La época dorada del islam y la invasión mongola de 1258
Por Pablo L. Crespo Vargas
Nota editorial: Este artículo fue publicado por primera vez el 27 de septiembre de 2014 en el Suplemento Cultural Sabatino, Página 0, periódico El Post Antillano.
Ilustración del siglo XIV sobre el asedio a Bagdad (1258). Localizada en Staatsbibliothek Berlín/Schacht |
El 13 de febrero de 1258 las hordas mongolas, junto a sus aliados, entran a Bagdad, capital del Califato Abasí (dinastía suní) comenzando una jornada, que duraría toda una semana, de masacres, saqueos, destrucción de mezquitas y otros edificios públicos, al punto que la ciudad fue despoblada totalmente. Al-Musta’sim, califas abasí, fue hecho prisionero y se le obligó a presenciar la destrucción de la ciudad. En el último día de saqueos, fue enrollado en una alfombra, por donde los caballos mongoles marcharon hasta que muere.
Al-Musta’sim fue el último
califa abasí de una dinastía que se remontaba al año 750 de nuestra era. Aproximadamente
para el siglo IX los abasíes llevan su imperio a su máxima expresión,
convirtiéndose en la primera potencia militar, económica y cultural del planeta
en ese momento. Bagdad, como capital del califato, fue una ciudad en constante
crecimiento, llegando a tener sobre un millón de habitantes. Ya en el siglo X,
la ciudad, al igual que el califato abasí comienza a decaer gracias al
surgimiento de la confederación búyida (casa iraní chiita), que estableció un
imperio en la región de Persia, y a la llegada de las invasiones turcas
selyúcidas (creyentes sunitas). No obstante, fue la invasión de los mongoles la
que daría punto final a los abasíes y convertiría a Bagdad en una ciudad en
ruinas.
Los mongoles, dirigidos
por Hulagu Kan (1217-1265), nieto de Gengis Kan y hermano del Mongke y Kublai
Khan, tenían la misión de conquistar el suroeste asiático. La campaña inició con
la subyugación de las tribus loras del sur de Persia (1255-1256) y luego con la
destrucción de los nizaríes (una rama del ismaelismo, el cual a su vez es una
rama de los musulmanes chiitas), secta que popularmente es conocida como la de
los “asesinos” (1256-1257). El tercer objetivo fue la ciudad de Bagdad, la cual
cayó en 1258. EL ejército de Hulagu estaba compuesto por tropas mongolas como
fuerza principal y estaba auxiliadas por fuerzas cristianas, georgianas,
armenias, turcos, persas y un contingente de artilleros chinos. Luego de la
conquista y destrucción de la ciudad, las huestes de Hulagu conquistan Siria y
comienzan a presionar al sultanato mameluco establecido en el Cairo hasta que
se da la batalla de Ain Jalut (el 3 de septiembre de 1260, sureste de Galilea)
donde se produce la primera gran derrota mongola y se detiene el avance de
estos en el Medio Oriente. Curiosamente, Hulagu había tenido que regresar con
parte de su ejército para resolver los problemas de sucesión dejados con la
muerte de Mongke Kan, lo que provocó una guerra civil que terminó dividiendo el
imperio mongol en cuatro kanatos o reinos independientes.
Al igual que estos días,
el Medio Oriente vivía tiempos de convulsiones, donde distintos grupos luchaban
por mantener control sobre la región. Sin embargo, la caída de Bagdad en el
1258 fue mucho más que el fin de los abasíes, significó el fin de la llamada
época dorada del islam, donde se propagaron las artes y se realizaron grandes
contribuciones a la agricultura, la economía, la literatura, la filosofía, las
ciencias y a los adelantos tecnológicos.
El mundo hispano, con el
desarrollo del Califato de Córdova (929-1031), también vivió su época dorada.
Esta ciudad llegó a ser habitada por cerca de un millón de personas, teniendo
una biblioteca de sobre 400,000 volúmenes, aparte de ser centro de estudios
filosóficos, matemáticos y astronómico.