lunes, 8 de enero de 2018

Fragmento de la introducción al libro Rafael Martínez Nadal: El nacionalismo de un estadista

Fragmento de la introducción al libro Rafael Martínez Nadal: El nacionalismo de un estadista
Melvin Rosario Crespo

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Vivimos en un país dividido por una gran mentira. Hemos creído que somos capaces de ganar algún respeto si escogemos una de las propuestas tribus políticas de nuestro quehacer y la defendemos hasta la muerte; no sólo en las ideas, sino personalmente, sentimentalmente. Hemos creído que todo lo bueno lo tiene la tribu a la cual pertenecemos ya sea por tradición, por convicción o por necesidad. Las “otras” tribus no tienen nada que ofrecer porque son enemigos a los cuales no podemos doblegarnos porque perdemos. El fracaso de la idea de un puertorriqueño sobre la victoria de un puertorriqueño es la ganancia de la democracia puertorriqueña, la cual debe ir por encima de cualquier victoria o fracaso entre los puertorriqueños. Pero no se nos enseñó bien. Promovemos la victoria del puertorriqueño sobre el fracaso del puertorriqueño. Por lo tanto, no debemos perder. Hemos sido de las tribus independentistas, estadolibristas, estadistas. También hemos sido de las tribus terroristas, nacionalistas, izquierdistas, indefinidos, del centro, del centro izquierda, del centro derecha, vende patria, “yankee”, “americano”, derechista y quién sabe cuántas más. Nuestro país ha sido dividido con un pretexto político que pudo servir a algunos, pero dejó de servir al proyecto de país, dejó de servir al pueblo hace mucho tiempo atrás. Prácticamente, estamos obligados a escoger una de esas tribus disponibles para poder escoger el uniforme del ejército al cual servimos y que luego puedas reconocer al enemigo fácilmente por el color. Somos la tribu política partidista, somos rojos, somos azules, somos verdes, somos negros, podemos ser melones o sabe Dios qué más pudiéramos llegar a ser. Nuestros cuarteles son identificados con las banderas del color de la ignorancia y nuestras armas los insultos. Nuestras estrategias de combate, la división, principalmente. Al ganar la batalla eleccionaria, sólo se beneficia el ejército vencedor. Es la mejor oportunidad para fortalecer al ejército vencedor, pero herido en el combate; así que saquear la isla y aniquilar económicamente al adversario para la preparación o sobrevivencia a la próxima batalla en una guerra que por estar divididos no aparenta tener fin. No somos capaces de mirar, pensar o actuar sin el lente tribal.


Una de nuestras pretensiones en este trabajo es llenar el espacio histórico existente sobre el ideal de la estadidad entre el periodo que transcurre de José C. Barbosa a Luis A. Ferré. En ese sentido se plantea a Martínez Nadal como el puente entre ambos; haciéndolo responsable de haber mantenido vivo ese ideal cuando se encontraba cerca de su desaparición y posteriormente guiar el mismo a una de sus más importantes victorias desde su fundación. El lector también obtendrá una propuesta de redefinición del pensamiento de lo nacional. En ella se pretende la inclusión de todos los puertorriqueños en un sentimiento patrio. Se propone que el conjunto de elementos que comprenden el sentimiento llamado puertorriqueñidad no es negociable, excepto por la propia voluntad del individuo. O sea, que sólo puede ser renunciado “motu proprio” por el individuo porque no se siente parte de la nación que lo reclama. Eso nos lleva a promulgar que todos tenemos el derecho inalienable de sentirnos puertorriqueños primero. A su vez, se requiere la expropiación forzosa de los conceptos patria, nación, puertorriqueñidad para devolvérselos al pueblo, a todo el pueblo. Tal como hemos mencionado, el sentimiento e ideal de lo nacional pertenece a todo el que se sienta poseerlo, amarlo, atesorarlo sin distinciones, sin ambages, sin escondites, sin trincheras y, claro está, sin colores.

martes, 2 de enero de 2018

Del 1898 a la política del Buen Vecino: Una reseña al cambio paradigmático en la política exterior estadounidense

Del 1898 a la política del Buen Vecino: Una reseña al cambio paradigmático en la política exterior estadounidense
Por Armando Rivera Carretero

El presidente Franklin D. Roosevelt expreso lo siguiente durante su discurso de inauguración el 4 de marzo de 1933:

