jueves, 14 de octubre de 2021

Ana de Mena: una bruja caribeña en el siglo XVII

Ana de Mena: una bruja caribeña en el siglo XVII
Pablo L. Crespo Vargas
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Ana de Mena: de Puerto Rico a La Habana

Ana de Mena nació cerca de 1608 en la Isla de San Juan Bautista, hoy día conocida como Puerto Rico. A los veinte años, el 25 de junio de 1628, es juzgada por primera vez en un juicio o auto de fe del Santo Oficio (L. 1020, 288Bis). En ese momento, el escribano obvió su estatus social, el cual conocemos porque fue especificado en una segunda comparecencia al tribunal inquisitorial, el 26 de marzo de 1633, donde se menciona que era una mulata libre (L. 1020, 367v).[1] Los legajos de su juicio no han sido encontrados, posiblemente fueron devorados por las llamas cuando el edificio del Santo Oficio en Cartagena de Indias, Nueva Granada, actual Colombia fue atacado por los patriotas de la ciudad, como parte de la guerra de independencia, en 1811.

Sobre Ana de Mena, entendemos que llegó y se estableció desde muy joven (por las condiciones que discutiremos más adelante) en La Habana, Cuba. Acción que nos confirma el alto grado de movilidad existente en las Antillas y el Caribe de aquel entonces. En este caso en particular, vemos cómo una mulata nacida en Puerto Rico terminó viviendo en esta isla vecina y, posteriormente, con el desarrollo de su proceso de fe, viajó y residió en Cartagena de Indias, siendo ambos puertos de gran importancia para la región caribeña y antillana

La Habana, que desde 1592 llevaba el título de ciudad, era el último puerto por visitar y lugar de reunión de la flota española antes de partir hacia Sevilla con los tesoros y riquezas que se habían destinado para este fin. Según el fraile carmelita Antonio Vázquez de Espinosa (1954, 94-96) en su recorrido por esta ciudad, para los años 1621 y 1622, se describe un puerto concurrido, con unos 1,200 vecinos, sin contar familiares y esclavos, a los que se le sumaba una población flotante de marineros, militares y aventureros.

En el análisis que realiza el historiador cubano Isabelo Macías Domínguez (1978, 21), se estima una población permanente para la primera década del siglo XVII de unos 5,950 individuos, entre ellos, 3,000 esclavos. Al sumarse la población flotante, los números se duplicaban. Todo esto convertía a La Habana en el lugar ideal para establecer cualquier tipo de negocio e industria. De la misma forma que esclavistas, mercaderes y aventureros percibieron a esta ciudad como el lugar idóneo para comenzar sus negocios, los practicantes de las artes mágicas (hechiceras, magos, adivinos, entre otros) vieron una oportunidad de progresar. Tanto fue así que La Habana, y Cuba de manera general, entre 1610 a 1632 fue el lugar de residencia del 24.4% de los procesados por supersticiones en el tribunal inquisitorial de Cartagena de Indias (Crespo, 2013, 228).

En el caso de las hechiceras, como Ana de Mena, las probabilidades eran varias. Ana debió desarrollarse preparando conjuros, pociones, adivinando el futuro, leyendo cartas y dando consejos. Las artes mágicas podían ser utilizadas para un sinfín de asuntos, tanto benéficos como maléficos (Russell, 2017, Gregor, 1972, Robbins, 1971 y Lea, 1957). No obstante, hubo tres áreas que eran rentables económicamente: los males de amor (problemas amorosos o sentimentales), la búsqueda del conocimiento oculto o de personas u objetos perdidos (adivinación), y el conseguir beneficios en los juegos de azar (Crespo, 2013, 209). La sociedad era una muy supersticiosa y los conocedores de las artes mágicas aprovechaban esto para mejorar su situación social y económica.

Primer proceso inquisitorial

El primer proceso del Santo Oficio en contra de Ana de Mena culminó el 25 de junio de 1628. Ese día el tribunal inquisitorial de Cartagena de Indias celebró un auto de fe en la iglesia catedral de la ciudad donde se presentaron once causas o juicios (L. 1020, 286-300v). Los autos de fe se realizaban de manera pública, aunque conocemos de casos que fueron de manera privada y a escondidas (L. 1020), ya que las autoridades solo permitían a una pequeña cantidad de testigos y estos estaban relacionados con el acusado. El acto público se podía realizar en la plaza o en la iglesia. Los autos realizados en la plaza tendían a ser de gran pompa, extravagantes y eran todo un espectáculo dirigido a las masas. Su implicación social era demostrar la majestuosidad y la grandeza de la institución (Pérez, 1984, 265). Para los extranjeros, específicamente para los que consideraban a España como un país enemigo, era una actividad tenebrosa y representativa del fanatismo religioso (Kamen, 1985, 243). En el caso de Cartagena de Indias, José Toribio Medina (1899, 82-91) detalla los pormenores que implicaron la realización del primer auto de fe en la ciudad el 2 de febrero de 1614. La celebración de tan fastuoso espectáculo demostró un gran derroche de dinero, por lo cual la mayoría de los autos de fe fueron realizados en la iglesia catedral. Esto nos lleva a pensar que la supuesta riqueza indiana era más un asunto de óptica e interpretación. Debemos ver que una de las quejas de los inquisidores en Cartagena de Indias fue la falta de recursos (Medina, 1899).

El proceso de Ana de Mena comenzó unos meses antes, cuando fue acusada ante las autoridades inquisitoriales de La Habana por dieciséis individuos; acción que provocó su arresto y traslado a Cartagena de Indias. El día del auto de fe, su causa fue la quinta traída al púlpito. Para ello, se comenzó con la presentación de la joven rea. Se indicó su procedencia, su edad y composición racial. Luego, se mencionaron las acusaciones y el número de testigos, pero nunca se indicaban los nombres de estos ya que era parte de la metodología inquisitorial, la cual llamaban el secreto. El secreto era, posiblemente, la característica institucional de mayor peso en la inquisición. Su mayor virtud, desde el punto de vista inquisitorial, era mantener la sacralidad del proceso. No obstante, para los detractores de la inquisición era muestra del deseo de impunidad y arbitrariedad de parte del sistema y de los inquisidores (Bennassar, 1984 y Galván, 2001).  

