martes, 20 de agosto de 2019

Introducción a Presencia femenina en el Ponce del siglo XIX


Introducción a Presencia femenina en el Ponce del siglo XIX
Por Eli D. Oquendo Rodríguez

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Algunos de los relatos históricos que se escribieron entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, por visitantes a la isla de Puerto Rico ofrecen escasas noticias acerca de las mujeres del país. Y en la mayoría de los casos es ya bien para referirse a sus gracias, o carencia de ellas, y a su particular modo de vestir. Fray Iñigo Abad y Lasierra, en 1788, aportaba cualidades positivas y negativas de éstas. Decía al referirse a ellas que eran de buena disposición, fecundas y aficionadas al baile y a correr a caballos.[1] Además, agregaba que eran muy hábiles en ambas cosas. Pero también las describía como mujeres de dientes consumidos, descoloridas, desidiosas y desaliñadas.[2] Y sobre su vida sexual apuntó que se casaban temprano y que solían preferir a los españoles antes que a los criollos.[3] El ilustre fraile presentó también una estampita bastante gráfica de cómo acostumbraban a vestirse las puertorriqueñas del siglo XVIII.

Poco antes de concluir ese siglo un viajero francés, botánico de profesión, escribió un libro como resultado de una expedición científica que hiciera al país. Su nombre fue André Pierre Ledrú. Y a su libro lo tituló Viaje a la Isla de Puerto Rico. Éste repite casi con las mismas palabras la descripción que hiciera Abbad y Lasierra sobre la vestimenta femenina.[4] Pero reseñando un baile que presenció en la hacienda de Don Benito, a orillas del río Loíza, apuntaba que vio a las mugeres con trages blancos y largos collares de oro.[5] Y que ambos sexos usaban y llevaban la cabeza cubierta con un pañuelo de color y un sombrero redondo galoneado.[6] Ledrú, en su trabajo, solamente describe a una mujer, que más bien, era una adolescente nombrada Francisca. Ésta era una tímida mozuela de dieciséis años, hija de su anfitrión. La presentó con una belleza casi plástica. Ella sabía cantar y tocar la guitarra con mucha gracia. Ledrú se sintió muy atraído por esa joven. Y hubo momentos en que ellos compartieron y que fueron descritos por el galo, repletos de una voluptuosa sensualidad.[7] El relato pierde la frialdad científica para adquirir la fogosidad de un romántico.

A mediados de la década de 1830, el coronel irlandés George Flinter publicó su trabajo An Account of the Present State of the Island of Puerto Rico. En el capítulo III de su libro dedica un subtítulo a la mujer titulado Appearance and Manners of the Ladies of Puerto Rico.[8] El mismo consta de unas cinco páginas y media. Flinter estaba impresionado con la mujer criolla y le prodigó toda una serie de elogios. Comenta sobre su belleza, costumbres, gusto en el vestir, habilidades, aficiones, virtudes y defectos.[9] En comparación con Abbad y Ledrú ofrece más información, aunque muchas de sus apreciaciones están basadas en mujeres pertenecientes a la clase alta. Así se ve, por ejemplo, cuando señala que algunas sabían francés y pintar o que eran muy puntillosas en la observancia de aquellos rituales que acompañan el día de cumpleaños. Y aún, haciendo estos comentarios tomando como modelo a las mujeres de la élite criolla parece rayar en la exageración. Júzguese, por ejemplo, cuando refiriéndose a la forma de conducirse las criollas enfatiza: they are possessed of great natural vivacity, an ease of manners which in England is only to be found in the best society.[10] Quizás un comentario que pudiera aplicarse a todas las mujeres por igual es cuando señala que: In domestic circle they are affectionate wives, tender mothers, and attached and faithful friends. They are industrious, frugal, and economical, without meanness. They excel in horsemanship.[11]

Flinter también señala que, contrario a lo que se había dicho de las mujeres de la Isla que eran adictas al fumar, jamás vio alguna hacerlo. Pero, aun así, las prefería frente a ciertas europeas que bebían ginebra. Ciertamente, el concepto del irlandés sobre las criollas es muy elevado y las idealizó con un sinnúmero de virtudes. No obstante, ellas pudieran ser aún mejores si tuvieran el beneficio de la educación, agrega. Y las compara con diamantes que luego de ser pulidos adquieren su esplendor y valor. Termina este subtítulo, el coronel George Flinter, enumerando todas las bondades que ve en la mujer criolla y abogando por una educación para la misma. Esto queda planteado a modo de una interrogante que se expresa en los siguientes términos:

