Cuando occidente luchaba por mantener el tráfico de drogas: la Guerra del Opio
Pablo L. Crespo Vargas
El 17 de junio de 1971, el presidente
estadounidense Richard Nixon declaró la guerra en contra del comercio ilegal de
las drogas. Esto implicó la movilización de los recursos necesarios del
gobierno federal, desde donde se estableció una política dirigida a controlar
todo intercambio comercial y uso relacionado con las drogas ilegales. Los
Estados Unidos como potencia hegemónica en el mundo occidental pudo atraer a
sus aliados a esta lucha, aunque las formas en que se atiende el problema en
otros países —aliados y no aliados— es diversa. Sobre ese tema y las políticas
estadounidenses respecto a la llamada guerra contra las drogas se podrían
escribir por buen rato. No obstante, reseñaremos cuando occidente, en este caso
dirigidos por Inglaterra, defendieron el comercio de substancias adictivas y el
consumo excesivo de estas, ya que representaba una fuente de ingresos rentables
y continuas.
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Imagen: Batalla de Chin-Kiang-Foo, 21 de julio de 1842. Cuadro de Richard Simkin, parte de la colección militar de Anne S. K. Brown, Brown University Library. |
Las Guerras del Opio fueron dos conflictos donde
potencias occidentales impusieron el comercio de drogas, que anterior a la
guerra eran ilegales, como parte de sus estrategias para el dominio comercial
sobre el Imperio chino. La primera guerra ocurrió entre 1839 a 1842. La segunda
fue entre 1856 y 1860. Ambos conflictos fueron parte del proceso de expansión
imperial de las potencias europeas y países como los Estados Unidos dieron su
apoyo a ellas.
Debemos aclarar, que el conflicto surgió de las
pretensiones británicas de controlar todo el comercio chino de manera que fuera
ventajoso para sus intereses. China exportaba a Europa y a los Estados Unidos
té, seda y porcelana, entre otros bienes. El pago debía ser en moneda
(usualmente plata), acción que iba en contra de los intereses capitalistas de
occidente; no obstante, el contrabando de opio hacia China representó una
oportunidad al Imperio británico —y aliados— para tomar ventaja económica de
estas transacciones y así comenzar a pagar con esta sustancia. El opio como
droga adictiva, al igual que hoy día, representó un problema social al gobierno
chino, quienes prohibieron su consumo desde 1729, aunque los edictos en contra
del opio se repiten en 1799, 1814 y 1831, ya que estos no causaban un efecto favorable
a las pretensiones imperiales chinas. Se debe indicar que de manera primaria el
opio era utilizado como medicamento, específicamente como anestesia. Sin
embargo, su mezcla con tabaco, para ser fumado, se convirtió en todo un
problema social por ser altamente adictivo.
Las prohibiciones chinas tuvieron el mismo efecto
que las actuales tienen sobre nuestra población: un aumento al tráfico ilegal,
el cual representó cuantiosas ganancias —según algunos estimados: sobre 400% de
ganancia— a los comerciantes británicos y estadounidenses, entre otros. Desde
el punto de vista norteamericano se afianzó el llamado Old China Trade,
el cual consistió en abrir las rutas comerciales entre los Estados Unidos y el
Imperio chino. El potencial comercial de los estadounidenses se consolidó tan
temprano como en 1803, siendo el país con mayor número de buques que llegaban a
las costas chinas tanto para comercio legal como ilegal. Dos de los
estadounidenses que se enriquecieron en este mercado fueron Warren Delano Jr.
(abuelo de Franklin D. Roosevelt), y Francis Blackwell Forbes (la fortuna de
esta familia se dio a costa del comercio oriental).
La crisis provocada por el opio en China llegó a
tales magnitudes que el emperador Daoguang, de la dinastía Qing, ordenó el que
se interviniera en contra de los contrabandistas. Se inició un proceso, que hoy
día llamaríamos de mano dura, contra los traficantes internos y se llegó a casi
eliminar el problema para 1837. Claro, occidente no deseaba que su lucrativo
comercio terminara y se afincó más al contrabando. En 1839, las autoridades
chinas toman nuevas medidas, entre ella el envío de un comunicado a la reina
Victoria solicitando su intervención con los comerciantes ingleses. Esta misiva
nunca llegó a la soberana —aunque fue publicada en los periódicos londinenses—,
pero la situación en los puertos chinos se agravó al punto que se incautaron
sobre 1,400 toneladas de opio en los almacenes occidentales de la ciudad de
Cantón. Las autoridades occidentales protestaron, pero los chinos bloquearon
los puertos para evitar más entrada de opio. La tensión se agravó cuando unos
marineros británicos asesinaron a un local y los funcionarios chinos no
pudieron llevar a la justicia a los individuos acusados, dado a la protección
que les dieron las autoridades británicas. Luego un cañonero británico dispara
contra embarcaciones chinas que se encargaban de mantener el bloqueo en la
bahía del actual Hong Kong. A continuación, la flota británica comienza una
ofensiva contra las fuerzas imperiales y las derrotan, imponiendo por la fuerza
la entrada del opio a territorio gobernado por los Qing en 1842.
Años luego, en 1856, las autoridades imperiales chinas, que habían continuado su política en contra del comercio ilegal de opio, entraron a una embarcación británica, donde arrestaron a un grupo de traficantes chinos que se habían escondido allí. Esto provocó un nuevo enfrentamiento. Nuevamente, la superioridad tecnológica occidental se impuso y se continuó con la entrada de opio a los puertos chinos.
Nota editorial: La versión original de este artículo se publicó el 29 de junio de 2024 en El Post Antillano.