viernes, 24 de abril de 2020

El historiador en el siglo XXI: Una reflexión


El historiador en el siglo XXI: Una reflexión
Pablo L. Crespo Vargas

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Ya pasados casi dos décadas del siglo XXI, la historiografía, el producto de los historiadores al trabajar la historia, está en una etapa de constante cambio evolutivo, de evaluación y reevaluación, donde un sinfín de ideas y pensamientos filosóficos tienden a integrarse según las necesidades y los criterios de los investigadores de este campo y de la población en general. El estudio de la historia no es igual a periodos anteriores, su versatilidad es apreciable.

La historiografía, y a su vez el historiador, siempre bajo asedio, se encuentra en un punto donde se juega su validez ante un gran número de situaciones diarias y que implica el que cada individuo asuma posturas dirigidas a promover cambios en un sistema benefactor para unos sobre otros. El historiador debe estar dispuesto a asumir su papel en la sociedad, independientemente si esta lo acepta o no. El historiador enclaustrado, como el ermitaño, no compone ni aporta a una sociedad caracterizada por la gran cantidad de movimientos, transformaciones e interacciones experimentadas diariamente.

El historiador no solo está para historiar o para analizar la historia, acciones que, de por sí, implican tomar decisiones y ejercer juicios críticos sobre eventos, en su inmensa mayoría, vistos como preámbulo o causantes de lo que hoy vivimos. Tampoco, el historiador debe descansar en trillados pensamientos que buscan validar el estudio de la historia, pero, no aportan al desarrollo comunitario, regional o nacional, conceptos necesitados de reevaluar dado la pluralidad de nuestros tiempos.

El historiador, como pensador crítico y ente de cambio, debe promover un ambiente dirigido al análisis, al intercambio de ideas y a la formación de una sociedad inclusiva, equitativa y justa para todos sus elementos. A su vez, el historiador debe trabajar su análisis para presentar una explicación que difícilmente será universal e invariable. El estudioso de la historia debe estar consciente de que su campo está sujeto a las interpretaciones y estas varían entre individuos. Es por ello, la importancia de conocer la imposibilidad de una historia verdadera, porque la realidad existencial nos lleva a entender las muchas verdades y puntos de vista contrarios a nuestros argumentos. La historia, aunque escrita, es cambiante, y su análisis nos da las herramientas para comprender las transformaciones ocurridas desde el pasado al presente, a su vez nos brinda la oportunidad de desarrollar el pensamiento crítico y analítico tan faltante en nuestra sociedad.

A todo esto, hay que añadir la inmensa responsabilidad del historiador con la gestión cultural, el patrimonio (en todos sus niveles), la educación y en todo lo que pueda beneficiar a la sociedad. No ha de extrañarnos ver tantos historiadores profesionales destacados, no en su campo, sino como entes de cambio en nuestras comunidades, en el ámbito público y privado, personas aportadoras, que tienen un dominio de destrezas particulares cuya utilización adecuada puede traer prosperidad.

La historia debería ser caduca y estar en desuso cuando se utiliza como herramienta de adoctrinamiento o como promotora de ideales exclusivos de poder de uno sobre otros, con actitudes prejuiciadas y visiones exclusivas. Los tiempos han cambiado y todos los elementos de nuestra sociedad exigen tener voz y expresarse, para dar a conocer y demostrar cuánto ha sido su aportación histórica a la realidad cambiante vivida en el presente.

Claro, el campo de la historia y sus interpretaciones surgen de individuos que sienten y padecen, que se identifican con posturas políticas, económicas, sociales y hasta religiosas. No obstante, el historiador responsable busca mecanismos dirigidos a establecer unos grados de objetividad lo bastante razonables para que la validez de su interpretación sea aceptada por un mayor número de personas. Otras son dirigidas desde agendas destinadas a aceptar unas posiciones en particular. En ambos casos hay un público en espera de una respuesta, la cual solo un especialista en el estudio del pasado está preparado a dar.

