¡A martillazos!
Para pensar la historia como una disciplina académica en
construcción
César Augusto Salcedo Chirinos, Ph.D.
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En el edificio del antiguo Hospital Militar de Puerto Rico, en
el viejo San Juan, se encuentra una tarja de mármol que fue colocada por
disposición de la Asociación Médica de Puerto Rico en 1941, en la cual se
identifica al licenciado Emigdio Antique como el primer puertorriqueño graduado
en la Cátedra de Medicina que el doctor José Espaillat había fundado en ese
hospital en 1816. En esa tarja quedó grabado el enunciado que hasta entonces se
consideraba verdadero. El problema se presentó después de 1978, cuando Salvador
Arana Soto publicó su libro El Dr.
Espaillat y la enseñanza médica en Puerto Rico, en el cual analizaba el
expediente de este estudiante en la Universidad de Caracas, e identificaba que
su formación médica no la había realizado en Puerto Rico, sino en aquella
ciudad sudamericana.[1] A partir
de entonces podía considerarse que el enunciado de la tarja ya no era
completamente cierto, aunque hubiese sido escrito sobre piedra.
Esta reinterpretación, que es propia de la disciplina de la
historia, generó una tensión historiográfica porque ambos enunciados no podían
ser verdaderos al mismo tiempo; no podía haber estudiado la misma carrera en
dos lugares distintos. La prueba de Arana Soto era contundente: “Lo prueba el
hecho de que el 19 de mayo de 1801, cuando es admitido al ejercicio de la
profesión tras presentar su título de bachiller en Medicina otorgado por el
Protomedicato de Caracas...”.[2]
Situaciones como esta se presentan en esta disciplina porque
las conclusiones que se manejan en un determinado momento histórico dependen,
entre otras cosas, de las preguntas del historiador, de sus teorías y de la
documentación analizada. Por eso se afirma que la historia es una disciplina académica
que está continuamente en construcción, que depende de las preguntas y de las
inquietudes del presente de los historiadores.
Para pensar la historia desde esta perspectiva hay que suponer
que es una disciplina que está en tránsito, porque de lo contrario habría que
concebirla como una productora de verdades perennes; es decir, la historia no
se escribe en piedras, aunque algunas piedras conserven los enunciados
históricos. La consideración de la transitoriedad como un elemento constitutivo
de esta disciplina es una de las tesis que defienden autores como Dominick
Lacapra, quien sostiene que “la historia en sentido historiográfico no puede
escapar a la situación de tránsito, a menos que se niegue a sí misma rechazando
su propia historicidad y se identifique con la trascendencia o la fijación”.[3] Por eso
se puede afirmar que fijar una explicación histórica como inamovible es perder
de perspectiva que hacer historia es un ejercicio que se realiza desde el
presente del historiador, desde el horizonte de sus teorías, de sus
preocupaciones y de la documentación identificada al momento de explicar. Por
eso las tarjas, y las evidencias históricas similares, deben considerarse en el
contexto histórico que se produjeron. Esta es la razón por la cual los
historiadores analizamos continuamente las respuestas que nuestros colegas dan
a los problemas históricos estudiados. El análisis de esas respuestas permite
reinterpretar las explicaciones e identificar las que ya no puedan continuarse
sosteniendo. Así que lo que en ocasiones suele llamarse revisionismo
historiográfico, no es otra cosa que el quehacer propio de la disciplina.
Este artículo se propone realizar un ejercicio hermenéutico en
el cual se evidencie la importancia de mantener la revisión historiográfica al
día, porque, en ocasiones, algunos enunciados continúan aceptándose a pesar de
las evidencias que se presentan en su contra. Algunas veces estas respuestas
terminan asumiéndose con la materialidad de las tarjas o de los monumentos. En
el caso de la tarja analizada, no se puede continuar afirmando que Antique se
graduó en la Cátedra de Espaillat porque así quedó escrito en 1941.
Para desarrollar el argumento del artículo se retomará la
metáfora del martillo, aquella que Nietzsche utilizó en su libro El crepúsculo de los ídolos o cómo se
filosofa con el martillo.[4] En esa
obra criticaba las percepciones que habían terminado conformado la tradición
filosófica occidental, y que él consideraba falsas. En el ejercicio que se
propone, se traslada esta metáfora al ámbito del análisis historiográfico de la
formación médica de Emigdio Antique, un importante médico en la historia de
Puerto Rico en el siglo XIX. En el prólogo de esa obra de Nietzsche, Agustín
Izquierdo afirma que el martillo es una forma de expresar la lucha que el autor
mantenía contra las concepciones filosóficas que consideraba falsas; dice que
cuando el martillo golpea a los ídolos aceptados como verdaderos, se produce un
sonido hueco y los hace desvanecerse.[5] Es
decir, eso que se consideraba verdadero, se deshace ante la acción del
martillo. En este caso, el martillazo es una metáfora que alude a la
explicación que nace del análisis de la documentación relacionada con la
formación académica del licenciado Antique. En ningún momento este artículo
propone destruir la referida tarja.