If the ladies of this island are so elegant, so fascinating, so graceful, so kind and humane, as mere children of nature, what might we not expect from their good hearts and lively genius with the advantages of a refined education?[12]

En los documentos oficiales del municipio de Ponce sean censos, padrones, listas fiscales, juicios verbales, oficios, cartas u otros es posible hacer un atisbo al papel desempeñado por la mujer dentro de los cambios económicos y sociales que se producen en la ciudad desde los albores del siglo XIX.  Su importancia ha sido mayor de lo que se podría suponer, sobre todo si se toman en cuenta varios puntos: la sociedad era culturalmente de marcado sello patriarcal y machista, la mujer siempre estuvo en desventaja económica, en términos legales estuvo subordinada[13] y se la confinaba a los roles tradicionales de esposa, madre e hija. Tres serán los objetivos principales de este trabajo. Primero, examinar cómo la mujer fue un ente presente en los cambios que se operaron en el Ponce decimonónico. Segundo, analizar de qué recursos y cómo la mujer se valió de los mismos para ir abriendo su propio espacio. Y tercero: reflexionar sobre aquellos conflictos o situaciones que la mujer tuvo que enfrentar en su vida cotidiana en su carrera por abrir tal espacio. Cabe señalar que este estudio se limita a la mujer de condición libre por ser mucho más fácil de seguir su huella en los documentos de la época.



[1] Fray Iñígo Abbad y Lasierra, Historia geográfica civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Reimpresión con estudio preliminar de por Isabel Gutiérrez del Arroyo, Río Piedras, Editorial Universitaria, 1979, p. 182.
[2] loc. cit.
[3] loc. cit.
[4] André Pierre Ledrú, Viaje a la Isla de Puerto Rico. Río Piedras, Ediciones del Instituto de Literatura Puertorriqueña y la Universidad de Puerto Rico, 1957, p.112.
[5] Ibíd., p. 47.
[6] loc. cit.
[7] Ibíd., pp. 45-46, 48.
[8] George D. Flinter, An Account of the Present State of the Island of Puerto Rico. San Juan, Academia Puertorriqueña de la Historia, 2002, p. ix.
[9] Ibíd., 81-87.
[10] Ibíd., p.82.
[11] loc. cit.
[12] Ibíd., p. 87.
[13] Ver: Félix V. Matos Rodríguez, “La mujer y el derecho en el siglo XIX en San Juan, Puerto Rico (1820-1962)”., en Pilar Gonzalbo Aizpuru, Edt., Género, familia y mentalidades en América Latina. San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997, pp. 227-263.

martes, 13 de agosto de 2019

El Regimiento de Infantería Fijo de Puerto Rico durante la Revolución Haitiana y la posterior guerra contra Francia


El Regimiento de Infantería Fijo de Puerto Rico durante la Revolución Haitiana y la posterior guerra contra Francia
Por Pablo Alejandro Puello Díaz

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La inestabilidad sociopolítica experimentada en Saint Domingue, actual Haití, provocada a su vez por los acontecimientos revolucionarios franceses de 1789, convirtieron a la colonia y al territorio vecino de Santo Domingo en un verdadero campo de batalla. Tanto la insurrección esclava en 1791 y la declaración de guerra a Francia en 1793 por parte de España fueron detonantes a la hora de provocar una activación militar en el Caribe. Ante esto, cabría preguntarse: ¿Mantendría Puerto Rico una situación de completo aislamiento?, o, por el contrario, ¿Sería una posesión española la cual volvería a retomar su valor estratégico interviniendo militarmente?

Debido a la situación provocada por los esclavos insurrectos de Saint Domingue no cabe la menor duda de que el año 1791 dio comienzo a un periodo de intensa comunicación intercolonial, llegándose a crear un estado de alerta en Puerto Rico debido a los rumores y especulaciones de las posibles secuelas que podrían reproducirse. Ante esto, Puerto Rico respondió a la situación acobijando a los emigrados dominicanos y reteniendo muchos de los prisioneros franceses que no se podían mantener en Santo Domingo a raíz de la guerra contra Francia. No obstante, ¿qué sabemos respecto al intervencionismo militar orquestado por el Regimiento de Infantería Fijo de Puerto Rico?
Insurrección de esclavos en Saint Domingue de 1791 [1]

Aunque existe un consenso académico, respecto a los servicios realizados por las tropas enviadas por Puerto Rico a la frontera dominico-haitiana, existe una discrepancia en cuanto a la fecha del comienzo de movilización de estas. Puede encontrarse autores bajo la premisa de que el traslado de tropas fue a partir del comienzo de la guerra franco-española o Guerra contra la Convención de 1793, otros, señalan a la insurrección esclava, y no la guerra, como el comienzo de los preparativos para la movilización de tropas entre los años 1792 y 1793, y están los autores que no son del todo claros al momento de establecer una fecha en específico.

