Prólogo a El muerto, drama en un acto: ¿Quién me mató?
Por Alfredo Morales Nieves
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El drama El muerto
nació de la adaptación teatral de la novela del mismo nombre que fuera escrita
entre los años 2013 y 2014. La escritura de la novela comenzó en la Hacienda La
Cuzca en la ciudad de Pilar, al noroeste de la provincia de Buenos Aires,
Argentina, en 2011. Fue culminada en el Barrio Algarrobo de Mayagüez, en
Alturas de Mayagüez, en el mes de enero de 2014. Se terminó de escribir cuando
ya los artistas ensayaban el libreto de la Adaptación
teatral El muerto, escrita en diciembre de 2013.
En el año 2019, y a raíz de la mi elección como Presidente de
El Casino de Mayagüez, Inc., la institución sociocultural más antigua de Puerto
Rico fundada en 1874, decidí escribir el drama El muerto, una vez más, a solicitud. La novela había sido escrita a
petición de mis estudiantes a raíz de un hecho sobrenatural en el Edificio
Sánchez Hidalgo 204, y por mi mamá, Hilda Nieves Cruz, quien me pidiera, antes
de fallecer, que no dejara de escribir.
La puesta en escena surgió de la solicitud/sugerencia de la
lectora Syrita López, hoy Vda. de Charana. Una vez completadas la novela y la
adaptación teatral, se presentó la novela en los teatros Yagüez y Tapia, con
dos semanas de diferencia, mediante la adaptación dramática.
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Fue así como, en el año 2019, y a solicitud de Jackie García
Morales, miembro de la Junta de Directores de El Casino de Mayagüez, comencé la
puesta en escena de El muerto. Una vez más ensayábamos sin tener el drama
terminado ni haber pasado de adaptación a drama. Luego de haber ensayado varias
veces, invité a los artistas que se habían reincorporado s la producción de
2019 a que opinaran sobre el drama y, una vez escrito y finalizado, a que
sugirieran qué era necesario hacer para su final dramático. Destacó, entre
ellos Juan Derieux, quien opinó que los monólogos iniciales restaban al impacto
dramático. Ante la necesidad de retener su enlace con la novela, de donde
surge, y el personaje central y su historia, quien suscribe determinó dejar las
escenas, pero añadir hacia el final parlamentos y personajes que fortalecieran
el elemento dramático.
Terminado el drama, se completó el elenco al que se le
dedican, junto a los elencos anteriores, la obra dramática El muerto, la historia de Luis Báez, joven veinteañero asesinado en
la Calle Méndez Vigo de Mayagüez al cierre de una época: ni la invasión
estadounidense, ni los huracanes ni el Gran Terremoto habían cambiado la
idiosincrasia de esta pequeña urbe antillana cargada de prejuicios, rica y
próspera, que alternaba los ritmos franceses con los hispanos al son de ritmos
africanos, todos los cuales se escuchaban a la distancia según fuera el caso.
Húmeda, a orillas del mar y de la cordillera, la ciudad de Mayagüez fue el
hogar de Luis, el muerto, quien habrá de tomar una decisión al momento de ser
asesinado frente al Teatro Francés, donde vivía, y que habrá de determinar más
de un siglo de andanzas por las calles de Mayagüez en su intento de descubrir
quién lo mató.
La historia, a su vez, antecede a la segunda novela en curso,
cuyo valor histórico radica en darle voz a los barrios marginales de Mayagüez,
quienes, de cara al casco urbano de la elegante y próspera ciudad destruida por
el terremoto, iban estrangulando el intento de sus clases dominantes de
convertir a la Ciudad de las Aguas Puras en una urbe europea, al quedar su
idiosincrasia transformada de manera tal que Mayagüez completara el desarrollo
de Puerto Rico como nación. Conocer a Mayagüez es conocer a Puerto Rico.
Entenderla, para amarla, es el paso final para entender la idiosincrasia del
muy antillano pueblo puertorriqueño. Desde Mayagüez han cantado las voces del
país a la libertad y la emancipación. Desde el oeste insular, donde terminan
las aguas que vienen del este en bosques y montañas que se precipitan al mar,
el caribeño archipiélago de islas encuentra una nomenclatura muy difícil de
descifrar, sino es con el sabor de sus aguas de manantiales, el olor salitroso
a montaña, su húmedo calor tropical y el verde que inunda la mirada a través de
sus bosques tropicales. Acá nace y muere la palabra. Desde acá cantan las voces
para ponerle punto final a las gestas del país. Y cuando se desanda, como lo
hace el personaje central, las voces indígenas cantan, sus maldiciones se hacen
verdad, la negritud de la ciudad se estremece al son de los tambores, y los pisos
de los elegantes salones de El Casino de Mayagüez y las baldosas mayagüezanas
de sus muy mayagüezanas residencias, criollas o no, cantan también al
movimiento de los pies, descalzos o calzados, de todos los mayagüezanos que al
son del baile, del ritmo y cadencia de sus palabras, ha declarado que ancló en
alma en su puerto, para no ser el mismo jamás.
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