Los conceptos discurso y deconstrucción cumplirán una función
importante en la argumentación de este artículo. Por discurso entendemos la
expresión organizada y articulada por la cual se transmiten proposiciones,
explicaciones o interpretaciones; y por deconstrucción, la acción hermenéutica
por la cual puede desarticularse un discurso.
La construcción del discurso historiográfico sobre el
licenciado Antique
La primera referencia historiográfica en la cual se afirma que
el licenciado Emigdio Antique había obtenido su título de médico en Puerto Rico
fue la de Cayetano Coll y Toste, en 1927: “el primer título que se dio en el
país de médico cirujano fue al aprovechado joven Emigdio Antique”.[6] Este
autor desconocía que a comienzos del siglo XIX la medicina y la cirugía eran
facultades independientes, las cuales terminaron uniéndose en una sola después
del primer cuarto del siglo; por eso, ese título no podía ser de médico cirujano.
En este primer enunciado solamente se indicaba que el médico criollo había
obtenido su título en Puerto Rico; fue posteriormente, en 1946, cuando Manuel
Quevedo Báez relacionó la obtención de este título con los estudios en la
Cátedra de Medicina que el doctor Espaillat había establecido en el Hospital
Militar.[7] Este
segundo enunciado identificaba a la Cátedra de Espaillat como el lugar en donde
Antique habría estudiado y recibido su título. A partir de entonces, comenzó a
dispersarse la idea de que Antique, el primer médico de los nacidos en la Isla,
había obtenido su título en la Cátedra de Espaillat. Uno de los primeros
autores en utilizar esta información fue Francisco Guerra, en 1953, en una obra
dedicada a la historia de la medicina colonial hispanoamericana, en la cual
afirmaba que este puertorriqueño había sido el primer médico que había obtenido
su título en Puerto Rico.[8]
Posteriormente, en 1964, José Manuel Torres-Gómez citaba textualmente a Quevedo
Báez en un artículo en donde analizaba la profesionalización de la medicina en
la Isla: “En 1820, el doctor Espaillat fundó una Sociedad para instruir en las
carreras de medicina y farmacia. Hubo que suprimirla…no sin antes graduar al
primer médico puertorriqueño, Emigdio Antique”.[9]
Otro momento importante en la construcción del discurso
historiográfico sobre la formación médica de Antique lo representó Salvador
Arana Soto, cuando en 1966 añadió un nuevo enunciado: que Antique había sido el
único médico graduado en la Cátedra de Espaillat.[10] A
comienzos de la década de 1970 ya estaba estructurado aquel discurso que
sostenía que Antique había sido el primer médico de los nacidos en Puerto Rico,
que había obtenido ese título en la Cátedra de Espaillat y que había sido el
único en graduarse en esa Cátedra. Lo interesante del caso es que los autores
no indicaban las fuentes que habían utilizado para sacar sus conclusiones. Con
el tránsito propio de la disciplina histórica se han identificado las fuentes
que permiten confrontar estos enunciados y concluir que no todo ese discurso
era cierto; es decir, que en el martillar, en el contrastar esta historiografía
con el análisis de la documentación identificada, se puede demostrar que lo
único cierto de este discurso era que Antique había sido el primero de los
nacidos en la Isla en llegar a ser médico.
La deconstrucción del discurso historiográfico
Con relación a que Antique fue el primero de los nacidos en
Puerto Rico en llegar a ser médico, según la documentación analizada hasta el
momento, no se ha identificado otro médico anterior a él que haya nacido en la
Isla. Las dificultades que tuvieron aquellos autores para encontrar documentos
que refirieran el nacimiento de Antique estaban relacionadas con la situación
particular en la cual había nacido. Ese niño pudo ser el resultado de una relación
sexual considerada ilícita en su momento, porque no pudo ser bautizado como
hijo legítimo. Podría suponerse que el padre estaba casado previamente o no
podía casarse. En las colonias hispanoamericanas, y Puerto Rico como parte de
ellas, se consideraban legítimos solamente los hijos nacidos dentro de un
matrimonio legítimo.[11] Una
estrategia común entre los grupos de poder para salvar a los que nacían fuera
del matrimonio, era bautizarlos como expósitos para que no fueran considerados
ilegítimos. Exponer a un niño equivalía a dejarlo en manos de otras personas
para su crianza, aunque, en algunas ocasiones, terminaban siendo las mismas
familias quienes los recibían.
