lunes, 9 de diciembre de 2013

Síntesis de la historia de las ciencias en Puerto Rico, siglos XVI-XVIII

Autor: Luis Caldera Ortiz

Historia de la Ciencia en Puerto Rico, siglos XVI-XVIII.[1]

Este tema a presentar en forma de síntesis va a tratar sobre la historia del desarrollo de los conceptos relacionados con la ciencia en Puerto Rico. Algunos de los elementos que vamos a considerar son los proyectos desarrollados a base de fórmulas matemáticas, que se identifiquen en maquinarias o instrumentos que ayudaron a construir los distintos proyectos fomentados por el gobierno colonial español y luego por los norteamericanos. Otro aspecto bien importante es que el lenguaje toponímico[2] del momento va a ser considerado en esta síntesis, es debido a que el término de ciencia no es acuñado en Puerto Rico hasta pasado el siglo XVIII. Por eso debemos apelar a la historia de forma espontánea y con el lenguaje de la época. Para así evitar confusiones historiográficas. 

Siglo XVI

Después de la llegada de los castellanos a Puerto Rico en 1493 y luego de los primeros pasos de la colonización en nuestro territorio, a partir del 1506, en nuestra Isla y el resto de las Antillas Mayores, la visión de los colonizadores españoles era la explotación de los recursos mineros y naturales.[3] Esta explotación de los recursos naturales era a bases de instrumentos manuales simple, prácticamente se utilizaba la fuerza del cuerpo humano para la explotación de tales recursos mineros. Los encomendados a hacer esta labor fueron, inicialmente, los indios tainos.[4] El primer ingenio azucarero en Puerto Rico fue establecido en la región que hoy conocemos como Aguadilla a mediados de la década de 1520, era uno simple que funcionaba de forma rustica movido con el agua y algunos brazos esclavos.[5] Las primeras obras arquitectónica de gran importancia desarrollada en Puerto Rico en el siglo XVI fueron a base de matemática simple y geometría básica, ejemplo de esas estructuras son el Morro y La Catedral de San Juan. Con el agotamiento de los recursos mineros y la costosa inversión en la economía azucarera, la sociedad puertorriqueña se volvió una ganadera y contrabandistas por los próximos siglos. Los adelantos en tecnología y ciencia teórica[6] se quedaron inexistentes, la población se quedó con el conocimiento básico de la técnica humana con la manualidad de herramientas básicas, pasándose este conocimiento de generación en generación.

Siglo XVII

Durante el siglo XVII la dinámica continuó igual, lo que podemos identificar como parte del estudio de las ciencias y la tecnología fue de carácter militar, esto, ubicado en el Morro y que tuvo un desenvolvimiento importante durante el ataque holandés en 1625.[7] La reconstrucción de tal estructura es gracias al mencionado ataque y a la tormenta de San Nicomedes en 1626.[8] Fue un periodo en donde se utilizó matemática e ingeniería simple para terminar uno de nuestros grandes iconos, como dato curioso una renta del tabaco fue la fuente de dinero para terminar este proyecto.[9] Otro aspecto importante de este periodo es que las continuas plagas nos hacen indicar que los médicos locales utilizan y practicaban las mismas técnicas de medicinas que venían practicándose desde siglo anteriores. Por lo que desconocimiento de prácticas de higiene y salubridad, fueron un factor importante para que de la demografía poblacional se mantuviera baja por milla cuadrada.[10] La ausencia de una educación escolar en la población, el desconocimiento de la salubridad,[11] una Isla sin recursos mineros, una sociedad basada fuertemente en los principios de la Religión Católica y el desconocimiento de la ciencia conllevo a que nuestra isla viviera su propia Edad Media en el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII.

Siglo XVIII

Entrando al siglo 18 el conocimiento científico relacionado con la ciencia, por los pocos conocedores de la materia, era a base de la observación, poca experimentación y la construcción de una hipótesis sencilla. En la población de Puerto Rico en general el conocimiento era a base de la experiencia vivida y como tal esto pasaba de generación en generación, un ejemplo de esto era la idea de dar un diagnóstico del clima a base de la observación visual.[12] Mientras esto ocurría en Puerto Rico, en Europa las nuevas teorías de Newton sobre las leyes de la física, la era de la ilustración comandada por Voltaire y Montesquieu y la Enciclopedia, formaron la base para la primera revolución industrial más adelante.[13] La mayoría de estas ideas se verán más tarde en Puerto Rico en el siglo XIX. Continuando con el siglo XVIII en nuestra Isla, la poca producción de la agricultura local había conllevado a que la ciencia tecnológica en ese campo no se desarrollara nada para incrementar la producción agrícola. La ausencia de cobre hacia que no se desarrollara mejores ingenios azucareros[14], prácticamente los pocos existentes en Puerto Rico eran movidos a base de mano esclava africana, ganado vacuno y movían los molinos de forma hidrológica.[15] Este sistema mencionado era el mismo que se venía utilizando localmente desde el siglo XVI. Después de 1765 luego de la visita del Mariscal O ‘Rally, este último recomendó que la Corona reorganizara todo el sistema vigente en Puerto Rico y eso incluía un plan arquitecto- militar.[16] Por lo que Tomas O’Daly procedió de España y a base de la aritmética compleja implementada por Newton décadas atrás, el Ingeniero en Jefe del Morro Tomas O’Daly  desarrollo complejos mapas sobre la remodelación del Morro y otras estructuras en el Viejo San Juan.[17]

