Una vez más, Pedro Juan Soto lo logró.
Al borde de una silla lees La sombra lejana y, finalmente, comienzas a caer en cuenta que la estructura de la novela es tan profunda que debes retomarla con calma y volver a leer. Es que Soto poseía una intensa capacidad para introducir claves, historias y otras literaturas dentro de sus novelas. Esta vez, La sombra lejana posee una estructura al estilo del teatro de sombras, un poco de la más trágica historia policiaca de Puerto Rico, matizada por su propia vivencia y dolor paternal. Claro, no lo deja ver de manera explícita. Hay que sentarse con calma y descubrirlo con él.
La sombra lejana es la última novela que publicó Pedro Juan Soto en 1999, a cargo de la editorial Plaza Mayor. Sus 255 páginas están divididas en dos interesantes partes: primera se llama Vacaciones y la segunda parte se llama Faenas. Cuenta la historia ficcional de Pablo Ortiz Rodríguez, un maestro de Historia de una escuela superior y su esposa Camila Ubeda, también maestra en un colegio privado. En sus primeras páginas nos presenta un viaje de placer en un barco crucero que realiza el matrimonio desde San Juan, Puerto Rico rumbo a España. Ya han visitado la isla de Barbados, luego visitarán Tenerife, islas Canarias y, finalmente, el viaje en el crucero culmina en Barcelona. Durante el trayecto, Pablo es confundido con el notorio prófugo independentista puertorriqueño, Filiberto Ojeda Ríos. A raíz de esto, es o se siente vigilado por otros viajeros. Un abogado caborrojeño de nombre Diego Salcedo, también viajero, le ofrece sus servicios de representación ya que, además, de su parecido con Ojeda Ríos, sospechan que Ortiz Rodríguez lleva consigo drogas ilegales. Una vez culmina el viaje en crucero en la ciudad de Barcelona, Pablo se instala en hostales y hoteles. Pablo es asaltado en una calle de la ciudad por un grupo de tres mozalbetes que le provocan golpes serios y hasta una fractura en un tobillo. La pareja, luego, se traslada a Madrid, pero Camila deja solo a Ortiz Rodríguez en la capital pues debe ir a Galicia a tramitar una herencia de sus tías. Pablo, entretanto, se reúne con Salcedo; y, además, conoce a un comerciante yaucano, de bastante edad, de nombre Celestino “Tino” García y su esposa Luisa. Así, concluye la primera parte.
Faenas, por su parte, comienza con Pablo y Camila ya en su hogar en Bayamón, Puerto Rico. Ha iniciado el año escolar y una tarde recibe una llamada del agente Gilberto Padró, del Negociado de Investigaciones Especiales. Creado en 1978, esta división pertenece al Departamento de Justicia de Puerto Rico e investiga sobre asuntos relacionados a corrupción gubernamental, a crímenes violentos, crimen organizado, narcotráfico, terrorismo, espionaje, crímenes cibernéticos, entre otros. “Para cumplir con los propósitos antes mencionados, resulta necesaria la utilización de informantes”, reza parte de su Reglamento de Normas y Procedimientos, según editado en 2003 y aprobado por el entonces Secretario de Estado, Ferdinand Mercado.
Es una novela subjetiva desde la experiencia personal de Soto donde su protagonista, Pablo Ortiz Rodríguez, nos parece una suerte de alter ego de Soto y lo biográfico se torna en tema literario. Y es que Pedro Juan Soto vivió en carne propia un trágico episodio de la historia del país, como adelantamos. Su segundo hijo, Carlos Enrique Soto Arriví, fue perseguido y asesinado a sangre fría por la Policía de Puerto Rico en los sucesos injustos que muchos reconocen como el Caso Cerro Maravilla. Los agentes se convirtieron en captores, jueces y verdugos de dos jóvenes independentistas que apenas comenzaban a vivir. Luego, borraron y alteraron evidencia, mintiendo. La sombra lejana, es un mensaje poderoso de cómo el poder policiaco autoritario de la Isla persigue a inocentes solo por tener ideales políticos distintos. Sin duda, esto desde el grito de dolor y desesperanza de Soto ante un gobierno incapaz de llegar hasta las ultimas consecuencias del Caso, convirtiéndolo en un teatro político.