En el acta de defunción de este médico se indica que Juana
Antique lo bautizó como niño expósito en 1789, razón por la cual tenía un solo
apellido.[12]
Esa dificultad para identificar los aspectos relacionados con su nacimiento,
pudo llevar a Estela Cifre de Loubriel a considerarlo como un inmigrante en la
ciudad de San Juan.[13] Puede
suponerse que su nacimiento debió ocurrir alrededor de 1780, porque al momento
de terminar los estudios en la Universidad de Caracas, en el año 1800, se dice
que tenía 20 años de edad. Aunque este niño fue bautizado como expósito,
siempre fue considerado como hijo de padres blancos y de suficiente calidad y
buena vida y costumbres como para que fuera admitido en una universidad. Antes
de ir a Caracas, Antique había estudiado en el Estudio General de Santo Tomás
que funcionaba en el convento de los dominicos de la ciudad; allí se había
formado en latín, filosofía, teología escolástica y moral.[14] El
bachillerato en filosofía era un requisito necesario para ser admitido en los
estudios médicos en las universidades, por eso en Caracas le reconocieron aquellos
estudios en filosofía.
Con relación a los otros dos enunciados, no hay forma de continuar
sosteniéndolos con la documentación analizada: Antique no obtuvo un título de
médico en la Cátedra de Espaillat y, por lógica, tampoco fue el único en
hacerlo en ella. Al analizar el expediente estudiantil que reposa en el Archivo
de la Universidad Central de Venezuela, antigua Pontificia Universidad Santa
Rosa de Lima de Caracas, se demuestra que cursó sus años de medicina entre 1796
y 1799, y que realizó los años de práctica médica entre 1797 y 1800. Aunque fue
examinado por el protomédico de aquella ciudad el 7 de febrero de 1800, no
recibió el título de bachiller en ese momento porque le faltaban 11 meses de
práctica. El título lo recibió el 25 de febrero de 1801, después de cumplir con
aquel requisito.[15]
De esta manera queda evidenciado que Antique no estudió medicina con Espaillat,
porque ya lo había hecho en la Universidad de Caracas unos años antes de que
existiera esta cátedra. Al momento de establecerse las clases de Espaillat en
1816, ya Antique llevaba varios años ejerciendo su facultad médica en la
ciudad.
No hay forma de demostrar que Antique fuera el único médico
graduado en aquella cátedra porque se sabe que Ramón Dapena y Manuel Solsona,
que fueron estudiantes en esa cátedra, se graduaron de médicos en la
Universidad de La Habana. Sus títulos los recibieron de esa universidad porque
la Real Cédula que creó la Cátedra de Medicina del Hospital Militar establecía
que los estudiantes debían buscar un protomedicato cercano para ser examinados,
porque Puerto Rico carecía de esa institución. Dapena fue examinado por aquel protomedicato
el 20 de febrero de 1824,[16] y
Solsona, el 19 de octubre de 1825.[17]
La génesis de la deconstrucción del discurso
La crisis en el discurso historiográfico sobre la formación
académica del licenciado Emigdio Antique se produjo a partir de 1974, cuando
Salvador Arana Soto publicó su Historia
de la medicina puertorriqueña hasta 1898;[18] obra
que fue cuestionada por el doctor Conrado F. Asenjo. Cuenta el mismo Arana Soto
que Asenjo le escribió una carta en la que expresaba sus dudas sobre la
afirmación de que Antique fuera el primer médico graduado en Puerto Rico.[19] Ese
cuestionamiento obligó al autor a realizar una investigación archivística que
le permitiera sostener sus argumentos, un ejercicio propio de la disciplina.
Producto de esa investigación, en donde analizó la Real Cédula que creó la
Cátedra de Medicina en el Hospital Militar en 1816 y el expediente de estudios
de Antique en la Universidad de Caracas, fue la publicación del libro El Dr. José Espaillat y la enseñanza médica
en Puerto Rico, en 1978. Este
libro representó un giró importante en la discusión del tema.