En el auto de fe de Ana de Mena, se indicó que la joven había confesado y aceptado lo que se consideraba, por parte de la inquisición, eran sus pecados. Su sentencia espiritual fue una abjuración leve o de levi. En otras palabras, demostró arrepentimiento de una falla menor. Veamos cuáles fueron. Los testigos imputaron que Ana utilizaba las yerbas para ritos mágicos dirigidos al bienquerer, la búsqueda de secretos y del conocimiento futuro (del porvenir o destino de sus clientes). Como parte de estos ritos, también realizó suertes y conjuros, donde demostraba, según los testigos, la utilización de procedimientos mágicos (L. 1020, 288Bis-288Bisv).

Ahora bien, ¿Qué son las suertes y los conjuros? Las suertes son definidas como “las inmemorables ceremonias y ritos de hechizo o maleficio” (Spleandianni, vol. 4, 54). En el caso de los conjuros, estos son prácticas mágicas donde se utilizan oraciones y cuyo fin es obtener algún beneficio o lanzar un maleficio (Spleandianni, vol. 4, 41). Según podemos notar, ambos términos tienden a ser parecidos, no obstante, se diferencian en que las suertes tienden a ser más estructuradas que los conjuros, ya que implican una especie de ceremonia de mayor complejidad que la utilizada en los conjuros 

Sobre las suertes que se le achacaban, las cuales son mencionadas, pero no redactadas en su totalidad en las actas, estaban: la del huevo con la oración de San Juan, la de medir el brazo, la de las habas, la de san Zebrián, la de santa Marta y la del cedazo. Añaden que Ana de Mena tenía el poder de hacer bailar a una escoba y que sus suertes y conjuros la habían llevado a adivinar situaciones desconocidas para sus clientes. La suerte de Santa Marta y la oración de San Juan eran utilizada para que los amigos (o posibles amores) regresaran. Entre los conjuros se encontraban: el del umbral de la puerta, el de la piedra imán, el de la estrella, la cual ella reverenciaba y adoraba, y otro que decía: “besuete, besuete como Cristo cochavete (sic)”. Algunos conjuros que realizaba iban invocados a demonios. Por ejemplo, el conjuro al señor compadre donde el primer pecado realizado con un amigo (posible acto sexual) era dedicado a los seres maléficos. Otros conjuros considerados diabólicos eran el de San Erasmo y uno que comenzaba “con dos te miro”. En todos ellos se promovía el que una persona se enamorara perdidamente y conviviera con otra (L. 1020, 288Bis.-288Bis.v.).

Lo interesante de todo, no era que Ana de Mena supiera conjuros y maleficios o que a su corta edad fuera bien reconocida, sino que era considerada una maestra de hechiceras y que la mayoría de sus hechizos dieran los resultados esperados tal como confirmaron los testigos y la misma acusada. Para los inquisidores, esta mulata nacida en la Isla de San Juan Bautista: “parecía saber cuántas supersticiones y sortilegios la malicia humana había inventado” (L. 1020, 288Bis.v).

Durante el proceso fue necesario utilizar un “curador” o persona encargada a asistir a los menores de edad durante un juicio inquisitorial o legal ya que Ana de Mena no era considerada adulta (L. 1020, 288Bis.v.). Según la tradición jurídica castellana establecida en el códice de leyes redactado y aplicado desde 1265 (fecha aproximada) por una comisión del monarca Alfonso X, llamado Siete Partidas, y continuada en el Ordenamiento (leyes) de Alcalá de Henares de 1358, la mayoría de edad jurídica en los reinos castellanos era de veinte y cinco años (Rodríguez Otero, 2013).

La sentencia de este primer juicio fue que Ana de Mena saliera en el auto de fe con insignias de hechicera, que abjurase de levi (abjuración leve), que fuese traída a la vergüenza y el destierro de los obispados de Cartagena de Indias y de La Habana por un periodo de cinco años (AHN, Inq., L.1020, 288Bis.v).

Durante los procesos inquisitoriales, los reos sentenciados debían vestir unos símbolos o insignias que los identificaban con el crimen por el cual habían sido acusados. Por tanto, Ana de Mena utilizaría una insignia de hechicera por el tiempo designado. De ella no hacerlo se atenía a ser procesada nuevamente, pero con agravantes ya que se consideraba una falta mayor el no acatar la decisión del Tribunal.

La abjuración era una condena que demostraba que el convicto estaba arrepentido de su pecado y que se comprometía a no reincidir. La abjuración estaba dividida en tres categorías: abjurado “en forma”, levi (leve) y vehementi (grave). La abjuración formal implicaba declaración de culpabilidad y confesión del reo. La abjuración leve era dada por un delito no grave o cuando era la primera vez que el acusado cometía su falta. La abjuración grave (vehementi) era utilizada para delitos más complejos y de un nivel de peligrosidad mayor para la sociedad o cuando el reo era reincidente. Una persona acusada en dos ocasiones por el mismo delito podía ser declarado relapso y entregado al brazo secular (a las autoridades civiles) para ser ejecutado (Jiménez Monteserín, 1984, 184-217). Debemos indicar que no necesariamente se seguían los estatutos tal cómo se estipulaban ya que varios acusados fueron reincidentes teniendo la abjuración de vehementi en su primer juicio y esto no implicó su ejecución.