La novela se convierte así en fértil terreno de los sueños, lo inconsciente, los arquetipos, el yo. Además, veremos a Pedro Juan Soto como profeta o dalang de Ojeda Ríos. No había que serlo, en realidad; la obra teatral gubernamental estaba escrita. Las experiencias de don Pedro Albizu Campos, la Masacre de Ponce y el caso del Cerro Maravilla son apenas una muestra de lo que ha sido capaz el poder represivo imperialista americano en la Isla en más de un siglo de historia.
Siendo así, incluimos en este estudio el teatro de sombras, que según el educador César Pallarés tiene su origen principalmente en China, en los tiempos de la dinastía Tang (618-907). Afirma Pallares que este tipo de teatro surge debido a la prohibición que existía sobre las mujeres quienes tenían prohibido asistir al teatro y en sus aposentos se representaban las mejores obras de esta particular forma. “Algunos países por donde se extendió y cobró gran importancia el teatro de sombras, fueron India y (sic) Indonesia. Es en estos países, donde encontramos que la figura del titiritero, llamado Dalang, era un artista sacerdote el cual era el encargado de dirigir las representaciones teatrales, dichas representaciones contaban con un marcado carácter religioso. Se creía que, al representar las historias a través de las sombras, el Dalang entraba en contacto con el mundo superior” (Pallarés 6). Este juego de sombras y luces que crea Pedro Juan Soto en la novela desemboca en un ambiente fantasmagórico, misterioso y desconocido.
La sombra, según Jung
Quien estudió la sombra es el psiquiatra suizo Carl G. Jung. Marcel Gratacós, un premiado investigador español, resume que Jung estableció unos patrones universales del comportamiento humano y que llamó a estos arquetipos. Estos arquetipos, sin embargo, no se desarrollan ni actúan de manera individual, sino que son “imágenes ancestrales” que forman parte del inconsciente colectivo, por lo que también entra en juego el contexto cultural en que se desarrollan. Algunos ejemplos de arquetipos son el ánima, el ánimus, la persona, el sí mismo y la sombra. Escogimos solo estos porque nos parece que hacen su aparición en la novela, mediante los personajes.
Según resume Gratacós, el ánima (alma, en latín) es lo femenino en el inconsciente de un hombre. Veremos a Pablo con un lado que generalmente se le atribuye a lo femenino como es la maternidad. El maestro está preocupado por una alumna quien desea casarse y dejar la escuela. Ortiz con un tono “maternal” la orienta para que desista de su decisión. El ánimus, por el contrario, es lo masculino en el inconsciente de una mujer. Veremos a Camila tomar posiciones personales y decisiones financieras, generalmente atribuidas o aplaudidas cuando las realiza un hombre de nuestra sociedad.
El arquetipo de la persona es cómo nos presentamos a los demás, la imagen que creamos para ser aceptado y el sí mismo es nuestra totalidad de nuestro ser. A Pablo parece no interesarle lo que las personas del barco piensan de él, se aísla frecuentemente, se refugia en alcohol, a veces queriendo mostrarse seguro de su ser.
Por otra parte, “la sombra hace referencia al aspecto
inconsciente de la personalidad de las personas, caracterizadas por rasgos y
actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios. Este agente
antagonista del yo consciente se representa a través del arquetipo de la sombra
y se expresa a través de todos esos rasgos de personalidad y comportamiento que
uno mismo no acepta como propios y definitorios, y que oculta a los demá”, dice
Gratacós. Según el Diccionario de los Símbolos de Chevalier, “la sombra, por
una parte, es lo que se opone a la luz y, por otra parte, la propia imagen de
las cosas fugitivas, irreales y cambiantes”. Añade Chevalier que en algunos
pueblos africanos la sombra está vinculada a la muerte. Pablo -alter ego de
Soto- oculta en su sombra el dolor de la confusión y del atropello de la
persecución, de la ira gubernamental del cual es constante víctima y, sin
remedio, con la amenaza de perder su empleo y dignidad humana.
La experiencia del viaje
Básicamente la primera parte de la novela se desarrolla en un viaje de placer y asuntos familiares a España, que realizan el protagonista y su esposa. En muchas situaciones literarias, estos desplazamientos físicos se dan en un contexto aleccionador para el viajero: o acepta su nueva realidad adaptándose o retorna a su lugar de origen para poner sus nuevos conocimientos al servicio de los otros. También, con frecuencia el viaje se da en términos simbólicos que abonan al desarrollo psicológico del individuo literario en cuestión. En la novela, este viaje considera ambas instancias. El viaje de Pablo tiene las dos vías: fuera del país físicamente, pero también adentro de sus más recónditos pensamientos que le estremecen.