En este libro, Arana Soto se interesó fundamentalmente por defender
el enunciado que sostenía que Antique había obtenido su título en la Cátedra de
Espaillat, porque, en ese momento, ya contaba con suficiente evidencia que
probaba que otros estudiantes de aquella Cátedra habían obtenido sus títulos de
médicos.[20]
La defensa del enunciado que afirmaba que Antique había sido el primer graduado
en aquella Cátedra, la sostiene a partir de la rectificación de la fecha en la
que había comenzado a funcionar la Cátedra de Medicina del Hospital Militar:
1816. Su argumento no comienza con la creación de la Cátedra, sino con la
llegada del doctor Espaillat a la Isla: “Llegado a Puerto Rico en 1813,
comienza enseguida en el Hospital Militar unas clases de Anatomía, como parte
de las cuales practica al año siguiente de 1814 la primera autopsia en nuestra
historia”.[21]
El punto focal de la interpretación que hace del documento que autorizó la
existencia de esa Cátedra está en el verbo continuar (“Real Cédula para que continúe la Cátedra de Medicina. 1816,
enero 30”[22]),
porque de esa manera podía justificar que las clases que Espaillat había
comenzado en el Hospital Militar en 1813 eran las mismas que se recomendaban
que continuasen en 1816;[23] clases
en las cuales supone que Antique fue examinado en Cirugía. La evidencia de este
examen la encontró en la obra de Pedro Tomás de Córdova: “La Real Cédula de 6
de mayo de 1814 acerca del examen de Cirujano del Licenciado D. Emigdio
Antique”.[24]
Después de analizar esa evidencia, Arana Soto produce un giro en su enunciado y
afirmó, entonces, que Antique no se graduó de médico, sino de cirujano: “Es,
pues, prácticamente seguro que…fuera en esta ocasión (de la disección) que se
examinara Antique de cirujano latino…y se podía muy bien decir, entonces, que
fue el primer graduado de la Cátedra de Espaillat”.[25]
En el desarrollo del argumento para defender el enunciado de
que fue el primer médico graduado en la Cátedra de Espaillat, Arana Soto cambia
la facultad referida sin dar ninguna explicación: no fue el primer médico, si
no el primer cirujano. Esa diferencia, según se ha explicado, era importante en
aquel contexto. El problema que persistía en su argumentación estaba
relacionado con que no podía demostrar que Antique hubiese sido estudiante de
Espaillat, por lo que no se podía afirmar que había obtenido el título en
aquella Cátedra, sobre todo porque en mayo de 1814, cuando fue examinado en
cirugía, ya Antique era un médico de larga trayectoria en la ciudad. Él ejercía
la medicina desde el 19 de mayo de 1801, cuando fue admitido por el Cabildo de la
ciudad de San Juan como médico.[26] Entre
sus primeras responsabilidades profesionales importantes puede destacarse su
participación en el proyecto de propagación de la vacuna contra la viruela en
la epidemia de 1804. Recuérdense las disputas que hubo entre el doctor Francisco
Xavier Balmis, director de la Real Expedición de Vacuna que llegó a Puerto Rico
el 9 de febrero de 1804, y el doctor Francisco Oller, quien ya realizaba esa
vacunación en la Isla. El 6 de marzo de 1804, el Cabildo de la ciudad autorizó
al doctor Oller para que continuara con la vacunación, y nombró al licenciado
Emigdio Antique como su colaborador.[27]
Entre las razones que dio el Ayuntamiento para ese
nombramiento se destaca que “además de su conocido talento se le considera en
el mayor patriotismo”.[28] El 18
de julio de 1809, Antique actuaba, junto con el doctor Oller, como consejero
del Cabildo de la ciudad para otorgar las licencias para ejercer la medicina y
la cirugía en la Isla.[29] El 13
de octubre de 1812, en el contexto del primer periodo constitucional, fue
nombrado médico de la ciudad de San Juan; en esta función debía recibir los informes
de los otros médicos del municipio para presentar el estado sanitario de la
ciudad.[30] El 18
de julio de 1814, al finalizar el período constitucional, el Cabildo de la
ciudad certificó que Antique “había cumplido exactamente y desempeñado con
puntualidad las funciones de su encargo…como también de las operaciones que
semanalmente practica(ba) de la vacuna en beneficio de este pueblo”.[31]
Podría sostenerse que aquel examen en Cirugía no exigía
necesariamente que Antique fuera estudiante de Espaillat, porque ese examen era
un tipo de reválida. Para este tipo de exámenes no se exigía que el candidato
fuera estudiante, sino que demostrara el conocimiento que se exigía para que
ejerciera la facultad. La respuesta a la pregunta de por qué se examinó en
Cirugía cuando ya era un médico reconocido, puede buscarse en el motivo por el
cual el gobernador Salvador Meléndez Bruna lo autorizó para ese examen. Este gobernador
afirmaba que como el ramo de la Cirugía estaba en un estado lastimoso, había
que autorizar a los médicos para que realizaran los exámenes en esa facultad.[32]
Recuérdese que la medicina y la cirugía habían estado separadas por mucho
tiempo, y que cada una de ellas tenía su objeto propio; el médico trataba las
enfermedades internas y el cirujano, las externas.[33] Así que,
por ser facultades separadas, había que tener un título en cada una de ellas
para ejercerlas al mismo tiempo. Esa situación fue la que se resolvió a partir
de 1827, cuando se unieron ambas facultades y comenzó a hablarse entonces de
médicos cirujanos.[34] En
aquel contexto histórico habían existido disputas entre ambos grupos de
facultativos, porque el médico se sentía superior al cirujano.