“In the field of world policy, I would dedicate this nation to the policy of the good neighbor – the neighbor who resolutely respects himself and, because he does so, respects the rights of others – the neighbor who respects his obligations and respects the sanctity of its agreements in and with a world pf neighbors.”[1]

Con estas sencillas palabras anunció al mundo de un cambio radical con relación a la política exterior estadounidense, especialmente hacia los países de América Central y del Caribe. Así se iniciaba oficialmente la Política del Buen Vecino. Este anuncio en efecto le ponía fin y derogaba oficialmente la política anunciada por el presidente Theodore Roosevelt en 1904, el llamado Corolario de Roosevelt a la Política Monroe.[2] Con este Corolario, Estados Unidos anuncio al mundo y específicamente a los países de América Latina su política de mano dura e intervenciones militares en la región centroamericana y caribeña. Esta área geográfica se había convertido para Estados Unidos en una zona de gran importancia estratégica para la defensa de los intereses de esta nación, los cuales incluían la defensa del Canal de Panamá[3]; y formalmente proclamo al Caribe como su esfera de intereses e influencia, dándole así notificación a las potencias europeas a no intervenir en esta región.[4]

Pero este Corolario a su vez tuvo sus antecedentes. Desde 1898, Estados Unidos había venido practicando la política de intervenciones militares en la región en cuestión. En ese año, Estados Unidos se lanzó al mundo en su primera guerra imperialista, la llamada Guerra Hispanoamericana, invadiendo a las ultimas colonias españolas en América, Puerto Rico y Cuba.[5] Otra intervención pre-Corolario, ocurre en el 1903 cuando Estados Unidos interviene militarmente en el puerto caribeño de Colón, brindándole apoyo a los independentistas del Departamento de Panamá, perteneciente a Colombia, a obtener su independencia. Así nació la República de Panamá.[6] Estados Unidos obtiene mediante tratado con el gobierno de la nueva república, un Protectorado sobre esta desde 1903 a 1924. Además, Estados Unidos obtiene el derecho a terminar de construir el canal iniciado por Lesseps y una franja a ambos lados de diez kilómetros de ancho, “como si fuera soberano”.[7]


Bajo la política del Corolario de 1904, Estados Unidos procedió a invadir a los siguientes países:

1.   Interviene en República Dominicana en 1905. Estados Unidos se adueñó de las riendas del gobierno y administró las aduanas quisqueyanas. Del 1916 al 1924 la invade nuevamente, toma las riendas del gobierno y las aduanas.[8] A Estados Unidos le movía la preocupación que potencias europeas acreedoras invadieran a Republica Dominicana para cobrar préstamos morosos de esta.[9]
2.   Interviene en Nicaragua en 1909[10] y luego del 1912 al 1925.[11] La interviene nuevamente del 1927 al 1933.[12] Esta vez Estados Unidos interviene activamente en la guerra civil que se libraba en Nicaragua. Al esta concluir las tropas norteamericanas no abandonaron el país. Esto provocó a Cesar Augusto Sandino a continuar su guerra de guerrillas contra los marines comprometiéndose a no cesar hasta que el último marine abandonara a Nicaragua. Estados Unidos recurrió a desplazar hasta 22,000 marines en Nicaragua bajo el mando del coronel E. Francis Riggs, de triste recordación en Puerto Rico. A esto, debemos recordar que, en 1916, Estados Unidos firmó el Tratado Bryan-Chamorro, una opción para construir en Nicaragua un canal interoceánico.[13] Cabe indicar que estas intervenciones y ocupaciones militares le ocasionaron a Nicaragua una gran calamidad financiera.[14] Podemos decir también que esta última intervención le resulto al invasor una victoria pírrica.
3.   En 1914 adquiere mediante arrendamiento a largo plazo la Isla del Maíz (Nicaragua) en el Mar Caribe.[15]
4.   En 1906 intervino nuevamente en Cuba bajo la autoridad de la Enmienda Platt. Sus tropas no abandonaron a Cuba hasta el 1909.[16] Repitió con otra intervención a Cuba del 1917 al 1922.[17]
5.   Intervino en Costa Rica del 1918 al 1920.[18]
6.   Intervino en Honduras en tres ocasiones: 1907, 1911 y 1924.[19]
7.   Intervino en Haití del 1915 al 1934 donde administró el gobierno y las aduanas haitianas[20] y negoció con este un protectorado hasta el 1934.[21]
8.   Ocupó las Islas Vírgenes pacíficamente en 1917 mediante compra a Dinamarca. Estados Unidos temía que Alemania adquiriera, durante la Primera Guerra Mundial, control sobre Dinamarca, y así obtuviera acceso a bases navales en las entonces llamadas, Islas Vírgenes Danesas, en pleno Mar Caribe.[22] 
9.   Intervino en México en 1914, ocupando militarmente a Veracruz durante la Revolución Mexicana.[23] Interviene nuevamente del 1916 al 1917, penetraron al estado mexicano de Chihuahua con una llamada Expedición Punitiva para capturar a Pancho Villa (Né, Doroteo Arango). La misma se dividió en dos columnas paralelas, al este y oeste del estado y penetrando unas 350 millas dentro de México. Otra columna militar penetró los estados orientales y colindantes entre sí de Nuevo León y Tamaulipas. Este último, al extremo noreste de México y bañado por las aguas del Golfo de México, a cientos de millas de donde se encontraba Villa.[24] El pretexto del presidente Woodrow Wilson fue el ataque de unos quinientos hombres liderados por Villa al poblado fronterizo de Columbia, en Nuevo México.[25] A pesar de los esfuerzos del general Pershing, quien era el comandante de estas tropas, Villa no pudo ser capturado. Es importante hacer notar que, durante la Revolución Mexicana, Woodrow Wilson provocó en México una oleada de nacionalismo a causa de sus innumerables intervenciones políticas en el país y en sus esfuerzos de imponer su voluntad sobre México.[26] Estas intervenciones de Wilson fueron responsable del principio de la reacción negativa hacia Estado Unidos en los países latinoamericanos.