En el afuera, Pablo parece un prófugo ante los ojos de sus compañeros de viaje y le hace reflexionar sobre el otro, en este caso Filiberto Ojeda Ríos. Además, el viaje pretendía allegar a sus arcas personales un dinero extra como parte de una herencia familiar de su esposa, lo que posiblemente cambiaría hasta de estatus social. Madrid, capital de España y otrora fuente de represión política y social para la Isla de Puerto Rico, podría considerarse en la novela como fuente del pecado y corrupción que hay que limpiar, decadencia de los valores sociales como el robo y la mentira. Recordemos a Camila quien visita las iglesias de la ciudad buscando su purificación. Para Pablo, Madrid es pérdida en la degradación de su persona: se sumerge en las bebidas alcohólicas, que aquí sustituyen o (re)toman el sitial de lo espiritual. Estudiosos afirman que “entre la Edad Media y el Renacimiento la palabra de origen árabe alcohol tiene una nueva acepción y es la que describe su parte volátil y le llaman espíritu y su adjetivo, espirituosa, con el que denomina a la bebida de alta graduación alcohólica obtenida por la destilación” (Blanco, et al). Además, su encuentro en Madrid con el abogado Diego Salcedo, nombre tan emblemático en nuestro entorno social y político de Puerto Rico que refiere a aquella historia -leyenda para otros- en la que un español llamado Diego Salcedo fue ahogado por los taínos para demostrar que no era un dios inmortal. Nótese el parecido lingüístico entre las palabras ahogado y abogado. La muerte del personaje Salcedo cae en un misterio del que Pablo es sospechoso, pero además nos remite al símbolo de la tiranía colonial a la que ha sido sometida la Isla en más de 500 años de historia.
En el adentro, la muerte de Salcedo y su posterior situación
como sospechosos de esta cambia su psiquis y produce otras situaciones
inesperadas. En varias instancias, el uso del alcohol y su espíritu produce una
serie de efectos oníricos: hace que se le presente el mismo Ojeda Ríos y hasta ve
desfiles carnavalescos con mensajes distorsionados. Pensamos que en realidad
Pablo no penetra en el mundo del sueño sino en las profundidades del inconsciente
colectivo. De hecho, el mismo narrador nos va presentando estas ideas. En el
capítulo IV de la segunda parte de la novela nos dice que el desfile
carnavalesco “era como instantáneas captadas al azar, el sueño. Ciudad
desconocida, soledad. ¿Se hallaba en plena actividad del subconsciente?”,
cuestiona.
Como ya mencionamos, uno de los asuntos principales de la novela es la constante interrogante si el protagonista es o no es Filiberto Ojeda Ríos. Esto lleva a Pablo Ortiz a delimitar ante los demás quién es él y quién es este otro. En términos del psicoanálisis, en especial lo postulado por el psiquiatra francés Jacques Lacan, el yo se evidencia con relación a un otro. En otras palabras, reconocemos quiénes somos -iguales o diferentes- cuando nos enfrentamos ante los comportamientos de otro o de los demás. En la novela, incluso, se puede apreciar al protagonista como un mero objeto de actuación cuando el mismo Pedro Juan Soto lo releva y se ubica al frente de la escena para reconocer su propio comportamiento: “¿Pedro Juan Soto? En la Universidad de Puerto Rico le habían dicho que era un tipo gruñón, tipo que no quería cuentos con nadie. Tipo absurdo. ¿Un cuentista que no quería oír o leer cuentos de rivales? Además, barbudo también. Ni acercársele” (Soto 137).
