Isabel Noble: Una hechicera portuguesa en el
Caribe
Autor: Pablo L. Crespo Vargas
Nota editorial: Este artículo fue publicado el 23 de agosto de 2014 en El Post Antillano.
Círculo Mágico de John William Waterhouse 1886, localizado en la galería de arte de Tate Britain, Millbank, Londres |
El 2 de febrero de 1614 se efectuó el
primer auto de fe del Tribunal Inquisitorial de Cartagena de Indias. Fue todo
un acontecimiento que llenó de júbilo a los funcionarios gubernamentales de
dicha ciudad. En ese momento, la Inquisición española llevaba cuatro años establecida
en lo que era considerado uno de los principales puertos españoles en el
Caribe. Este auto de fe o procesión de acusados por delitos en contra de las
creencias religiosas oficiales buscaba presentar a la Inquisición española como
la primordial institución de la monarquía, estableciéndose ante todo poder
secular como el principal instrumento de control social de los reyes de la casa
Habsburgo. Ese día se presentaron treinta y seis acusados, de los cuales cuatro
fueron por hechicería y uno por brujería.
Una de las causas presentadas fue la de
Isabel Noble. Esta mujer había llegado junto a su esposo desde su natal
Portugal. Ellos, al igual que miles más, emigraron buscando riquezas,
prosperidad y bienestar en el Nuevo Mundo. No obstante, esto para muchos era
únicamente una quimera, ya que las Indias eran un lugar inhóspito, lleno de
peligros, donde cada colonizador debía asumir una serie de riesgos para lograr las
ganancias deseadas, que en muchas ocasiones nunca se daban.
El caso de Isabel fue uno lamentable. Su
esposo, viéndola como una carga, decide seguir un rumbo aparte, dejándola
prácticamente en la soledad y la pobreza en Cartagena de Indias. Su excusa,
irse al Perú buscando riqueza y dejando la promesa de que algún día la mandaría
a buscar o regresaría lleno de joyas y oro que disfrutaría con su amada. La
realidad fue otra, Isabel se había quedado sola, sin nadie a quien recorrer,
desamparada y desesperada. Con cuarenta y ocho años de edad no tenía muchas
opciones para sobrevivir en un ambiente lleno de crueldades y sinsabores. Su
única opción era buscar un oficio donde pudiera ser reconocida, valorada y que
le diera un ingreso recurrente con el que pudiera vivir bien. La prostitución
no fue una opción a escoger. El oficio de celestina le venía mucho mejor.
En un principio pudo establecer una gran
clientela, quienes le solicitaban todo tipo de conjuros y brebajes dirigidos a
solucionar los problemas y males del amor. Se especializó en la invocación de
palabras de consagración; el uso de diversos elementos tales como el agua, sal
y habas, entre otros; la realización de casamientos; y el hacer regresar
maridos perdidos. Nos suena curioso esta última, conociendo que ella misma
tenía a su esposo en tierras lejanas y sin conocer su paradero. Pero debemos
recordar, que dentro de estas creencias se dice que quienes tienen dones
mágicos no los pueden utilizar a su favor, el hacerlo los autodestruiría.
Por lo visto en su proceso, la magia que Isabel
utilizaba, si tuviera que ser catalogada, tendríamos que indicar que era una de
tipo blanca o buena, ya que en ningún momento se menciona algún uso maléfico de
sus hechizos. Sin embargo, no todo le salió bien. Algunas de sus clientas no
quedaron satisfechas y llevaron sus quejas al inquisidor, quien rápidamente la
mandó a encarcelar. En su juicio se presentaron dieciocho testigos todas
alegando la diversidad de hechizos que la acusada utilizaba.
Su condena fue ser expuesta a vergüenza
pública y destierro de las Indias, en otras palabras debía regresar a Portugal.
A su beneficio, la Corte Suprema Inquisitorial en Madrid revoca el destierro,
por lo cual puede mantenerse en la región. Sin dinero y si mucha salida, Isabel
retoma su antiguo oficio sabiendo que una segunda sentencia la podría llevar a
la hoguera. Es por esto que en esta ocasión trata de permanecer en el
anonimato, acción que también la lleva a cambiar sus métodos de operación, ya
que comienza a invocar diversos demonios, entre ellos a Satanás, Barrabás y al
Caifás (los dos últimos eran nombres referentes a personajes bíblicos que eran comunes
en la época para denominar demonios). Esta acción nos indica que Isabel tenía
una clientela diferente a la que originalmente solicitaba sus servicios. En
este sentido podemos ver que su magia tomó, en parte y por necesidad, un
enfoque malévolo. En el 1622 es llevada a juicio gracias a la testificación de
tres mujeres que sintieron que sus pedidos no fueron atendidos satisfactoriamente.
Los inquisidores reprendieron gravemente a la portuguesa, la condenaron a 100
azotes y fue desterrada de manera perpetua e irrevocable de Cartagena de
Indias.
Los datos sobre el proceso de Isabel Noble
se encuentran en el Libro 1020 de Relaciones de Fe del Tribunal de Cartagena de
Indias, Sección de la Inquisición, en el Archivo Histórico Nacional en Madrid.
La reseña de su vida puede leerse en La
Inquisición española y las Supersticiones en el Caribe hispano, siglo XVII
(versión ampliada y revisada en la Editorial Akelarre, 2013) y en El demonismo en el Caribe hispano: Primera
mitad del siglo XVII (Editorial Akelarre, 2014).