En el caso de Ana de Mena, el delito de hechicería era uno menos grave dado a que la Inquisición española lo catalogaba como una falta por creencias supersticiosas y no implicaba un peligro para el estado. Las brujas de Zugarramurdi en 1610 (Henningsen, 1983) y los procesos en Cartagena de Indias en contra de Paula de Eguiluz en 1624 y 1634 (Maya, 2003) son las mayores representaciones que se tienen para entender que los delitos relacionados con las prácticas supersticiosas, desde el punto de vista castellano, eran atendidos con menor severidad en comparación con otros delitos dentro de la misma institución y con los procedimientos ocurridos en contra de creencias supersticiosa en otras regiones y tribunales de Europa Occidental. La acusación a Paula de Eguiluz fue una muy peculiar ya que fue el proceso de brujería más sonado y estudiado de los acontecidos en Cartagena de Indias. En todo sentido, la Inquisición española demostró ser un mecanismo estatal dirigido a aplacar los peligros que la monarquía afrentaba en su vida como institución, siendo los judaizantes, los protestantes y los islámicos su mayor foco de atención.

La pena de vergüenza pública que recibió Ana de Mena fue aplicada de la siguiente forma: la rea fue llevada a la plaza pública; allí comenzaba un recorrido, montada en un burro, por distintas calles de la ciudad, donde se exponía, no solamente a su identificación como hechicera, sino que era vejada por el pueblo llano, el cual veía esta situación como un momento de desahogo ante todas las incidencias que pasaban.

Para cumplir con el destierro, Ana de Mena debía abandonar el territorio de la diócesis de Cartagena de Indias y no podía regresar al obispado de La Habana por un periodo de cinco años. El destierro siempre implicaba la zona donde estaba enclavado el tribunal que había procesado al reo y la región de donde provenía este. Los destierros rara vez se cumplían ya que, en muchas ocasiones, como fue este caso, se pueden encontrar que los acusados por un delito reincidían en la misma comarca donde fueron procesados inicialmente. Ana de Mena decidió permanecer en la zona de Cartagena de Indias ya que esta representaba una gama de posibilidades para su desarrollo como, dirían en nuestro tiempo, “empresaria” de las artes mágicas.

Segundo proceso inquisitorial

El 26 de marzo de 1633, cuatro años, nueve meses y un día luego de su presentación en auto de fe, Ana de Mena es traída a la iglesia mayor de Cartagena de Indias para la culminación de un segundo proceso. Aunque no se indica su edad, debía estar rondando los veinte y cinco años, por lo cual, ya era, jurídicamente hablando, mayor de edad (L. 1020, 314).

Este segundo caso fue realizado con la testificación de tres mujeres, una de ellas menor de veinte y cinco años, pero mayor de veinte y dos años. A Ana Mena se le acusaba de realizar sortilegios, suertes y conjuros, de hechicera y de invocadora del demonio. Sobre esto último se indica que en una noche llamó a tres demonios, uno de ellos identificado como el diablo Cojuelo, a quien le prometió consagrarle el primer bocado que comiese o el primer pecado que realizara. Entre los conjuros mencionados están el de San Erasmo, el del cedazo, el del “palmo y estrella” y el del “señor compadre”, este último para invocar a los demonios. Entre las suertes mencionadas estaba la de las habas y la del cedazo (en la documentación es repetida tanto para los conjuros como para las suertes). También utilizaba la oración de Santa Marta y, por último, se le acusaba de hechizar (ligar) personas (L. 1020, 314-314v).

Estando presa y conociendo que su causa iba a ser realizada por brujería, Ana de Mena, acepta haber cometido las faltas que se le imputaban, incluyendo la invocación a los demonios, aunque indicó que nunca tuvo un pacto con este, lo cual hubiese sido un agravante en su contra (L. 1020, 314v, 367v). Para los inquisidores, el determinar si la persona realizó algún pacto con el demonio era uno de los indicadores de que el acusado era practicante de brujería.

La brujería, al ser considerada por las autoridades como un crimen de mayor gravedad a la hechicería, podía acarear penas funestas, aparte de que el reo terminaba siendo estigmatizado. Muchos de los acusados por supersticiones procuraban evitar el que fueran procesados por este delito. En nuestra tradición hispana, las diferencias entre ambas categorías son palpables, mientras que en otras culturas ambos términos son sinónimo. Por ejemplo, para el mundo anglosajón, especialmente dentro de la antropología moderna, los términos witchcraft y sorcery son similares (Russell, 2017; Gregor, 1972; y Robbins, 1971). Desde los tiempos a los que hacemos referencia, la brujería y la hechicería presentaban características distintas.

Por un lado, la brujería era considerada un delito mayor ya que implicaba adoración al demonio. Su práctica colectiva provoca juntas y sectas. Su culto es contrario al cristiano y por ello se podrían realizar prácticas que son consideradas prohibidas, tales como: el asesinato, la antropomorfia, las orgías sexuales (entre otras actividades consideradas por el cristianismo como contra naturales), la destrucción de bienes colectivos y cosechas, la desaparición de ganado y el sacrificio humano. En general, se consideraba que la brujería buscaba perpetuar el mal y adorar al demonio de la misma forma que los cristianos adoran a Dios (Crespo, 2013 y 2014; Lisón, 1992; Cordete, 1990; y Blázquez, 1985).

Por otro lado, la hechicería era la práctica de ritos mágicos por individuos que trabajaban enmarcados en las creencias que seguía la población en general, que en este caso era la cristiana. La hechicería se diversificaba en varias ramas como el curanderismo, la adivinación y el sortilegio, entre otros (Lisón, 1992; Cordete, 1990; y Blázquez, 1985). Estas prácticas se desarrollaban en el espacio urbano e implicaban, en una gran cantidad de ocasiones, un beneficio económico para los que la trabajaban. Por lo general, no se desarrollaban cultos específicos ni se representaban como contrarios a la fe oficial. No obstante, el uso de la magia y las supersticiones eran un agravante que la inquisición no podía dejar pasar desapercibido dado a la implicación religiosa que representaban.      