Nuestro primer historiador, fray Abbad y Lasierra, menciono que los médicos en la Isla eran físicos y trataban enfermedades locales como la viruela, mosozuela y el pasmo de estómago.[18] Por lo que no había cambiado la versatilidad  de esos médicos considerados como científicos. El propio historiador teorizaba que una probabilidad para que se dieran los terremotos en Puerto Rico. ‘’era cuando las quebradas y en los montes sucedía una neblina espesa pegada a la tierra por mucho tiempo y que en las aguas de los manantiales se percibía un olor sulfúrico con sabor extraño a lo normal, junto al comportamiento irregular de los animales, podían ser señales seguras de un terremoto’’.[19] Muy interesante esta explicación para su época, pero el monje benedictino no sabía que esa neblina  podía ser efectos de un intercambio de temperaturas entre la atmosfera baja y superior, una de las razones en cual se crea la neblina.[20] Claramente esta teoría idealizada en el siglo 18 demostraba el estado atrasado de la ciencia en Puerto Rico. Este tipo de teoría se explicaba a la población común por medio de anécdotas.

Hasta ahora en Puerto Rico el análisis científico mediante aparatos de índole científico lo hizo el médico y físico Josef Sabater en 1773 en las aguas termales de Coamo.[21] A pesar que no se especificó el instrumento el Dr. Sabater identifico los distintos minerales que componía el agua sulfúrica de Coamo y de dónde provenía.[22] El uso de estas aguas se utilizaba para fines medico por varios siglos. A mediados de la década de 1790 arribo un botánico francés a Puerto Rico llamado Andrés Ledru, este botánico hizo un estudio científico a base de las ideas teóricas de la ciencia en Europa en ese momento.[23] La mayor aportación del francés Ledru a la historia de la ciencia en Puerto Rico es su estudio sobre la botánica y la propia geografía de Puerto Rico. Hasta ahora en este trabajo se puede apreciar claramente que el conocimiento científico y sobre la ciencia llegaba a Puerto Rico de personas procedentes de Europa. Pero muchas de estas personas conocedoras de ciencia se marchaban otra vez a Europa a continuar su carrera docente. En Puerto Rico el aislamiento con España y la falta de un complejo sistema educativo conllevo a que el estudio de la ciencia se diera en un grupo exclusivo de personas y prácticamente el conocimiento de la población se quedaba atrasado y sus percepciones eran base de la experiencia vivida de sus sentidos sensoriales. El pensamiento de la Iglesia como ente central de una sociedad se mantenía intacto y  mediante esta última emitía la explicación a los aspectos no explicables que la población general no entendía.




