sábado, 20 de diciembre de 2025

La Doctrina Donroe y Latinoamérica como botín de guerra: Neocolonización y adversa lectura de las borras de café

La Doctrina Donroe y Latinoamérica como botín de guerra: Neocolonización y adversa lectura de las borras de café

José E. Muratti Toro

La decisión de Donald Trump de rodear a Venezuela con una flota naval, impedir el tránsito de sus barcos petroleros y de invadir al país para "recuperar", como afirmó Stephen Miller, los pozos, instalaciones y operaciones establecidas por empresas estadounidenses, no solamente es un acto de guerra no declarada, sino que rebasa por mucho la Doctrina Monroe de 1823 que le advertía a Europa no incursionar en la América Latina.

Más aún, es una advertencia al resto de Latinoamérica de que sus recursos naturales pueden ser ocupados y expropiados impunemente por las fuerzas armadas de los Estados Unidos, en lo que él ha alardeado al acoger el término “Doctrina Donroe”.

Por supuesto que no sería tan sencillo. Todos los países involucrados cuentan con unas clases propietarias y acuerdos comerciales con gran parte del mundo que imposibilitaría, a nivel internacional, una expropiación en masa de estas dimensiones. Tanto los empresarios y terratenientes nacionales como sus socios europeos y asiáticos movilizarían sus recursos a Washington para impedir estas expropiaciones en masa, amén de la desestabilización global que causaría y terminaría afectando a los propios Estados Unidos.

Pero, no es de extrañar que lo esté considerando dada la “mentalidad de alcohólico” de Trump que le hace pensar que él puede hacerlo todo, como reveló en reciente entrevista su jefa de personal Susie Wiles, en la revista Vanity Fair (la ironía no podría ser mayor).

Trump debe estar rumiando la posibilidad de identificar decenas de empresas y operaciones establecidas por compañías estadounidenses por toda Latinoamérica que, de revertirse a manos estadounidenses, le proporcionarían una gran tajada a él personalmente, lo cual aparenta ser la única política pública que gestiona.

Por supuesto que se trata de un escenario hipotético. Pero Brasil, Colombia y México tienen el potencial de convertirse en sus próximos posibles blancos. Sobre todo deben estar en su mira México y Colombia, utilizando la excusa de su guerra contra el “narco-terrorismo" y para atacar las operaciones de narco-producción, de paso invadiendo y apropiándose otros recursos para sufragar su inversión en dicha guerra.

El análisis debe contener los siguientes datos: desde la década de los 1930s, varios países latinoamericanos han nacionalizado operaciones desarrolladas por empresas estadounidenses en sus territorios nacionales.

Por ejemplo, en 1937, Bolivia expropió las operaciones de Exxon y Chevron, las cuales permanecen en manos bolivianas.

En 1938, México incautó las operaciones de Standard Oil, Gulf y Sinclair, que no devolvió y las convirtió en PEMEX. A partir de 2013, ExxonMobil y Chevron participan en la extracción y refinamiento, pero sin derechos de propiedad.

En 1962, Cuba nacionalizó las operaciones de la United Fruit, ITT, y las refinerías Esso/Texaco, que al presente operan como Unión Cuba-Petróleo (Cupet). En 1968, Perú hizo lo propio con las operaciones de International Petroleum Company (Standard Oil).

En 1971, Chile nacionalizó las operaciones de procesamiento de cobre de las empresas Anaconda y Kennecott, la cuales no ha devuelto. Al presente, hay nuevas minas operadas por empresas de EEUU. Ese mismo año, Ecuador incautó las operaciones de Texaco (Chevron), Occidental (Oxy), que no han sido devueltas, aunque Chevron fue indemnizada por arbitraje.

El blanco de Trump al presente es, por supuesto, Venezuela. Esta nacionalizó las operaciones de Creole (Exxon), Gulf, Mobil, luego ExxonMobil y ConocoPhillips en 1976, convirtiéndolas en Petróleos de Venezuela, SA (PDVSA) en 1998, bajo la presidencia de Hugo Chávez. Tras 2007, ExxonMobil y ConocoPhillips salieron definitivamente.

En este escenario, la disposición de los gobiernos de Milei en Argentina, Noboa en Ecuador, Bukele en El Salvador, Asfura (hasta ahora) en Honduras, Kast en Chile y, de ser instalada por Washington, Corcino en Caracas, de apoyar las políticas de Trump, le permitirían a su gobierno apropiarse cientos de $ billones en activos sin intervención militar. Dichas expropiaciones contribuirían a paliar la hemorragia que representa el déficit $ trillonario estadounidense exacerbado por los aranceles en vigor y las exenciones de contribuciones concedidas a multinacionales y multimillonarios en julio del corriente.

Desde sus inicios como nación, tan temprano como 1798, cuando acogió terratenientes franceses que escapaban de la Revolución Haitiana, los Estados Unidos han considerado a Latinoamérica como su “patio trasero”, en el cual, con la actitud heredada de sus colonizadores británicos, tienen derecho a intervenir para propiciar y defender sus intereses comerciales.

A diferencia de la primera mitad del siglo XIX cuando Latinoamérica se independizó de España, Inglaterra y Portugal, y tras la II Guerra Mundial, cuando muchos países latinoamericanos y del resto del mundo afirmaron su independencia de los anteriores imperios europeos, en este inicio del siglo XXI, Latinoamérica oscila entre movimientos de afirmación de independencia del poder económico de los EEUU, y acomodo con los presidentes estadounidenses que insisten en renovar un neocolonialismo que convierte el hemisferio en botín de guerras económicas y hasta una posible guerra total contra Venezuela, como advertencia al resto del continente.

Paradójicamente, le compete a las burguesías nacionales que controlan los procesos eleccionarios impedir esta nueva colonización.

La lectura de las borras de café no augura mucho optimismo.

Infografía de WeatherWriter con licencia CC 2.0
Representa estado de situación a final de noviembre de 2025
Obtenido de Wikipedia Commons
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