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sábado, 4 de noviembre de 2023

Anastasia

Anastasia
(cuento)
Charline P. Crespo Tomei

Mi Anastasia… tú no sabes todo lo que daría por oír tu voz, tus suspiros, sentir la palpitación de tu corazón y los besos de tu aliento rozar por mi cuello.  Solo con tenerte a mi lado, lo daría todo.  Es imposible olvidar esa línea, la cual tornabas en una simple curva para alegrar mis oscureceres.  Nunca podré olvidar esa primera noche, cuando entrabas en las tinieblas de los pasillos del calabozo, y conociendo que tu destino sería fatal, radiabas sin necesidad de una lámpara.  No te importaba tu final, cada paso lo dabas con dignidad, restaurando tu respeto con cualquiera que se encontrara en este maldito lugar.

Foto tomada en Freiburg (Alemania) por Charline P. Crespo Tomei

Esos ojos, ¡Oh, Dios! Color mar al sol del día.  Un mar que he de querer apreciar por tanto tiempo, tú, mi vida, me lo has regalado con aquellos preciados ojos.  Y esa voz tan dulce, nunca te hubiera negado nada.  Ordenaras lo que quisieras y caía ante ti cumpliendo tus anhelos.  En tan poco tiempo, te convertiste en un sueño para mí. 

Necesito volver a encontrarte… o al menos, volver a verte.  Si solo pudieras ayudarme una vez más, volver a llenar los espacios que existen entre mis dedos.  Romper las barreras de mi corazón y volver a llenarlo de luz. Si tan solo… pudiera verte. Acariciar tus cabellos, arrullar tu rostro, sentir esos labios cerezas… Me perdería en tu mirada para siempre y toda una vida no bastaría para demostrarte este ardiente amor que siento por ti… pero… pero… si tan solo…

Esta noche se destruye mi corazón en mil pedazos.  Cada pedazo con tu recuerdo… con tu memoria.  Arde de dolor, agonía, pensamientos, lamentos, todo lo más oscuro y profundo que jamás podrás imaginar.  Se me rompe el alma pensar que no podré decirte que eres lo que siempre soñé en la vida, mi amor inefable.

Aquí me hallo entre las sombras, pensando en lo que nunca fue y jamás será.  Tan poco tiempo junto a ti, sin embargo, un año lo transformaste en una eternidad.  ¿Qué será de ti mi amor? ¿Habrás escapado de aquellos guardias o… habrás muerto como las paredes han murmurado por meses? ¡No! Es inaceptable creer que ya no estés en nuestro mundo.  ¿Qué la vida sería sin ti? Nada.  Eres extraordinaria, fuerte, con un poder intachable y una voz firme con la cual tus palabras podrían cambiar el mundo.  Tus pasos siempre han sido de grandeza, ¡No puedes estar muerta!

Las cadenas acompañan en una canción al inmenso eco.  Tristes melodías junto a un terrible desenlace.  Sinfonías perdidas en el baile.  Y nubes grises cargadas en mis ojos, deciden ser libres al fin.  Los relámpagos y truenos de mi alma se detuvieron hace meses, sin embargo, todavía llueve en este pobre corazón.  Se podría caer el cielo hoy y no me importaría, lo he perdido todo… la he perdido a ella.

Me encuentro en el centro de los ojos del mundo.  El verdugo enlaza mi cuello y toma dirección hacia la palanca del cadalso.  Como siempre, inicia el sonido del tambor y un soldado comienza a inaugurar mi sentencia de muerte.  Mientras reclama mis razones para morir, yo estoy aquí de pie pensando en ti, mi vida.  Una ola inmensa de multitud admirará mi muerte.  No me arrepiento de haberte ayudado a escapar del calabozo, no me arrepiento de que el destino te haya puesto en mi camino, y no me arrepiento, y nunca me arrepentiré de haberte elegido mi compañera de vida.  Si he de morir hoy, será con dignidad.  Porque esto fue por tu libertad mi…

¡Anastasia! ¿Cómo es posible que te encuentre entre esa ola inmensa de multitud? ¡Me verás morir! No mi amor… No llores más por favor… No conviertas esos ojos color mar en un cielo gris.  Sé libre, vete de aquí… Si tan solo pudiera gritar todo esto… Así no te castigarías a ti misma por mi desvanecimiento de esta vida.  No es tu culpa…Nunca lo fue.  Esa sonrisa... ¡Oh mi vida! Gracias por regalarme una última sonrisa, ahora sé que esta muerte no será en vano.