La mención del diablo Cojuelo durante el segundo auto de fe de Ana de Mena estableció un atenuante que pudo llevar a los inquisidores a pensar en una condena mucho más severa, incluso, se pudo sentenciar a Ana a la hoguera. No obstante, el diablo Cojuelo merece una mención especial dentro de la demonología castellana. Este demonio no era un personaje del todo tenebroso, sino todo lo contrario, una burla a las creencias supersticiosas de la época (Delpech, 2004). El diablo Cojuelo, dentro del folclor castellano, más que un ser malévolo era uno ignorante, chistoso y travieso que cualquier hombre podía vencer. Esta visión está claramente establecida en la obra de Luis Vélez de Guevara (1641), titulada El diablo Cojuelo: Novela de la otra vida.

En el auto de fe, Ana de Mena fue presentada con hábito de media aspa. Su abjuración fue vehementi y su condena fue la de recibir 200 azotes, destierro por seis años y la confiscación de la tercera parte de sus bienes, aunque según el informe no tenía ninguno. De hecho, se indica que la joven estuvo alimentándose con los fondos del real fisco mientras estuvo encarcelada (L. 1020, 313-313v., 367v.).

Luego de este acontecimiento no se tiene conocimiento de otras acciones documentadas sobre Ana de Mena. Sin embargo, dado a la gran movilidad existente en ese periodo histórico no nos sorprendería que Ana de Mena haya terminado en algún otro poblado viviendo de lo que mejor podía hacer: hechizos y sortilegios para aquellos que no estaban complacidos con las contestaciones espirituales que brindaba la religiosidad oficial. Por tales razones, Medina (1899) nos habla constantemente sobre la queja de los inquisidores por no contar con el recurso humano, menos económico, para cubrir toda la jurisdicción del tribunal inquisitorial de Cartagena de Indias, la cual abarcaba el territorio de Nueva Granada, la provincia de Venezuela, el Caribe hispano y llegaba hasta el obispado de Nicaragua, en total, una extensión de casi mil quinientos kilómetros cuadrados.  

Otros casos en la historiografía puertorriqueña

En la historiografía puertorriqueña son pocos los casos documentados, pero antes que Ana de Mena hubo otras personas que se dedicaron a promover la magia para variados fines. Anterior a los procesos descritos en este artículo, se dio el caso del juicio de tres supuestas brujas africanas quemadas por el obispo de Puerto Rico, Nicolás Ramos, entre 1591 y 1592 y que fue presentado por Cayetano Coll y Toste (1916, III, 48-49). Esta acusación es muy llamativa en dos aspectos. Primero, las tres mujeres africanas posiblemente mantenían culto a sus deidades ancestrales, acción que fue mal interpretada como adoración al demonio y que provocó el que fueran enviada a la hoguera. Segundo, Nicolás Ramos se atribuyó funciones de inquisidor ordinario y de manera excesiva mandó a ejecutar a tres personas que bajo un juicio inquisitorial hubieran sido condenadas a una pena menor. A todas luces, Nicolás Ramos, quien al siguiente año fue nombrado obispo de la diócesis de Santo Domingo, no conocía el procedimiento inquisitorial ni los objetivos de este, desde el punto de vista de la corona. No obstante, es una muestra más de cómo el fanatismo religioso afectó la vida de seres humanos que simplemente pensaban y actuaban distinto. Posiblemente, Ana de Mena corrió mejor suerte, aunque nunca lo sabremos ya que su historia ha quedado en la oscuridad luego de su segundo juicio.

Conclusión

El uso y conocimiento de las artes mágicas siempre ha sido un elemento indispensable en la religiosidad del ser humano. El caso de Ana de Mena es solo una muestra de cómo ciertas costumbres en el siglo XVII eras vistas como extrañas y distintas, aunque una gran parte de la población las utilizaba y buscaba beneficiarse de ellas. Ana de Mena, como muchas otras mujeres de su época, optaron por desarrollar una serie de prácticas que la oficialidad no aceptaba y que eran vistas como contrarias al orden establecido, para susbsistir. El caso de las tres africanas quemadas por el obispo Ramos, aunque distinto al de Ana de Mena, nos presenta el aspecto del fanatismo religioso que algunos líderes utilizaron para adelantar sus agendas y que llevaron a que muchas vidas se perdieran.

Ambos acontecimientos se diferencian en la forma en que se manifestaron las supuestas artes mágicas. Por un lado, las tres africanas ejecutadas sufrieron esta pena por el hecho de seguir unas creencias ancestrales traídas desde sus tierras nativas. Estas creencias eran consideradas en el mundo cristiano de la época como diabólicas y malignas, aunque para sus practicantes representaban todo lo contrario. Por otro lado, en el caso de Ana de Mena, nacida dentro de una misma sociedad, y adaptada a las creencias dominantes, utilizó el conocimiento mágico (el cual se transmite de una generación a otra), y el poco arraigo en la población de una religiosidad oficial, para sacar provecho a un conocimiento que no todos dominaban, pero que la mayoría de la población seguía, dado a su inclinación hacia las supersticiones. Ana de Mena desarrolló su mundo mágico utilizando las mismas creencias cristianas, las cuales eran el resultado de prácticas sincréticas y antiguas, para poder crear un modo de vida sustentable en una sociedad donde lo mágico tenía un sitial.

Referencias

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[1] Al momento no tenemos documentación que nos indique si nació libre o si obtuvo esta condición en algún momento anterior al segundo juicio. En muchas ocasiones en las relaciones de fe la información tiende a ser omitida, ya que estas son un resumen de los procesos inquisitoriales, aunque se encuentran casos que por su relevancia y amplitud son detallados de manera minuciosa.