Tanto Rodríguez Demorizi[2] como Francisco Scarano marcan la fecha de 1793 como el comienzo de la movilización militar entre Puerto Rico y Santo Domingo. Por su parte, Scarano y Salvador Brau coinciden en el señalamiento sobre los efectos inmediatos que fueron provocados en la Isla como resultado de la Revolución Haitiana. Entre estos, solo Scarano[3] menciona que la movilización militar ocurrió luego de haberse declarado la guerra franco-española. En el caso de Brau, su referencia sobre el comienzo de la movilización militar es un tanto ambigua. Brau menciona una situación en donde el gobernador dominicano, Joaquín García, pidió ayuda a Puerto Rico tan pronto comenzó la insurrección esclava en 1791. También menciona el pedido de ayuda de los colonos de Martinica. Por lo comentado, la petición de ayuda fue denegada como consecuencia de la neutralidad española ante los acontecimientos franceses. Brau señala claramente que la ayuda fue negada a Martinica, pero en cuanto a Santo Domingo no hizo mención alguna. Más adelante, Brau menciona que: “Como la extensión de la línea fronteriza haitiana exigiese, en 1794, mayor contingente de tropas, habíanse añadido desde Puerto Rico al refuerzo anterior, las dos compañías de granaderos del Fijo”.[4]

Sin duda alguna, puede entenderse que antes de 1794 operaba un cuerpo militar enviado desde Puerto Rico, pero el detalle reside en que Brau no indica dicho suceso y no especifica la fecha en que llegó este primer grupo, creando la duda si fue inmediatamente luego de la insurrección esclava o al momento de declararse la guerra contra Francia. En cuanto al autor isabelino, Martín Rebolo[5], su mención sobre la fecha de la movilización de tropas se extiende hasta el año 1795, cuando se establece el Tratado de Basilea, el cual otorgaba a Francia la zona española, o sea, la colonia de Santo Domingo.

Respecto a los autores que colocan la insurrección esclava como la principal motivación para el envío de tropas se encuentra Milagros Denis. Similar al caso de Brau, Milagros Denis no ofrece fecha específica, pero señala que durante los acontecimientos insurreccionales las tropas comenzaron a partir. La autora hace referencia a las tropas, ya que comentaba sobre los avatares que Ramón de Castro estaba afrontando como consecuencia de la detención de las tropas en Santo Domingo ante el inminente enfrentamiento contra los ingleses. Milagros Denis comentó lo siguiente:
When the island entered into a state of emergency, as was the case during the English attack of 1797, the governor organized three compañías de morenos because many members of the batallón fijo, or infantry battalion, were serving in Santo Domingo, when the Revolution was taking place.[6]
Denis coloca las tropas en Santo Domingo durante los acontecimientos de la Revolución Haitiana, pero aun así no especifica la fecha. Similar caso ocurre con Morales Carrión, aunque este llega a ser un tanto más específico, pero sin mencionar aún fecha. Al referirse al inicio de la insurrección esclava en 1791, y las medidas tomadas en la frontera dominico-francesa, el autor coloca a las tropas de Puerto Rico defendiendo la frontera luego del evento insurreccional, quedando en evidencia la involucración tan temprana de Puerto Rico en los asuntos dominicanos.[7] Aún más específicos son los autores Pedro Tomás de Córdoba y José Gabriel García, ya que ambos mencionan la fecha exacta del desembarco del Regimiento Fijo en Santo Domingo. Por lo señalado por García, las comunicaciones entre Santo Domingo y Puerto Rico, referentes al llamado de auxilio por parte del gobernador Joaquín García, comenzaron tan temprano como el año 1791. El 30 de mayo de dicho año, Miguel Ustáriz, gobernador de Puerto Rico, envió al Regimiento de Cantabria[8] que se encontraba en la Isla y que a su vez estuvo compuesto de 1,366 plazas.[9] Interesante de más sería la mencionada fecha del 30 de mayo de 1791, ya que la misma precede al evento de la Revolución Haitiana ocurrida el 14 de agosto del mismo año. Sin embargo, no fue hasta el 5 de agosto del siguiente año que se tomó la decisión de enviar “quinientos hombres del Regimiento Fijo de Puerto Rico, que desde el mes de diciembre de 1792 habían entrado en el país…”.[10] Por lo visto, es José Gabriel García, el autor que comienza especificando el número de soldados enviados y sobre todo la fecha, meses antes de haberse declarado la guerra a Francia. Por su parte, Pedro Tomás de Córdoba fue quien especificó no solo la fecha en la cual el Regimiento zarpó hacia Santo Domingo, sino que incluso mencionó el lugar de destino al declarar que “el 8 de diciembre se embarcaron 500 hombres del Fijo para Montecristi en la isla de Santo Domingo para auxiliar la parte española”.[11] Por lo comentado por García, su análisis estuvo acorde a la documentación encontrada. Más aún, sería de interés el entender las circunstancias en las cuales se ordenó buscar al Regimiento de Infantería Fijo de Puerto Rico. Debemos ver que su número de tropas no era el mejor para emprender una campaña de tal magnitud contra Saint Domingue, también era cierto que las existentes en la frontera de Santo Domingo no eran del todo las mejores. Recordándose el hecho de que el Regimiento de Cantabria se encontraba en la frontera desde 1791 y que los disturbios en la parte francesa no cesaban:
El gobernador de Santo Domingo viendo que el espíritu de la colonia empeora sus revoluciones y que las tropas que han llegado son de mala condición ha pedido 500 hombres., al gobernador de Puerto Rico…[12]
Tales expresiones demostraron la necesidad de contar con tropas capacitadas como lo era el Regimiento de Infantería Fijo. Por lo tanto, no solo se trataba de aumentar la fuerza militar, sino de añadir fiabilidad a las tropas a través de un componente preparado como lo era el Regimiento enviado por Puerto Rico.