Filiberto Ojeda Ríos
El puertorriqueño Filiberto Ojeda Ríos, sin duda, se convirtió
en el sucesor incidental de don Pedro Albizu Campos en la lucha por la
independencia de Puerto Rico. Como don Pedro, vivió la persecución desatada
tras él por el Negociado Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés)
y tenía conocimiento de sus consecuencias. Por eso vivió años en el
clandestinaje, apoyado por los simpatizantes de la independencia del país. Había
nacido en 1933 en el pueblo de Naguabo y su familia fue “forzada” a emigrar a
la Gran Manzana cuando él tenía apenas 10 años de edad. Aprendió en esa ciudad a
tocar la trompeta y llegó a desempeñarse como músico de La Sonora Ponceña, pero
sobre todo allí aprendió sobre la lucha de clases, el capitalismo feroz, la
desigualdad, la explotación, el racismo y el prejuicio hacia los
puertorriqueños y otros grupos de minoría. En 1947 regresa a Puerto Rico donde
se desataban eventos turbulentos en contra de don Pedro y toda la ideología de
independencia como la ocurrida en la llamada Revolución de Jayuya en 1950. No
queremos abarcar la vida de Ojeda Ríos, pero sí traer los eventos que mejor se
asocian a él y a la novela que estudiamos.
Asegura Luis Nieves Falcón en su libro La luz desde la
ventana, que Ojeda Ríos inició su lucha en la década de los 60 en Nueva
York y a partir de 1970 tiene diversos viajes entre Nueva York, Cuba y Puerto
Rico, tomando como puente intermedio a otros países. Obtuvo conocimientos cuasi
militares y seculares que le permitían prolongar su vida de forma clandestina,
que no siempre era tal. En cierta ocasión, cuenta Falcón Nieves, Filiberto toma
un barco para viajar de Cuba a Puerto Rico. En el transcurso del viaje, le
piden los documentos de identidad que le habían sido conferidos de forma
ilegal. Ojeda Ríos, pensando que lo habían detectado, cambia de planes. “Cuando
el transporte llega a un lugar mucho antes de su destino se baja. Empieza a
tomar otros vehículos, taxis, etc. y, como no podía cargar con el equipaje, lo
mete en un casillero y allí lo deja. No vuelve a buscarlo nunca. Así que el
clandestinaje comienza ahí mismo” (Falcón Nieves 54). Nótese aquí el parecido
con la situación de supuesta confusión que le surge a Pablo Ortiz en su viaje.
Físicamente, en la adultez, Filiberto se caracterizaba por una abundante barba, el uso de espejuelos y guayaberas como vestimenta. En 1990, luego de un juicio, Filiberto queda “libre”, mediante el uso de un grillete electrónico. Él lo corta, liberándose de la vigilancia, y deja el artefacto frente a la oficina del periódico Claridad. Desde la clandestinidad que se prolongó por más de una década, realizó varias entrevistas con medios de comunicación y -mediante grabaciones magnetofónicas- se hizo presente en varias ediciones de la Recordación del Grito de Lares. El 23 de septiembre de 2005, Ojeda Ríos fue tiroteado en su residencia en Hormigueros. Desangrándose, Filiberto luchó hasta morir ante el conocimiento de los agentes estatales y federales que custodiaban el perímetro. Ninguno movió un dedo a su favor.
La barba, simbolismo
En la novela, la identificación del personaje y Filiberto
Ojeda Ríos se da por un elemento banal común entre ellos: la barba. La barba es
el vello facial que se oscurece y crece con mayor velocidad en las mejillas y
mentón, sobre todo en el hombre dado al aumento en la pubertad de la hormona
llamada testosterona. Por tal razón, se vincula el crecimiento de la barba a la
adultez y madurez. Para Chevalier, en su Diccionario de Símbolos, la
barba es símbolo de virilidad, de coraje y de sabiduría. Por siglos, la barba
ha estado vinculada a dioses y figuras de autoridad como reyes, monarcas y
filósofos, incluso reinas que daban muestra de coraje y sabiduría. Otros
estudiosos como Pallicier y Puig señalan que tocarse la barba está relacionado
al discurso pues los oradores de la antigüedad lo hacían para reflejar actitud
reflexiva y tranquila (Pallicier-Puig 178). La barba, al igual que el cabello,
cuenta una historia personal sobre el paso del tiempo que se refleja en su
longitud y su color.
El Caso del Cerro Maravilla
Como establecimos anteriormente, este episodio de la historia
puertorriqueña toca personalmente a Pedro Juan Soto. Su hijo, Carlos Enrique Soto
Arriví fue uno de los dos jóvenes asesinados en este triste capítulo de la
historia puertorriqueña. El 25 de julio de 1978, día en que se celebraba el vigesimosexto
año de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, los jóvenes
puertorriqueños y de ideales independentistas -Soto Arriví y Arnaldo Darío
Rosado- murieron a manos de agentes de la División de Inteligencia de la
Policía de Puerto Rico. Se alega que era un plan orquestado para aleccionar al
sector independentista del país por la forma en cómo estaba estructurado y las
comunicaciones entre los agentes.
