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viernes, 27 de junio de 2025

Lajas, los compontes y Romualdo Palacio González

Lajas y los compontes

Pablo L. Crespo Vargas

(artículo publicado en El Post Antillano el 13 de abril de 2024 - artículo actualizado con los datos de Palacio González el 27 de junio de 2025)

Lajas se establece como municipio independiente en 1883; precisamente en un momento de crisis económica, acentuado por el monopolio de los comerciantes peninsulares sobre la economía local. Es en este periodo que surgen grupos de criollos liberales que se organizan para contrarrestar el predominio de los peninsulares. Entre las medidas que tomaron estaba el boicotear los negocios de comerciantes españoles y de quienes apoyaran al gobierno colonial; entre estas asociaciones estaban las que se conocieron como “La Boicotizadora”, “La Torre del Viejo” y “Los Secos”. Mientras esto ocurría, los partidarios del autonomismo puertorriqueño se fueron organizando y creando distintas agrupaciones que representaban el pensamiento liberal de la época. Lajas no fue la excepción, Lidio Cruz Monclova lo identifica como uno de los 49 municipios donde se lograron constituir organizaciones de este fin.

En marzo de 1887, se reúnen los liberales en la ciudad de Ponce en una asamblea donde se estableció el Partido Autonomista Puertorriqueño. Los representantes del área suroeste en la asamblea de autonomistas de Ponce fueron: el Dr. Félix Tió Malaret por Sabana Grande; Dr. Pedro Malaret y Ulises López por San Germán; y el Dr. Luis Aguerrevere por Cabo Rojo, este último, de origen venezolano, eventualmente fue nombrado médico de beneficencia en Lajas. Junto a la delegación sangermeña, se integró Francisco Feliú y Toro, cuya familia se había establecido en Lajas. Propiamente de Lajas, no hubo representante, aunque como ya vimos que sí se constituyó un grupo a favor. Jaime Frank Paganacci establece que una de las razones para que no hubiera representantes lajeños en Ponce era la falta de un pensamiento político maduro en el recién creado municipio.

Luego de la asamblea autonomista, los ánimos entre liberales y el poder colonial aumentaron. Romualdo Palacio González, gobernador de la Isla desde el 23 de marzo de 1887, viendo posibles repercusiones negativas hacia la soberanía española en la colonia, orquesta una política de represión que inició en agosto de ese mismo año y que fue conocida como los compontes. No es hasta octubre que se comienza a sentir en Lajas la represión que tuvieron a cargo el capitán Fernández de Castro y los tenientes José Sánchez Candal y Nemesio Ibern Cuesta.

El primer incidente que ocurre en Lajas fue el allanamiento de la residencia de Francisco Antongiorgi, sangermeño y ciudadano francés, por sus padres, quien tenía una finca en el barrio de Santa Rosa. Al momento de ocurrir la intervención, Antongiorgi se encontraba en San Germán; al conocer que las autoridades lo buscaban se presentó al cuartel de la guardia civil. Allí es detenido y encarcelado, dejado en libertad al día siguiente. Las posibles razones para que las autoridades intervinieran con Antongiorgi fueron dos circunstancias vistas como sospechosas por la guardia civil: (1) la gran cantidad de personas que lo visitaban en su residencia en el barrio Santa Rosa, y (2) el estigma que se tenía sobre extranjeros, especialmente franceses, a quienes se les ligaba con pensamientos políticos de corte liberal.

A Francisco Antongiorgi no se le encontró causa que lo relacionara al movimiento subversivo, no obstante, la guardia civil continuó en su afán de detener y humillar a toda persona relacionada con las ideas liberales. Entre los supuestos conspiradores, residentes o con propiedades en Lajas, estaban: Francisco María Farías, Juan Antonio Farías, José Antonio Sanabria, José Dolores Landrau, Eustaquio Balzac, Tomás Balzac, Rafael L. Ronda y Francisco Vélez Pagán. Se tiene constancia de algunos de los abusos que se perpetraron contra estos liberales. Por ejemplo, Francisco María Farías fue torturado, al igual que Francisco Vélez Pagán, aunque este último también fue azotado; José Dolores Landrau, periodista de profesión, fue golpeado tan fuerte que sufrió dislocación de una de sus extremidades, como si esto fuera poco, tuvo que caminar encadenado desde Lajas hasta San Germán.

Los abusos del gobernador Palacio González fueron tantos, que las quejas de algunos puertorriqueños llegaron hasta España, provocando que Palacio González fuera destituido de su cargo en noviembre de 1887. Lamentablemente, y como ya Jaime Frank Paganacci había comentado, el sentido de lealtad de algunos lajeños era tal, que sin mirar las atrocidades que se habían cometido aún abogaban ante la propia Reina Regente para que el gobernador Palacio González no fuera removido de su puesto. Los incondicionales lajeños fueron Pedro Ascaso, Augusto Caimaré, Leoncio Portela, Vicente Tomey, José Noriega, Juan Costa, Celestino García, José Rodríguez, Laureano Rodríguez, Domingo Almodóvar, Luis Almodóvar y Benito Crespo, quienes tuvieron la arrogancia de indicar sobre Palacio González que este era un “dignísimo patricio y bravo y celoso militar que había descubierto la horrible, tenebrosa y jamás oída conjuración tendente a destruir el Imperio español en estas apartadas regiones”.

Fragmento editado del libro de Pablo L. Crespo Vargas, Lajas, desde los amerindios hasta el siglo XIX: historia, cultura y sociedad de un pueblo (Lajas: Surcando la Historia, Inc., 2014).

Referencias:

Alcalá Perálvarez, Juan M. “Romualdo Palacio, el General Componte”. En https://juanmalcala.es/getafe/el-general-componte/ publicado el 15 y 16 de junio de 2012 (artículo en dos partes), consultado el 27 de junio de 2025.

Archivo Histórico Nacional (Madrid), Ultramar, leg. 5125

Cruz Monclova, Lidio. Historia del año 1887. Río Piedras: Editorial Universitaria, 1970.

Frank Paganacci, Jaime. “El componte en mi región”, en Mario F. Pagán, Historia de Lajas: 1883-1983. Mayagüez: Negrón Martín, 1983.

Pagán, Mario F. Historia de Lajas: 1883-1983. Mayagüez: Negrón Martín, 1983.

Imagen de Romualdo Palacio González
Obtenida en Wikimedia Commons

Algunos datos sobre el general Romualdo Palacio González

·         Nace en Málaga (España) el 8 de febrero de 1827 y muere en Getafe (España) el 7 de septiembre de 1908.

·         Participó entre 1859 a 1860 en la Guerra de África (guerra hispano-marroquí).

·         En 1868, participó en la Revolución Gloriosa en contra de la reina Isabel II.

·         Se destacó en las guerras Carlistas del 1869 a 1876.

·         Gobernador de Puerto Rico de enero a noviembre de 1887. Los abusos y atropellos que realizó en los llamados compontes promovieron su destitución.

·         En 1892 fue nombrado director general de la Guardia Civil.