Después de aquel examen, Antique ejerció varios años como
cirujano en la ciudad: a partir del 17 de enero de 1816 fue el cirujano del
Regimiento de Caballería de las milicias disciplinadas de la Isla; desde el 15
de noviembre de 1819, cirujano interino de la Real Brigada de Artillería; y
desde el 3 de junio de 1821, cirujano del Regimiento de Milicias. El 18 de
octubre de 1823 volvió a ejercer como médico, esta vez como médico de entrada
del Real Hospital Militar y auxiliar del médico mayor; hasta que el 18 de
septiembre de 1840 llegó a ser el médico mayor de ese hospital.[35]
Resulta sospechoso considerar que, si Antique había sido
estudiante de la Cátedra de Espaillat, se hubiera comportado de la forma que lo
hizo cuando se enteró de la instalación oficial de esa Cátedra. Existe una
carta en la cual los médicos, cirujanos y farmacéuticos de la ciudad se dirigen
al Ayuntamiento para reclamar por qué no los habían considerado a ellos para
desempeñarse en esa Cátedra. El 17 de junio de 1816 decían: “si VE tiene alguna
noticia de que hasta ahora haya habido establecida alguna Cátedra de Medicina
en la ciudad, se haya sacado por oposición la cual algunos de nosotros hubieran
hecho gestión”.[36]
Esa carta la firmaban Oller, Antique, José Calvo, José Bernabé Moreno, Antonio
Margarida, José Yustis y Antonio Abad de la Rosa.
Otros puertorriqueños que obtuvieron títulos de cirujanos en
aquel momento, utilizando la reválida como mecanismo para conseguir un título,
porque ya tenían muchos años de práctica, fueron Antonio Abad de la Rosa y
Miguel de Cotto. El primero era natural de San Juan y el segundo, de Arecibo,
quienes se desempeñaban como practicantes de cirugía y medicina del Hospital
Militar, respectivamente. De la Rosa, quien llevaba 31 años como practicante de
cirugía, fue examinado en la misma ciudad por una comisión nombrada por la
Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, el 29 de noviembre de 1815.[37] El 31
de agosto de 1816 se le concedió el titulo de cirujano romancista. De Cotto,
quien llevaba 22 años como practicante de medicina, fue examinado el 30 de
abril de 1817 por el protomédico de La Habana y ese mismo día recibió su
título.[38] Ambos
cirujanos pasaron a ejercer su facultad en la Isla; De la Rosa fue nombrado
cirujano de artillería en 1821 y en 1838 De Cotto se desempeñaba como cirujano
del cuerpo de ingenieros.
Además de Arana Soto, otro autor que intentó responder el
cuestionamiento del doctor Asenjo, fue Aurelio Tió. En este caso, no hay mucho
que exponer porque partía de unos presupuestos falsos. Este autor negaba que Antique
se hubiese graduado de médico en la Cátedra de Espaillat porque sostenía que ya
era licenciado en Medicina antes de 1814. Él reconocía que había estudiado medicina
en la Universidad de Caracas, pero afirmaba erróneamente que había sido
examinado por el protomedicato que existió en Puerto Rico antes de la
instalación de la Cátedra de Medicina; explicaba que el título de licenciado en
Medicina, con el que se califica a Antique desde 1804, se lo había otorgado el protomedicato
que desapareció al finalizar el primer periodo constitucional.[39] Esta
respuesta no ayudaba a resolver el problema que se había planteado Arana Soto,
porque, por un lado, partía del presupuesto de que había existido un protomedicato
en la Isla, que le había concedido el título de licenciado en Medicina, y por
otro lado, no explicaba por qué fue examinado en cirugía.