Ficha bibliográfica del artículo: Pablo L. Crespo Vargas, “Ana de Mena: una bruja caribeña en el siglo XVII”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, 3ª serie, núm. 14, diciembre 2020, pp. 8-17.


Linda maestra, Capricho #68
Colección de Francisco Goya
c. 1799


viernes, 8 de octubre de 2021

Introducción a la Inquisición en el Caribe, 1610-1632

INTRODUCCIÓN A LA INQUISICIÓN EN EL CARIBE, 1610-1632
Pablo L. Crespo Vargas

La Inquisición española es una de las instituciones históricas que más llama la atención a los estudiosos e investigadores de la historia. Las obras, los artículos, los ensayos y demás tipos de estudios que se han realizado sobre ella son innumerables.[1] Las actitudes que se asumen hacia esta institución, sean de tipo apologético o difamatorio, son muestra del fervor que este tema pueda concebir.

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Para la población, el interés es aún mayor; más cuando en el llamado Mundo Occidental, la Inquisición, contrario a la realidad histórica, es vista como una sola institución. La Inquisición, para muchos, es sinónimo de barbarie, persecución, abuso y sobre todo intolerancia. Palabras como el secreto, los tormentos, la relajación, la hoguera y la caza de brujas llegan a la mente cuando se menciona este tema. Todo esto, producto de la mentalidad creada por los sistemas político y económico contemporáneos que buscan diferenciarse de antiguas instituciones o sistemas a los que consideran obsoletos.

El Santo Oficio en España era una institución de carácter medieval que, fundada en 1478, duró unos 356 años, sobrepasando en edad a la propia Era Moderna. Esto motiva a los historiadores a cuestionar cómo una institución, de la que se piensa que tuvo una visión sanguinaria y opresiva, pudo durar tanto tiempo. Algunas preguntas que pueden generarse son: ¿Cómo fue posible que el pueblo español fuera partícipe de esta institución? ¿Por qué, tal como sucedió con otras inquisiciones regionales, la española no cayó producto de su propio sistema de opresión?

Una de las razones para que no se diera su abolición con anterioridad fue su alto grado de organización burocrático.[2] Esta institución pudo, como ninguna otra, adaptarse a los cambios históricos y modificar su estructura, a tal punto, que se mantuvo funcional ante una diversidad de hechos que incluyeron un cambio de casa real en España (de los Austria a los Borbones). Entre los cambios estructurales que desarrolló estuvieron las redacciones de instrucciones que estandarizaron los distintos procedimientos inquisitoriales y que dieron cabida al desarrollo de un sistema de auditorías que prevenía parte de los abusos cometidos durante los primeros años de la Inquisición española.

En cuanto al sistema de auditoría interno, existían dos formas que se utilizaron para generalizar y poder cuidar la pureza de los procedimientos, a la vez que se trataba de evitar los abusos que muchos inquisidores querían cometer. La primera de ellas era el mantener control total desde un organismo gubernativo llamado Consejo de la Suprema (la Suprema). Allí se remitieron los procesos que cada tribunal regional realizaba y se pasaba juicio sobre la severidad de estos. La Suprema tenía control total sobre las decisiones tomadas en los tribunales subordinados.[3]

La redacción de duplicados de la documentación inquisitorial era un requisito para todos los tribunales porque estos se veían obligados a remitirlas a la Suprema. Este aspecto dio paso a que una gran cantidad de los documentos se resguardara, estando disponible para los historiadores contemporáneos.

La segunda forma de auditorías era realizada por las famosas visitas de inspección. En ellas, el inquisidor general designaba a una persona para visitar cada uno de los tribunales regionales. Su misión era auditar las distintas facetas administrativas y procesales de estos. Estas visitas no tenían duración fija, por lo cual podían durar años en un solo tribunal. El uso de esta estrategia ayudaba a mantener a los inquisidores locales pendientes a no excederse en sus mandatos como defensores de la fe.

La Inquisición española, desde nuestro punto de vista actual, puede ser considerada una institución obsoleta, absolutistas y de carácter represivo que no se adapta a las condiciones de vida democráticas y liberales de nuestro tiempo. Sin embargo, lo que nosotros consideramos retrógrado e intolerante era para la comunidad hispánica de su tiempo uno de los instrumentos más eficaces para mantener la fe.[4]

Durante la Edad Media, los católicos, que eran la inmensa mayoría de la población castellana, vieron con recelo como otros grupos minoritarios, tales como judíos y moros, se adjudicaban las ganancias económicas en una sociedad donde las minorías controlaban los poderes financieros (judíos) y agrícola-pecuarios (moros) del sistema socio-económico peninsular.[5] La Corona castellana y aragonesa, utilizando a la Inquisición como instrumento de coacción, no había terminado de erradicar la supuesta amenaza judaizante o morisca, cuando aparecieron nuevas corrientes heréticas que eran vistas con desasosiego por los supuestos males que representaban. Este es el caso de los protestantes y en menor grado de las sectas de alumbrados o místicos que creían establecer contacto directo con Dios mediante visiones y otras experiencias sensoriales.[6]

Ante toda esta gama de supuestas herejías, en Europa se desarrollaron otras manifestaciones que llegaron a la actual España, pero que no motivaron las pasiones que se dieron en el resto del continente. Entre ellas estaban las llamadas creencias supersticiosas, en especial las relacionadas con la brujería y la hechicería.[7] En ambas se presumía que la persona practicante establecía pacto explícito o implícito con el demonio, figura que se contraponía a Dios por el poder y control del ser humano.

Con la llegada de Cristóbal Colón a las tierras de América y el inicio de la conquista y colonización de las llamadas Indias, la Inquisición fue uno de las instituciones que fueron trasbordadas a las nuevas tierras. Allí realizó la misma función peninsular; la de ser un instrumento de control social a beneficio de la Corona.