Te amo, Anas… ta… cia…

viernes, 2 de octubre de 2020

Proemio a Paradigmas de la muerte

Proemio a Paradigmas de la muerte
Edwinn di María

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En una zona muy cercana a la suya, existe un pueblo indolente cuyas calles frías y crudas son como hielo ártico. Lugar particular donde la razón convive en el mismo eje que lo absurdo. Sus habitantes, trastornados por la insensibilidad dan forma a la idiosincrasia más contradictoria e inverosímil del país. Para ellos, nada tiene trascendencia, nada puede motivar un nuevo curso. Nada de nada podría brindar una nueva forma de existir. Nada en lo absoluto. Su nombre… Pueblo Morbo, donde las ilusiones nacen en la mañana y fallecen sin ver la tarde. Pueblo que por designio de lo irracional quedó sin suerte, sin la pasión que es motivada por los pequeños y hermosos detalles de la vida. 

La paradójica existencia gira en un fragmento de lo incoherente por su morbosa fragilidad de ignorar al vivo, mientras reconocen al muerto. Sus vidas las han reducido a las pantallas táctiles del micromundo del extasiado. Donde la dependencia de los textos se convierte en la droga que alimenta las tristes ansias de ser alguien en un mundo artificial donde nunca serán nada. Es un mundo recreado por metáforas, donde la identidad cultural se reconoce sin tener valor patrio. Y aunque ser pobre es un delito de nacimiento, sólo basta una muerte indigna y se tendrá reconocimiento nacional.  

Dramas se emplean para ilustrar un estilo de vida, develar una forma de vivir, o intentar presentar la triste verdad que no muchos pueden distinguir… o quieran admitir. ¿Pero qué tanto se puede aguantar? ¿Qué límites tiene una sociedad que se pierde sin rumbo ni mapa? Y lo más importante, ¿qué probabilidades hay para que esto cambie?

Es en esta sociedad a la deriva en la cual se desarrollan las vidas de Charlie, Randy y Pedro. Típicos adolescentes nacidos y criados en una colectividad donde el materialismo es primero, y con ello, el consumo insostenible. Donde los valores no son reconocidos ni poseen escalafón. Ellos provienen de familias disfuncionales con escasas expectativas. Para ellos, todo aquel que pase de los treinta años de vida es considerado un oldschool. Un viejo que Dios le ha concedido mucho más tiempo del que ellos pudieran imaginar.

Residen en el pintoresco Barrio Sufrimiento, el más trasegado de Pueblo Morbo. Viven en el aquí, y en el ahora, y de las pocas cosas que ellos consideran diversión, es que, en algunos días, y en otros también, arrojan piedras a las ventanas de las casas. Aparte de eso, busconean a diario unos cuantos pesos para hacer un ángulo y bañarse en el humo embrutecedor. 

La realidad para estos jóvenes está distorsionada. Dialogan sobre los sueños que nunca alcanzarán y enumeran las cosas materiales que imaginan en esos sueños con las cuales pudieran presumir. Más la ignorancia no les da para mucho. Van de camino a humolandia, pero antes, se detienen para arrojarle piedras a la casa de don Isidro Peralta… 


lunes, 24 de agosto de 2015

Prólogo a "Un pueblo misterioso y su gente extraña"

Prólogo a la novela de Ramón Ortiz:
Un pueblo misterioso y su gente extraña

Por Pablo L. Crespo Vargas

Para adquirir mediante amazon
Las vivencias más íntimas de una sociedad tienden a ser reveladas en las obras literarias que se producen en ella. En la mayoría de los casos representan o son un reflejo de la conciencia colectiva enmarcada en el pensamiento del autor. Allí se pueden encontrar ideas, sentimientos, nostalgias, deseos, anhelos, prejuicios y hasta los objetivos que nos trazamos, tanto individuales como colectivos.