A pesar de los esfuerzos de Arana Soto por aclarar el problema
del lugar de la titulación de Antique, no deja lo suficientemente claro que
tuvo un título de médico de la Universidad de Caracas y otro de cirujano,
concedido en la Isla. Otra cosa que no está clara es por qué tenía un título de
licenciado en Medicina, cuando lo que había recibido en Caracas era uno de
bachiller en Medicina. Arana Soto, quien negaba la respuesta de Tió, abrió una
nueva ventana de especulación para explicar el lugar en donde Antique había
conseguido ese título de licenciado. Él supone, sin ninguna referencia
documental, que “Antique cursara esos estudios en La Habana”.[40] Esta
hipótesis parece no tener ningún asidero porque el autor de este artículo
revisó el Archivo de la Universidad de La Habana y no identificó rastros de la
presencia de Antique en aquella Universidad.
La persistencia del discurso deconstruido
Un aspecto importante relacionado con el discurso
historiográfico sobre el licenciado Antique es que, a pesar de haberse aclarado
las circunstancias históricas alrededor de su formación médica, aun persiste la
utilización de la información que ha sido aclarada por la historiografía. Los
dos enunciados que se demostraron falsos y que continúan presentes en las
argumentaciones sobre la formación médica de Antique son los siguientes: que
obtuvo su título de médico en la Cátedra de Espaillat y que fue el único en
graduarse en esa Cátedra. Entre los autores que han continuado afirmando esas
ideas, después de la revisión de Arana Soto, están: José Manuel Torres-Gómez,
Eduardo Rodríguez-Vázquez, Carmen M. Santos-Corrada y María Teresa Cortés
Zavala.
Torres-Gómez publicó un artículo en 1988, en el cual intentaba
reconciliar los últimos aportes historiográficos de Arana Soto con un artículo
suyo publicado en 1964, en donde afirmaba que Antique había sido el único
médico graduado en la Cátedra de Espaillat. Para conciliar que Antique había
estudiado tanto en Caracas como en Puerto Rico, afirma que en Caracas había
obtenido su licenciatura en Medicina, y que en Puerto Rico había realizado el
doctorado.[41]
Solo que no presenta evidencia documental nueva para sostener este argumento. En
el caso de Rodríguez-Vázquez, quien sigue al Arana Soto previo al año 1970, se
identifica un texto de 2017, en el que afirma que el título de licenciado en
Medicina lo obtuvo en la Cátedra de Espaillat, además de sostener que era un
título en medicina y cirugía.[42]
En el caso de Santos-Corrada y Cortés Zavala, continúan
manteniendo el enunciado que sostiene que Antique se educó como médico en
Puerto Rico. Santos-Corrada mantiene el argumento de Quevedo Báez, de que
Antique había sido el primero de los graduados en la Cátedra de Espaillat.[43] Cortés
Zavala comenta sobre el proceso de creación de la Cátedra de Medicina en Puerto
Rico y las consecuencias que trajo para la ciencia: “este esfuerzo educativo
dotó a la isla de algunos profesores, entre los que se graduó Emigdio Antique”.[44]
Entre los autores que manejan el discurso historiográfico
sobre Antique, pero tomando en cuenta la revisión que se ha hecho después de
los planteamientos de Arana Soto, están José Rigau-Pérez y Mario Rodríguez León.
Estos dos autores reconocen que Antique se educó como médico en la Universidad
de Caracas. Rigau-Pérez identifica a Antique entre los criollos puertorriqueños
relacionados con la ciencia a principios del siglo XIX: “nacido en Puerto Rico
y licenciado en Medicina también en Caracas”.[45]
Rodríguez León destaca que Antique fue el médico que atendió al obispo
Arizmendi en sus últimos momentos: “iba también el médico que le atendía, el
doctor Emigdio Antique, distinguido galeno puertorriqueño que igual que
Arizmendi estudió en Caracas”.[46]
A modo de conclusión puede decirse que la historia es una
disciplina que está continuamente haciéndose, que está revisando el resultado
de las respuestas que se dan desde el presente del historiador. En el caso de
la formación médica del licenciado Antique se puede decir que los mismos giros
que ha tenido la historiografía, han abierto la puerta para considerar nuevos
aspectos en la explicación. Fue el primero de los nacidos en la Isla en llegar
a ser médico, pero no estudió con el doctor Espaillat y, por supuesto, tampoco fue
el único en graduarse en esa cátedra.
Nota editorial: Una versión de este artículo salió en la Revista del ICP, Tercera Serie, Núm. 11, mayo 2019, pp. 75-86. La versión publicada en Akelarre: Historia y Ficción es una presentada por su autor en un formato que puede ser utilizado como referencia por estudiantes de historia.