La Inquisición española se caracterizó por la redacción de una gran cantidad de documentos de diverso carácter: administrativos, financieros, jurídicos y procesales. Solamente en el Archivo Histórico Nacional español, localizado en Madrid, existen unos 1,450 libros y 5,344 legajos.[8] A estos habría que sumarles los cientos de documentos que han sido archivados en las diversas regiones, tanto en España como en otros países, donde se implementó esta institución.

Todo esto convierte a la Inquisición española en una de las instituciones mejor documentadas para la realización de diversos tipos de estudios. Las posibilidades de investigación son infinitas. Entre los temas que se pueden trabajar y que tocan la propia Inquisición española están: las diversas herejías que se dieron en España y sus territorios, la organización de la institución, la interacción de esta con las otras dependencias de la Corona española, entre otros. Otros temas de carácter más general y que darían una gran aportación a la historia universal pueden ser los estudios demográficos, de género, de sexualidad, de las mentalidades, el uso de los mecanismos de poder y otras investigaciones de tendencia antropológica.

Con toda una gama de opciones, la existencia de temas de investigación tiende a ser abarcadora. Para los historiadores esto representa grandes posibilidades de estudio. En el caso de España, a finales del siglo XX hubo un despertar en el interés referente a los temas inquisitoriales.[9] Sin embargo, el estudio sobre la Inquisición en América es considerada un área que no ha sido explorada con la energía que se ha trabajado en Europa.[10]

Sobre las supersticiones, debemos mencionar que es uno de los temas que más interés ha generado en las últimas décadas en Europa y Norteamérica. Es por ello, que vemos una gran cantidad de publicaciones de carácter histórico, antropológico, social y cultural que van destinadas a llenar ciertas inquietudes del tema.

Teniendo en cuenta, que la Inquisición española fue una de las instituciones que se encargó de vigilar y procesar a los individuos por sus creencias supersticiosas, sería lógico enmarcarnos en el estudio de este tema tomando como base la documentación de uno de sus tribunales. El tribunal inquisitorial escogido fue el de Cartagena de Indias. Este tribunal cuenta con tres peculiaridades que nos interesa. Primero, fue el tribunal inquisitorial que mantuvo jurisdicción sobre los territorios hispanos en la cuenca del Caribe. Segundo, fue uno de los tribunales inquisitoriales con mayor cantidad de enjuiciados por delitos relacionados con las supersticiones. Tercero, es el tribunal regional del Santo Oficio en América que menos se ha estudiado.[11]

Estos tres factores nos adentran a visualizar la documentación inquisitorial de Cartagena de Indias como una de valor incalculable que está llena de datos que nos ayudaría a entender la idiosincrasia de los grupos poblacionales que predominaron étnicamente la zona caribeña.

En esta obra, estaremos analizando las supersticiones de la sociedad colonial hispanocaribeña. Sociedad que es el resultado de la mezcla de una diversidad de culturas que incluye: a los peninsulares, que a su vez se subdividían en una clase dominante y en otra común; a los negros, tanto bozales como ladinos, esclavos como libre, que provenían de distintos grupos étnicos, cada uno de ellos con un trasfondo cultural diferente[12]; y a los amerindios, que constituían una inmensa mayoría poblacional, pero que eran relegados a un último plano de la sociedad[13].

Con el asentamiento de los peninsulares surgió una población criolla. Así mismo se desarrollaron las llamadas castas. Estas fueron producto del mestizaje al que se vieron inmersos los primeros tres grupos antes mencionados. Junto al mestizaje genético hubo un mestizaje cultural que fue abonando al desarrollo de ideas y creencias que no necesariamente eran las oficiales.[14] Esto a su vez, motivó a que las autoridades gubernamentales utilizaran su mejor mecanismo de control: la Inquisición. No obstante, como ya se ha mencionado, las supersticiones eran la menor de las preocupaciones de fe que tenían los inquisidores. Aun así, en el Tribunal de Cartagena de Indias se vieron en la obligación de manejar una sociedad que, mayoritariamente, cometía herejías gracias a un alto grado de creencias supersticiosas que hoy día deberían ser estudiadas para poder entender la diversidad cultural de la región.


[1] José Martínez Millán: La Inquisición española, Madrid, Alianza Editorial, 2009, 10.

[2] Sobre la organización estructural del Santo Oficio en España véase a José L. González Novalín: “Reorganización valdesiana de la Inquisición española” en Joaquín Pérez Villanueva (dir.), Historia de la Inquisición en España y América, I, Madrid, Centro de Estudios Inquisitoriales, 1984, 613-647.

[3] Sobre el origen de la Suprema véase a José Antonio Escudero: “Los orígenes del Consejo de la Suprema Inquisición” en Ángel Alcalá et al., Inquisición Española y mentalidad inquisitorial, Barcelona, Ariel, 1984, 81-122.

[4] Gustav Henningsen: El abogado de las brujas: Brujería vasca e Inquisición española, Madrid, Alianza Editorial, 1983, 44.

[5] Bartolomé Escandell Bonet: “El contexto sociopolítico de la aparición de la Inquisición española moderna” en Pérez Villanueva (dir.), Historia de la Inquisición…, I, 270.

[6] Sobre los alumbrados, véase a Antonio Márquez: Los alumbrados: orígenes y filosofía, 1525-1559, Madrid, Taurus, 1972, 23-25, 58-63, 178-194.

[7] Las supersticiones pueden ser vistas como creencias irracionales producto de la ignorancia o el miedo a las cosas desconocidas. Las supersticiones son tan antiguas como el propio ser humano. Según Brian Levack (ed.): Articles on Witchcraft, Magic and Demonology, I, New York, Garland Publishing, 1992, vii, a partir del siglo XV se dio en Europa un movimiento en contra de los practicantes de la brujería y la hechicería por parte de las autoridades eclesiásticas y políticas de distintos países, como resultado se dieron persecuciones en masa que llevaron a que sobre cien mil personas fuera procesadas y la mitad de ellas ejecutada.

