Puerto
Rico, el obispo Alonso Manso y la llegada de la Inquisición
(título original)
La
llegada de la Inquisición española a Puerto Rico
(título en la edición de
Enciclopedia PR)
Por Pablo
L. Crespo Vargas
Ver edición de Enciclopediapr.org
Con el proceso de conquista y
colonización de las Indias (primeras colonias españolas en América) se exportaron
una serie de instituciones medievales que se habían desarrollado en la Península
Ibérica y que sirvieron para el control social en las nuevas tierras. Una de esas
instituciones, cuya efectividad en Castilla se demostró desde su creación en
1478, fue el Santo Oficio de la Inquisición. Desde un inicio se
desarrolló como una extensión del poder de la monarquía, cuyo objetivo era el crear
una sociedad heterogénea que pudiera ser controlada en aspectos religiosos,
políticos, sociales y económicos.
En el caso de las Indias, la reina
Isabel envió un comunicado, entre 1501 y 1502, a Nicolás de Ovando, gobernador
de La Española, para que estuviera vigilante ante la supuesta entrada de
judeoconversos que huían del Santo Oficio en la Península. Esta misma inquietud
fue una de las motivaciones para la creación de la Casa de Contratación de
Sevilla en 1503, entidad que regulaba y controlaba el comercio y tránsito de personas
al Nuevo Mundo.
En 1510, Diego Colón – hijo de
Cristóbal Colón y virrey de las Indias ̶
, y en 1516, fray Bartolomé de las Casas, solicitaron el que se estableciera un
tribunal del Santo Oficio en las Indias ya que no existía un control efectivo
para el comportamiento de los colonos. La Corona respondió indicando que los
obispos o sus representantes debían utilizar sus facultades eclesiásticas para
atender las herejías sin la necesidad de un tribunal oficial. Sin embargo, la
realidad y circunstancias indianas no favorecieron el que los representantes de
la iglesia ejercieran sus poderes de manera eficiente, ya que las prioridades coloniales
eran más económicas que religiosas.
En la diócesis de San Juan Bautista
(Puerto Rico) regía, de manera presencial desde el 25 de diciembre de 1512, Alonso
Manso, primer obispo en llegar a las Indias. Manso había estudiado en la
Universidad de Salamanca, donde llegó a ocupar la posición de rector
(1508-1512). Su nombramiento fue bajo la recomendación del arzobispo de Sevilla
e inquisidor general Diego de Deza, entre 1498 y 1507.
La experiencia inicial de Manso como
obispo en las Indias no fue muy positiva. Primero, en 1513, Caparra fue atacada
por los indios caribes, quienes quemaron la iglesia, las hortalizas y la
mayoría de las residencias, incluyendo la de Manso. En este fuego se perdió la biblioteca
personal del obispo con unos 235 libros. Segundo, en 1514, nuevamente la villa
fue destruida, en esta ocasión por un huracán. Ambas calamidades afectaron la
recolección del diezmo, el cual era pagado en productos agrícolas. Esta
situación provocó el que se desarrollaran disputas entre los vecinos y
funcionarios gubernamentales, incluyendo el juez de residencia y gobernador, Sancho
Velázquez, por un lado, y el obispo Manso, por el otro. Aunque el rey Fernando concedió
300 pesos para el sostén del Obispo y 200 pesos para reconstruir la diócesis,
las entradas monetarias locales no daban para el mantenimiento y los gastos ordinarios
de la Iglesia. El Obispo consideraba que los súbditos no cumplían con sus
deberes con la diócesis y él no tenía el poder para remediar esa situación. Manso
regresó en 1515 a Castilla para presentar su caso ante el Rey.
La salud del rey Fernando era
precaria al momento de Manso llegar a la península, por lo cual no fue
atendido. El Rey murió en enero de 1516. Esto complicó más la situación del Obispo,
quien siguió esperando por una audiencia que no llegó hasta que el cardenal e
inquisidor general Francisco Jiménez de Cisneros se la concedió. La medida
correctiva de Cisneros fue enviar a tres Padres Jerónimos, con amplias facultades
eclesiásticas, las cuales debían ser respetadas por los súbditos. Tan pronto
estos arribaron a las Indias vieron la necesidad de que se estableciera un
tribunal del Santo Oficio, que sirviera de control social y que controlara a
los colonos con la fuerza moral que se esperaba de la institución. La solicitud
fue enviada en 1517.