Estados Unidos continuaba cosechando beneficios con sus intervenciones. Mediante ellas este nuevo imperio obtuvo el consentimiento coaccionado de Cuba, Panamá[27], República Dominicana y Haití, a someterse y aceptar convertirse en protectorados estadounidenses.[28] Durante la Conferencia de las Américas en Montevideo en 1933, Estados Unidos anuncio que liquidaría todos sus protectorados. Le tomó hasta 1940 conseguir esta meta.[29]

Estas intervenciones le ganarían a Estados Unidos la antipatía y rencor de, no solo los países intervenidos, sino los de toda América Latina. En efecto, se trataba de una profunda yankeephobia.[30] Las intervenciones arriba mencionadas operaban para no permitirle a las potencias europeas, en guerra desde agosto de 1914, intervenir en el área de Centro América y el Caribe. Así Estados Unidos protegía el Canal de Panamá, el cual comenzó operaciones en ese mismo año.[31]

Aunque Franklin D. Roosevelt fue quien anunció la Política del Buen Vecino en 1933, el cambio paradigmático de la política extranjera de Estados Unidos hacia la región en cuestión se había venido fraguando en las altas esferas de poder en Estados Unidos, al menos desde la caída de la Bolsa de Valores en Wall Street, la subsiguiente Gran Depresión y durante el cuatrienio del presidente Herbert Hoover. Como ya vimos, la Política del Gran Garrote basada en el Corolario de Theodore Roosevelt había creado demasiado resentimiento hacia Estados Unidos en todos los países latinoamericanos, aunque este resentimiento era más intenso en la región de América Central y del Caribe. La experiencia nicaragüense, aún antes de la caída de la Bolsa de Valores en Wall Street en el 1929, le indicó a Hoover que estas aventuras intervencionistas de Estados Unidos resultaban ser demasiado costosas. Luego de la caída de la Bolsa de Valores neoyorquina en 1929 y la Gran Depresión que resulto de esta, Hoover, quedo plenamente convencido que estas intervenciones no resultaban financieramente viables para Estados Unidos. La maltrecha economía estadounidense sencillamente no producía suficientes ingresos al fisco.[32]

Como dijimos arriba, la Caída de la Bolsa de Valores en el 1929[33] y la Gran Depresión mundial, le hicieron imperativo a Estados Unidos completar este cambio paradigmático de su política exterior hacia los países de América Central y el Caribe. La Gran Depresión fue de tal magnitud que hizo tambalear la economía mundial, y especialmente la de Estados Unidos. El comercio mundial se redujo en 25% desde 1929 a 1933. Sin embargo, en términos de su valor monetario, el comercio mundial se redujo en 66%. Estados Unidos sufrió una contracción en sus exportaciones del 52% en 1929 a solo el 32% en 1933.[34] Estados Unidos sufrió los estragos de la Gran Depresión, la peor crisis económica del sistema capitalista en su historia.[35] 