[8] Virgilio Pinto Crespo, “Los depósitos de papeles inquisitoriales, los archivos nacionales españoles” en Pérez Villanueva (dir.), Historia de la Inquisición…, I, 61.

[9] Joaquín Pérez Villanueva, “La historiografía de la Inquisición” en Pérez Villanueva (dir.), Historia de la Inquisición…, I, 3.

[10] Manuel Ballestero Gaibrois: “La historiografía de la Inquisición en las Indias” en Pérez Villanueva (dir.), Historia de la Inquisición…, I, 42.

[11] Manuel Tejado Fernández: “La ampliación del dispositivo: Fundación del Tribunal de Cartagena de Indias” en Pérez Villanueva (dir.), Historia de la Inquisición…, I, 991.

[12] Los negros bozales eran los esclavos traídos directamente desde África (no conocían la lengua ni la cultura hispana). Los ladinos eran negros que ya habían pasado por el proceso de aculturación (vivieron o nacieron en la península Ibérica).

[13] Un ejemplo claro del valor mínimo que tenían los indios para los conquistadores lo encontramos en una carta fechada el 6 de marzo de 1622 (Archivo Histórico Nacional en Madrid, Inq., L. 1009, ff. 281-282v.), donde el Inquisidor le indica a la Suprema que no se podían emplear indios como sustitutos de los esclavos en las minas porque estos eran considerados incapaces de realizar obras sencillas, gracias a su alto grado de torpeza, les faltaba racionalidad y se les veía “como caballos”. En otras palabras, el indio era visto inferior al negro esclavo.

[14] La interacción entre los distintos grupos poblacionales llevó a que se desarrollara una amalgama étnica y cultural que promovió que el Caribe fuera una de las regiones más diversas de América.

lunes, 4 de octubre de 2021

Coloqueos de octubre 2021 a febrero 2022

 Coloqueos de octubre 2021 a febrero 2022


Enlaces a los vídeos en youtube de Coloqueos ICP, programa de difusión cultural , que se transmite los martes y jueves a las 7PM. Los episodios en vivo se transmite a través del FB Live del Instituto de Cultura Puertorriqueña y se utiliza la plataforma Zoom. Para ver el listado y los vídeos de los Coloqueos anteriores visite los siguientes enlaces: Coloqueos 1-36 (36 episodios)Coloqueos 37-85 (49 episodios)Coloqueos 86-111 (26 episodios)Coloqueos 112-132 (21 episodios)Coloqueos 133-160 (28 episodios).

Tercera temporada, parte 2: 41 episodios

Coloqueo #201: El Puente de Piedra con Christopher E. Orozco González y María González (jueves, 24 de febrero). https://youtu.be/0eq-c3JnGOE

Coloqueo #200: Presentación de la revista Op. Cit. #25, dedicada a Bernardo Vega y sus memorias (jueves, 24 de febrero). https://youtu.be/UBFxHLAFjKM

Coloqueo #199: Presentación del libro Luci, la niña científica con Wandysel Torres, José Rabelo y Richard Rivera Cardona (jueves, 16 de febrero). https://youtu.be/xfe6GkFWrqg

Coloqueo #198: El caciquismo y la ocupación de los puestos públicos en 1898 con Rafael A. Torrech San Inocencio (martes, 15 de febrero). https://youtu.be/iSzo7bctkoI

Coloqueo #197: Presentación del poemario Un hilo de duda en la saliva; autora: Mirna Estrella Pérez; Premio Nacional Del ICP 2020; presenta Natalia Ortiz Cotto (jueves, 10 de febrero). https://youtu.be/F9FO8pPssTg

Coloqueo #196: Las máquinas de Tapia, Coll y Toste y Palafrugell. Fabulación científica en Puerto Rico con el escritor Rafael Acevedo (martes, 8 de febrero). https://youtu.be/nImpCvv1Q98

Coloqueo #195: Presentación del poemario Versando al amanecer con Ángel R. Sáez. Modera Daryana Rivera (jueves, 3 de febrero). https://youtu.be/UGqLlEyfbp8

Coloqueo #194: El Caribe en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos con José E. Muratti Toro, Jaime Rodríguez Cancel, Mario Cancel y Jorge Rodríguez Beruff (martes, 1 de febrero). https://youtu.be/WDqPrLgwqgQ

Coloqueo #193: Tomás Estrada Palma en el desarrollo del republicanismo en Cuba: 1900-1906 de Bernabé Soto Beltrán (jueves, 27 de enero). https://youtu.be/7Y_cYDJf0Sg

Coloqueo #192: El indio borincano y el rey emperador: un encuentro para la historia 1528 de Miguel Rodríguez López y comentarios de Josué Caamaño Dones (martes, 25 de enero). https://youtu.be/5_M5aFD8iyQ

Coloqueo #191: Activismo femenino y comunitario: Rostros y voces de la Alianza de Mujeres Viequenses con Zaida Torres, Sandra I. Melendez Rosario y Judith Conde Pacheco (jueves, 20 de enero). https://youtu.be/8ZYlpOtMwEU

Coloqueo #190: La Sombra de Papel por Javier Soler, Premio Nacional de Literatura 2020 del ICP, categoría novela; presenta el autor y arquitecto René Duchesne (miércoles, 19 de enero). https://youtu.be/hXE8OoFZPDQ

Coloqueo #189: Los orígenes del anarquismo en Puerto Rico con Jorell Meléndez Badillo (martes, 18 de enero). https://youtu.be/sLuTLraGMYU