En ese entonces, el director de la División era el comandante Ángel Luis Pérez Casillas. Entre las tareas de la agencia estaba recibir información de agentes encubiertos e informantes sobre personas que “atentaban contra la seguridad o estabilidad del país”. A los alegados subversivos se les investigaba y se les abría un expediente o carpeta. Según evidencia del Tribunal, ya desde los primeros días del mes de julio de ese año había vigilancia y un plan en marcha, que identificaba a estos jóvenes como terroristas. En dos ocasiones, ese mismo mes, se indicó que estos se transportaban en un auto Volkswagen color amarillo de 1973 y que su intención era destruir las torres de comunicación en el Cerro Maravilla del municipio de Villalba.
Es la zona de más altitud de la Isla y, por esa particularidad, es boscosa y apartada. El día 25 de julio, Soto Arriví y Rosado -del denominado grupo Movimiento Revolucionario Armado y que ya eran investigados por sus actividades- fueron incitados y guiados al lugar por el agente encubierto Alejandro González Malavé quien se había infiltrado entre ellos. Según el plan, iban a colocar un artefacto explosivo en unas torres de comunicación. En el trayecto, secuestraron al chofer de carro público Julio Ortiz Molina. Mientras, Pérez Casillas fue trasladado en helicóptero hasta el Aeropuerto Mercedita de Ponce, al sur de Puerto Rico, e informó a varios agentes que allí lo recibieron sobre los dos terroristas, el encubierto y el rehén Ortiz Molina que iban de camino a Villalba. Las instrucciones de Pérez Casillas eran claras: había que hacer lo posible para preservar la vida del rehén, pero “los individuos no podían o no debían bajar vivos del sector Toro Negro” y “que se les diera un tiro o un tirito”. Una vez en el Cerro, los jóvenes se bajaron del vehículo, dejando al rehén en él. Fueron a la parte posterior del carro donde intercambiaron armas. En ese momento, los agentes policiacos escondidos en la maleza salieron y les dieron el alto, identificándose como policías. Rosado abrió fuego, a lo que fue respondido, iniciándose un tiroteo simultáneo. González Malavé resultó herido en una mano y descubría en ese momento que era un agente, que no le dispararan. Los jóvenes -Soto Arriví y Rosado- tiran sus armas al suelo y salen de la maleza con sus manos en alto. “Se les ordenó y se acostaron en el piso, boca abajo, con los brazos abiertos en forma de cruz”. Pasaron varios años antes de que se refiriera una investigación formal de las autoridades que insistían en un atentado terrorista.
La primera versión oficial apuntaba a que los jóvenes atacaron a los agentes y que los últimos actuaron en legítima defensa. Luego, gracias a pruebas periciales y a versiones de algunos testigos, se supo que Soto Arriví y Rosado fueron ejecutados por los agentes luego de haber sido golpeados, insultados, desarmados, arrodillados y puestos bajo arresto. Pasaron años antes de que un jurado encontrara culpable de asesinato en segundo grado por asesinato de Soto Arriví al expolicía Rafael Moreno Morales quien estaba adscrito a la División de Inteligencia de la Policía de Puerto Rico. El 23 de junio de 1988 este fue sentenciado a cumplir entre 22 y 30 años de cárcel.
Desde la poltrona bayamonesa donde se efectuaban los actos conmemorativos oficiales de 1978, el entonces gobernador de la Isla -Carlos Romero Barceló- declaró héroes a los agentes involucrados. Por años, tanto las autoridades estatales como las federales encubrieron los hechos mediante el cambio de versiones y en múltiples intentos de paralizar e incluso minimizar la investigación que se realizaba. Según se destaca en documentos de la Biblioteca Rafael Hernández Colón, en 1983 “varios policías que participaron en el operativo revelaron que la teoría de legítima defensa, adoptada por la Policía de Puerto Rico y aceptada por el Departamento de Justicia, era falsa y que, en el Cerro Maravilla, había ocurrido un crimen”.