[1]
Salvador Arana Soto, El Dr. José
Espaillat y la enseñanza médica en Puerto Rico (con datos biográficos de los
Dres. Oller, Vargas y el Lic. Antique). San Juan, Asociación Médica de
Puerto Rico, 1978, pp. 165-170.
[2]
Arana Soto, op. cit., p. 102.
[3]
Dominick Lacapra, La historia en
tránsito. Experiencia, identidad, teoría crítica. México, Fondo de Cultura
Económica, 2006, p. 15.
[4]
Federico Nietzsche, El crepúsculo de los
ídolos o cómo se filosofa con el
martillo. Madrid, Biblioteca Edaf, 2002.
[5]
Agustín Izquierdo, “Prologo”, en Federico Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo, op.
cit., pp. 9-12.
[6] Cayetano
Coll y Toste, “La Cédula de Gracias y sus efectos, rectificaciones históricas”,
Boletín Histórico de Puerto Rico. San Juan, Tipografía Canteros,
Fernández Co., 1927, p. 24.
[7]
Manuel Quevedo Báez, Historia de la medicina
y cirugía en Puerto Rico. Vol. I. San Juan, Asociación Médica de Puerto
Rico, 1946, p. 99.
[8]
Francisco Guerra, Historiografía de la
medicina colonial hispanoamericana. México, Abastecedora de Impresos, 1953,
p. 71.
[9]
José Manuel Torres Gómez, “La legislación que regulaba el ejercicio de la
profesión médica en Puerto Rico: ayer y hoy”. Boletín de la Asociación Médica de Puerto Rico, Vol. 56, Núm. 3,
1964, p. 93.
[10]
Salvador Arana Soto, Catálogo de médicos
de Puerto Rico de siglos pasados. San Juan, Asociación de Médicos de Puerto
Rico, 1966, p. 33.
[11]
Else Zayas-León, “Los niños expósitos en la ciudad de San Juan”, Revista de Genealogía Puertorriqueña,
Año 4, Núm. 1, 2003, pp. 89-93.
[12]
Libro XXXIV de defunciones. Archivo Histórico Arquidiocesano, Archivo Histórico
Catedral, Fondo Nuestra Señora de los Remedios, Serie Sacramental, Caja 90.
[13]
Estela Cifre de Loubriel, La inmigración
a Puerto Rico durante el siglo XIX. San Juan, Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 1964, p. 23.
[14]
Aurelio Tió, “Primer régimen autonómico en América. Sistema de los alcaldes
gobernadores, 1537-1544”. Boletín de la
Academia Puertorriqueña de la Historia, Vol. V, Núm. 20, 1978, p. 45.
[15]
Archivo Histórico de la Universidad Central de Venezuela, Libro 5 de Grados de
bachiller, licenciados y maestros en Artes y Filosofía, 1799-1800.
[16]
Título de médico de don Ramón Dapena. Archivo General de Puerto Rico, Fondo Documentos
Municipales, Serie San Juan, Subserie Toma de Razón de Títulos, Libro 3, caja
78, Fol. 184v.
[17]
Manuel Solsona solicita ser nombrado apto para médico. Archivo Histórico Nacional,
Ultramar, leg. 315, Exp. 8 (PARES).
[18]
Salvador Arana Soto, Historia de la medicina
puertorriqueña hasta 1898. San Juan, s.e., 1974.
[19]
Arana Soto, El Dr. Espaillat y la
enseñanza médica en Puerto Rico, op.
cit., pp. 19, 101 y 165.
[20]
Veáse César Augusto Salcedo Chirinos, Las
negociaciones del arte de curar. Los orígenes de la regulación de las prácticas
sanitarias en Puerto Rico (1816-1846). Lajas, Editorial Akelarre, 2016, pp.
122-131.
[21]
Arana Soto, El Dr. Espaillat y la
enseñanza médica en Puerto Rico, op.
cit., p. 54.
[22]
Ibid., p. 27.
[23]
Ibid., p. 103.
[24]
Pedro Tomás de Córdova, Memorias
geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico.
Tomo III. San Juan, Editorial Coquí, 1968, p. 278.
[25]
Arana Soto, El Dr. Espaillat y la
enseñanza médica en Puerto Rico, op. cit.,
p. 104.
[26]
Actas del Cabildo de San Juan Bautista de
Puerto Rico, 1798-1803. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de
San Juan, 1968, p. 262.
