El historiador en el siglo XXI: Una
reflexión
Pablo L. Crespo Vargas
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La historiografía, y a su vez el
historiador, siempre bajo asedio, se encuentra en un punto donde se juega su
validez ante un gran número de situaciones diarias y que implica el que cada
individuo asuma posturas dirigidas a promover cambios en un sistema benefactor para
unos sobre otros. El historiador debe estar dispuesto a asumir su papel en la
sociedad, independientemente si esta lo acepta o no. El historiador
enclaustrado, como el ermitaño, no compone ni aporta a una sociedad caracterizada
por la gran cantidad de movimientos, transformaciones e interacciones experimentadas
diariamente.
El historiador no solo está para
historiar o para analizar la historia, acciones que, de por sí, implican tomar
decisiones y ejercer juicios críticos sobre eventos, en su inmensa mayoría, vistos
como preámbulo o causantes de lo que hoy vivimos. Tampoco, el historiador debe
descansar en trillados pensamientos que buscan validar el estudio de la
historia, pero, no aportan al desarrollo comunitario, regional o nacional,
conceptos necesitados de reevaluar dado la pluralidad de nuestros tiempos.
El historiador, como pensador crítico
y ente de cambio, debe promover un ambiente dirigido al análisis, al
intercambio de ideas y a la formación de una sociedad inclusiva, equitativa y justa
para todos sus elementos. A su vez, el historiador debe trabajar su análisis para
presentar una explicación que difícilmente será universal e invariable. El
estudioso de la historia debe estar consciente de que su campo está sujeto a
las interpretaciones y estas varían entre individuos. Es por ello, la
importancia de conocer la imposibilidad de una historia verdadera, porque la
realidad existencial nos lleva a entender las muchas verdades y puntos de vista
contrarios a nuestros argumentos. La historia, aunque escrita, es cambiante, y
su análisis nos da las herramientas para comprender las transformaciones ocurridas
desde el pasado al presente, a su vez nos brinda la oportunidad de desarrollar el
pensamiento crítico y analítico tan faltante en nuestra sociedad.
A todo esto, hay que añadir la inmensa
responsabilidad del historiador con la gestión cultural, el patrimonio (en
todos sus niveles), la educación y en todo lo que pueda beneficiar a la
sociedad. No ha de extrañarnos ver tantos historiadores profesionales destacados,
no en su campo, sino como entes de cambio en nuestras comunidades, en el ámbito
público y privado, personas aportadoras, que tienen un dominio de destrezas
particulares cuya utilización adecuada puede traer prosperidad.
La historia debería ser caduca y estar
en desuso cuando se utiliza como herramienta de adoctrinamiento o como
promotora de ideales exclusivos de poder de uno sobre otros, con actitudes
prejuiciadas y visiones exclusivas. Los tiempos han cambiado y todos los
elementos de nuestra sociedad exigen tener voz y expresarse, para dar a conocer
y demostrar cuánto ha sido su aportación histórica a la realidad cambiante vivida
en el presente.
Claro, el campo de la historia y sus interpretaciones
surgen de individuos que sienten y padecen, que se identifican con posturas políticas,
económicas, sociales y hasta religiosas. No obstante, el historiador
responsable busca mecanismos dirigidos a establecer unos grados de objetividad
lo bastante razonables para que la validez de su interpretación sea aceptada
por un mayor número de personas. Otras son dirigidas desde agendas destinadas a
aceptar unas posiciones en particular. En ambos casos hay un público en espera de
una respuesta, la cual solo un especialista en el estudio del pasado está
preparado a dar.
La objetividad como punto para analizar
y reflexionar debe estar siempre presente. El historiador del siglo XXI debe
trabajar para alcanzarla, sabiendo su inalcanzabilidad, un proyecto cuya capacidad
no se cumplirá, pero, a su vez necesario, pues es su carta de presentación. Pero
bien, ¿cómo intentamos conseguirla? Primeramente, investigando y escrudiñando
tanto la fuente primaria como secundaria. Segundo, contrastando lo previamente
escrito, identificando sus similitudes y sus discrepancias, entendiendo por qué
ocurren, comprendiendo qué lleva al sujeto a pensar de una u otra manera. La
revisión de los hechos y sus interpretaciones nos podría llevar por el tramo idóneo.
