jueves, 16 de febrero de 2017

La época dorada del islam y la invasión mongola de 1258

La época dorada del islam y la invasión mongola de 1258
Por Pablo L. Crespo Vargas

Nota editorial: Este artículo fue publicado por primera vez el 27 de septiembre de 2014 en el Suplemento Cultural Sabatino, Página 0, periódico El Post Antillano.

Ilustración del siglo XIV sobre el asedio a Bagdad (1258). Localizada en Staatsbibliothek Berlín/Schacht 

El 13 de febrero de 1258 las hordas mongolas, junto a sus aliados, entran a Bagdad, capital del Califato Abasí (dinastía suní) comenzando una jornada, que duraría toda una semana, de masacres, saqueos, destrucción de mezquitas y otros edificios públicos, al punto que la ciudad fue despoblada totalmente. Al-Musta’sim, califas abasí, fue hecho prisionero y se le obligó a presenciar la destrucción de la ciudad. En el último día de saqueos, fue enrollado en una alfombra, por donde los caballos mongoles marcharon hasta que muere.

Al-Musta’sim fue el último califa abasí de una dinastía que se remontaba al año 750 de nuestra era. Aproximadamente para el siglo IX los abasíes llevan su imperio a su máxima expresión, convirtiéndose en la primera potencia militar, económica y cultural del planeta en ese momento. Bagdad, como capital del califato, fue una ciudad en constante crecimiento, llegando a tener sobre un millón de habitantes. Ya en el siglo X, la ciudad, al igual que el califato abasí comienza a decaer gracias al surgimiento de la confederación búyida (casa iraní chiita), que estableció un imperio en la región de Persia, y a la llegada de las invasiones turcas selyúcidas (creyentes sunitas). No obstante, fue la invasión de los mongoles la que daría punto final a los abasíes y convertiría a Bagdad en una ciudad en ruinas.

Los mongoles, dirigidos por Hulagu Kan (1217-1265), nieto de Gengis Kan y hermano del Mongke y Kublai Khan, tenían la misión de conquistar el suroeste asiático. La campaña inició con la subyugación de las tribus loras del sur de Persia (1255-1256) y luego con la destrucción de los nizaríes (una rama del ismaelismo, el cual a su vez es una rama de los musulmanes chiitas), secta que popularmente es conocida como la de los “asesinos” (1256-1257). El tercer objetivo fue la ciudad de Bagdad, la cual cayó en 1258. EL ejército de Hulagu estaba compuesto por tropas mongolas como fuerza principal y estaba auxiliadas por fuerzas cristianas, georgianas, armenias, turcos, persas y un contingente de artilleros chinos. Luego de la conquista y destrucción de la ciudad, las huestes de Hulagu conquistan Siria y comienzan a presionar al sultanato mameluco establecido en el Cairo hasta que se da la batalla de Ain Jalut (el 3 de septiembre de 1260, sureste de Galilea) donde se produce la primera gran derrota mongola y se detiene el avance de estos en el Medio Oriente. Curiosamente, Hulagu había tenido que regresar con parte de su ejército para resolver los problemas de sucesión dejados con la muerte de Mongke Kan, lo que provocó una guerra civil que terminó dividiendo el imperio mongol en cuatro kanatos o reinos independientes.

Al igual que estos días, el Medio Oriente vivía tiempos de convulsiones, donde distintos grupos luchaban por mantener control sobre la región. Sin embargo, la caída de Bagdad en el 1258 fue mucho más que el fin de los abasíes, significó el fin de la llamada época dorada del islam, donde se propagaron las artes y se realizaron grandes contribuciones a la agricultura, la economía, la literatura, la filosofía, las ciencias y a los adelantos tecnológicos.

El mundo hispano, con el desarrollo del Califato de Córdova (929-1031), también vivió su época dorada. Esta ciudad llegó a ser habitada por cerca de un millón de personas, teniendo una biblioteca de sobre 400,000 volúmenes, aparte de ser centro de estudios filosóficos, matemáticos y astronómico.

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