·         En 1906 se retira de la vida pública.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

El aporte historiográfico del Primer Congreso Histórico-Cultural Canario

El aporte historiográfico del Primer Congreso Histórico-Cultural Canario

Pablo L. Crespo Vargas

El miércoles, 16 de octubre de 2019, en el Museo y Centro de Estudios Humanísticos Dra. Josefina Camacho de la Nuez, Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Gurabo, se celebró el Primer Congreso Histórico-Cultural Canario, titulado Redefiniendo la aportación de las Islas Canarias a Puerto Rico. El fin de la actividad fue concientizar sobre las contribuciones culturales provenientes de las Islas Canarias y que hoy son parte de nuestra puertorriqueñidad. Los organizadores también buscaban reconectar las contribuciones histórico-culturales isleñas, como se le conoce a los canarios, con el Puerto Rico actual. Los gestores de este evento fueron la Asociación Puertorriqueña de Historiadores, el Círculo de Amistad Canaria de Puerto Rico y la Sociedad Puertorriqueña de Genealogía (SPG). Los coauspiciadores fueron el Centro Cultural de Lajas, Centro de Estudios e Investigaciones del Suroeste (CEISO), Ecomuseo Comunitario Migdalia Jusino, Colectivo Literario en los Bordes, Historiadores de la Región Oriental de Puerto Rico, El Post Antillano y la publicitaria JF Media.


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Enlace para versión CC 4.0 de acceso libre: en Academia.edu

La actividad fue presenciada por unas 500 personas. La conferencia magistral fue realizada por Félix Miguel Cruz Jusino —quien también es el compilador y editor de esta obra— y llevó por título: “La aportación isleña a la cultura puertorriqueña”. De su exposición se debe destacar lo siguiente:

“La aportación de los canarios a la idiosincrasia nacional ha sido relegada al olvido. La criollización de los descendientes de los primeros migrantes canarios y los cinco siglos que han transcurrido desde la llegada del primer canario al país constituyen un velo que nos hemos propuesto desgarrar para descubrir el importante papel que tuvieron los isleños en la formación de la identidad puertorriqueña. Los estudios genéticos, la indagación genealógica y la investigación histórica nos proporcionarán un cuadro claro sobre donde están los elementos canarios en nuestra puertorriqueñidad”.

En el Congreso se presentaron cuatro mesas de discusión. Las mismas estaban dirigidas a conocer las Islas Canarias y su aportación histórico-cultural al desarrollo de Puerto Rico, a la vez, que se mostraron datos sobre la genealogía de las familias canarias en nuestra Isla. El complemento a toda la información presentada fue la firma de un acuerdo de colaboración entre el Círculo de Amistad Canaria, representado por Miguel E. Marrero, y la Asociación Puertorriqueña de Historiadores, representada por Félix R. Huertas González.

En la primera mesa se analizó el trasfondo histórico desde tres perspectivas distintas: los primeros pobladores de las canarias, la historia agropecuaria y la fundación de pueblos. Inició Nancy R. Santiago Capetillo con una exposición titulada “Origen de las Islas Canarias: periodo prehispánico” que analiza como tema central a los guanches, pueblos originarios de las Canarias. Santiago Capetillo, quien es arqueóloga e historiadora, nos presentó una descripción basada en los diversos estudios que se han realizado sobre la población originaria de las Canarias y nos mostró, de manera referencial, la evidencia arqueológica al respecto. Al finalizar, continuó el historiador Luis A. Caldera Ortiz, con una ponencia titulada “La aportación canaria al trabajo de la tierra puertorriqueña, siglos XVI al XVIII”, donde se presenta, de manera resumida, la historia del desarrollo agropecuario en la Isla y su interacción con los procesos migratorios desde estas islas. El tercer panelista fue José Luis Vargas quien presentó “La experiencia fundacional de la migración canaria, Lajas”, donde nos muestra las particularidades del estudio sobre la herencia canaria en la fundación de un pueblo.

El segundo panel fue auspiciado por la Sociedad Puertorriqueña de Genealogía. Las ponencias evaluaron las contribuciones de las familias canarias en el desarrollo de la sociedad puertorriqueña. La primera exponente fue Norma Feliberti Aldebol, presidenta de la SPG con “Migraciones canarias: endogamia, consanguinidad y poder”. Siguió Luis Rafael Burset Flores con “La experiencia canaria en la región centroriental de Puerto Rico”. El tercer ponente fue Katherine Berrios Borges con “Ascendientes canarios en San Luis del Príncipe”, zona del actual municipio de Humacao. Se finalizó con Enrique Delgado Plasencia quien habló sobre “El Festival de las Máscaras de Hatillo”. Todas estas ponencias presentaron un caudal de aspectos genealógicos de mucho interés para los interesados en el tema. En los ensayos aquí expuestos se podrán distinguir nombres de individuos, familias y todo un acervo histórico que ayuda a reconstruir la historia de nuestra nación. A todo esto, algunas de las ponencias nos presentan árboles genealógicos, tanto de manera narrada como gráficos. Para los amantes de la genealogía estas cuatro ponencias, transcritas en ensayo, serán todo un manjar cultural.

El tercer panel inició con Miguel Rodríguez López, “Toa Baja y el rescate de la tradición de la Candelaria”, en donde se analiza el proceso de rescate de las tradiciones sobre las fiestas de la Virgen de la Candelaria por la familia Picón de Toa Baja. Luego de él, continuó Eduardo Quijano con la “Influencia canaria en las luchas sociales y reivindicativas de Puerto Rico: Familia Quijano”, donde no solo se describen sus orígenes canarios siendo descendiente de Severina Morales, sino que se hace un recuento de los movimientos cooperativistas en donde la familia Quijano estuvo partícipe.

El cuarto panel puso fin a la jornada. Su primera exponente fue Aida Mendoza con “De la carbonera a la mueblería: origen de las mueblerías Mendoza, 1952- 1970”, en la cual se resalta la figura de Francisco Mendoza, fundador de las empresas que llevan su apellido y se presenta las diversas vivencias que tuvo que pasar para el desarrollo de su empresa. Se culmina con el trabajo de Maritza Grajales-Suárez, “Mis canarios…”, que es una muestra de dos de las obras de esta autora que presentan sus raíces canarias: Isleños: los hermanos Santos y Barreto de Santa Cruz de Tenerife y sus descendientes y Dos familias: los Suárez y los Alfonso entrelazados por más de un siglo.

La estructura de la obra Redefiniendo la aportación de las Islas Canarias a Puerto Rico: Actas y apuntes del Primer Congreso Histórico-Cultural Canario no necesariamente sigue la secuencia de las ponencias, sino que los ensayos fueron colocados según una visión cronológica espacial, que favoreciera al lector poder realizar las lecturas mientras va ubicándose en los acontecimientos de la historia de Puerto Rico sin tener que realizar saltos entre un momento y otro. El último de los artículos es una excepción, “Influencia canaria, tradiciones y costumbres en Lajas”. Este artículo, no fue parte del Congreso, pero si fue una reflexión anteriormente presentada por quien suscribe; primero durante la celebración del aniversario 130 de la fundación del Municipio de Lajas, en 2013; y segundo, publicada en varios medios cibernéticos como El Post Antillano y Akelarre: historia y ficción. Este artículo resume la historia de los canarios en Puerto Rico, a la vez se alinea esta historia con el desarrollo cultural del Municipio de Lajas.

Por último, la recopilación de las actas y su presentación en forma de libro es nuestra aportación a la preservación y divulgación del conocimiento compartido y adquirido durante la realización de este Congreso sobre la cultura canaria y su influencia al acervo puertorriqueño. Esperamos que en el futuro se continúen promoviendo este tipo de actividades y que los aportes sigan contribuyendo al conocimiento general de nuestra sociedad. 

lunes, 29 de mayo de 2023

Presentación de las Vivencias de Néstor Irizarry

Presentación de las Vivencias de Néstor Irizarry
Pablo L. Crespo Vargas

Vivencias es una antología de narraciones vividas y experimentadas por el amigo y compañero educador Néstor J. Irizarry Remus. Néstor, que es maestro de historia y estudios sociales en escuela secundaria, tiene un cúmulo de experiencias que a través de los años fueron redactadas y que consideramos no deben quedar en el olvido.

