Preámbulo a Curas, parroquias y libros sacramentales. Breves noticias para la historia eclesiástica del sur de Puerto Rico.
Eli D. Oquendo Rodríguez
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En el año 2011,
se publicó en la Revista Horizontes de la
Pontificia Universidad Católica un artículo titulado “Los libros
parroquiales de Arecibo: un espejo de la sociedad colonial, 1735-1749”. El
escrito buscaba analizar temas de la sociedad colonial sugeridos en el libro de
bautismos. Por ejemplo, el origen de los pobladores, la importancia dada a la
casta militar, la presencia y comercio de esclavos, la prevalencia del
matrimonio legítimo sobre el amancebamiento, el mestizaje, las prácticas
asociadas al sacramento del bautismo y la agricultura de subsistencia, entre
otros. Recurriendo a las observaciones de los cronistas del siglo XVIII y a los
datos extraídos del libro se logró sumar una pieza más al complejo rompecabezas
de la sociedad arecibeña en aquella centuria. Este escrito se publicó, por
segunda vez, en una compilación de artículos que recientemente vio la luz. De
aquel ejercicio algo quedó claro y es que los libros parroquiales son, sin
duda, fuente inagotable de información. Una mente curiosa que los ausculte y la
formulación de preguntas bien dirigidas harían que se viera muy beneficiada la
historia social, demográfica, religiosa, del pensamiento y hasta de la vida
cotidiana.
Recurriendo a
ese tipo de fuente, en tiempos recientes, se trabajaron dos artículos que
recogen otros temas sugeridos por tales libros. En uno se examinan los
testamentos en los libros de entierros de la parroquia San Juan Bautista y San
Ramón de Juana Díaz. Se seleccionaron los primeros tres libros de entierros que
abarcan un período de más de cincuenta años entre 1787 y 1843. Este pone
atención en las disposiciones de carácter religioso señaladas por los difuntos:
misas, ceremonias, tipos de entierros, legados piadosos y devociones
preferidas. El segundo artículo se centra en la identificación del clero
(secular y regular) que sirvió en las capillas y parroquias fundadas en el sur
de la Isla desde el siglo XVI. La capilla de San Blas en Coamo es la más antigua y data del último tercio de
aquella centuria. Nuestra Señora de
Guadalupe en Ponce también inició como capilla el siglo siguiente. Para
ambos pueblos se pudo identificar religiosos atendiendo a la feligresía de
ambas parroquias desde la década de 1660. Predicaban, decían misa y
administraban sacramentos: San Antonio
Abad en Guayama, Nuestra Señora del
Rosario en Yauco, San Ramón en
Juana Díaz y el Patriarca San José en
Peñuelas surgen a lo largo del siglo XVIII. San Benito de Abad en Patillas, San
Joaquín en Adjuntas, la Inmaculada
Concepción en Guayanilla son de la primera mitad del siglo XIX. Las
parroquias Santiago Apóstol en Santa
Isabel, Nuestra Señora de la Monserrate
en Salinas y San Pedro Apóstol en
Arroyo datan de 1850 en adelante.
La
identificación de los sacerdotes que administraron estas parroquias sirvió para
considerar algunas ideas sobre su educación, la labor ministerial y otras
obligaciones, sus estilos de vida, cualidades y retos que debieron enfrentar. Y
la identificación no sólo constituyó en señalar quien estaba laborando en la
parroquia en tal o cual momento. Este trabajo consistió en aportar, en la
medida de lo posible, datos biográficos a fin de conocer la persona un poco
más. La historia la construyen personas reales, con virtudes y defectos, y
cuando se está consciente de ello se aprecian mejor sus aciertos y no se es tan
severo con sus errores.