Prólogo a Historia de la Educación en Lajas
Por Félix M. Cruz Jusino
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Leí de una sentada el libro Historia del desarrollo de la educación en
Lajas del historiador lajeño, Dr.
Pablo L. Crespo Vargas. La lectura
evocó gratos recuerdos de la época gloriosa de la educación nacional y de mis
años infantiles correteando por el patio central de mi amada escuela Oliver
Hazard Perry.
Historia del desarrollo de la educación en Lajas, publicado por la Editorial Akelarre, es el segundo
volumen de la serie sobre Historia y Sociedad de Lajas del Centro de Estudios e
Investigaciones del Suroeste (CEISO). El libro es ameno y de fácil lectura.
Resulta ser una excelente fuente de información secundaria y sirve de modelo
para el estudio de otros sistemas educativos municipales. Los datos generales presentados
sobre la instrucción escolar pueden ser utilizados para todo el país.
Crespo Vargas resalta los
eventos que condujeron al distrito escolar a experimentar su época más gloriosa
durante el primer lustro de la década de 1960 bajo el liderazgo del educador
don Mario F. Pagán Irizarry. El insigne pedagogo fue nombrado superintendente
en 1952, luego de una exitosa carrera profesional donde ocupó todas las
posiciones en el escalafón magisterial. Don Mario, quien además de ser un
maestro ejemplar fue un gran investigador, historiador, narrador y poeta,
implementó en Lajas la metodología educativa más moderna de ese entonces. Los
logros obtenidos bajo la ejecución de Pagán Irizarry transformaron a Lajas en
un distrito modelo que fue replicado por otros en el país. El educador fue
trasladado a la región de Mayagüez en 1966, para luego sumarse al equipo de
trabajo del Dr. Ángel Quintero Alfaro, Secretario de Instrucción Pública bajo
el gobernador, Ing. Roberto Sánchez Vilella.
Lajas dio cátedra a Puerto
Rico y don Mario fue parte integral del equipo que construyó el momento más
significativo en la historia pedagógica del país. Por desgracia, la
politiquería y los politicastros que siguieron a ese periodo no supieron
valorarlo, se dedicaron a destruir el sistema de instrucción pública hasta
llevarlo al momento crítico en el que estamos hoy día. Los problemas abruman al
Departamento de Educación (DE), el sistema languidece, las escuelas se cierran
y los estudiantes emigran con sus padres en busca de mejores oportunidades.
En este periodo cargado de
incertidumbre y grandes cuestionamientos, el libro del Dr. Crespo Vargas es
inspirador y motivador. La potente narrativa del historiador y educador sobre
un distrito escolar perdido en el suroeste de Puerto Rico, sus aspiraciones y
logros, nos lleva a meditar sobre lo que podemos lograr si volvemos a soñar en
construir un mejor país para todos los puertorriqueños.
Historia del desarrollo de la educación en Lajas es un compendio histórico sobre el distrito escolar
de Lajas, pero a su vez es un atisbo al proceso educativo puertorriqueño. No
podemos desligar el microcosmo lajeño del macro nacional porque las directrices
educativas emitidas por el Departamento de Instrucción Pública (DIP; hoy DE)
regían y rigen la política educativa de los distritos escolares.
El libro inicia el recorrido
histórico de la educación lajeña describiendo el sistema educativo que imperó
bajo el sistema español. La dicotomía estado-iglesia establecía una educación
religiosa y la enseñanza de la lectura, escritura y aritmética básica a los
varones, relegando a las hembras a las tareas hogareñas. La narrativa histórica
nos conduce a las intentonas decimonónicas por establecer una universidad en el
país, el surgimiento de institutos educativos para féminas y las reformas
educativas logradas por los Decretos Orgánicos de Instrucción de 1865 y 1880.
Concluye Crespo Vargas esta introducción histórica con los detalles más
significativos del informe sobre la educación en el país redactado por los invasores
estadounidenses en 1899.
Adentrándonos en el Lajas de
la colonia española, Crespo Vargas nos describe un villorrio bajo el dominio de
San Germán. El futuro municipio estaba aislado de la Ciudad de las Lomas por la
falta de caminos adecuados y las inclemencias del tiempo. La educación estaba
en manos de la Iglesia Católica, pero esta carecía de los sacerdotes necesarios
para llevar el pan de la enseñanza a los lajeños. Esta situación obligó al
cabildo sangermeño a emitir una disposición en 1838 para que los padres se hicieran
responsables por la educación de sus hijos estableciendo escuelas privadas y
pagando el salario de los educadores. Sin embargo, la disposición fue
infructuosa debido a las circunstancias imperantes en un poblado que dependía
del rubro de la agricultura para su subsistencia.
“Las circunstancias de la enseñanza no eran fáciles. No todo el mundo aprendió a leer y escribir, la gran mayoría de los niños de edad escolar no tenían esa oportunidad. La vida comunal era dedicada al cultivo de la tierra y al pastoreo, tareas donde los jóvenes debían participar debido a la necesidad económica de la época”.