Hoover se vio obligado a adoptar una política de no intervención hacia los países de la región en cuestión. En efecto práctico una política de buen vecino silenciosa, sin llamarla así. Hoover le dejo a Franklin Roosevelt el honor de anunciar al mundo oficialmente la adopción de la Política del Buen Vecino en 1933.

Como hemos visto, Estados Unidos sencillamente no podía continuar sufragando los impresionantes gastos de estas intervenciones. Necesitaba urgentemente reactivar su maltrecha economía. La solución de Washington fue poner fin a estas intervenciones, ganarse la buena voluntad de los países de América Latina y emprender la recuperación económica mediante tratados bilaterales de comercio para aumentar sus exportaciones y proveerse mutuamente de recursos económicos mediante el aumento de sus exportaciones a Estados Unidos. El cambio paradigmático en política exterior estadounidense se puede expresar sucintamente en cambiar el énfasis de su política exterior, de un estratégico político a un estratégico económico.

Franklin Roosevelt expresó su política exterior con las siguientes palabras: “The most important item in our country’s foreign policy is the economic exchange of merchandise”. Por su parte el Secretario de Estado, Cordell Hull, enfatizó la eliminación de la política de poder militar y propuso descongelar los canales de comercio e inversiones, consciente que América Latina era el área más prometedora para la recuperación de los mercados estadounidenses.[36]

Estos cambios en política exterior se comenzaron a notar tan temprano como el cuatrienio del presidente Hoover. Este se abstuvo de invadir a país alguno de la región durante su incumbencia. Prefirió utilizar a sus servicios diplomáticos para resolver problemas y negociar tratados bilaterales de comercio. Aunque es cierto que amenazo con intervenciones militares en tres ocasiones desde el 1929 hasta el 1934, estas eran meramente un bluff, utilizado como palanca para obtener el consentimiento de los países de la región en negociaciones diplomáticas.[37] La política de Hoover hacia la región en cuestión se ve claramente encarnada en dos ejemplos: los casos de Panamá y Haití en 1931. En Panamá surge una guerra civil, y Haití cae en mora en sus deudas a Estados Unidos. Hoover se rehúso a intervenir en ambos casos.[38] Varios historiadores que notaron este cambio de política exterior silenciosa, se expresan de la siguiente manera:

1.   Donald Dozer argumenta que durante la década de los ’20, los encargados de elaborar y revisar la política exterior de Estados Unidos se alarmaron ante el deterioro de sus relaciones con América Latina y decidieron derogar la política del Gran Garrote.[39]
2.   Alexander de Conde argumenta que Hoover fue el iniciador de la Política del Buen Vecino y que Franklin Roosevelt meramente la anunció oficialmente y la expandió desde el 1933 en adelante.[40]
3.   Robert Farrell, secunda la opinión prevaleciente entre otros historiadores a los efectos de que la política de Hoover era una de no-intervención.[41]
4.   Lloyd Gardner concluye que la política del Buen Vecino que anuncio Roosevelt fue la culminación de diez años precedentes a la inauguración de Roosevelt en el pensamiento del Departamento de Estado.[42]