En una escena carnavalesca de la novela, tan carnavalesca como la descrita anteriormente, Pablo ve un desfile con personajes vestidos de gaucho y hasta con indumentarias mexicanas. Al final del desfile, una carroza lleva un letrero volante en que lee con algo de dificultad las palabras “Doklas Buklas Neineim” (Soto 190). De inmediato inicié una búsqueda del significado de esta frase; sin embargo, no hallé en el ciberespacio algo que definiera tal expresión. Gracias a la tecnología del Siglo XXI, recurro a la aplicación digital Flip Text pues nos parece evidente que el protagonista, Pablo, ve el mensaje al revés o visto como a través de un espejo. La aplicación nos refiere a la frase Mienien polkas kulpas, que se nos hace muy parecido a: Los cops mienten culpas. Esta posible interpretación nos conduce la página de internet saberingles.com.ar que refiere que “la palabra cop es una palabra informal para nombrar a un policía. Probablemente proviene de la palabra del francés antiguo caper, que significa agarrar, capturar. A fines del siglo XVI, la palabra comenzó a designarse para los uniformados”. Nos parece, pues, que Soto hace alusión a las mentiras, perjuicios que realizan los policías involucrados en el Caso Maravilla en las diversas investigaciones y juicios realizados para conocer la verdad de los hechos. Es conocido que Soto residió en su juventud en la ciudad de Nueva York y dominaba el inglés. Además, ya conocemos sus habilidades lingüísticas a través de nuestra investigación doctoral acerca de su novela Usmaíl.
Otra forma en el que Pedro Juan Soto destaca la farsa policiaca es en el manejo de la novela como una obra de teatro, confundiendo al lector y dejando interrogantes sobre lo que este en efecto aprecia. De hecho, la página Wikipedia clasifica a La sombra lejana como una obra de teatro. En múltiples ocasiones, pareciera que el narrador es un director teatral que va dando instrucciones al detalle de cómo se suscitan las escenas. Los múltiples diálogos marcados al inicio con guion van tejiendo la historia que a veces se torna confusa. Como lector, en ocasiones hay que imaginar un cierre de telón en momentos críticos. Esta vez, Pedro Juan crea un teatro de sombras, tal como anuncia desde el título de la novela. Para comenzar, en la portada de la edición de 1999 a cargo de Editorial Plaza Mayor aparece la foto de Soto en un primer plano completamente sobrio; mientras, la foto de Ojeda Ríos aparece en un segundo plano, en una sombra completamente sonriente. Este montaje gráfico nos recuerda las máscaras que representan al teatro desde sus orígenes griegos: Talia, la musa de la comedia, la música, el canto y la alegría (recordemos a Ojeda Ríos como músico), y Melpomene, la musa de la tragedia (Pedro Juan presentado de manera sobria tras la muerte de su hijo). El teatro de sombras, según varios críticos, tiene su origen en China cerca del año 600. Algunos creen que surgió debido a que a las mujeres chinas no se les permitía asistir al teatro y se entretenían de esta manera. Otros consideran que tuvo su origen en la prehistoria cuando el hombre se sentaba frente al fuego y creaba sombras con sus manos. De todos modos, al extenderse la práctica por Asia, se añade la figura del titiritero llamado Dalang, un artista sacerdote que le imprimía a la obra un carácter religioso. La técnica del teatro de sombras es relativamente sencilla: luz y sombra en el que se proyectan figuras a contraluz y se realiza o se sustituye en una sombra que reproduce la realidad. Esto, para muchos, crea un mundo fantasmagórico e irreal, llega al umbral de lo misterioso, la distorsión, el ocultamiento y lo desconocido rompiendo, a la vez, el miedo a la oscuridad. El teatro de sombras es útil para contar o inventar historias, y por su sencillez es apto para un público joven. Es un espectáculo que cobra mayor sentido si es observado por un público que disfruta la magia de colores que se produce durante los contrastes de luz. En el teatro de sombras indonesio “la sombra carga toda la esencia sutil de los seres”. Como recordaremos, cuando Pedro Juan Soto publica La sombra lejana en 1999 es ya un experimentado y laureado escritor de novelas y teatro. Conocía muy bien las letras e imprime en la novela ambas técnicas literarias para dejar fluir su dolorosa experiencia de vida.