Respeto a las quinientas plazas enviadas a Santo Domingo, la documentación recopilada en el Archivo General de Simancas especifica que el Regimiento de Infantería de Puerto Rico llegó al puerto de Montecristi el 26 de diciembre de 1792, tal y como lo especificaron los autores Pedro Tomás de Córdoba y José Gabriel García. De allí se movilizaron al llamado cordón del norte, en el pueblo de Dajabón, en calidad de refuerzos.[13] Sin embargo, los quinientos hombres no fueron lo suficientemente capaces para detener las hostilidades de la parte francesa, ya que el arzobispo de Santo Domingo, en abril 24 del siguiente año, declaró al respecto:
…yo admiraré mucho, si aún no se han llamado las fuerzas de Cuba y Habana por prevenir un golpe de mano de los franceses, no habiendo bastado los quinientos hombres de Puerto Rico que guarnecen la frontera de Dajabón para haber evitado las incursiones hostiles, que han empezado a hacer en nuestra tierra por el lado del sur.14]
Por lo presentado, puede comprenderse, específicamente, que la entrada de Puerto Rico en el conflicto con Saint Domingue fue posterior a la insurrección de esclavos de 1791 y anterior a la fecha del 7 de marzo de 1793, donde Francia le declaró la guerra a España. Esto conlleva a la suposición de que las tropas enviadas por Puerto Rico poseían un propósito adicional, el cual no se limitó a brindar protección en la frontera contra cualquier hostilidad por parte de los esclavos rebeldes. Una vez comenzó la insurrección esclava, tanto las tropas dominicanas como el Regimiento de Cantabria se movilizaron a la frontera con el único fin de protegerla. Sin embargo, el caos provocado por los esclavos, más la inestabilidad política vivida en Francia y los vientos de guerra que se percibían en España provocaron que dicho movimiento evolucionara de una forma defensiva a una ofensiva.

No obstante, en 1795, se establece el Tratado de Basilea, por el cual España entregaba de forma oficial su parte de la Isla a Francia. Sin embargo, el gobernador dominicano se negó a despachar la totalidad de las tropas de Puerto Rico hasta que no se completara las disposiciones del Tratado. Esto provocó que el gobernador de Puerto Rico, Ramón de Castro, tuviera que agrupar las milicias disciplinadas y enlistar puertorriqueños para combatir contra los ingleses en la famosa batalla contra las tropas del general Sir Ralph Abercrombie y el almirante Harvey en 1797.