El objetivo de esta obra es dar la oportunidad a otros —su público, estudiantes y amigos— a que analicen el pensamiento y filosofía de vida que Néstor practica y que puede apreciarse a través de sus escritos.

Cada uno de los ensayos de Néstor tiene un contexto especial y está enmarcado en aspectos que definen un espacio y tiempo, que, aunque único, puede ser parecido a lo que otros viven. En algunos casos nos podemos identificar con el escrito y crear empatía hacia la posición del autor. En otros podría ocurrir lo contrario y alejarnos de su posición. En ambas situaciones tenemos la oportunidad de aprender de una experiencia que otra persona presenta. Al final cada uno de nosotros es un mundo, con sus ideas y pensamientos, con sus posturas y alineamientos. Néstor está consciente de esto y así nos lo deja saber.

Nuestro autor entiende que el conocimiento es colectivo y que este pasa de persona a persona. La educación puede ser formal, pero en su mayoría es la informal la que prevalece. Los escritos de esta obra nos enseñan y llevan a reflexionar sobre nuestra existencia y vicisitudes, que día a día, tenemos que enfrentar.

Néstor tiene una filosofía de vida y un pensamiento político bien definidos. Su obra es reflejo de ello. No obstante, no es un fanático que se incomoda por lo que otros dicen o piensan. Tampoco busca adeptos a sus principios. Él acepta que hay diversidad y, más que ello, respeta lo que otros piensan.

La obra tiene cincuenta y siete narraciones. Estas fueron redactadas entre el 2010 y el 2019. Es importante recalcar que nuestro autor acumuló en este periodo sobre cien ensayos cortos y narraciones, suficientes para poder escribir un segundo volumen. Algunas de ellas fueron publicadas en medios cibernéticos de terceros, otras publicadas en las redes sociales de Néstor. Lamentablemente, algunas se perdieron.

Los escritos son diversos, aunque debemos advertir al lector que los ensayos no están agrupados por temas y que el autor eligió colocarlos en orden alfabético. En ellos podemos leer sobre hechos históricos, historiografía, política, relaciones humanas, ciencias sociales, Navidad, fiestas tradicionales, cotidianidad y autoayuda, entre otros. Aunque se tiene una gama de temas, al final, todos los ensayos son las vivencias de nuestro autor.

En fin, felicitamos a Néstor por esta obra y lo exhortamos a que continúe con otras publicaciones. Todas ellas serán su legado al acervo cultural lajeño.



jueves, 30 de junio de 2022

Presentación libro de Lajas, desde los amerindios hasta el siglo XIX: Historia, sociedad y cultura de un pueblo

Presentación libro de Lajas, desde los amerindios hasta el siglo XIX: Historia, sociedad y cultura de un pueblo

Presentador: Dr. Francisco Moscoso 
Catedrático, Departamento de Historia (retirado a partir de 2019)
Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras
Lajas, Puerto Rico, 12 de abril de 2014

La historia local en la historiografía

Las historias municipales o de los pueblos locales, como la que presentamos, son el complemento de las historias de las naciones. Evidentemente, todo el quehacer de un pueblo en particular no se puede comprimir en un texto general de historia. Los textos de historia, necesariamente, tienen que resumir y sintetizar muchos datos y eventos. En ellos, usualmente se destacan más los pueblos que han tenido una importancia económica o política y los demás pueblos, incluyendo sus ciudadanos sobresalientes, son objeto de menciones o señalamientos muy específicos.

De ahí que, las historias de los pueblos suministran una cantera de información que escapan a los textos pero que, en su conjunto, son las que nutren y completan la historia de un país. La historia de Puerto Rico estaría incompleta sin la historia de Lajas, y la de cada municipalidad de la Isla.

Al examinar la historiografía, es decir, en el cuerpo de toda la producción histórica, y tomando por guía la Bibliografía Puertorriqueña por José Géigel, Zenón y Abelardo Morales Ferrer, obra premiada en la Exposición Regional de Puerto Rico, los autores identifican apenas dos libros que pudieran clasificarse bajo la categoría de historia de los pueblos en el siglo XIX: la más antigua es la del educador y periodista Ramón Marín, La Villa de Ponce considerada en tres distintas épocas. Estudio histórico, descriptivo y estadístico, hasta fines del año 1876 (1877); seguida por la del médico Dr. Cayetano Coll y Tosté, Crónicas de Arecibo. Apuntes históricos (1891).

Cuatro décadas más tarde, el primer Director del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, Antonio S. Pedreira, publicó en 1932 una monumental Bibliografía Puertorriqueña (1493-1930), de sobre 700 páginas. Dedicó un apartado a la Historia Local, con fichas bibliográficas de 39 pueblos, desde Adjuntas a Yauco. En realidad, se trata de una relación de algunos libros, albums, monografías, noticias, folletos, informes y documentos sobre los pueblos. De Lajas apenas hay una mención: el documento de la fundación del pueblo publicado en la Gaceta de Puerto Rico, el periódico oficial del gobierno español y que Coll y Tosté incluyó en el Boletín Histórico de Puerto Rico, Tomo II, 1915, pp. 291-292.

A mediados del siglo XX, uno de los primeros historiadores profesionales puertorriqueños, Generoso Morales Muñoz, dio un impulso a la historia local, con la publicación de sus obras, Fundación del pueblo de Cataño (1946), Fundación del pueblo de Lares (1946), Fundación del pueblo de Guadiana (Naranjito, 1948), entre otras. Desde la segunda mitad del siglo 20 en adelante, es que hemos visto una proliferación de historias locales en libros, ensayos, tesis de maestría y de doctorado, y artículos, de todos los pueblos, que sería muy largo enumerar y que tampoco es nuestro objetivo aquí. En ese conjunto historiográfico hay grandes e importantes aportaciones.

Pertinente a Lajas, en ese contexto que ubicamos la tesis de maestría de la historiadora Lydia Padovani de Ortiz, Proceso fundacional del pueblo de Lajas: 1821-1883 (1981); la obra del historiador lajeño Mario F. Pagán, Historia de Lajas: 1883-1983 (1983); y de José Luis Vargas, Lajas: Notas para su historia (1986); además, los artículos de Yuri A. Rojas, “Teodoro Jácome Pagán y Cancel” (1992); de Félix Lugo Nazario, “Lajas en el viaje de Betances: del autonomismo a la independencia” (1992); de César A. Feliú Irizarry, “Fundación del poblado de La Parguera de Lajas” (1994); de Arturo Grant Pardo, “Presencia de Lajas en la poesía de la Lola Rodríguez de Tío” (1994), de Lydia Padovani de Ortiz, “Lajas: Vida cultural (1995); y, el ensayo del historiador Pablo L. Crespo Vargas, “El ayuntamiento municipal de Lajas durante la crisis económica de 1883 a 1896” (1999), entre otros. Vale destacar que algunos de los artículos mencionados se publicaron en la Revista de la Sociedad Histórica de Lajas.