[27]
Actas del Cabildo de San Juan Bautista de
Puerto Rico, 1803-1809. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de
San Juan, 1970, pp. 35-36.
[28]
Actas del Cabildo de San Juan Bautista de
Puerto Rico, 1803-1809, op. cit.,
p. 56.
[29]
Actas del Cabildo de San Juan Bautista de
Puerto Rico, 1809-1810. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de
San Juan, 1968, p. 63.
[30]
Actas del Cabildo de San Juan Bautista de
Puerto Rico, 1812-1814. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de
San Juan, 1968, p. 17.
[31]
Actas del Cabildo de San Juan Bautista de
Puerto Rico, 1814. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de San
Juan, 1968, pp. 98-99.
[32]
Pedro Tomás de Córdova, op. cit., p. 277.
[33]
Mariano González de Sámano, Compendio
histórico de la medicina española. Barcelona, Imprenta de don Agustín
Gaspar, 1850, p. 134.
[34]
Real Cédula de S. M. y señores consejeros
sobre el reglamento para el régimen y gobierno de los colegios de medicina y
cirugía. Madrid, Imprenta Real, 1828, p. 2.
[35]
Nombramiento del médico mayor del Hospital Militar de la Isla. Archivo Histórico
Nacional, Ultramar, Leg. 1077, Exp. 15. (PARES).
[36]
Carta de solicitud de los profesores de medicina, cirugía y farmacia al
Ayuntamiento, 17 de junio de 1816. Archivo General de Indias, Ultramar, Leg.
423, Exp. 29 (Consultado en CIH-AGI, Carrete 206).
[37]
Título de cirujano de Antonio Abad de la Rosa. Archivo General de Puerto Rico,
Fondo Documentos Municipales, Serie San Juan, Subserie Toma de razón de
títulos, Libro 3, fols. 57-58.
[38]
Actas del Cabildo de San Juan Bautista de
Puerto Rico, 1817-1819. Puerto Rico, Publicación Oficial del Municipio de
San Juan, 1977, p. 10.
[39]
Aurelio Tió, “Primacía cronológica de la Universidad de Estudios Generales
Santo Tomás de Aquino, fundada en San Juan Bautista de Puerto Rico, 9 de enero
de 1532”. Boletín de la Academia
Puertorriqueña de la Historia. Vol. V, Núm. 20, 1978, pp. 135-137. Veáse
también “La primera universidad de América”, La Torre. Año XXVI, Núm. 99-102, 1978, p. 212.
[40]
Aurelio Tió, “Primacía cronológica de la Universidad de Estudios Generales
Santo Tomás de Aquino, fundada en San Juan Bautista de Puerto Rico, 9 de enero
de 1532”, op. cit. p., 102.
[41]
José M. Torres-Gómez, “La aportación de la Asociación Médica de Puerto Rico a
la creación y desarrollo de la Escuela de Medicina de la UPR”, Puerto Rico Health Sciences Journal,
Vol. 17, Núm. 2, 1988, p. 145.
[42]
Eduardo Rodríguez-Vázquez, “Desarrollo de las instituciones de salud y
educación médica en Puerto Rico: Siglo XVI a la primera mitad del XX”, en
Eduardo Rodríguez-Vázquez (Ed.), Historia
gráfica de las instituciones de salud de Puerto Rico: siglos XIX y XX. s.
l., Fundación Puertorriqueña para las Humanidades, 2017, p. 31.
[43]
Carmen M. Santos-Corrada, “La contribución de la medicina tropical a la
educación médica en Puerto Rico”, en Eduardo Rodríguez-Vázquez (Ed.). op. cit., p. 83.
[44]
María Teresa Cortés Zavala, “Las rutas de la ciencia y el desarrollo de la
medicina en Puerto Rico, 1800-1850”, Revista
Brasileira do Caribe, Vol. VII, Núm. 14, 2007, p. 13; Economía, cultura e institucionalización de la ciencia en Puerto Rico,
siglo XIX. Morelos, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2008,
p. 171.
[45]
José Rigau-Pérez, “Modos de comunicación científica entre España y Puerto Rico,
1785-1808,” Actas del XXXIII Congreso
Internacional de Historia de la Medicina, Sevilla: 1-6 de septiembre de
1992. Sevilla, Sociedad Española de Historia de la Medicina, 1994, p. 286.
[46]
Mario Rodríguez León, “Sacrificio y muerte del obispo Arizmendi: segunda visita
pastoral,” Instituto de Estudios
Históricos Juan Alejo de Arizmendi, Bayamón, 1997, p. 12.
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