La honradez ante todo y sin querer torcer una ruta o crear una nueva.
El análisis de los documentos en sí
mismos, también, es otra de las herramientas. Cada documento, como creación del
ser humano, tiene una idea impregnada y dirigida a un fin. Está en el
historiador leer sus entrelíneas, analizar sus implicaciones y comprender su
significado. La sociedad actual lo necesita.
Como historiadores debemos estar
prestos a los cambios y no quedarnos inmóviles cuando ocurren. Un ejemplo es el
aumento de simposios, conferencias y talleres cuya temática sea la historia
contemporánea, la historia actual y presente. Con toda probabilidad algunos
ortodoxos de la historia no aprobarían esta vía. Sin embargo, como todo a
nuestro alrededor, la historia, su metodología y el pensamiento histórico es
cambiante. El que no esté dispuesto a estos cambios quedará rezagado.
El historiador del siglo XXI debe
estar presente, combativo y dispuesto a conocer su entorno, para explicarlo de
manera entendible y analizarlo de manera responsable. También debe estar
dispuesto a trabajar con especialistas de otras disciplinas y dejar espacio
para que la población en general pueda redescubrir sus orígenes, sus vivencias
y su espacio en la sociedad.
El historiador formado en la academia
tiene ya unas herramientas y unas destrezas de mucho valor, las cuales bien
empleadas lo llevarían a ser un facilitador del análisis histórico. Quedarse
con ellas y no utilizarlas para aumentar el conocimiento general podría ser
considerado una infracción al bien social. No son tiempos para investigar y
quedarse a esperar por una élite para la aprobación de los productos de estas
investigaciones. Es momento de acción, acción con implicación en la diversidad y
la innovación… de lo contrario, no nos quejemos cuando otros realicen lo meritorio.
El siglo XXI puede vislumbrarse de
mucha interacción entre escuelas historiográficas, acción cuyo producto será un
historiador ecléctico y capacitado para realizar un mayor número de tareas académicas
y de investigación. A su vez, veremos la creación de nuevos métodos de
investigación y estos promoverán nuevos pensamientos históricos. También se
podrá apreciar un despertar en el rescate de la historia aun oculta y cuyo
desconocimiento nos lleva a estereotipos aun prevalentes. Por lo que vemos, el
siglo XXI será muy movido y lleno de retos, está en nosotros capacitarnos para
poder asumir el papel adecuado.
Como indicamos al principio, el
historiador vive constantemente en un estado de observación perpetua, por lo tanto,
sus posturas serán evaluadas, promoviendo tanto a seguidores como detractores. Los
enemigos siempre sobrarán, pues esto se gana con mucha facilidad, en especial
cuando nuestras interpretaciones van en contra de los cánones establecidos por grupos
específicos. Posturas disidentes nos ubican como herejes, subversivos, no
sociables, mientras los enemigos llevan el orden establecido; aun así, nos
vemos en la obligación de asumir este riesgo. El historiador, más en sociedades
coloniales como la nuestra, está sujeto a ser perseguido, no solamente por
promover el pensamiento crítico, sino por presentar una visión contraria y
contradictoria a las de la élite gobernante. El tema de las sociedades
coloniales está discutido en este libro. Nuestro pensamiento podría promover movimientos
sociales de envergadura como los vividos en el verano de 2019. Ahora bien, está
en nosotros mantener lo alcanzado, no claudicar y seguir en constante dinámica
para lograr una sociedad enfocada en preservarse y en conseguir el bienestar
para todos.
Nota editorial: El artículo es el epílogo del libro de Félix Miguel Cruz Jusino, Ensayos historiográficos sobre una sociedad en constante cambio, Lajas: Editorial Akelarre, 2019.
Pablo te "robe" un fragment para un escrito que estoy preparando para mis estudiantes. Si sale como planeo tu cita ira junto a una de Indiana Jones.
ResponderBorrarSaludos. Claro hombre.
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