Lajas se constituye en
municipio en 1883. El Decreto de 1880 obligaba al nuevo cabildo a establecer
una Junta Local de Instrucción, establecer escuelas urbanas y rurales y pagar
los salarios de los maestros. Los logros educativos fueron ínfimos. Se
establecieron escuelas y se implementó una educación más abarcadora, pero los
números de los estudiantes eran inferiores a los de la población de edad
escolar en el municipio.
La llegada de los invasores
estadounidenses representó mejorías en el sistema de instrucción pública
lajeña. Crespo Vargas señala que: “El gobierno estadounidense buscaba realizar
cambios al sistema educativo en la Isla estableciendo una visión dirigida a
modificar la educación, atemperándola a la visión estadounidense… la llamada ‘americanización
de la sociedad’, que a la vez creaba un sistema dirigido a las masas donde las
facilidades, los materiales educativos y la metodología utilizada favorecían al
nuevos sistema colonial”.
El lenguaje de educación
establecido por el nuevo régimen fue el inglés, lo que generó una resistencia
al aprendizaje por la mayoría de la población. No es hasta 1949 que el español
es designado como idioma oficial de enseñanza y se inicia la verdadera
trasformación educativa del país bajo el liderazgo del profesor Mariano
Villaronga Toro, secretario del DIP y don Luis Muñoz Marín en la gobernación.
El beneficio principal de
los primeros años del régimen colonial estadounidense fue la construcción de
facilidades educativas. La primera escuela construida por los estadounidenses
en Lajas lo fue la Escuela Hamilton en el Barrio Candelaria en 1901. La
construcción de salones de clases adecuados, las leyes educativas más
estrictas, el progreso económico y las mejoras en las condiciones de salubridad
colaboraron para hacer la educación más accesible a los ciudadanos.
El hito más importante de
esos primeros años del nuevo sistema escolar lajeño fue la construcción de la
Escuela Oliver Hazard Perry entre 1904 y 1907. El nuevo plantel educativo fue
construido en la esquina sur de la plaza pública del municipio. Fue la primera
estructura edificada con ladrillos, mampostería y cemento en el municipio. El
desarrollo socioeconómico y político de la Lajas durante los primeros 70 años
del siglo XX giró en torno a este plantel educativo. Lajas creció como ciudad,
sistema escolar, centro agrícola, manufacturero y turístico gracias a ideas que
se cuajaron entre las paredes de la Escuela Perry.
El libro incluye una breve
descripción histórica sobre las otras escuelas públicas y privadas establecidas
en Lajas durante el siglo pasado.
Crespo Vargas no olvida la
controversia existente sobre los orígenes de la Universidad Interamericana (UI)
que, desde el punto de vista lajeño, nace en el barrio Palmarejo como heredera
del Instituto de Agricultura, Artes y Oficios de Laja. El Instituto, que operó
entre 1906 y1911, fue fundado por don Juan Cancio Ortiz. El líder educativo y
político cedió la institución al
Reverendo John Will Harris tras confrontar extrañas situaciones complejas, incluyendo el retiro de las subvenciones del
gobierno estatal. Cabe destacar que, previo a este hecho, Ortiz se afilió como
feligrés a la Iglesia Presbiteriana de la cual Harris era ministro. Este legado
histórico es negado por los administradores de la UI. Me atrevo a indicar que
Crespo Vargas, como buen hijo de la Ciudad Cardenalicia y de la Piña Cabezona,
apoya la teoría de una conspiración para erradicar la aportación de Lajas y de
Ortiz en los orígenes de la institución universitaria.
El historiador incluye entre
los anejos información relacionada con la nominación de la Escuela Oliver
Hazard Perry al Registro Nacional Federal de Propiedades Históricas y una
ponencia que presentó en el Primer Simposio de Microhistoria, llevado a cabo en
Lajas en octubre de 2015, titulada El
impacto de la Escuela Perry en el desarrollo de Lajas: Microhistoria cultural
de una comunidad.
Crespo Vargas fue
instrumental en lograr la nominación de la Escuela Perry al Registro Nacional.
Lograr la nominación, no fue tarea sencilla. La construcción de un adefesio en
madera sobre la estructura histórica imposibilitaba la designación porque la
segunda planta comprometía el acervo de la propiedad. La otra alternativa, y la
utilizada, fue probar el impacto significativo que tuvo la Escuela Perry en la
comunidad. Esta segunda opción requirió una investigación profunda sobre el
acervo que incluyó visitas a los archivos históricos, evaluación de la
documentación secundaria y terciaria existente y entrevistas a estudiantes y
maestros de la antigua escuela. Entre las personas entrevistadas está la profesora
Altagracia “Tita” Flores, quien tiene 98 años y fue maestra en la Perry entre
1941 y 1962.
El autor es producto del
sistema escolar público lajeño y trabaja como maestro en la Escuela Superior
Leonides Morales Rodríguez localizada en la ciudad de quien fue el primer y
único príncipe de la Iglesia Católica en el país, monseñor Luis Cardenal Aponte
Martínez. