Autor: Pablo
L. Crespo Vargas
Artículo originalmente publicado en AhoraNews,
6 de noviembre de 2013
El mito taíno: El inicio
de la cosmología antillana
Las
Antillas, como zona cultural y étnica, es una región llena de diversidades y
contrastes. La cultura antillana se
nutre de las experiencias y situaciones vividas por los pueblos que han
habitado la cuenca caribeña; demostrando la capacidad del ser humano en
evolucionar su pensamiento, su espíritu y su modo de ser, a la vez que es
impactado por su medio ambiente mientras
lo conquista y lo transforma.
La
cosmovisión, siendo parte del imaginario formado por la sociedad, es
fundamental en el desarrollo de los pueblos. Cada uno de ellos, establece su
relación con la naturaleza, reflejándose su visión del mundo, en los mitos que
se establecen y en la idiosincrasia desarrollada.
Al
momento de la llegada de los castellanos al entorno antillano, el grupo de
mayor desarrollo sociocultural era el taíno; quienes habían creado una
sociedad, que hoy conocemos con el nombre de cacicazgo, donde ya se definían
grupos sociales tales como los nitaínos y los naborías; se habían establecido
funciones claves para el sostenimiento de la comunidad: el cacique, como líder
y encargado de la sobrevivencia del grupo, el behique, como guía espiritual y
guardián de la historia, las tradiciones y costumbres.
Era
una sociedad compleja con una visión del mundo y un razonamiento que la llevaba
a estar en contacto directo y con lazos emocionales hacia la naturaleza. Aunque
no contamos con una imagen concreta y exacta de su modo de pensar, si tenemos
descripciones y una gran cantidad de evidencia arqueológica que nos ayuda a
entender su filosofía de vida y su mundo astral.
Al
momento del contacto con el mundo europeo, y según el entendimiento de estos,
los taínos tenían un ser supremo, que más que un dios, era una fuerza animada,
encargada de la base de la subsistencia, era Yocahú, señor de la yuca,
principal alimento de esta sociedad; representado por el cemí de tres puntas:
tierra, mar, ser humano; los tres componentes ambientales del entorno indígena.
|
Cemí rústico, encontrado en yacimientos arqueológicos del
municipio de Lajas. Se aprecian las tres puntas, las cuales
representan los tres componentes ambientales de los
indígenas: tierra, mar y ser humano.
|
No
obstante, Yocahú había sido creado por un ser que aunque minimizado por la
interpretación occidental, era la base real del conocimiento astral y
espiritual de la sociedad taína. Nos referimos a la diosa madre, a la creadora,
que no tuvo creador ni necesitaba hombre para crear, a la que su grandiosidad
llevaba a que fuera mencionada hasta con cinco diferentes nombres: Atabey,
Yermao, Guacar, Apito y Zuimaco. Esta diosa y madre del ser supremo era la
representación del sistema matrilineal existente a la llegada de los europeos a
las Indias; pero también pudo ser el reflejo de una sociedad matriarcal, una
sociedad donde el hombre dependía de la mujer, porque ella era la
representación de la fuerza creadora y omnipotente.
Los
taínos establecieron sus creencias siguiendo el orden natural de las cosas, el
hombre no podía parir, por lo tanto, el ser creador debía ser una mujer. Más
que esto, el contacto tan directo que esta población tuvo con la naturaleza los
llevó a pensar que la herencia de sangre (genética o en palabras más técnicas,
ADN Mitocondrial) era llevada por la línea materna. Hoy día, nuestros
científicos han demostrado que los taínos conocían muy bien, aunque de manera
elemental, sobre la trasmisión de genes, sin equivocarse en la importancia de
la mujer para la continuidad de la sociedad.
La
figura del temido dios Huracán también ha sido traída fuera de contexto. El
primero de los cronistas en mencionarla fue Fernández de Oviedo, quien de
manera general atribuyó el vocablo como uno generalizado para todos los indígenas
antillanos. Siglos después, un etnógrafo y lingüista austriaco, Rudolf Schuller
(finales siglo XIX) establece que la palabra es de origen caribe y no taíno.
Debemos incluir que dentro de la cosmovisión maya, Huracán era el dios
relacionado a la creación.
Nos
indica el cronista, Fray Ramón Pané, que esa fuerza destructiva que combinaba
vientos y lluvia era llamada Guabancex, y como debe entenderse dentro de la
formación cosmológica taína, era una divinidad femenina. Bajo su cargo, estaban
Guataubá (deidad que movilizaba a los cemíes que provocaban las lluvias y los
vientos) y Coastrisquie (señor de las inundaciones), ambas, fuerzas masculinas
al servicio de un ser femenino.
El
lugar de los muertos era conocido como el Coaybay, su amo y señor era Maquetaurie
Guayaba. Los taínos diferenciaban a los espíritus de las personas según el
estado de estas. Si la persona estaba viva su espíritu era llamado goeíza, si
el espíritu ya había desencarnado era una opía. Si alguien se encontraba a un
ser sin ombligo en el campo debía huir ya que era una muerto y se le conocía
como operito. Los operitos solo salían de noche, lo que había hecho que
culturalmente los taínos temieran caminar solos en la oscuridad.
El
mito de la creación del ser humano nos demuestra un rasgo generalizado en
nuestra especie: el etnocentrismo. Los taínos creían que todos los humanos
salieron de la tierra; acción simbólica, ya que la yuca, principal alimento,
salía de ella. El Caonao era ese lugar mítico de la creación, con dos cuevas,
la primera y principal era Cacibajagua, de ella salían los taínos; la segunda,
Amayauna, salida de los demás pueblos.
El
mar también surge en la tierra. Sus circunstancias fueron especiales. La tierra
era gobernada por un ser conocido como Yaya y su hijo Yayael deseaba su
posición. En un encontronazo, Yaya mata a su heredero. Como era tradicional, su
cuerpo era enterrado y al pasar el tiempo sus restos desenterrados y colocados
en una higüera. Con el tiempo, esta se llenó de agua, los restos se
transformaron en peces.
Cuatro
hermanos, héroes míticos, los cuatrillizos Caracaracol, quienes fueron
responsables de conseguir el fuego, la domesticación de las plantas
(agricultura), la preparación del casabe y el conocimiento sobre la navegación,
también fueron responsables de derramar la higüera, permitiendo la creación del
mar y la multiplicación de los peces.
Como
podemos ver con estos ejemplos, la sociedad taína conocía muy bien su entorno
geográfico; de él desarrolló una comprensión que le parecía lógica y que
explicara cada uno de los pormenores de la vida. Hoy día esta sociedad, tal
como la conocieron los castellanos, no existe, pero fue la base para el
desarrollo del ser puertorriqueño en una sociedad, que hoy por hoy, es mucho
más extensa que el 111 x 39 que representa para muchos a Puerto Rico,
olvidándose que tanto en el pasado como en el presente, muchos se movieron de
sus hogares en busca de un mejor bienestar, sin que esto cambiara su naturaleza
puertorriqueña.