viernes, 24 de abril de 2020

Don Pedro: su eterna enseñanza de valor y sacrificio


Don Pedro: su eterna enseñanza de valor y sacrificio
Por Carmen Cila Rodríguez

Pedro Albizu Campos (1936)
Fuente: Biblioteca del Congreso
Con motivo del aniversario de la muerte física de don Pedro Albizu Campos el pasado martes, 21 de abril, reflexiono en su origen y sus vivencias como estudiante. Cuando don Pedro regresa a Puerto Rico convertido en abogado, sus ideas revolucionarias impactaron la vida y quehacer político del país. En poco tiempo se transformó en la voz de los pobres de espíritu y en el político más trascendental de la primera mitad del Siglo XX en la Isla. Nada más leer algunos poemas de Francisco Matos Paoli o contemplar el mural hecho en Chicago donde se presenta a Albizu Campos crucificado en una cruz, con la bandera de Lares en su fondo para darse cuenta que muchos lo consideran un héroe, un hombre entregado a su vocación salvadora, como Jesús.

Esta percepción sobre Albizu Campos, sin embargo, nos parece que tiene un contexto. Uno de los periodos donde se forjó el carácter tipo franciscano del joven fue mientras estuvo en Vermont y en Harvard como estudiante. Se sabe relativamente poco de esta etapa, pero no es difícil imaginar que pudo haber pasado lo usual que pasa un estudiante: soledad, penurias económicas y, de seguro, un cambio de clima abrumador para un joven acostumbrado al calor ponceño. Albizu Campos era huérfano de madre y vivía en el barrio Machuelo Abajo en Ponce, una comunidad pobre de esclavos libertos. Era un estudiante sobresaliente y por instancia del principal de la escuela superior de Ponce de apellido Gerrish, Albizu Campos seleccionó la Universidad de Vermont para estudiar ingeniería agrícola. El estudiante solicitó y recibió una beca de $2 mil de la Logia Aurora No. 7 de Ponce en 1912, pero esta subvención cubría solo los cursos universitarios. Marisa Rosado, una de las más abarcadoras biógrafas de Albizu Campos, asegura en su libro Las llamas de la aurora que, para completar los gastos, su padre “le ayudaba económicamente”, aunque para este periodo todavía el joven no había sido reconocido como hijo legítimo por su progenitor, Alejandro Albizu Romero. Por otro lado, el escritor Arturo Luis Dávila Toro asegura en su libro ¡Nosotros mismos! que mientras fue estudiante don Pedro trabajó como traductor, como tutor para otros estudiantes, escribía para periódicos y hasta como jardinero en los predios de la universidad para sostenerse económicamente. Todo esto sin contar que mientras cursaba sus estudios en Harvard, Albizu experimentó el impacto de las luchas de Irlanda contra el poder colonial inglés, lo que ayudó a formar su carácter político y espiritual.

A través del análisis que plantea Juan Villegas, en su publicación La estructura mítica del héroe, podemos imaginar a Albizu Campos pasando por un rito de iniciación en el que padecerá la transformación de un humano común a un héroe. A veces un héroe no tiene un mensaje que transmitir, alega Villegas. En cambio, a veces el iniciado -sobre todo si es joven o adolescente como Albizu- solo quiere “desligarse de los lazos familiares o del grupo social al que pertenece para poder descubrir su vocación o proporcionarse de un sistema de valores propio” (Villegas 90). Es un proceso que muchas veces harán solos. Villegas compara este viaje iniciático con varias etapas que deberá “sufrir” el héroe. Entre ellas: el viaje, el encuentro, la experiencia de la noche y el regreso o aceptación del nuevo mundo. El viaje “no será solo en espacio sino en evolución. Por tanto estudiar, investigar, buscar intensamente lo nuevo y profundo son modalidades del viaje” (Villegas 107). El encuentro, expone Villegas, incluye a personajes que aparecen en el camino “y, de acuerdo con sus características, lo protegen o le crean dificultades” (Villegas 109). Recordemos al director Gerrish, quien sirvió para orientar y ayudar al intelectual aprendiz ponceño. Además, durante la experiencia de la noche supone en el iniciante un aislamiento “en algún lugar solitario, donde experimenta una serie de acontecimientos, en general aterradores, cuya superación viene a probar que el joven está en condiciones de exceder a sus enemigos” (Villegas 114). Finalmente, durante la etapa de la caída la aventura de la noche puede asumir la forma de descenso a los infiernos, o bien la entrada a un mundo laberíntico. “Esto siempre es concebido con un carácter maléfico o peligroso. Su rasgo esencial es la permanencia del protagonista en el interior de la oscuridad, su marginación de la vida y, por último, su salida del mismo” (Villegas 116), y por más difícil que parezca es necesario encontrar esa salida pues es la que lleva al triunfo incuestionable.

Demasiadas veces la vida le presenta al ser humano su rudo rostro oscuro de escasez, de soledad, de enfermedad o lo enfrenta a la pérdida o la incomprensión de sus seres queridos. Si, como don Pedro, alguno de estos es tu viaje puedes aprender a identificar los factores de la heroicidad para salir adelante. Que hoy y siempre, la vida de don Pedro sirva de espejo inmaculado en el cual puedas calibrar que las dificultades y las necesidades económicas o emocionales que se presentan son un proceso natural de transformación. Hay que aprender a vivirlas un día a la vez con serenidad y confianza para salir airosos, héroe de tus propias batallas.


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