En muchos casos, el escritor, hace suya toda esa gama de experiencias, que no necesariamente son vividas, pero si transmitidas por medio de la llamada tradición oral, aspecto que ha llevado al desarrollo de lo que los historiadores llaman la historia oral y que a su vez se dirige a los nuevos estudios conocidos como microhistoria.

No obstante, nuestro autor, Ramón Ortiz, no es el típico escritor que se forma de manera académica y que sigue unos patrones literarios ya establecidos, aunque su rigurosidad es latente. Su musa no proviene de la extraña combinación que surge del conocimiento teórico y las vivencias generales, que en muchos casos son narradas por terceros; sino, que en su caso, estas vivencias, son producto de la observación diaria y de las experiencias vividas, escuchadas y redactadas en sus treinta años como policía estatal en Puerto Rico.

Esto lo lleva a realizar una narrativa, que no solamente es cruda, sino que se ajusta a la realidad que se vive día a día, dentro de un ambiente que es controlado en la imaginación del autor, y que presenta situaciones que son comunes en una sociedad que abanica una variedad de conductas que en muchos casos son consideradas, en su exposición pública, como tabúes.

Nuestro autor, no teme a revelar y mostrar las distintas vertientes que de ellas salen. Su fin es presentar una realidad que muchos niegan pero que es visible. En otras palabras, el autor no crea una historia puramente imaginativa, sino que se nutre de hechos y los enmarca en un contexto físico que llama La Marea (pueblo central donde ocurren los hechos), pero que a la vez podríamos llamar Lajas, Cabo Rojo, Hormigueros, Mayagüez, Añasco, Aguada o cualquiera de los otros municipios puertorriqueños.

La cotidianidad del ser humano y sus conflictos internos son elementos siempre palpables en cada uno de los capítulos de la obra. Esto lleva a que el lector se identifique con las situaciones, en momentos, creando empatía con algunos personajes o situaciones y odiando otros. No obstante debemos advertir al leyente que muchas de estas estampas se presentarán como un “déjà vu”, ya que les parecerá que fueron situaciones ya vividas, contadas o leídas en otros medios, sin percatarse, que la obra es solo un reflejo de la complejidad de la vida del puertorriqueño, en un periodo de transición múltiple donde se entremezclan elementos rurales con pensamientos urbanos; donde se notan los conflictos sociales entre pobres y ricos; la necesidad de algunos grupos poblacionales; y la crisis emocional que surge dentro de una sociedad conflictiva e individualista.

Aunque en muchas instancias, durante la narración, se presenta una visión fatalista, el autor siempre da espacio a esas segundas oportunidades, que llenan de esperanza a los seres humanos y que nos ponen a pensar sobre la importancia de desarrollar lazos de solidaridad, los cuales se nutren de la bondad humana y que llevan a todos a buscar la felicidad colectiva de una manera sabia y positiva.

En fin, Un pueblo misterioso y su gente extraña, es una de esas obras destinadas a hacernos recordar que la vida es compleja, pero a la vez, que tenemos la capacidad de poder resolver cada una de esas situaciones para lograr obtener lo que debe ser nuestro objetivo de vida: la búsqueda de la felicidad.

miércoles, 12 de febrero de 2014

El Muerto y Julia, primeras dos obras literarias de Akelarre

Con gran satisfacción le damos la bienvenida al Dr. Alfredo Morales Nieves, quien recientemente publicó bajo la editorial Akelarre, dos de sus obras: El muerto, la cual salió el 29 de enero; y Julia, el 30 de enero de 2014.