[1] El autor es economista y cursa sus estudios doctorales en historia en la Universidad Interamericana en el Recinto Metro. Actualmente es historiador de Coamo, es escritor de la Revista Illescana y tiene segmento radial en el programa domingo en la Villa de San Blas transmitido en la emisora 1450 A.M. Domingo 10:30. En el 2013 recibió el premio Historiador Joven del año 2012 de Puerto Rico otorgado por la Unesco. En la actualidad trabaja en varias trabajos de historia para ser impresos, los libros son Historia de los Ciclones y Huracanes en Puerto Rico, La Historia del Tabaco en Puerto Rico y Las Esfemerides de Coamo este último esta publicado digitalmente en la página de Coamo Mall TV.
[2] La toponimia es un concepto que se utiliza para describir el nombre de un lugar, sitio o algo en particular según fue desarrollado en el momento. Un ejemplo bien particular de esto es que muchos barrios en Puerto Rico tienen nombre de apellidos de familia, eso es debido a que en ese lugar vivió varias generaciones de familia con el mismo apellido por mucho tiempo y como por consecuencia la gente empieza a nombrar el lugar con el apellido de esa familia y con el pasar de los años se queda así, o tal vez en otros lugares se modifica el nombre por otro moderno. En mejores palabras el concepto toponimia viene por la referencia nombrada en el momento del periodo histórico.
[3] Jalid Sue Badillo, La Valorización de las Salinas en la Colonización de Puerto Rico. Revista de Historia, Asociación Histórica Puertorriqueña, Año 1, Enero-Junio, 1985, Núm. 1, pág. 10-30.
[4] El primer científico que arribo a la Isla fue el Bachiller Villalobos, este era físico y médico. Teorizamos que ayudo bastante a los colonizadores locales a desarrollar los procesos y las máquinas para fundir oro que se extraía de los ríos. Para esta época del siglo XVI los científicos eran multifacéticos podían ser médicos, biólogos, anatomistas, pintores, físico y etc. No habían especialista de una sola materia en esa época. Para más información sobre Bachiller Villalobos véase a Cayetano Coll y Tosté, Boletín Histórico de Puerto Rico. Vol.8. San Juan, Imprenta Cantero y Tip. Fernández, 1921. Pág. 48.
[5] Archivo General de Indias, Indiferente, 421, L.13, F. 242R-242V. Real Cedula al Presidente de la Audiencia de la isla de la Española, para que se informe y provee lo que considere conveniente a la merced de tierras, montes y ejidos para los ingenios de azúcar, que se hacen en la isla de San Juan, que solicita Pedro Sánchez de Valtierra en nombre de la Ciudad de Puerto Rico de dicha isla, 30 de junio de 1528.
[6] Posiblemente el sacerdote y cronista Josef de Acosta que visito al Perú en las últimas décadas del siglo 16, se le atribuye algunas ideas de física teórica relacionada con la energía nuclear. Tal sabio erudito nunca llego al Caribe, esto demuestra que el conocimiento de la ciencia avanzada, quedaba en esta época en conocimiento de algunos clérigos de la Iglesia Católica y como por consecuencia este conocimiento no se transmitía a otros campos del saber.
[7] Archivo General de Indias, Santo Domingo, 156, R.4., N.45. Carta del Gobernador Haro al Rey, 22 de julio de 1626.
[8] Archivo General de Indias, Santo Domingo, 156, R.4., N.48. Carta del Gobernador Haro al Rey, 23 de septiembre de 1626.
[9] Luis Caldera Ortiz, La Historia del Tabaco en Puerto Rico. Obra inédita por publicarse.
[10] Luis Caldera Ortiz, La Historia de los Ciclones y Huracanes Tropicales en Puerto Rico. Obra inédita por publicarse.
[11] Archivo General de Indias, Santo Domingo, 159, R.1., N.2. Carta de los curas del convento de San Juan al Rey sobre los pasados sustos tropicales, 28 de mayo de 1684. Durante esta época azoto toda la Isla una plaga de viruela, todavía en el 1692 persistían las plagas y pestes en toda la Isla, Archivo General de Indias, Santo Domingo, 161, R.1, N.8. Carta del Gobernador Arredondo al Rey, 28 de mayo de 1693. En Coamo se construyó una ermita a la Virgen de Valvanera en honor por haber desaparecido la plaga y fue inaugurada en 1685. La falta de salubridad e higiene y de buena alimentación abonaba que la población estuviese sujetas a plagas y pestes.
[12] Los colonos españoles y jibaritos de este periodo a base de las experiencias del conocimiento generacional y sobre todo en su propio conocimiento empírico de la experiencia de la vida cotidiana, podían deducir que en un largo periodo de tiempo de sequía podían desencadenar un temporal. También existían la predicción a base de los aguacates e incluso el comportamiento anormal de los animales. Todo esto eran técnicas que a pesar no era ciencia experimental, son una base de lo que será la ciencia predictiva del clima en Puerto Rico en el futuro. Para más información sobre esto véase a fray Abbad y Lasierra, Historia Geográfica y Civil de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Edición comentada por José Julián Acosta. San Juan, 1866, pág. 430-440.  La Gaceta de Puerto Rico, Martes, 18 de Agosto de 1835, pág. 1.
[13] Vince Reynal, Historia de la Civilizaciones de Occidente. Tomo 2. San Juan, 2007. Pág. 600-700.
[14] Levi Marrero, Cuba: Economía y Sociedad. Vol. 6. Habana, 1978, pág. 30-50. En Cuba los ingenios se producían con las minas de cobre de Santiago de Cuba, la comunidad minera estaba compuesta por antiguos descendientes de esclavos del rey que habían llegado a esa provincia a mediados del siglo XVII, y con el pasar del tiempo, sus descendientes se volvieron mulatos libres.
[15] Archivo General de Puerto Rico, Asuntos Obras Publicas, Coamo, 1763-1798. En un informe del sitio de las Salinas se mencionaba la mención de una propiedad de una estancia, entre las propiedades había un molino impulsado por agua.
[16] Alejandro Tapia y Rivera, Biblioteca Histórica de Puerto Rico. San Juan, Instituto Cultura Puertorriqueña, 1970. Pág. 624-666.
[17] Bibiano Torres Ramírez, La Isla de Puerto Rico 1765-1800. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericano, 1968. Sección de apéndices de Mapas Militares del Morro.
[18] Fray Abbad y Lasierra, Historia Geográfica y Civil de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Edición comentada por José Julián Acosta. San Juan, 1866, pág. 436-440. 
[19] Ibíd., pág. 432.
[20] Georges Viers, Climatología. Barcelona, 1981. Pág. 10-160.
[21] Eugenio Fernández Méndez, Crónicas de Puerto Rico: Desde la Conquista hasta nuestros días 1493-1956. 8va edición. Rio Piedras, Publicaciones Gaviota, 2007. Pág. 298.
[22] Ibíd., pág. 298-299.
[23] Andrés Ledru, Viage a la Isla de Puerto Rico. Traducido por Julio Vizcarrondo. San Juan, 1863. 

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