Por ejemplo, el conjuro al señor compadre donde el primer pecado realizado con un amigo (posible acto sexual) era dedicado a los seres maléficos. Otros conjuros considerados diabólicos eran el de San Erasmo y uno que comenzaba “con dos te miro”. En todos ellos se promovía el que una persona se enamorara perdidamente y conviviera con otra (L. 1020, 288Bis.-288Bis.v.).

Lo interesante de todo, no era que Ana de Mena supiera conjuros y maleficios o que a su corta edad fuera bien reconocida, sino que era considerada una maestra de hechiceras y que la mayoría de sus hechizos dieran los resultados esperados tal como confirmaron los testigos y la misma acusada. Para los inquisidores, esta mulata nacida en la Isla de San Juan Bautista: “parecía saber cuántas supersticiones y sortilegios la malicia humana había inventado” (L. 1020, 288Bis.v).

Durante el proceso fue necesario utilizar un “curador” o persona encargada a asistir a los menores de edad durante un juicio inquisitorial o legal ya que Ana de Mena no era considerada adulta (L. 1020, 288Bis.v.). Según la tradición jurídica castellana establecida en el códice de leyes redactado y aplicado desde 1265 (fecha aproximada) por una comisión del monarca Alfonso X, llamado Siete Partidas, y continuada en el Ordenamiento (leyes) de Alcalá de Henares de 1358, la mayoría de edad jurídica en los reinos castellanos era de veinte y cinco años (Rodríguez Otero, 2013).

La sentencia de este primer juicio fue que Ana de Mena saliera en el auto de fe con insignias de hechicera, que abjurase de levi (abjuración leve), que fuese traída a la vergüenza y el destierro de los obispados de Cartagena de Indias y de La Habana por un periodo de cinco años (AHN, Inq., L.1020, 288Bis.v).

Durante los procesos inquisitoriales, los reos sentenciados debían vestir unos símbolos o insignias que los identificaban con el crimen por el cual habían sido acusados. Por tanto, Ana de Mena utilizaría una insignia de hechicera por el tiempo designado. De ella no hacerlo se atenía a ser procesada nuevamente, pero con agravantes ya que se consideraba una falta mayor el no acatar la decisión del Tribunal.

La abjuración era una condena que demostraba que el convicto estaba arrepentido de su pecado y que se comprometía a no reincidir. La abjuración estaba dividida en tres categorías: abjurado “en forma”, levi (leve) y vehementi (grave). La abjuración formal implicaba declaración de culpabilidad y confesión del reo. La abjuración leve era dada por un delito no grave o cuando era la primera vez que el acusado cometía su falta. La abjuración grave (vehementi) era utilizada para delitos más complejos y de un nivel de peligrosidad mayor para la sociedad o cuando el reo era reincidente. Una persona acusada en dos ocasiones por el mismo delito podía ser declarado relapso y entregado al brazo secular (a las autoridades civiles) para ser ejecutado (Jiménez Monteserín, 1984, 184-217). Debemos indicar que no necesariamente se seguían los estatutos tal cómo se estipulaban ya que varios acusados fueron reincidentes teniendo la abjuración de vehementi en su primer juicio y esto no implicó su ejecución.

En el caso de Ana de Mena, el delito de hechicería era uno menos grave dado a que la Inquisición española lo catalogaba como una falta por creencias supersticiosas y no implicaba un peligro para el estado. Las brujas de Zugarramurdi en 1610 (Henningsen, 1983) y los procesos en Cartagena de Indias en contra de Paula de Eguiluz en 1624 y 1634 (Maya, 2003) son las mayores representaciones que se tienen para entender que los delitos relacionados con las prácticas supersticiosas, desde el punto de vista castellano, eran atendidos con menor severidad en comparación con otros delitos dentro de la misma institución y con los procedimientos ocurridos en contra de creencias supersticiosa en otras regiones y tribunales de Europa Occidental. La acusación a Paula de Eguiluz fue una muy peculiar ya que fue el proceso de brujería más sonado y estudiado de los acontecidos en Cartagena de Indias. En todo sentido, la Inquisición española demostró ser un mecanismo estatal dirigido a aplacar los peligros que la monarquía afrentaba en su vida como institución, siendo los judaizantes, los protestantes y los islámicos su mayor foco de atención.

La pena de vergüenza pública que recibió Ana de Mena fue aplicada de la siguiente forma: la rea fue llevada a la plaza pública; allí comenzaba un recorrido, montada en un burro, por distintas calles de la ciudad, donde se exponía, no solamente a su identificación como hechicera, sino que era vejada por el pueblo llano, el cual veía esta situación como un momento de desahogo ante todas las incidencias que pasaban.

Para cumplir con el destierro, Ana de Mena debía abandonar el territorio de la diócesis de Cartagena de Indias y no podía regresar al obispado de La Habana por un periodo de cinco años. El destierro siempre implicaba la zona donde estaba enclavado el tribunal que había procesado al reo y la región de donde provenía este. Los destierros rara vez se cumplían ya que, en muchas ocasiones, como fue este caso, se pueden encontrar que los acusados por un delito reincidían en la misma comarca donde fueron procesados inicialmente. Ana de Mena decidió permanecer en la zona de Cartagena de Indias ya que esta representaba una gama de posibilidades para su desarrollo como, dirían en nuestro tiempo, “empresaria” de las artes mágicas.