Nota editorial: Para más detalles sobre la intervención de Puerto Rico en la Revolución Haitiana y en la guerra contra Francia véase a Bajo la sombra de los imperios libro de Pablo Alejandro Puello Díaz



[1] Imagen obtenida de la página web http://www.resumenlatinoamericano.org
[2] Rodríguez Demorizi, Invasiones haitianas…, p. 226.
[3] En cuanto Scarano, este comentó: “En Puerto Rico se sintieron de inmediato los efectos de la Revolución Haitiana. Cuatro compañías de soldados del Regimiento Fijo, asignado a la plaza fuerte de San Juan, participaron desde 1793 en una campaña contra el ejército francés en Haití”, Scarano, Puerto Rico: Cinco siglos, p. 287.
[4] Brau, Historia de Puerto Rico…, p. 177.
[5] “A consecuencia de la entrega de La Española a Francia y el subsiguiente enfrentamiento se trasladaron a aquella isla parte de las tropas del Regimiento de Puerto Rico, enviándose a la isla el Tercer Batallón del Regimiento de África, la cual abandonaría definitivamente en octubre de 1802…” Martín Rebolo, Ejército y Sociedad en las Antillas…, pp. 76-77.
[6] Milagros Denis, Interpretations and Consequeunces of the Haitian Revolution in Puerto Rico: Resistance and Racism, doctoral thesis, Cornell University, 1999, pp. 32-33.
[7] Sobre el cordón sanitario, el cual debía impedir cualquier penetración de los disturbios en la vecina colonia, Morales Carrión indicó: “Al conocerse el levantamiento de los esclavos en Haití, acaecido en agosto de 1791, el gobierno español decreta una inmediata cuarentena frente al peligro. El 26 de noviembre de ese mismo año se decide establecer un cordón de tropas sobre la frontera entre Saint Domingue y la parte española para evitar “el contagio de la insurrección”. Así van a parar tropas desde Puerto Rico al nuevo frente y se involucra estrechamente la isla en los acontecimientos haitianos”. Morales Carrión, “La Revolución Haitiana y el Movimiento Antiesclavista en Puerto Rico”, Paper presented at the Fourteenth Conference of the Caribbean Historians, San Juan, Puerto Rico, abril 16-21, 1982, p. 7.
[8] Al respecto, García señaló: “…en virtud de las reiteradas solicitudes hechas por el brigadier don Joaquín García, había dado órdenes expresas al gobierno de Madrid al coronel don Miguel Ustariz, gobernador de Puerto Rico, para que el Regimiento de Cantabria, que desde el 5 de agosto de 1790 había llegado a aquella isla, procedente de Cádiz, pasara de servicio a la de Santo Domingo… llegando a su destino el 30 de mayo de 1791…”. García, Compendio de la historia…, t. I, p. 242.
[9] Córdova, Memorias: Geográficas, históricas…, p. 61.
[10] García, Compendio de la historia…, t. I p. 246.
[11] Córdova, Memorias: Geográficas, históricas…, p. 63.
[12] AGS, SGU, l. 7158, e. 10, f. 8 r. “El gobernador de Santo Domingo al Excmo. Sr. don Diego de Gardorquí, Santo Domingo, 16 de noviembre de 1792”.
[13] En cuanto a la llegada del Regimiento de Puerto Rico a la colonia dominicana, Joaquín García comentó: “El día 26 de diciembre próximo pasado entraron en el Puerto de Montecristi los quinientos hombres que tenían pedidos al gobernador de Puerto Rico para reforzar el cordón del norte de esta frontera o donde la necesidad exigiere mayor urgencia”. AGS, SGU, l. 7158, e. 6, f. 1 r. “El gobernador de Santo Domingo Joaquín García al Excmo Sr. Don Diego de Gardoquí, Santo Domingo, 12 de enero de 1793”.
[14] AGS, SGU, l. 7157, e. 22, doc. 1, f. 12 v. El arzobispo de Santo Domingo a Pedro de Alcuña, Santo Domingo, 24 de abril de 1793”.

lunes, 5 de agosto de 2019

Prólogo a El muerto, drama en un acto: ¿Quién me mató?


Prólogo a El muerto, drama en un acto: ¿Quién me mató?
Por Alfredo Morales Nieves

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El drama El muerto nació de la adaptación teatral de la novela del mismo nombre que fuera escrita entre los años 2013 y 2014. La escritura de la novela comenzó en la Hacienda La Cuzca en la ciudad de Pilar, al noroeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina, en 2011. Fue culminada en el Barrio Algarrobo de Mayagüez, en Alturas de Mayagüez, en el mes de enero de 2014. Se terminó de escribir cuando ya los artistas ensayaban el libreto de la Adaptación teatral El muerto, escrita en diciembre de 2013.