Lajas, no hay que señalarlo a los lajeños, es la cuna del importantísimo Valle de Lajas, territorio estratégico, aunque subutilizado de la agricultura de Puerto Rico. A lo largo de los años, el valle ha estado amenazado por los grandes intereses económicos y militares, o por la especulación de algunos propietarios y proyectos mal llamados “desarrollistas”. Cuando en la década 1990 el futuro del valle se vio bajo la amenaza de convertirlo en un enclave de antenas militares, que hubiese sido desastroso para la agricultura y para los habitantes de esta área, me sumé a las voces de protesta y, además de participar en una gran marcha en defensa de la tierra de producción, publique un artículo, “Nuestro vital Valle de Lajas”, en 1995, destacando la importancia del valle como patrimonio fundamental puertorriqueño. Esta es mi modesta aportación a la historiografía de Lajas.

La primera vez que supe de Lajas fue cuando niño. Mi padre, el ingeniero agrónomo y horticultor Carlos G. Moscoso, trabajó en la Estación Experimental Agrícola, de la Universidad de Puerto Rico. Durante algunos años dirigió la división de fincas de semillas y visitaba frecuentemente las subestaciones agrícolas por todo el país, incluyendo la de Lajas. Cuando emprendía esos viajes, saliendo de San Juan a las 5 de la madrugada, en casa siempre había expectativa porque regresara sano y salvo, y curiosidad, pues llegaba colocando en la mesa del comedor las muestras maravillosas de cuanto producto agrícola fructificaba en Lajas y en otras tierras. Ahora comparto la esperanza- que creo es la de los puertorriqueños en general- de que la buena cosecha de arroz de este tiempo se multiplique y diversifiquen los cultivos agrícolas para ayudar a encaminar la economía de Puerto Rico por senderos correctos de producción y de asegurar los suministros de alimento básico sin necesidad de importarlos y, por supuesto, poder comprarlos a mejores precios.

La nueva historia de Lajas

La obra Lajas, desde los amerindios hasta el siglo XIX: Historia, sociedad y cultura de un pueblo, de Pablo L. Crespo Vargas y Lydia Padovani de Ortiz, como se puede apreciar, se inserta en una tradición historiográfica que se viene elaborando y enriqueciendo cada vez más desde finales del siglo 20. Su nivel de investigación y estudio constituye una gran aportación a la profundización y problematización del conocimiento de la historia de Lajas, en particular, y su interconexión con la historia de Puerto Rico.

Lo primero que quiero destacar es su andamiaje de fuentes de información. Como historiadores profesionales, Crespo Vargas y Padovani de Ortiz han recurrido a las fuentes primarias documentales de cinco archivos: Archivo Histórico Municipal de San Germán, Archivo Municipal de Lajas, Archivo Parroquial de San Germán, Archivo Parroquial de Lajas, y Archivo Histórico Nacional (Madrid). Por haber sido un barrio de San Germán, como también lo fueron Cabo Rojo, Mayagüez, y otros lugares, mucha información del siglo XIX la obtuvieron explorando nueve legajos, libros de actas y otros documentos en el Archivo Histórico Municipal de San Germán. Los que han emprendido este tipo de investigación saben que se trata de una tarea ardua, paciente y de muchas horas de análisis de los datos acopiados.

Así mismo, los autores se han valido de diversas fuentes primarias impresas, desde el primer texto de historia de Puerto Rico del siglo XVIII por fray Iñigo Abbad y Lasierra, el voluminoso Informe del comisionado Henry K. Carroll, hecho en 1899 tras la Guerra Hispano Americana, entre otros. También se han apoyado en las fuentes secundarias, en la forma de decenas de libros y artículos realizados por otros autores desde diversos ámbitos de estudio. Su libro se nutre y reconoce mediante citas sobre varios temas, las aportaciones previas de las historias de Lajas, como la de Mario F. Pagán y otros mencionados antes. Esto, a su vez, constituye una cualidad ética y moral que debe distinguir todo trabajo intelectual.

El libro se compone de 6 capítulos, unos breves comentarios finales, 21 anejos de cuadros estadísticos, documentos y comunicaciones oficiales, y los datos sobre los autores. Precedido por una información básica de la geografía del área, como sugiere el título, el libro cubre desde los antecedentes de la antigüedad indígena hasta el contexto del fin de la dominación colonial española en 1898. En algún punto dedican un apartado para explicar los orígenes y significado del nombre de Lajas. Además, el texto es suplementado por diversas ilustraciones y dibujos, incluyendo la fotografía de doña Monserrate Toro, quizás, como indican ellos, la más antigua de lajeño alguno del año 1860.

La parte indígena recorre desde las primeras ocupaciones de los indios llamados “arcaicos”, es decir, los más antiguos, hasta la siguiente manifestación de nuevos pobladores arahuacos de nivel tribal y el desarrollo a la fase superior de los cacicazgos taínos, entre 4,000 antes de Cristo hasta el siglo XVI de la conquista española. A cada paso, los autores han procurado presentar evidencia arqueológica, sea en muestras de instrumentos o de cerámica, encontradas en Lajas. Igualmente, han documentado en lo posible, la ocupación de la zona bajo la temprana colonización española desde el siglo XVI al XVIII. Entre otros datos, han puntualizado la participación de Juan Canser (o Cansel), residente del sitio Los Llanos en la sublevación de los vecinos de Puerto Rico contra la autoridad tiránica de algunos gobernantes españoles, entre 1701 y 1712. Como ingrediente del proceso fundacional, más adelante en el siglo XVIII, identifican la adquisición de tierras por parte del hacendado Juan Miguel Jácome Pagán y su matrimonio con María Monserrate Cancel y Ortiz, en 1763, hija del alcalde de San Germán Juan Cancel. Sus descendientes, Teodoro Jácome Pagán y Cancel y su esposa Juana Antonia Nazario estaban establecidos en el barrio Sabana Yeguas a comienzos del siglo XIX.

El grueso del libro versa sobre el siglo de XIX. Entre los muchos temas tratados, el lector encontrará información documentada sobre las familias fundadoras; la población; la economía en sus ramos de agricultura de subsistencia y comercial (la producción de azúcar), y especialmente la ganadería; y la utilización de la tierra en cultivos y pastos. Del Archivo Histórico de San Germán, por ejemplo, citan unos datos interesantes sobre las siembras (de azúcar, arroz, maíz, batatas y otras), algunas técnicas de cultivo y su productividad a la altura de 1879.

Otros temas abordados son la educación, los caminos, la salud, el comercio y los mercados, la separación de San Germán y deslinde del territorio de Lajas; la formalización del municipio de Lajas (en 1883); las finanzas municipales; la iglesia y las fiestas patronales, destacando la de la Candelaria en febrero; las manifestaciones culturales; el azote de la epidemia de cólera en Lajas en 1856; la relación de Lajas con el episodio de la fuga de Betances y Ruiz Belvis en 1867 previo a la organización revolucionaria que desembocó en el Grito de Lares de 1868; la repercusión de la represión política de los “componentes”, o torturas y asesinatos perpetrados por el gobierno colonial español en 1887, contra los autonomistas, independentistas e incluso gente del pueblo sin afiliaciones políticas.

El libro termina con el tema de Lajas en la encrucijada histórica de la Guerra Hispano Americana y el cambio de mando de España a Estados Unidos en 1898 y 1899. A lo largo del libro, se discuten lo temas y los problemas y dificultades asociados a ellos, como, por ejemplo, el del establecimiento de escuelas y la contratación de maestros, o la construcción de los caminos, cuyo peso económico y labor recaía en los pobladores. En muchos sentidos, a veces con apoyo del gobierno, y las más de las veces, Lajas se hizo a sí mismo con el trabajo, esfuerzo y empeño de sus propios paisanos.