Segundo proceso inquisitorial

El 26 de marzo de 1633, cuatro años, nueve meses y un día luego de su presentación en auto de fe, Ana de Mena es traída a la iglesia mayor de Cartagena de Indias para la culminación de un segundo proceso. Aunque no se indica su edad, debía estar rondando los veinte y cinco años, por lo cual, ya era, jurídicamente hablando, mayor de edad (L. 1020, 314).

Este segundo caso fue realizado con la testificación de tres mujeres, una de ellas menor de veinte y cinco años, pero mayor de veinte y dos años. A Ana Mena se le acusaba de realizar sortilegios, suertes y conjuros, de hechicera y de invocadora del demonio. Sobre esto último se indica que en una noche llamó a tres demonios, uno de ellos identificado como el diablo Cojuelo, a quien le prometió consagrarle el primer bocado que comiese o el primer pecado que realizara. Entre los conjuros mencionados están el de San Erasmo, el del cedazo, el del “palmo y estrella” y el del “señor compadre”, este último para invocar a los demonios. Entre las suertes mencionadas estaba la de las habas y la del cedazo (en la documentación es repetida tanto para los conjuros como para las suertes). También utilizaba la oración de Santa Marta y, por último, se le acusaba de hechizar (ligar) personas (L. 1020, 314-314v).

Estando presa y conociendo que su causa iba a ser realizada por brujería, Ana de Mena, acepta haber cometido las faltas que se le imputaban, incluyendo la invocación a los demonios, aunque indicó que nunca tuvo un pacto con este, lo cual hubiese sido un agravante en su contra (L. 1020, 314v, 367v). Para los inquisidores, el determinar si la persona realizó algún pacto con el demonio era uno de los indicadores de que el acusado era practicante de brujería.

La brujería, al ser considerada por las autoridades como un crimen de mayor gravedad a la hechicería, podía acarear penas funestas, aparte de que el reo terminaba siendo estigmatizado. Muchos de los acusados por supersticiones procuraban evitar el que fueran procesados por este delito. En nuestra tradición hispana, las diferencias entre ambas categorías son palpables, mientras que en otras culturas ambos términos son sinónimo. Por ejemplo, para el mundo anglosajón, especialmente dentro de la antropología moderna, los términos witchcraft y sorcery son similares (Russell, 2017; Gregor, 1972; y Robbins, 1971). Desde los tiempos a los que hacemos referencia, la brujería y la hechicería presentaban características distintas.

Por un lado, la brujería era considerada un delito mayor ya que implicaba adoración al demonio. Su práctica colectiva provoca juntas y sectas. Su culto es contrario al cristiano y por ello se podrían realizar prácticas que son consideradas prohibidas, tales como: el asesinato, la antropomorfia, las orgías sexuales (entre otras actividades consideradas por el cristianismo como contra naturales), la destrucción de bienes colectivos y cosechas, la desaparición de ganado y el sacrificio humano. En general, se consideraba que la brujería buscaba perpetuar el mal y adorar al demonio de la misma forma que los cristianos adoran a Dios (Crespo, 2013 y 2014; Lisón, 1992; Cordete, 1990; y Blázquez, 1985).

Por otro lado, la hechicería era la práctica de ritos mágicos por individuos que trabajaban enmarcados en las creencias que seguía la población en general, que en este caso era la cristiana. La hechicería se diversificaba en varias ramas como el curanderismo, la adivinación y el sortilegio, entre otros (Lisón, 1992; Cordete, 1990; y Blázquez, 1985). Estas prácticas se desarrollaban en el espacio urbano e implicaban, en una gran cantidad de ocasiones, un beneficio económico para los que la trabajaban. Por lo general, no se desarrollaban cultos específicos ni se representaban como contrarios a la fe oficial. No obstante, el uso de la magia y las supersticiones eran un agravante que la inquisición no podía dejar pasar desapercibido dado a la implicación religiosa que representaban.      

La mención del diablo Cojuelo durante el segundo auto de fe de Ana de Mena estableció un atenuante que pudo llevar a los inquisidores a pensar en una condena mucho más severa, incluso, se pudo sentenciar a Ana a la hoguera. No obstante, el diablo Cojuelo merece una mención especial dentro de la demonología castellana. Este demonio no era un personaje del todo tenebroso, sino todo lo contrario, una burla a las creencias supersticiosas de la época (Delpech, 2004). El diablo Cojuelo, dentro del folclor castellano, más que un ser malévolo era uno ignorante, chistoso y travieso que cualquier hombre podía vencer. Esta visión está claramente establecida en la obra de Luis Vélez de Guevara (1641), titulada El diablo Cojuelo: Novela de la otra vida.