En el año 2019, y a raíz de la mi elección como Presidente de El Casino de Mayagüez, Inc., la institución sociocultural más antigua de Puerto Rico fundada en 1874, decidí escribir el drama El muerto, una vez más, a solicitud. La novela había sido escrita a petición de mis estudiantes a raíz de un hecho sobrenatural en el Edificio Sánchez Hidalgo 204, y por mi mamá, Hilda Nieves Cruz, quien me pidiera, antes de fallecer, que no dejara de escribir.

La puesta en escena surgió de la solicitud/sugerencia de la lectora Syrita López, hoy Vda. de Charana. Una vez completadas la novela y la adaptación teatral, se presentó la novela en los teatros Yagüez y Tapia, con dos semanas de diferencia, mediante la adaptación dramática.

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Fue así como, en el año 2019, y a solicitud de Jackie García Morales, miembro de la Junta de Directores de El Casino de Mayagüez, comencé la puesta en escena de El muerto.  Una vez más ensayábamos sin tener el drama terminado ni haber pasado de adaptación a drama. Luego de haber ensayado varias veces, invité a los artistas que se habían reincorporado s la producción de 2019 a que opinaran sobre el drama y, una vez escrito y finalizado, a que sugirieran qué era necesario hacer para su final dramático. Destacó, entre ellos Juan Derieux, quien opinó que los monólogos iniciales restaban al impacto dramático. Ante la necesidad de retener su enlace con la novela, de donde surge, y el personaje central y su historia, quien suscribe determinó dejar las escenas, pero añadir hacia el final parlamentos y personajes que fortalecieran el elemento dramático.

Terminado el drama, se completó el elenco al que se le dedican, junto a los elencos anteriores, la obra dramática El muerto, la historia de Luis Báez, joven veinteañero asesinado en la Calle Méndez Vigo de Mayagüez al cierre de una época: ni la invasión estadounidense, ni los huracanes ni el Gran Terremoto habían cambiado la idiosincrasia de esta pequeña urbe antillana cargada de prejuicios, rica y próspera, que alternaba los ritmos franceses con los hispanos al son de ritmos africanos, todos los cuales se escuchaban a la distancia según fuera el caso. Húmeda, a orillas del mar y de la cordillera, la ciudad de Mayagüez fue el hogar de Luis, el muerto, quien habrá de tomar una decisión al momento de ser asesinado frente al Teatro Francés, donde vivía, y que habrá de determinar más de un siglo de andanzas por las calles de Mayagüez en su intento de descubrir quién lo mató.

La historia, a su vez, antecede a la segunda novela en curso, cuyo valor histórico radica en darle voz a los barrios marginales de Mayagüez, quienes, de cara al casco urbano de la elegante y próspera ciudad destruida por el terremoto, iban estrangulando el intento de sus clases dominantes de convertir a la Ciudad de las Aguas Puras en una urbe europea, al quedar su idiosincrasia transformada de manera tal que Mayagüez completara el desarrollo de Puerto Rico como nación. Conocer a Mayagüez es conocer a Puerto Rico. Entenderla, para amarla, es el paso final para entender la idiosincrasia del muy antillano pueblo puertorriqueño. Desde Mayagüez han cantado las voces del país a la libertad y la emancipación. Desde el oeste insular, donde terminan las aguas que vienen del este en bosques y montañas que se precipitan al mar, el caribeño archipiélago de islas encuentra una nomenclatura muy difícil de descifrar, sino es con el sabor de sus aguas de manantiales, el olor salitroso a montaña, su húmedo calor tropical y el verde que inunda la mirada a través de sus bosques tropicales. Acá nace y muere la palabra. Desde acá cantan las voces para ponerle punto final a las gestas del país. Y cuando se desanda, como lo hace el personaje central, las voces indígenas cantan, sus maldiciones se hacen verdad, la negritud de la ciudad se estremece al son de los tambores, y los pisos de los elegantes salones de El Casino de Mayagüez y las baldosas mayagüezanas de sus muy mayagüezanas residencias, criollas o no, cantan también al movimiento de los pies, descalzos o calzados, de todos los mayagüezanos que al son del baile, del ritmo y cadencia de sus palabras, ha declarado que ancló en alma en su puerto, para no ser el mismo jamás.