Felicitamos calurosamente al historiador Pablo L. Crespo Vargas y a la historiadora Lydia Padovani de Ortiz por su meticulosa labor de investigación y por obsequiarnos la obra Lajas, desde los amerindios hasta el siglo XIX, con la que se enriquece la historiografía local y la de todo Puerto Rico. Así mismo, aplaudimos el trabajo de apoyo y patrocinio de Surcando la Historia, Inc. y del Centro de Estudios e Investigaciones del Sur Oeste, que son muestra del empeño de sus paisanos de rescatar y transmitir a las nuevas generaciones su historia local que, como hemos subrayado, es parte de la de todo el país.

Les agradecemos infinitamente el privilegio de habernos invitado a presentar el libro y por la hospitalidad y cordialidad con que nos ha acogido el Municipio de Lajas. Tienen una nueva obra de historia de la cual pueden sentirse muy orgullosos.




sábado, 30 de abril de 2022

La sublevación de San Germán y su efecto en Lajas

La sublevación de San Germán y su efecto en Lajas
Pablo L. Crespo Vargas

En el siglo XVIII ocurrió uno de los sucesos que en muy pocas ocasiones se comenta de la historia de Puerto Rico: la sublevación del grupo gobernante de la villa de San Germán en contra de las pretensiones autoritarias de la ciudad de Puerto Rico (hoy conocida como San Juan), entre los años 1701 y 1712, periodo donde también ocurre la Guerra de Sucesión Española y la Isla es atacada en varios puntos como Arecibo, Loíza y Guayanilla. La sublevación también tuvo sus implicaciones en el actual territorio lajeño.

En 1701, el gobernador Gabriel Gutiérrez de Rivas ordenó que los cabildos de la Isla aportaran personal para la defensa de la capital. Sin embargo, el estado de guerra imperante creaba suspicacia en los diversos ayuntamientos al momento de decidir si se enviaban las milicias requeridas, ya que esta acción los dejaba con menos recursos defensivos en caso de un ataque extranjero.

Dentro de todo este tumulto de guerra, Lajas, al no ser un territorio con alta densidad poblacional, ni con una ubicación estratégica, no fue blanco de las incursiones enemigas. Sin embargo, esto no quitó el que algunos residentes de la zona estuvieran envueltos en las intrigas que se dieron entre el cabildo de San Germán y el gobierno colonial. La actitud de los sangermeños fue seguida por los habitantes de Ponce y Coamo, situación que llevó al gobernador, en el 1703, a declarar la existencia de una sublevación y que debía sofocarse. La disputa entre ambos lados no llegó a resolverse con las armas, sino que se iniciaron una serie de pleitos judiciales donde cada parte presentó sus reclamos. En julio de 1703 falleció Gutiérrez de Rivas, sin que esto significara el fin de los pleitos. Francisco Danío Granados, sargento mayor de los cuerpos de infantería, llegó como gobernador el 24 de septiembre de 1708, con una actitud parecida a la del gobernador Gutiérrez de Rivas, lo cual provocó una nueva ola de tensiones entre las partes.

Un incidente de violencia, ocurrido meses luego de la toma de posesión de Francisco Danío Granados, entre uno de los oficiales municipales y uno de los vecinos en la villa de San Germán, fue la excusa para que el nuevo gobernador se movilizara en contra de los sangermeños que no acataban las ordenanzas capitalinas. El encontronazo llegó a tal punto que el gobernador solicitó la encarcelación del alcalde de San Germán, Gerónimo Ramos, quien pudo escapar hacia Santo Domingo, horas antes de su arresto. Sin embargo, otros colaboradores no corrieron igual suerte.

Uno de ellos, Juan Cancel, era residente del llamado sitio (poblado) de los Llanos. Entre las propiedades y bienes que le fueron confiscadas, al momento de su arresto, se menciona una casa de madera y yaguas, una estancia agrícola, un pedazo de cañaveral, dos pedazos de platanal, un caballo y dos esclavos (Juana y Manuel; ella negra, él mulato).

La familia de los Cancel provenía del área de Cabo Rojo. Esta familia fue parte de los movimientos migratorios que se dieron por la conexión geográfica que creaba el Valle de Lajas y que promovía la llegada de olas migratorias desde la costa occidental de Puerto Rico. La zona de los Llanos en Lajas es colindante a Cabo Rojo. Precisamente los dos barrios colindantes con Lajas en Cabo Rojo son Llanos Costa y Llanos Tunas. Eventualmente, una rama de la familia Cancel se estableció en el poblado de La Parguera.

Para más información recomendamos las siguientes obras:

Crespo Vargas, Pablo L. y Lydia Padovani de Ortiz: Lajas, desde los amerindios hasta el siglo XIX: historia, sociedad y cultura de un pueblo, Lajas, CEISO, Surcando la Historia, 2013.

Lluch Mora, Francisco: La rebelión de San Germán, 1701-1712, Mayagüez, Editorial Isla, 1981.

Moscoso, Francisco: La sublevación de los vecinos de Puerto Rico: 1701-1712, San Juan, Ediciones Puerto, 2012.

Vélez Dejardín, José: San Germán: de villa andariega a nuestros tiempos, 1506-2000, San Germán: Centro Cultural de San Germán, 2003.


Nota: Versión original de este artículo fue publicado por El Post Antillano el 6 de marzo de 2021. 

jueves, 30 de mayo de 2019

Historia de Lajas: La aportación historiográfica de Mario F. Pagán Irizarry a su pueblo

HISTORIA DE LAJASLA APORTACIÓN HISTORIOGRÁFICA
DE MARIO F. PAGÁN IRIZARRY A SU PUEBLO
Por Pablo L. Crespo Vargas

Libro en PDF para bajar
Todo pueblo necesita conocer su historia, sus vivencias, las costumbres que lo caracterizan y las tradiciones que lo identifican como parte de una comunidad. En la antigüedad, cuando no existían medios escritos, todo el bagaje cultural era transmitido de manera oral, pero para ello se establecían unas formalidades y métodos que aseguraran que el conocimiento pasara de una generación a otra. Con el surgimiento de la escritura, toda expresión oral pudo plasmarse de manera tangible, de forma tal, que estuviera disponible no solamente para los que la necesitaran, sino para el conocimiento general y universal.

En el caso de Lajas, Mario F. Pagán Irizarry tuvo la encomienda de tomar una muestra del acervo histórico-cultural lajeño y convertirlo en una obra que inmortalizó las características más íntimas y llamativas de lo que es un lajeño.

Historia de Lajas, 1883-1983 es la obra cumbre del educador e historiador Mario F. Pagán Irizarry. Junto a él, su principal colaborador fue Ángel Vega Rivera. El escrito fue publicado en julio de 1983 por la imprenta Negrón Martín en Mayagüez. La obra contó con una tirada de 500 ejemplares; número que consideramos muy reducido para la importancia de tal escrito, aunque esto la convierte en un libro raro y de difícil obtención.

Las medidas del libro son 5.5 x 7.25 pulgadas y tiene unas 372 páginas. Distribuidos en todo el libro se encuentran 53 ilustraciones, que incluyen fotos, diagramas y mapas. También tiene 19 tablas con información estadística de distintos periodos históricos. El lenguaje utilizado es claro y sencillo, por lo cual lo puede disfrutar cualquier persona.

El autor exhibe una narrativa que no necesariamente sigue un patrón cronológico. Es en este aspecto que don Mario se presenta como pedagogo, ya que redacta el libro exhibiendo diversos procesos históricos, a la vez que utilizan los hechos para validarse. El autor no buscaba una obra que solo presentara efemérides, sino que establece que la historia es el análisis de una serie de procesos multidiciplinarios que van formando lo que es una sociedad en determinado momento.