Coloqueo #188: Presentación del libro: Anoche te soñé con Haydée Zayas Ramos, Daryana Rivera (martes, 11 de enero). https://youtu.be/BIwoGyF1nJI

Coloqueo #187: Presentación del libro: Escaparate con Ángel Wiso Ortiz Díaz y Bella Martínez (martes, 21 de diciembre). https://youtu.be/5ndffwWqFCI

Coloqueo #186: Coloqueo: Arqueología en Vieques y Culebra con Robert Rabin, Yvonne Narganes, Miguel Rodríguez y Dolly Camareno (jueves, 16 de diciembre). https://youtu.be/ikcODAlV5wI

Coloqueo #185: Mujeres espiritistas en Puerto Rico con Clara Román (martes, 14 de diciembre). https://youtu.be/qNG5ZYNAacA

Coloqueo #184: La trayectoria del artista Miguel Vélez (jueves, 9 de diciembre). https://youtu.be/t39m14SyDQM 

Coloqueo #183: El contexto cultural del flamenco en Puerto Rico con Carlos Bedoya y Paulette Beauchamp (martes, 7 de diciembre). https://youtu.be/t6AyqmXeKVE

Coloqueo #182: 5to Trillo Cultural de Casa Paoli con Néstor Irizarry y varios invitados (sábado, 4 de diciembre). https://youtu.be/6M2aT4J6G3c 

Coloqueo #181: El guía turístico en Puerto Rico con Clemente De Freitas, Andy Rivera y Gabriela Meléndez (jueves, 2 de diciembre). https://youtu.be/sgzkwLxxjeU

Coloqueo #180: La era de la brevedad (presentación de libro) con Editorial Areté Boricua (martes, 30 de noviembre). https://youtu.be/fcJzr9NSkVQ

Coloqueo #179: Taller de Investigaciones Históricas Juan David Hernández con Aida Mendoza (martes, 23 de noviembre). https://youtu.be/Ggyp4kmHbW0

Coloqueo #178: Legado Puertorriqueño en Hollywood: Famosos y olvidados con Miluka Rivera (martes, 23 de noviembre). https://youtu.be/TOuUwB08W8A

Coloqueo #177: Jornada Académica Campechada 2021 desde la Universidad Albizu en el Viejo San Juan con Aida Mendoza, Pedro Reina, Jaime Rodríguez Cancel y Miguel Rodríguez (sábado, 20 de noviembre). https://youtu.be/n7qrK7EYCTA

Coloqueo #176: La influencia del Dr. Ricardo Alegría en las artes con Miguel Trelles, Rosalba Rolón y Amneris Morales (jueves, 18 de noviembre). https://youtu.be/VFLhLjeq2Ac

Coloqueo #175: Lanzamiento del Catálogo de Arqueología Indígena en el Museo Casa Blanca en el Viejo San Juan (miércoles, 17 de noviembre). https://youtu.be/w0_16IE1UZE

Coloqueo #174: El vínculo del Dr. Ricardo Alegría con instituciones de arte y activismo con Nitza Tufiño, Irvine MacManus, Patrick Charpenel, Libertad García y Ronnie Billini (martes, 16 de noviembre). https://youtu.be/Sa0GtritTOg

Coloqueo #173: El legado del Dr. Ricardo Alegría en la preservación de la herencia en la diáspora puertorriqueña con Dra. Leticia Rodríguez, Ángel Santini, Teresa Santiago y Lili Santiago-Silva (jueves, 11 de noviembre). https://youtu.be/sUWFnAVWD4Q

Coloqueo #172: La relación del Dr. Ricardo Alegría con la academia y entidades culturales en la diáspora puertorriqueña con Dra. Carmen Febo, Dra. Yarimar Bonilla y Luis Carle (martes, 9 de noviembre). https://youtu.be/pM0WlpVx_MM

Coloqueo #171: El Dr. Ricardo Alegría Gallardo a través de sus historiadores, la Dra. Carmen Dolores Hernández y el Dr. Pedro Reina (jueves, 4 de noviembre). Vídeo

Coloqueo #170: Parir es partirse con Edmaris Carazo y Ana Teresa Toro (martes, 2 de noviembre). Vídeo

Coloqueo #169: Relatos en clave de salsa con Urayoán Enrique, Richard Rivera Cardona y Bella Martínez con un saludo de Robert Téllez (jueves, 28 de octubre). Vídeo

Coloqueo #168: Colección Campeche del ICP con Sheyla Proenza (martes, 26 de octubre). Vídeo

Coloqueo #167: Orígenes, historia y la toponimia de los Barrios de Puerto Rico con Rafael A. Torrech San Inocencio (jueves, 21 de octubre). Vídeo

Coloqueo #166: Presentación del libro: Flotaba sobre sus sueños con Ana Delgado Ramos y Bella Martínez (martes, 19 de octubre). Vídeo

Coloqueo # 165: Modelo cooperativista para el sector cultural y creativo con Heriberto Martínez Otero y Grisell Reyes Núñez (jueves, 14 de octubre). Vídeo

Coloqueo #164: Isla Caribe un viaje por Puerto Rico (martes, 12 de octubre / 7PM). Vídeo

Coloqueo #163: Revista ICP Nº15 | Diáspora Puertorriqueña con Luis M. Rivera, Ana Teresa Toro, Natalia Gulick, María del Mar Caragol Rivera y Amanda Carmona (martes, 12 de octubre). Vídeo

Coloqueo #162: La Colección Fílmica Andrés Nieves en el Archivo Histórico de Vieques con Dr. Robert Rabin, Dra. Caroline Gil, Dr. Juan Carlos Rodríguez y Andrés Nieves (jueves, 7 de octubre). Vídeo

Coloqueo #161: Salsa puertorriqueña en Colombia con Bella Martínez y Robert Téllez (martes, 5 de octubre). Vídeo