Entre finales de 1517 y principios
de 1518, la Corte de Valladolid recibió al obispo Manso, quien presentó un
memorial donde explicaba los conflictos existentes entre las autoridades gubernamentales
y las eclesiásticas y se detallaron los abusos que las autoridades seculares
cometían contra los indígenas y en beneficio a sus intereses. La Corte quedó atónita
ante la situación que se estaba viviendo en el Nuevo Mundo y una de las
preocupaciones del nuevo inquisidor general de Castilla y Aragón, Adriano de
Utrecht, quien además era consejero del rey Carlos I de Castilla, fue que esto
sirviera para alentar la entrada a las Indias de nuevas herejías desarrolladas
en Europa. Para subsanar esta situación, el 7 de enero de 1519, Utrecht, nombró
al obispo Manso como inquisidor general y apostólico de las Indias, posición
que compartiría con fray Pedro de Córdova, uno de los defensores de los nativos
en el Nuevo Mundo. El 20 de mayo de 1519, el rey Carlos I – que se convirtió en
1520 en el emperador Carlos V, confirmó estos nombramientos en una legislación
(real cédula).
De regreso a las Indias, el inquisidor
Manso, primeramente, viajó junto a Córdova a Santo Domingo. Allí atendió
asuntos eclesiásticos hasta 1520, cuando regresó a San Juan. Córdova murió en Santo
Domingo en 1521. De vuelta a Puerto Rico, el inquisidor Manso encontró que el
licenciado Antonio de la Gama había comenzado un juicio de residencia en contra
de Sancho Velázquez donde se evidenciaban malos manejos durante su gobernanza. El
Inquisidor tomó jurisdicción sobre el residenciado y le acusó por delitos de fe.
El proceso no culminó ya que Velázquez murió bajo arresto domiciliario el 17 de
mayo de 1521. Este sería el primer proceso o intervención inquisitorial de unas
veintiuna que se han podido identificar bajo la administración de Manso como
inquisidor de las Indias.
El caso de Sancho Velázquez es
considerado uno de los casos mayores que atendió el inquisidor Manso, aunque
como ya se pudo apreciar no se llegó a someter ya que el reo murió antes de
iniciado el proceso. Junto a éste, hubo otros dos casos que también pueden ser
considerados de mayor trascendencia. El primero fue el del tesorero Blas de
Villasante, a quien se le acusó de ser cristiano nuevo en un tribunal civil,
por lo cual Manso inició un proceso inquisitorial entre 1528 y 1529. El juicio
civil terminó antes del inquisitorial y la condena fue el destierro de las
Indias, acción con la que Manso estuvo en desacuerdo, aunque no pudo revertirla
para poder concluir su proceso inquisitorial. El segundo caso fue el de un luterano,
posiblemente de los Países Bajos, conocido como maestre Juan, quien había
llegado a las costas de Tierra Firme en un navío alemán, luego de 1532. Este
caso fue referido por el obispo de Venezuela Rodrigo de Bastidas, sin embargo,
se desconoce cómo culminó.
Entre los procesos catalogados como
menores debemos reseñar al menos tres en los cuales Manso chocó, nuevamente,
con las autoridades civiles. El primero, en 1520, el caso de Juan Fernández de
las Varas, quien aparentemente fue acusado por herejía en Sevilla. Sus bienes
habían sido confiscados por las autoridades civiles coloniales. Con la
intervención de Manso se levanta el embargo y se autoriza al hijo del acusado a
que le administrara los bienes. El segundo caso fue el arresto del clérigo
Sancho de Castillo, en 1529, por parte de las autoridades seculares por no
cumplir una orden civil de destierro. El inquisidor Manso trató de tomar
jurisdicción del caso. No obstante, las autoridades coloniales no cedieron a
los reclamos. Manso terminó convocando una procesión de protesta en contra del alcalde
de Puerto Rico, Fernán Ramírez de Vargas. Durante la procesión se arrojaron
piedras a las residencias de ambos funcionarios y les leyeron órdenes de
excomulgación. Por último, el caso en contra del doctor Juan Blázquez, juez de
residencia, quien, en 1536, violentó el derecho de asilo de la Iglesia al sacar
a unos criminales de un templo. La pena impuesta por Manso a este funcionario fue
la de escuchar misa como penitenciario y una multa de cincuenta pesos.