La gestación de esta obra fue producto del interés del autor, el Municipio y el deseo de los lajeños que atesoraban poder disfrutar la lectura de su historia. En el trabajo investigativo participaron César A. Feliú, Ángel A. Sepúlveda y Gilberto Ramírez Ortiz, quienes se encargaron de recopilar datos que ayudaron a don Mario en el proceso de redacción del escrito. También el autor agradece a los que transcribieron su manuscrito: Graciela Ramírez Tori, Migdalia Zapata Ramírez y Mildred Irizarry Jusino y a la correctora, la señora Fernández de Naranjo. Como asesor editorial se tuvo a Jacobo Morales Ortiz.

La obra fue dedicada al pueblo de Lajas en su Centenario y a todas las generaciones de lajeños que son o serán parte de la historia de uno de los municipios con mayor tradición cultural en Puerto Rico. Don Mario con esta dedicatoria demuestra su sincero amor por sus raíces, de las cuales se siente sumamente orgulloso y que presenta indicando que: “la historia de Lajas que hemos escrito es para ti, amigo lector. Te llega del pueblo de los paisajes inmortales en su año del Centenario”.

La obra se divide en seis partes. La primera es dedicada a la historia de Lajas. La segunda presenta varias estampas del ayer. La tercera nos muestra las semblanzas de varios de los personajes lajeños más reconocidos. La cuarta es dedicada a la prosa y al verso lajeño. La quinta es una serie de documentos transcritos colocados en un apéndice. Por último, la sexta parte es la recopilación de data estadística que está presentada en tablas.

El autor nos lleva desde los tiempos indígenas, recorriendo todo el proceso de conquista y colonización hasta los primeros años de la década de 1980. Mario F. Pagán Irizarry no solo se presenta como un historiador e investigador sino como un estudioso de la historia que está adelantado a su tiempo, ya que no se circunscribe a los cánones de la historiografía de su época, sino que presenta aires innovadores relacionados a la historia cultural, la microhistoria, y a los estudios folclóricos que, precisamente, se están desarrollando en Europa para ese mismo periodo. Desconocemos si don Mario tuvo contacto con la historiografía europea para poder desarrollar esa visión tan particular, pero de lo que si estamos seguro es que su aportación lo lleva a que pueda ser catalogado también como un estudioso de la historia cultural, el imaginario y las costumbres tradicionales de su comunidad. Como si esto fuera poco, la inclusión de prosa y verso le dan un toque peculiar al escrito, a la vez que lo cimienta como una obra con características holísticas.

Historia de Lajas abrió el interés a que otros autores aportaran al desarrollo de la historiografía lajeña. En 1986, José Luis Vargas publicó Lajas: Notas para su historia, la misma fue parte de un proyecto de la Oficina Estatal de Preservación Histórica y el Comité Historia de los Pueblos encargado de trabajar la microhistoria en la cantidad mayor posible de municipios. En el 2006, Ángel “Gueo” Sepúlveda publica por su cuenta Breve Historia de Lajas, llenando lo que su autor veía como unos vacíos en las obras anteriores. En diciembre de 2013, los doctores Lydia Padovani de Ortiz y Pablo L. Crespo Vargas publican Lajas desde los amerindios hasta el siglo XIX: Historia, sociedad y cultura de un pueblo, un trabajo de mucho mayor rigor académico, pero con la peculiaridad de presentar un escrito que tuviera al alcance de los lectores lajeños. En este sentido, todos los que continuaron la gesta de don Mario, al estudiar y publicar sobre la historia de Lajas, siguieron la misma ecuación de presentar un trabajo de fácil lectura y de gran accesibilidad al pueblo.

Definitivamente, don Mario F. Pagán Irizarry es una de las figuras más importantes del pueblo de Lajas. Su trayectoria pública y privada, su amor por las letras, el conocimiento y la enseñanza y su afán de querer preservar la cultura, la historia y las tradiciones del pueblo lajeño lo hacen merecedor de nuestro respeto y admiración.

Nota editorial: Este artículo es el epílogo de la obra de Félix M. Cruz Jusino, Mario F. Pagán Irizarry: La lucha por lograr la modernización de la educación en Lajas, 1954-1966

domingo, 1 de julio de 2018

135 años del Municipio de Lajas


CONMEMORANDO LOS 135 AÑOS DEL MUNICIPIO DE LAJAS: INFLUENCIA CANARIA, TRADICIONES Y COSTUMBRES
Por Pablo L. Crespo Vargas

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Hoy conmemoramos 135 años de la fundación del Municipio de Lajas. Anterior a ello, nuestro pueblo fue parte del Municipio de San Germán, con quien tenemos lazos que han perdurado hasta nuestros días. Es importante mencionar, que Lajas tiene una gran influencia canaria, recibida de parte de los emigrantes procedentes de estas islas y quienes, en la Península Ibérica, se les conoce como isleños.

Los canarios han estado presentes en la historia puertorriqueña desde comienzo del proceso de colonización. Las Islas Canarias eran puerto obligado de las flotas castellanas que salían en dirección a las Indias. Es en el siglo XVIII que se intensifica la llegada de los isleños a nuestras costas. Este siglo fue importante en la formación de lo que hoy día es nuestro pueblo: Lajas. Debemos indicar, que los canarios aportaron parte de sus tradiciones y costumbres a nuestro acervo cultural. No ha de extrañarnos, lo que muchos especialistas indican, que nuestro lenguaje regionalizado surge del modo de hablar canario.

En otros aspectos, la caña de azúcar, uno de los productos que, en su momento histórico, fue de los principales cultivos en Lajas, llegó a través de estas islas. De igual forma, podemos decir que el ñame, el plátano, entre otros productos agrícolas, realizaron el mismo viaje. A su vez, desde las Canarias se transportaron cerdos, cabras, ovejas y perros. Junto a estos productos hubo otras aportaciones gastronómicas, entre ellas el gofio, el sancocho y el mojito.

Sin embargo, para nosotros, los lajeños, la influencia canaria de mayor peso en la formación de nuestro pueblo fue la devoción a la Virgen de la Candelaria, patrona de todo el archipiélago canario y base para la instauración de nuestro municipio. Debemos recordar que, bajo la Corona española, en aquellos tiempos, los poderes eclesiásticos y seculares estaban integrados. Sobre la fiesta de la Candelaria, debemos señalar que esta se celebra el 2 de febrero, remontándose a los inicios del cristianismo. Esta hace alusión a la presentación del niño Jesús en el Templo y a la purificación de María después del parto, tal como indicaban las leyes judías. Sobre la Virgen de la Candelaria, la tradición nos indica que a finales del siglo XIV o principios del XV, dos pastores guanches (pobladores de las Canarias al momento de la entrada de los europeos), mientras pastoreaban sus rebaños se encontraron con la imagen de una mujer, que llevaba vestidos extraños y que cargaba un bebé en sus brazos. Para los nativos fue considerado algo sobrenatural. Eventualmente, la imagen fue llevada al hogar del rey de la comarca, quien promovió su veneración. Otro guanche, de nombre Antón, que había vivido en Castilla, reconoció la imagen como la de la Virgen María, solicitando que se le hiciera un hogar o capilla para ella.

Esta veneración se expandió por todos los reinos españoles. Muchos de los conquistadores eran devotos y desde el reinado de Felipe III, a finales del siglo XVI, la monarquía se declaró patrono y protectores de la imagen. Junto a la devoción a la Virgen de la Candelaria, los canarios promovieron la veneración a San Blas (3 de febrero) y a Santa Rosa de Lima (30 de agosto, aunque en España es el 23 de agosto). Al analizar la toponimia de nuestro pueblo podemos apreciar cómo estas devociones nos han marcado: con dos barrios y una de las calles de importancia en el casco urbano. A todo esto, en 1889, se propone que nuestro municipio fuera nombrado Candelaria, aunque se siguió el procedimiento, la propuesta no prosperó.