Los policías del Caso Maravilla
En 1983, dio inicio una investigación apoyada por el Senado de
Puerto Rico y su entonces presidente, Miguel Hernández Agosto (Senador del
Partido Popular Democrático), que no estaba bajo órdenes del Ejecutivo, Romero
Barceló. Hasta el momento, ha sido la investigación más profunda y contundente
que condujo a conocer los hechos y los consecuentes arrestos y enjuiciamiento a
los policías que participaron en el Cerro Maravilla. El investigador especial del
Senado fue el licenciado Héctor Rivera Cruz. Según una nota periodística de
Damaris Suárez, Rivera Cruz fue perseguido por su investigación. “Sin haber
citado a ningún testigo, una tarde se percató de que un vehículo sospechoso con
dos individuos en su interior estaba estacionado frente su oficina (sic). Sin
encomendarse, Rivera Cruz, salió a ver quienes (sic) estaban dentro del
vehículo. Para su sorpresa en el interior estaba Rafael Moreno Morales, quien
posteriormente resultó ser el asesino de Carlos Soto Arriví”.
En 2008, a 30 años del episodio, la periodista Rosita Marrero del diario Primera Hora realizó una entrevista desde la cárcel con tres de los policías que permanecían recluidos. Rafael Moreno Morales, policía que asesinó a Carlos Soto Arriví, aseguró que aquel día hubo histeria colectiva en el Cerro Maravilla. “Nadie tenía intenciones, ni nos dio instrucciones de matar a nadie”. “Yo me arrepiento, yo me he arrepentido de haber cometido los hechos, pero ya no se puede virar para tras”, aseguró. ¿Usted cree que esos muchachos eran terroristas?, cuestionó la reportera. “Claro”, ripostó el confinado. Al ser preguntado una vez más, el expolicía contestó de inmediato: “Yo creo que sí”.
Yauco
Parte del final de La sombra
lejana se concreta en el pueblo de Yauco que ubica al Suroeste de Puerto
Rico. Al igual que el sector de Villalba, Yauco es un pueblo montañoso. El
protagonista viaja también en un Volkswagen, tal como se señalaba que viajaban los
jóvenes en las investigaciones y carpeteos policiacos, días previos al Caso
Maravilla. Cabe precisar aquí la ironía de la estampa. Volkswagen es la marca
de un fabricante de automóviles de origen alemán. En su inicio, en 1937, el
auto fue construido, vendido y mercadeado para que fuera accesible para el
pueblo. Tanto en la novela como en el Caso del Cerro Maravilla los sospechosos
viajan en este tipo de vehículo, metáforas trascendentes de cómo el poder
policiaco autoritario persigue al pueblo. Retornando a Yauco, este municipio posee una amplia historia
y, por su condición geográfica ya mencionada, posee una minuciosa trayectoria
evolutiva vinculada a la agricultura, en especial al café. En el Siglo XIX, con
la concesión de la Real Cédula de Gracia se establecen en la región numerosas
familias de procedencia corsa con conocimientos técnicos que abonaron a la
creciente economía de la época. El historiador Pablo L. Crespo Vargas, en
ocasión de comentar el libro Rupturas
con el poder: los partidos municipales de Yauco, 1906-1914, de José Luis Colón González, nos recuerda que “las
condiciones sociales y económicas fueron provocando un aumento en el ideal
liberal de los yaucanos. Lo cual incitó una serie de acciones revolucionarias
que indujeron a una diversidad de situaciones, entre ellas la violencia en las
elecciones de diputado de 1884, el efecto de la represión política que tuvo su
mayor ímpetu en 1887 y el intento de rebelión que es conocido en nuestra
historiografía como la intentona de Yauco ocurrido en 1896 y con una segunda
tentativa en 1897”. No es casualidad, entonces, que el autor haya seleccionado
Yauco ni el Volkswagen como instrumentos representativos rebeldes para su
novela.
Sin duda, La sombra lejana nos ofrece más. Pedro Juan Soto nos legó con su partida física en 2002 una obra llena de historia para reflexionar en el poder gubernamental, el estatus colonial de la Isla, los roles femeninos y masculinos de otros personajes en la novela, los arquetipos. En especial, la obra da pie para continuar escudriñando la relación entre la sombra y el ser humano.
(La autora posee un doctorado en Literatura Puertorriqueña del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.)
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