La objetividad como punto para analizar y reflexionar debe estar siempre presente. El historiador del siglo XXI debe trabajar para alcanzarla, sabiendo su inalcanzabilidad, un proyecto cuya capacidad no se cumplirá, pero, a su vez necesario, pues es su carta de presentación. Pero bien, ¿cómo intentamos conseguirla? Primeramente, investigando y escrudiñando tanto la fuente primaria como secundaria. Segundo, contrastando lo previamente escrito, identificando sus similitudes y sus discrepancias, entendiendo por qué ocurren, comprendiendo qué lleva al sujeto a pensar de una u otra manera. La revisión de los hechos y sus interpretaciones nos podría llevar por el tramo idóneo. La honradez ante todo y sin querer torcer una ruta o crear una nueva.

El análisis de los documentos en sí mismos, también, es otra de las herramientas. Cada documento, como creación del ser humano, tiene una idea impregnada y dirigida a un fin. Está en el historiador leer sus entrelíneas, analizar sus implicaciones y comprender su significado. La sociedad actual lo necesita.

Como historiadores debemos estar prestos a los cambios y no quedarnos inmóviles cuando ocurren. Un ejemplo es el aumento de simposios, conferencias y talleres cuya temática sea la historia contemporánea, la historia actual y presente. Con toda probabilidad algunos ortodoxos de la historia no aprobarían esta vía. Sin embargo, como todo a nuestro alrededor, la historia, su metodología y el pensamiento histórico es cambiante. El que no esté dispuesto a estos cambios quedará rezagado.

El historiador del siglo XXI debe estar presente, combativo y dispuesto a conocer su entorno, para explicarlo de manera entendible y analizarlo de manera responsable. También debe estar dispuesto a trabajar con especialistas de otras disciplinas y dejar espacio para que la población en general pueda redescubrir sus orígenes, sus vivencias y su espacio en la sociedad.

El historiador formado en la academia tiene ya unas herramientas y unas destrezas de mucho valor, las cuales bien empleadas lo llevarían a ser un facilitador del análisis histórico. Quedarse con ellas y no utilizarlas para aumentar el conocimiento general podría ser considerado una infracción al bien social. No son tiempos para investigar y quedarse a esperar por una élite para la aprobación de los productos de estas investigaciones. Es momento de acción, acción con implicación en la diversidad y la innovación… de lo contrario, no nos quejemos cuando otros realicen lo meritorio.

El siglo XXI puede vislumbrarse de mucha interacción entre escuelas historiográficas, acción cuyo producto será un historiador ecléctico y capacitado para realizar un mayor número de tareas académicas y de investigación. A su vez, veremos la creación de nuevos métodos de investigación y estos promoverán nuevos pensamientos históricos. También se podrá apreciar un despertar en el rescate de la historia aun oculta y cuyo desconocimiento nos lleva a estereotipos aun prevalentes. Por lo que vemos, el siglo XXI será muy movido y lleno de retos, está en nosotros capacitarnos para poder asumir el papel adecuado.

Como indicamos al principio, el historiador vive constantemente en un estado de observación perpetua, por lo tanto, sus posturas serán evaluadas, promoviendo tanto a seguidores como detractores. Los enemigos siempre sobrarán, pues esto se gana con mucha facilidad, en especial cuando nuestras interpretaciones van en contra de los cánones establecidos por grupos específicos. Posturas disidentes nos ubican como herejes, subversivos, no sociables, mientras los enemigos llevan el orden establecido; aun así, nos vemos en la obligación de asumir este riesgo. El historiador, más en sociedades coloniales como la nuestra, está sujeto a ser perseguido, no solamente por promover el pensamiento crítico, sino por presentar una visión contraria y contradictoria a las de la élite gobernante. El tema de las sociedades coloniales está discutido en este libro. Nuestro pensamiento podría promover movimientos sociales de envergadura como los vividos en el verano de 2019. Ahora bien, está en nosotros mantener lo alcanzado, no claudicar y seguir en constante dinámica para lograr una sociedad enfocada en preservarse y en conseguir el bienestar para todos.

Nota editorial: El artículo es el epílogo del libro de Félix Miguel Cruz Jusino, Ensayos historiográficos sobre una sociedad en constante cambio, Lajas: Editorial Akelarre, 2019. 

2 comentarios:

  1. Pablo te "robe" un fragment para un escrito que estoy preparando para mis estudiantes. Si sale como planeo tu cita ira junto a una de Indiana Jones.

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