Debemos mencionar que se ha podido identificar a las primeras doce familias canarias que se establecieron de manera oficial y registrada en nuestra Isla, esto a finales del siglo XVII; algunos de sus descendientes llegando a Lajas, siendo hoy parte de nuestra población. Estas familias fueron los Acosta, Alonso, Amador, Correa, Lorenzo, Marrero, Martínez, Mora, Morales, Moya, Osorio y Vera.

Por último, es importante recalcar que Lajas se ha convertido en la capital cultural del suroeste de Puerto Rico y en uno de los centros culturales de mayor movimiento en la Isla. Todo esto se lo debemos a su gente y a las diversas organizaciones cívico-culturales lajeñas que se ha esforzado grandemente para que el nombre de nuestro pueblo sea reconocido por todos los puertorriqueños.

¡Viva Lajas!


Nota editorial: Este ensayo es una versión editada y actualizada de la ponencia presentada en el 130 aniversario del Municipio de Lajas y que fuera publicada en El Post Antillano el 13 de julio de 2013. Véase entrada en Akelarre donde se reseña la actividad del 1 de julio de 2013 en el siguiente enlaceReseña de la conmemoración de los 130 años del Municipio de Lajas

viernes, 15 de junio de 2018

Mi idea de una gran novela puertorriqueña


MI IDEA DE UNA GRAN NOVELA PUERTORRIQUEÑA
Por Milagros Alameda-Irizarry

…la novela que quiero leer. Hace años
que la estoy buscando, y confieso que
es muy difícil complacerme.

Fernando Picó


Todos estamos escribiendo el mismo
libro, al final de cuentas. Y ese mismo
libro, al final de cuentas, es nada.

Roberto Bolaño

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En el año 1993 leí un artículo sumamente interesante en el que el autor se quejaba de que en Puerto Rico nadie escribe novelas largas, novelas con muchos personajes sacados de la vida real, personajes que van al supermercado y a la farmacia. Novelas de quinientas páginas como las que aparecen en la lista de las más vendidas del New York Times. Los argumentos me parecieron muy válidos y razonables por lo que decidí aceptar el reto que se me presentaba pensando que ninguno de nuestros escritores consagrados iba a ponerse a escribir quinientas páginas de mentiras en una época en la que las novelas muy largas no estaban de moda. Yo había leído algunas novelas largas en mi juventud: Don Quijote, La montaña mágica y otras que me habían impresionado profundamente. Pero esos eran otros tiempos. Dado que ya los verdaderos escritores no escribían cosas tan voluminosas y originales, pensé que esta era mi gran oportunidad para lucir mis dotes de narradora y al mismo tiempo continuar el diálogo entablado con libros que yo había estado leyendo desde que era chiquita. Entonces, con un lenguaje prestado y unas ideas desgastadas por el uso y el tiempo, con muchas referencias veladas o descubiertas (intertextualidad, según algunos), me puse a reinventar una historia que podría ser (más o menos) la historia de cualquier familia de las muchas que habitan en las páginas de todos los grandes narradores de la historia literaria. Mi novela contaría la historia de una familia puertorriqueña de antepasados indígenas y africanos y comenzaría contando sobre los orígenes remotos de los primeros puertorriqueños que aparecieron en la isla. Naturalmente, de aquí pasaría a escribir largo y tendido sobre los quinientos años de ocupación y coloniaje. Después de agotar este tema pasaría a contar con gusto el advenimiento de la República de Puerto Rico, hecho que yo colocaría, esperanzada, en el siglo XX por ser ese mi tiempo, más o menos durante los años treinta o cuarenta. Esta primera parte de la novela cubriría por lo menos trecientas páginas. Entonces introduciría la historia de esa gran familia puertorriqueña de antepasados indígenas y africanos. Naturalmente incluiría algunos personajes españoles y norteamericanos quienes tendrían mucho que ver en el desarrollo de mi historia. Las alegrías y vicisitudes de esa familia serían innumerables. No faltarían secretos, pecados imperdonables, maldiciones, presagios, bodas, solteronas, muchachas fértiles, hombres estériles, nacimientos, bautizos, tíos borrachones, esposas celosas, madrastras, abortos, infidelidad conyugal, viajes de placer a Nueva York, viajes no tan placenteros a la gran manzana, jiras a La Parguera y al balneario de Boquerón, viajes por la autopista de Ponce con paradas en el Monumento al Jíbaro, celebraciones del cuatro de julio, la diosa Mita, Walter Mercado, la comadre, caseríos, urbanizaciones, arroz con habichuelas, sopas Campbell, chillo  entomatado, mofongo con caldo de pescado, chuletas can-can, debutantes, vejigantes, estudiantes de medicina en España, problemas de identidad sexual, problemas de identidad nacional, viajes furtivos a la farmacia los viernes por la noche, independentistas, socialistas, vende-patrias,  asesinatos políticos, crímenes pasionales, obreros de la caña, rompehuelgas, maestros, curas, monjas, actrices de telenovelas, cubanos, dominicanos, escritores, abogadillos, música popular, gente pobre, gente rica, choferes de carro público, emigrantes. Paro aquí porque la lista sería literalmente interminable. La parte más densa de la novela la dedicaría a contar la historia de Vibia P, miembro infame de esa gran familia, mujer de una belleza legendaria, autora de un crimen horrendo -con repercusiones a nivel nacional- encarcelada, a punto de morir en la horca, loada por muchos, denigrada por todos. Pensaba que esto sería suficiente para completar mis quinientas páginas y concluir con la apoteosis de lo perfectamente logrado, cumplido, acabado. Fue tal mi ingenuidad y audacia, que pensé que los verdaderos narradores me perdonarían el atrevimiento y que tendría todo el tiempo del mundo para escribir mi gran novela. Acomodada en el carro del autoengaño me dediqué a escribir muy lentamente. Para el año dos mil ya tenía escritas casi diez páginas cuando, por razones que no puedo explicar, olvidé el proyecto de la novela y me puse a recordar y a escribir sobre cosas reales o imaginadas que yo había experimentado durante mi niñez y juventud. De esta purgación mental surgió La isla de los monos silvestres y otras cosas que actualmente continúan tratando de abrirse paso, con poco brillo y mucha oscuridad, por las regiones vastas de la cultura boricua en Filadelfia. Pero la diarrea verbal no paró ahí. Después de los monos, después de Maguayo y el payaso Melaíto, se me ocurrió escribir sobre la vida en Filadelfia. Me compré una computadora con la esperanza de acelerar mi proceso creativo, puse mis notas en archivos digitales y afortunadamente volví a encontrarme con La novela de Vibia P. Entonces me obsesioné con las bibliotecas y las librerías de viejo, compré muchos libros y los organicé siguiendo el sistema de la Biblioteca del Congreso. Entonces las ideas comenzaron a llegarme de manera precipitada y caótica. Saqué a la luz un par de cuentitos: Ascensor y La biblioteca. El tiempo comenzó a correr desenfrenadamente, me caí del carro o me volví a acomodar en el carro, no sé. Cuando pensaba que estaba escribiendo en el archivo de La novela de Vibia P en realidad estaba escribiendo en el de la vida en Filadelfia. Cuando finalmente me percaté del caos en que se hallaban mis archivos y notas ya era tarde para arreglarlos. Por más que trataba de separar unas ideas de otras ellas se negaban a desenredarse. Habían adquirido un carácter pegajoso y agridulce, como de mangos podridos. Me pasé muchas noches velando, pensando, tratando de que las ideas se acomodaran y fluyeran con lógica. Pero todo fue inútil. Mi incompetencia en el campo de la tecnología lo hacía todo más difícil. Muchas veces pensé mandar la computadora al diablo. Si no lo hice fue porque pensé que quizás podría sacar algo en claro de aquel embrollo. En esas estaba cuando el año 2013 me sorprendió con la aparición de una gran novela puertorriqueña de más de quinientas páginas: Barataria, de Luis López Bauzá. Mi primera reacción: “¡Coño! ¿Cómo es posible? ¡Nunca la leeré!”