El muerto, una novela que inicia desarrollándose en el el ciberespacio y que incluye a una gran cantidad de personajes comunes, nos presentan una historia diferente a la que estamos acostumbrados. Esta historia nos narra las aventuras de un muerto que busca saber quien fue su asesino y a la vez desea que se le haga justicia. El muerto nos lleva a un recorrido por el área oeste de Puerto Rico, pero en especial por las calles de la ciudad de Mayagüez. Nos involucra en las situaciones, que tanto, vivos como muertos experimentan y que nos haces reflexionar sobre nuestras acciones.


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Julia es una obra publicada originalmente en 1991 y que tuvo un formato digital en 2012. Julia, quien es la abuela del autor, nos narra una serie de vivencias o historias orales, enmarcadas en el recuerdo, el mismo que puede convertirse en mito, aunque sea realidad, aunque en ocasiones en nuestro ámbito caribeño, ambos estatus se entremezclan dejando al receptor de ellos una huella mágica, que es la que nos distingue del resto del planeta.


Para obtener a Julia visite el siguiente enlace: http://www.amazon.com/Julia-Spanish-Alfredo-Morales-Nieves/dp/1495362027/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1392182806&sr=1-1

martes, 3 de septiembre de 2013

Cuento de suspenso publicado en "Abrazos del Sur"

Pablo L. Crespo Vargas

Este cuento de suspenso, redactado en el segundo trimestre del pasado año, fue publicado en la antología literaria: Abrazos del Sur, 2013, del colectivo El Sur Visita al Sur, Inc. Es la segunda narrativa que he logrado publicar. Hoy, me he motivado a presentarla, luego de una charla con el amigo y escritor Alfredo Morales Nieves y de haber comenzado a leer su novela El muerto, la cual presenta temas muy inquietantes... 

