Introducción a
Presencia femenina en el Ponce del siglo XIX
Por Eli D. Oquendo
Rodríguez
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Algunos
de los relatos históricos que se escribieron entre finales del siglo XVIII y
principios del siglo XIX, por visitantes a la isla de Puerto Rico ofrecen
escasas noticias acerca de las mujeres del país. Y en la mayoría de los casos
es ya bien para referirse a sus gracias, o carencia de ellas, y a su particular
modo de vestir. Fray Iñigo Abad y Lasierra, en 1788, aportaba cualidades
positivas y negativas de éstas. Decía al referirse a ellas que eran de buena
disposición, fecundas y aficionadas al baile y a correr a caballos.[1] Además,
agregaba que eran muy hábiles en ambas cosas. Pero también las describía como
mujeres de dientes consumidos, descoloridas, desidiosas y desaliñadas.[2] Y sobre
su vida sexual apuntó que se casaban temprano y que solían preferir a los
españoles antes que a los criollos.[3] El
ilustre fraile presentó también una estampita bastante gráfica de cómo
acostumbraban a vestirse las puertorriqueñas del siglo XVIII.
Poco
antes de concluir ese siglo un viajero francés, botánico de profesión, escribió
un libro como resultado de una expedición científica que hiciera al país. Su
nombre fue André Pierre Ledrú. Y a su libro lo tituló Viaje a la Isla de Puerto Rico. Éste repite casi con las mismas
palabras la descripción que hiciera Abbad y Lasierra sobre la vestimenta
femenina.[4] Pero
reseñando un baile que presenció en la hacienda de Don Benito, a orillas del
río Loíza, apuntaba que vio a las mugeres
con trages blancos y largos collares de oro.[5] Y que
ambos sexos usaban y llevaban la cabeza
cubierta con un pañuelo de color y un sombrero redondo galoneado.[6] Ledrú, en su trabajo, solamente
describe a una mujer, que más bien, era una adolescente nombrada Francisca.
Ésta era una tímida mozuela de dieciséis años, hija de su anfitrión. La
presentó con una belleza casi plástica. Ella sabía cantar y tocar la guitarra
con mucha gracia. Ledrú se sintió muy atraído por esa joven. Y hubo momentos en
que ellos compartieron y que fueron descritos por el galo, repletos de una
voluptuosa sensualidad.[7] El
relato pierde la frialdad científica para adquirir la fogosidad de un
romántico.
A
mediados de la década de 1830, el coronel irlandés George Flinter publicó su
trabajo An Account of the Present State
of the Island of Puerto Rico. En el capítulo III de su libro dedica un
subtítulo a la mujer titulado “Appearance
and Manners of the Ladies of Puerto Rico”.[8] El mismo
consta de unas cinco páginas y media. Flinter estaba impresionado con la mujer
criolla y le prodigó toda una serie de elogios. Comenta sobre su belleza, costumbres,
gusto en el vestir, habilidades, aficiones, virtudes y defectos.[9] En
comparación con Abbad y Ledrú ofrece más información, aunque muchas de sus
apreciaciones están basadas en mujeres pertenecientes a la clase alta. Así se
ve, por ejemplo, cuando señala que algunas sabían francés y pintar o que eran
muy puntillosas en la observancia de aquellos rituales que acompañan el día de
cumpleaños. Y aún, haciendo estos comentarios tomando como modelo a las mujeres
de la élite criolla parece rayar en la exageración. Júzguese, por
ejemplo, cuando refiriéndose a la forma de conducirse las criollas enfatiza: they are possessed of great natural
vivacity, an ease of manners which in England is only to be found in the best
society.[10] Quizás un
comentario que pudiera aplicarse a todas las mujeres por igual es cuando señala
que: In domestic circle they are
affectionate wives, tender mothers, and attached and faithful friends. They
are industrious, frugal, and economical, without meanness. They excel in
horsemanship.[11]
Flinter
también señala que, contrario a lo que se había dicho de las mujeres de la Isla
que eran adictas al fumar, jamás vio alguna hacerlo. Pero, aun así, las
prefería frente a ciertas europeas que bebían ginebra. Ciertamente, el concepto
del irlandés sobre las criollas es muy elevado y las idealizó con un sinnúmero
de virtudes. No obstante, ellas pudieran ser aún mejores si tuvieran el
beneficio de la educación, agrega. Y las compara con diamantes que luego de ser
pulidos adquieren su esplendor y valor. Termina este subtítulo, el coronel
George Flinter, enumerando todas las bondades que ve en la mujer criolla y
abogando por una educación para la misma. Esto queda planteado a modo de una
interrogante que se expresa en los siguientes términos:
If the ladies of this island are so
elegant, so fascinating, so graceful, so kind and humane, as mere children of
nature, what might we not expect from their good hearts and lively genius with
the advantages of a refined education?[12]
En los
documentos oficiales del municipio de Ponce sean censos, padrones, listas
fiscales, juicios verbales, oficios, cartas u otros es posible hacer un atisbo
al papel desempeñado por la mujer dentro de los cambios económicos y sociales
que se producen en la ciudad desde los albores del siglo XIX. Su importancia ha sido mayor de lo que se
podría suponer, sobre todo si se toman en cuenta varios puntos: la sociedad era
culturalmente de marcado sello patriarcal y machista, la mujer siempre estuvo
en desventaja económica, en términos legales estuvo subordinada[13] y se la
confinaba a los roles tradicionales de esposa, madre e hija. Tres serán los
objetivos principales de este trabajo. Primero, examinar cómo la mujer fue un
ente presente en los cambios que se operaron en el Ponce decimonónico. Segundo,
analizar de qué recursos y cómo la mujer se valió de los mismos para ir
abriendo su propio espacio. Y tercero: reflexionar sobre aquellos conflictos o
situaciones que la mujer tuvo que enfrentar en su vida cotidiana en su carrera
por abrir tal espacio. Cabe señalar que este estudio se limita a la mujer de
condición libre por ser mucho más fácil de seguir su huella en los documentos
de la época.
[1] Fray Iñígo Abbad y Lasierra, Historia geográfica civil y natural de la
isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Reimpresión con estudio
preliminar de por Isabel Gutiérrez del Arroyo, Río Piedras, Editorial
Universitaria, 1979, p. 182.
[2] loc. cit.
[3] loc. cit.
[4] André Pierre Ledrú, Viaje a la Isla de Puerto Rico. Río
Piedras, Ediciones del Instituto de Literatura Puertorriqueña y la Universidad
de Puerto Rico, 1957, p.112.
[5] Ibíd., p. 47.
[6] loc. cit.
[7] Ibíd., pp. 45-46, 48.
[8] George D. Flinter,
An Account of the Present State of the
Island of Puerto Rico. San
Juan, Academia Puertorriqueña de la Historia, 2002, p. ix.
[9] Ibíd., 81-87.
[10] Ibíd., p.82.
[11] loc. cit.
[12] Ibíd., p. 87.
[13] Ver: Félix V. Matos Rodríguez,
“La mujer y el derecho en el siglo XIX en
San Juan, Puerto Rico (1820-1962)”., en Pilar Gonzalbo Aizpuru, Edt., Género, familia y mentalidades en América
Latina. San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997, pp.
227-263.
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