[1] Franklin Delano Roosevelt, Inaugural Address, Delivered, March 4th, 1933 and Encyclopedias, www.fdrlibrary.edu/resources/images/msf/msf00628
[2] The Roosevelt Corollary and Latin America, U. S. History, https://www.ushistory.org/us/44e
[3] Bemis, Samuel Flagg, The Latin American Policy of the United States, Hardford, Brace and Company, New York, 1943 p. 185
[4] Pérez, Jr., Louis A., Cuba Bajo La Enmienda Platt, 1902-1934, , University of Pittsburgh Pres, Pittsburgh, 1986, pp. 109-110
[5] Perez, Jr, Louis A., The War of 1898, The University of North Carolina Press, Chapel Hill and London, 1998, Passsim
[6] Lombardi Cathryn L. and Lombardi., John V., Latin American History: A Teaching Atlas, University of Wisconsin Press, Madison Wisconsin, 1983, p. 26
[7] Early, Edwin, et al, The Historical Atlas of South America, Macmillan USA, New York, 1998, p. 121:  Bemis, Samuel Flagg, The Latin American Policy…, pp. 149-50
[8] , O’Brian, Martin K., General Editor, Atlas of World History, From the Origins of Humanity to the Year 2000, Oxford University Press, New York, 1999, pp. 62, 162, 227; Early, Edwin, et al, The Historical Atlas of South America, Macmillan USA, New York, 1998, p. 121
[9] Invasion of Dominican Republic, 1905, www.ushistory.org/us
[10] Bemis, The Latin American Policy, p. 162
[11] Ibíd., p. 210
[12] Early, The Historical Atlas, p. 121; #14, O’Brian, Atlas of World History, p. 227; #13, Lombardi, Latin American History, p. 227.
[13] Lombardi, Latin American History, pp. 26, 62
[14] Bemis, The Latin American Policy, p.186
[15] Lombardi, Latin American History, p. 26; O’Brian, Atlas of World History, p. 227; Bemis, The Latin American Policy, p. 164
[16] Musican, The Banana Wars, Macmillan Publishing Company, Ney York, 1990#12, Early, The Historical Atlas, p. 121; Pérez, Jr., Cuba, p 103-108; #114; Diplomatic Cables, Ambassador Welles to Secretary of State, https://history.state.gov/historical documents/frus1933v05/d257p 127; Pe6rez, Jr., Cuba, pp. 160-61
[17] O’Brian, Atlas of World History, p. 227
[18] Ibíd., p. 227
[19] Ibíd., p. 227
[20] O’Brian, Atlas of World History, p. 227; Lombardi, Latin American History, p. 62; Early, The Historical Atlas, p. 121; Bemis, The Latin American Policy, p. 210
[21] Early, The Historical Atlas, p. 121
[22] Bemis, The Latin American Policy, pp. 116-17
[23] O’Brian, Atlas of World History, p. 227; Lombardi, Latin American History, pp. 62, 68; Early, The Historical Atlas, p. 115
[24] Lombardi, Latin American History, p. 68
[25] Meyer, Michael C. and Breezley, William H., The Oxford History of Mexico, Oxford University Press, New York, 2000, p. 460
[26] Meyer, The Oxford History of Mexico, p. 461
[27] Early, The Historical Atlas, p. 121; #1, Bemis, The Latin American Policy, pp. 149-50
[28] Bemis, The Latin American Policy, pp. 203, 209
[29] Ibíd., p. 278
[30] Ibíd., p. 151
[31] Ibíd., p. 191
[32] Ibíd., pp. 221, 213
[33] Steward, Dick, Trade and Hemisphere: The Good Neighbor Policy and Reciprocal Trade, University of Missouri Pres, Columbia, Missouri, 1975, p. 1
[34] Ibíd., p. 2
[35] Ibíd.
[36] Ibíd., p. 9
[37] Curry, E. R., Hoover’s Dominican Diplomacy and the Origins of the Good Neighbor Policy, Garland Publishing, New York and London, 1979, p. 10
[38] Bemis, The Latin American Policy, p. 221
[39] Are we Good Neighbors? Three Decades of Inter-American Relations, 1930-1960, Gainsville, Florida, 1959, p. 12, citado en, Curry, E. R., Hoover’s Dominican Diplomacy and the Origins of the Good Neighbor Policy, Garland Publishing, New York and London, 1979, p. 6
[40] Hoover’s Latin American Policy, Stanford and London, 1951, p. 124, citado en Curry, E. R., Hoover’s Dominican Diplomacy and the Origins of the Good Neighbor Policy, Garland Publishing, New York and London, 1979, p. 3
[41] American Diplomacy in the Great Depression: Hoover-Stimson Foreign Policy, 1929-1933, New Heaven Connecticut and London, 1957, p. 215-233, citado en, Curry, E. R., Hoover’s Dominican Diplomacy and the Origins of the Good Neighbor Policy, Garland Publishing, New York and London, 1979, p. 4
[42] Economic Aspects of the New Deal Diplomacy, Madison, Wisconsin, 1964, citado en Curry, E. R., Hoover’s Dominican Diplomacy and the Origins of the Good Neighbor Policy, Garland Publishing, New York and London, 1979, p. 5