Transcurrieron varios meses, la curiosidad me roía. Con la excusa de unas vacaciones en el Caribe me fui a Puerto Rico para comprar el mamotreto: dos volúmenes, novecientas ocho páginas. Espantada, abordé el avión otra vez y regresé a Filadelfia. Pasaron varios días antes de que me decidiera a comenzar la lectura. La novela me asustaba, no sólo por lo larga que era sino también porque la imaginaba sólida, bien escrita, deslumbrante, capaz de conmoverme, llena de frases sabihondas, urdida con maestría, digna de llamarse gran novela puertorriqueña.

Entre unas cosas y otras la lectura me tomó una semana más o menos y tengo que admitir que Barataria cumple lo que promete y más. Obviamente ya no es necesario que yo escriba la gran novela puertorriqueña. Pero me rehúso a suprimir las pocas páginas que el caos en mi cabeza produjo.  Aquí van, en un frangollo que quiere ser literario y que sólo aspira a la luz de unos ojos indulgentes…


miércoles, 14 de marzo de 2018

Comentarios sobre libro dedicado a Mario F. Pagán Irizarry


COMENTARIOS SOBRE LIBRO DEDICADO A MARIO F. PAGÁN IRIZARRY
Por Félix Miguel Cruz Jusino

Para adquirir
Mario Federico Pagán Irizarry es el más insigne de los lajeños en el siglo XX. Fue educador, historiador, ensayista, poeta, gestor cultural, líder comunitario, sociólogo, agricultor y político. Nació con el siglo pasado, en 1900, y fue pieza clave en la modernización de su pueblo hasta su entrada a la eternidad en 1988. Consagró su vida a la enseñanza. Ocupó todos los puestos disponibles en el escalafón magisterial para un distrito escolar.

Como superintendente, cargo que ocupó entre 1953 y 1966, logró impulsar la modernización del Distrito Escolar de Lajas implementando técnicas educativas modernas. Estableció un horario flexible que incluyó una hora para capacitación y preparación magisterial. Estableció el sistema de transportación escolar entre los barrios y el casco urbano lajeño. Las iniciativas realizadas por Pagán fueron decisivas para mejorar la escolaridad de los estudiantes. Los programas para la alfabetización de adultos y el aprendizaje de inglés fueron de los más exitosos en el país. Pagán hizo hincapié en el programa de comedores escolares para mejorar la alimentación de los estudiantes. Instituyó clases de salud para estudiantes y adultos optimizando la salubridad de los estudiantes y sus padres.

Empero el mayor logro de Pagán fue la integración del binomio escuela-comunidad. Por primera vez en el país la opinión de los estudiantes, padres y maestros fueron escuchados y tomados en consideración. La educación dejó de ser responsabilidad del sistema educativo para convertirse en un proyecto de todos los ciudadanos. Los padres se comprometieron con mejorar las facilidades escolares, equipar los salones y mantener el ornato. Este compromiso condujo al desarrollo de actividades locales para la recaudación de fondos. Los dineros recolectados se emplearon en la construcción de nuevos espacios educativos, liberando al estado del gasto público. Con el dinero recaudado, además de salones de clases, se construyeron bibliotecas y se establecieron los programas de Arte, Música y Teatro. También se compraron los instrumentos para una banda escolar.

El compromiso del pedagogo trascendió las iniciativas educativas. Pagán impulsó programas socioculturales para traer la cultura capitalina al Valle de Lajas. Obras teatrales, conciertos de música clásica, lecturas de poemas, juegos florales, desfiles de modas transformaron las noches lajeñas y cautivaron las mentes de niños, jóvenes y adultos. La familia en su totalidad se integró a los esfuerzos participando en las actividades nocturnas en el casco urbano.

Estas modalidades modificaron el entorno tradicional de un pueblo agrícola e impulsaron la proliferación de comercios para satisfacer las demandas de estos nuevos estilos de vida. La educación sirvió de vector para integrar los microcosmos agrícolas, industriales, empresariales, políticos y culturales para modernizar a Lajas e integrarlo al XX.

El éxito de los programas y proyectos implementados por el educador en el Distrito Escolar de Lajas captaron la atención de sus superiores. El Dr. Ángel Quintero Alfaro, entonces Subsecretario de Instrucción, organizó una reunión de superintendentes, directores y personal administrativo en Lajas en 1964 para que Pagán Irizarry informara sobre sus logros. Los esfuerzos del educador fueron replicados en otros distritos escolares.

En 1966 el Departamento de Instrucción Pública lo promovió a la Región de Mayagüez para que supervisara la implementación de sus iniciativas en el oeste de Puerto Rico. No duró mucho en esa posición porque en ese mismo año el Dr. Quintero Alfaro, lo reclutó como su asesor. Ostentó esa posición hasta 1969, año en que se acogió a la jubilación.

Durante su retiro, Pagán Irizarry se dedicó a su segunda pasión, la historia. Las investigaciones históricas del benemérito educador constituyen el libro Historia de Lajas, 1993-1983. El historiador escribió además la obra Historia de la Educación en Lajas. Revisiones de ambos libros no se imprimieron debido a su fallecimiento en 1988.

Los hechos de Pagán Irizarry han sido postergados al olvido, solo una escuela en el Barrio Santa Rosa de Lajas es reminiscencia de sus esfuerzos para modernizar la educación del país. Este trabajo tiene como objetivo rescatar la memoria de Pagán para Lajas y Puerto Rico.

En momentos en que la educación atraviesa el periodo más borrascoso de su historia son dómines como Pagán Irizarry quienes se constituyen en abanderados para defender la excelencia educativa. Lajas abrió el surco donde se sembró la semilla que germinó en el periodo más significativo de la educación puertorriqueña en el siglo XX. Un educador visionario, orgulloso de su acervo histórico, condujo a un grupo de maestros y padres comprometidos con la educación para hacer del Valle de Lajas faro y luz de Puerto Rico.

Confío en que este escrito anime a otros a investigar con mayor cabalidad la obra de Mario Federico Pagán Irizarry y de otros educadores que junto a él establecieron un legado que debe llenar de orgullo a todos los puertorriqueños. Debemos rescatar para la memoria nacional la obra del magisterio porque ellos son los forjadores de los ciudadanos que constituyen la sociedad puertorriqueña.

Recordemos que una nación que no honra a sus maestros está condenada a la ignorancia. Puerto Rico ha tenido y tiene grandes maestros que son pilares inamovibles de las comunidades. Resucitemos el binomio escuela-comunidad promulgado por Pagán Irizarry para gestar una educación moderna sustentada por la experiencia de miles de maestros que se entregaron en su totalidad para liberar a los estudiantes de las cadenas de la ignominia del analfabetismo.