En el auto de fe, Ana de Mena fue presentada con hábito de media aspa. Su abjuración fue vehementi y su condena fue la de recibir 200 azotes, destierro por seis años y la confiscación de la tercera parte de sus bienes, aunque según el informe no tenía ninguno. De hecho, se indica que la joven estuvo alimentándose con los fondos del real fisco mientras estuvo encarcelada (L. 1020, 313-313v., 367v.).

Luego de este acontecimiento no se tiene conocimiento de otras acciones documentadas sobre Ana de Mena. Sin embargo, dado a la gran movilidad existente en ese periodo histórico no nos sorprendería que Ana de Mena haya terminado en algún otro poblado viviendo de lo que mejor podía hacer: hechizos y sortilegios para aquellos que no estaban complacidos con las contestaciones espirituales que brindaba la religiosidad oficial. Por tales razones, Medina (1899) nos habla constantemente sobre la queja de los inquisidores por no contar con el recurso humano, menos económico, para cubrir toda la jurisdicción del tribunal inquisitorial de Cartagena de Indias, la cual abarcaba el territorio de Nueva Granada, la provincia de Venezuela, el Caribe hispano y llegaba hasta el obispado de Nicaragua, en total, una extensión de casi mil quinientos kilómetros cuadrados.  

Otros casos en la historiografía puertorriqueña

En la historiografía puertorriqueña son pocos los casos documentados, pero antes que Ana de Mena hubo otras personas que se dedicaron a promover la magia para variados fines. Anterior a los procesos descritos en este artículo, se dio el caso del juicio de tres supuestas brujas africanas quemadas por el obispo de Puerto Rico, Nicolás Ramos, entre 1591 y 1592 y que fue presentado por Cayetano Coll y Toste (1916, III, 48-49). Esta acusación es muy llamativa en dos aspectos. Primero, las tres mujeres africanas posiblemente mantenían culto a sus deidades ancestrales, acción que fue mal interpretada como adoración al demonio y que provocó el que fueran enviada a la hoguera. Segundo, Nicolás Ramos se atribuyó funciones de inquisidor ordinario y de manera excesiva mandó a ejecutar a tres personas que bajo un juicio inquisitorial hubieran sido condenadas a una pena menor. A todas luces, Nicolás Ramos, quien al siguiente año fue nombrado obispo de la diócesis de Santo Domingo, no conocía el procedimiento inquisitorial ni los objetivos de este, desde el punto de vista de la corona. No obstante, es una muestra más de cómo el fanatismo religioso afectó la vida de seres humanos que simplemente pensaban y actuaban distinto. Posiblemente, Ana de Mena corrió mejor suerte, aunque nunca lo sabremos ya que su historia ha quedado en la oscuridad luego de su segundo juicio.

Conclusión

El uso y conocimiento de las artes mágicas siempre ha sido un elemento indispensable en la religiosidad del ser humano. El caso de Ana de Mena es solo una muestra de cómo ciertas costumbres en el siglo XVII eras vistas como extrañas y distintas, aunque una gran parte de la población las utilizaba y buscaba beneficiarse de ellas. Ana de Mena, como muchas otras mujeres de su época, optaron por desarrollar una serie de prácticas que la oficialidad no aceptaba y que eran vistas como contrarias al orden establecido, para susbsistir. El caso de las tres africanas quemadas por el obispo Ramos, aunque distinto al de Ana de Mena, nos presenta el aspecto del fanatismo religioso que algunos líderes utilizaron para adelantar sus agendas y que llevaron a que muchas vidas se perdieran.

Ambos acontecimientos se diferencian en la forma en que se manifestaron las supuestas artes mágicas. Por un lado, las tres africanas ejecutadas sufrieron esta pena por el hecho de seguir unas creencias ancestrales traídas desde sus tierras nativas. Estas creencias eran consideradas en el mundo cristiano de la época como diabólicas y malignas, aunque para sus practicantes representaban todo lo contrario. Por otro lado, en el caso de Ana de Mena, nacida dentro de una misma sociedad, y adaptada a las creencias dominantes, utilizó el conocimiento mágico (el cual se transmite de una generación a otra), y el poco arraigo en la población de una religiosidad oficial, para sacar provecho a un conocimiento que no todos dominaban, pero que la mayoría de la población seguía, dado a su inclinación hacia las supersticiones. Ana de Mena desarrolló su mundo mágico utilizando las mismas creencias cristianas, las cuales eran el resultado de prácticas sincréticas y antiguas, para poder crear un modo de vida sustentable en una sociedad donde lo mágico tenía un sitial.

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[1] Al momento no tenemos documentación que nos indique si nació libre o si obtuvo esta condición en algún momento anterior al segundo juicio. En muchas ocasiones en las relaciones de fe la información tiende a ser omitida, ya que estas son un resumen de los procesos inquisitoriales, aunque se encuentran casos que por su relevancia y amplitud son detallados de manera minuciosa.

Ficha bibliográfica del artículo: Pablo L. Crespo Vargas, “Ana de Mena: una bruja caribeña en el siglo XVII”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, 3ª serie, núm. 14, diciembre 2020, pp. 8-17.


Linda maestra, Capricho #68
Colección de Francisco Goya
c. 1799