El árbol de quenepa

Octavio se levantó de su cama, notó que ya había salido el sol, llevaba una pijama de líneas verticales color plateado raro que eran disimuladas por la blancura añejada de la tela de algodón.  Su atuendo, siempre le había parecido una versión modificada de la ropa que llevaban los presidiarios, aunque nunca los había visto se los imaginaba como seres fieros y sanguinarios que mataban y robaban por placer.  Esta idea del presidiario, al reflexionar, le parecía exagerada.  Sin embargo, así su abuela le había contado.   Extrañaba las narraciones de este singular ser casi centenario y que aún veía caminar por los pasillos de la casa, pero ya no le hablaba, ya no le contaba anécdotas ni realizaba cuentos de mucha imaginación.
El relato que más le causó impresión fue el de los soldados que se preparaban para combatir a un fiero invasor; invasor que al llegar fue recibido como libertador por esos mismos hombres que un día habían jurado luchar hasta morir pero que al llegar el momento lo único que hicieron fue servir de perros falderos y de bufones para divertir al recién llegado.  La abuela en medio de la narración los maldecía y les reprochaba su hombría como si ellos estuvieran presentes.  Era la narración que más acaloraba a la matriarca del hogar.  La llevaba a extremos que nadie hubiera imaginado, ya que sollozaba con ira deseando no haber estado sufriendo de fiebres intermitentes producto del escorbuto provocado por la falta de alimentos que azotó la zona debido al bloqueo que el invasor cometía desde inicios del conflicto.  Solo si hubiera tenido la fuerza suficiente de tomar un arma, fuera esta un fusil o un machete, se hubiera enfrentado a ese invasor que no permitía la entrada de productos necesarios para la población.
            -¡Cobardes! - era su grito para finalizar la historia, luego se quedaba callada, en sufrimiento y amargura por horas hasta que decidía acostarse en su hamaca, donde destilaba sus sentimientos separando el odio del razonamiento.
            -Pobre abuela, - pensaba el joven que recién había dejado la niñez – ya no me habla, ni siquiera me reconoce.  Le paso por el lado y tampoco me mira, sólo solloza y se lamenta de una pérdida que desconozco.   
Todas las mañanas era igual, su abuela en un mar de lágrimas, su madre vestida de negro y su padre siempre inmerso en sus negocios.  Para el joven, ninguno de los tres notaba su presencia.  Ya se había acostumbrado a la  rutina mañanera de ser ignorado por todos en la familia, inclusive los criados, un varón y tres mujeres de edad considerable que realizaban cada una de las tareas del hogar.  El joven ya había adquirido la costumbre de dirigirse a la persiana y desde allí observar a los niños y jóvenes que se reunían a jugar frente a la acera de la recién fundada estación de carros públicos.  Desde su posición contemplaba como estos se divertían lanzando un balón de un lado hacia otro.  Nunca lo habían dejado compartir con otros niños por lo cual ya no se molestaba en pedir permiso. 
-Esta mañana será diferente, - se dijo -saldré a jugar sin permiso, prefiero que me regañen a seguir pasando los días aquí.
Caminó lentamente hacia la puerta principal, al acercarse a varios pasos se detuvo.  No sabía si debía salir por allí o utilizar la puerta que se encontraba en la cocina.  El salir por la cocina tenía la ventaja de evitar ser visto por sus padres, sin embargo, tendría que darle media vuelta a la parcela para poder llegar al portón que comunicaba con la acera que llevaba a donde los demás niños jugaban.  No vaciló más, caminó los pasos que le faltaban, tomó la manija giratoria con sus manos para abrir la puerta pero esta se mantuvo inmóvil.  No entendió, miró para ambos lados del pasillo y realizó un segundo intento.  Nuevamente, no funcionó.  Continuó en repetidas ocasiones hasta que vio que su abuela se acercaba.  Del susto salió corriendo hacia la cocina con la intención de usar la salida que allí se ubicaba y que llevaba al patio posterior.
Al llegar a la cocina se detuvo frente al portal que estaba abierto, miró para todos lados y corrió hacia el exterior.  No se detuvo hasta que llegó frente a los demás jóvenes.  Ninguno lo percibió.  Sentía nuevamente que lo ignoraban, que su presencia era invisible.  No se atrevió a acercarse a ellos, por lo cual comenzó a llamarlos, a la vez, que aleteó sus brazos y realizaba brincos, pero no hubo resultados.  No aguantó mucho y corrió nuevamente a su casa.
Al pasar por el patio posterior notó que el árbol de quenepa, que siempre había visto frondoso y que cada julio comenzaba a dar los frutos que tanto a él gustaba estaba cortado transversalmente a unos tres pies del suelo.  Se le notaba una infinidad de anillos, reflejo de su longevidad.  Sin embargo, ¿quién lo había cortado?, ¿por qué?, si ese árbol era toda una bendición.  Por un lado, daba una envidiable sombra donde todos en la casa podían buscar refugio esas tardes veraniegas de insoportable calor.  Por otro lado, brindaba desde julio a septiembre ese fruto tan jugoso, tan apetecible, tan mortal.
-¡Tan mortal!-, Octavio quedó pensativo por unos segundos luego de esta exclamación que lo dejó perplejo, agonizante y en sufrimiento.  En otra milésima de segundo los recuerdos de aquella mañana soleada le llegaron a su mente.  Estaba solo en el patio, los demás estaban preparándose para el desayuno.  Octavio prefirió esa mañana ir al patio y divertirse con sus gallinas.  Le encantaba correrlas, aunque era un juego de niños siempre le había apasionado asustarlas y ver sus intentos de vuelo para poder escapar de él.  También recordaba el ramillete de quenepas recién cortado del árbol y que sostenía en su mano izquierda.  Al principio degustaba una quenepa a la vez, pero según las consumía su paladar le pedía más.  Luego de escupir la octava pepa decidió atragantarse tres de sopetón, aun así continuó persiguiendo a las gallinas.
No debió hacerlo, ya que luego de varios pasos se tragó la que parecía de mayor tamaño.  En ese momento sintió que se ahogaba, que el aire no le llegaba a los pulmones.  Su reacción inmediata fue llevarse las manos a la garganta para apretar su cuello y ver como la pepa del fruto salía.  Quería gritar por ayuda, pero no le salían las palabras.  Quería correr hacia la entrada de la cocina, pero ya no tenía fuerzas en sus piernas.  Quería vivir, pero ya era tarde.