En el contexto de Puerto Rico y el
Caribe hubo otras tres intervenciones inquisitoriales que se deben reseñar. La
primera fue la carta monitoria (de amonestación) del 6 de enero de 1528. En
ella, Manso exhorta a los súbditos a que respetaran y obedecieran la autoridad
del Santo Oficio. En este acto, Alonso Manso criticó a los que trataban de irse
por encima de las decisiones inquisitoriales, a la vez, que reprochó la
antipatía de la población hacia la Inquisición.
El segundo acto ocurrió el 2 de
diciembre de 1532, cuando Alonso amonestó al obispo de Cuba, Miguel Ramírez,
por el uso de facultades inquisitoriales, las cuales no había recibido. La
intención de esta amonestación era dejar claro a quién le correspondía realizar
las actividades inquisitoriales en las nuevas tierras. También, especificó que
no aceptaría el desarrollo de inquisiciones episcopales sin su consentimiento o
por mandato desde el tribunal supremo del Santo Oficio.
Por último, el 4 de febrero de
1533, el inquisidor Alonso Manso inició una investigación contra la práctica de
los usureros en Puerto Rico, ya que consideraba que estos estaban llevando a la
población a la ruina económica. Este tercer hecho fue uno a favor de la calidad
de vida de los colonos, que se veían en estreches económicas, dado a las estafas
de mercaderes y fiadores inescrupulosos que se aprovechaban de la mala
situación creada por la crisis económica. Aunque en principio, el asunto no era
propiamente de tipo inquisitorial, el obispo se justificó utilizando bulas
papales que condenaba la usura como pecado.
En el aspecto administrativo de la
inquisición indiana, durante la incumbencia del inquisidor general Alonso
Manrique (1523-1538) se realizaron unas reformas que fueron efectivas el 1º de
enero de 1525. En ellas se estableció que el tribunal inquisitorial de las
Indias tendría una plantilla de dos inquisidores, cobrando 300 ducados cada
uno. En apoyo a ellos se estableció un cuerpo administrativo que consistió en
un fiscal, un alguacil, un notario del secreto (escribano) y un tesorero, todos
cobrando 150 ducados. Por último, se autorizaba un portero, cuyo salario era de
100 ducados anuales. La estructura inquisitorial en las Indias no sufrió
grandes cambios luego de aquellas instrucciones ya que cada tribunal debía ser
autosuficiente y generar los recursos financieros de manera interna.
Con la muerte del obispo e
inquisidor Alonso Manso, el 21 de septiembre de 1539, finalizó un periodo que se
caracterizó por sus continuos enfrentamientos con las autoridades coloniales,
las cuales, según su entendimiento, violentaban los dogmas religiosos y
atentaban contra los mejores intereses de la Iglesia.
Entre 1539 a 1567 hubo varias
manifestaciones inquisitoriales de carácter monástico o episcopal a través del
Nuevo Mundo, todas de menor envergadura. En 1568, bajo la prerrogativa del rey
Felipe II, las autoridades españolas nuevamente quisieron resguardar la unidad
social ante el embate de las reformas protestantes. Se establecieron de manera
oficial los tribunales inquisitoriales en las Indias, ubicados en Lima-Perú
(1570), México (1571) y Cartagena de Indias-Nuevo Reino de Granada, actual Colombia
(1610).
Edición: Dra. Lizette Cabrera
Salcedo / 19 de junio de 2022
Referencias
Burset
Flores, Luis Rafael. “La vida en Puerto Rico en el siglo XVI: vecinos,
estantes, moradores y residentes en la isla de San Juan Bautista”. Santo
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Crespo
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Pérez
Villanueva, Joaquín (ed.). “Historia
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de Estudios Inquisitoriales, 1984.
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Inquisición española, Alonso Manso, Iglesia, Sociedad colonial, Diócesis de San
Juan
Descripción
del escudo de la Inquisición española: El escudo tiene una cruz de madera en el
centro. A un lado tiene una espada que simboliza el trato en contra de las
herejías. Al otro lado, una rama de olivo que representa la reconciliación con
los arrepentidos. El escudo está rodeado por una frase en latín que en español
significa: Álzate, oh Dios, a defender tu causa, salmo 73 (74).