martes, 20 de agosto de 2019

Introducción a Presencia femenina en el Ponce del siglo XIX


Introducción a Presencia femenina en el Ponce del siglo XIX
Por Eli D. Oquendo Rodríguez

Para adquirir en amazon
Algunos de los relatos históricos que se escribieron entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, por visitantes a la isla de Puerto Rico ofrecen escasas noticias acerca de las mujeres del país. Y en la mayoría de los casos es ya bien para referirse a sus gracias, o carencia de ellas, y a su particular modo de vestir. Fray Iñigo Abad y Lasierra, en 1788, aportaba cualidades positivas y negativas de éstas. Decía al referirse a ellas que eran de buena disposición, fecundas y aficionadas al baile y a correr a caballos.[1] Además, agregaba que eran muy hábiles en ambas cosas. Pero también las describía como mujeres de dientes consumidos, descoloridas, desidiosas y desaliñadas.[2] Y sobre su vida sexual apuntó que se casaban temprano y que solían preferir a los españoles antes que a los criollos.[3] El ilustre fraile presentó también una estampita bastante gráfica de cómo acostumbraban a vestirse las puertorriqueñas del siglo XVIII.

Poco antes de concluir ese siglo un viajero francés, botánico de profesión, escribió un libro como resultado de una expedición científica que hiciera al país. Su nombre fue André Pierre Ledrú. Y a su libro lo tituló Viaje a la Isla de Puerto Rico. Éste repite casi con las mismas palabras la descripción que hiciera Abbad y Lasierra sobre la vestimenta femenina.[4] Pero reseñando un baile que presenció en la hacienda de Don Benito, a orillas del río Loíza, apuntaba que vio a las mugeres con trages blancos y largos collares de oro.[5] Y que ambos sexos usaban y llevaban la cabeza cubierta con un pañuelo de color y un sombrero redondo galoneado.[6] Ledrú, en su trabajo, solamente describe a una mujer, que más bien, era una adolescente nombrada Francisca. Ésta era una tímida mozuela de dieciséis años, hija de su anfitrión. La presentó con una belleza casi plástica. Ella sabía cantar y tocar la guitarra con mucha gracia. Ledrú se sintió muy atraído por esa joven. Y hubo momentos en que ellos compartieron y que fueron descritos por el galo, repletos de una voluptuosa sensualidad.[7] El relato pierde la frialdad científica para adquirir la fogosidad de un romántico.

A mediados de la década de 1830, el coronel irlandés George Flinter publicó su trabajo An Account of the Present State of the Island of Puerto Rico. En el capítulo III de su libro dedica un subtítulo a la mujer titulado Appearance and Manners of the Ladies of Puerto Rico.[8] El mismo consta de unas cinco páginas y media. Flinter estaba impresionado con la mujer criolla y le prodigó toda una serie de elogios. Comenta sobre su belleza, costumbres, gusto en el vestir, habilidades, aficiones, virtudes y defectos.[9] En comparación con Abbad y Ledrú ofrece más información, aunque muchas de sus apreciaciones están basadas en mujeres pertenecientes a la clase alta. Así se ve, por ejemplo, cuando señala que algunas sabían francés y pintar o que eran muy puntillosas en la observancia de aquellos rituales que acompañan el día de cumpleaños. Y aún, haciendo estos comentarios tomando como modelo a las mujeres de la élite criolla parece rayar en la exageración. Júzguese, por ejemplo, cuando refiriéndose a la forma de conducirse las criollas enfatiza: they are possessed of great natural vivacity, an ease of manners which in England is only to be found in the best society.[10] Quizás un comentario que pudiera aplicarse a todas las mujeres por igual es cuando señala que: In domestic circle they are affectionate wives, tender mothers, and attached and faithful friends. They are industrious, frugal, and economical, without meanness. They excel in horsemanship.[11]

Flinter también señala que, contrario a lo que se había dicho de las mujeres de la Isla que eran adictas al fumar, jamás vio alguna hacerlo. Pero, aun así, las prefería frente a ciertas europeas que bebían ginebra. Ciertamente, el concepto del irlandés sobre las criollas es muy elevado y las idealizó con un sinnúmero de virtudes. No obstante, ellas pudieran ser aún mejores si tuvieran el beneficio de la educación, agrega. Y las compara con diamantes que luego de ser pulidos adquieren su esplendor y valor. Termina este subtítulo, el coronel George Flinter, enumerando todas las bondades que ve en la mujer criolla y abogando por una educación para la misma. Esto queda planteado a modo de una interrogante que se expresa en los siguientes términos:

If the ladies of this island are so elegant, so fascinating, so graceful, so kind and humane, as mere children of nature, what might we not expect from their good hearts and lively genius with the advantages of a refined education?[12]

En los documentos oficiales del municipio de Ponce sean censos, padrones, listas fiscales, juicios verbales, oficios, cartas u otros es posible hacer un atisbo al papel desempeñado por la mujer dentro de los cambios económicos y sociales que se producen en la ciudad desde los albores del siglo XIX.  Su importancia ha sido mayor de lo que se podría suponer, sobre todo si se toman en cuenta varios puntos: la sociedad era culturalmente de marcado sello patriarcal y machista, la mujer siempre estuvo en desventaja económica, en términos legales estuvo subordinada[13] y se la confinaba a los roles tradicionales de esposa, madre e hija. Tres serán los objetivos principales de este trabajo. Primero, examinar cómo la mujer fue un ente presente en los cambios que se operaron en el Ponce decimonónico. Segundo, analizar de qué recursos y cómo la mujer se valió de los mismos para ir abriendo su propio espacio. Y tercero: reflexionar sobre aquellos conflictos o situaciones que la mujer tuvo que enfrentar en su vida cotidiana en su carrera por abrir tal espacio. Cabe señalar que este estudio se limita a la mujer de condición libre por ser mucho más fácil de seguir su huella en los documentos de la época.



[1] Fray Iñígo Abbad y Lasierra, Historia geográfica civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Reimpresión con estudio preliminar de por Isabel Gutiérrez del Arroyo, Río Piedras, Editorial Universitaria, 1979, p. 182.
[2] loc. cit.
[3] loc. cit.
[4] André Pierre Ledrú, Viaje a la Isla de Puerto Rico. Río Piedras, Ediciones del Instituto de Literatura Puertorriqueña y la Universidad de Puerto Rico, 1957, p.112.
[5] Ibíd., p. 47.
[6] loc. cit.
[7] Ibíd., pp. 45-46, 48.
[8] George D. Flinter, An Account of the Present State of the Island of Puerto Rico. San Juan, Academia Puertorriqueña de la Historia, 2002, p. ix.
[9] Ibíd., 81-87.
[10] Ibíd., p.82.
[11] loc. cit.
[12] Ibíd., p. 87.
[13] Ver: Félix V. Matos Rodríguez, “La mujer y el derecho en el siglo XIX en San Juan, Puerto Rico (1820-1962)”., en Pilar Gonzalbo Aizpuru, Edt., Género, familia y mentalidades en América Latina. San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997, pp. 227-263.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario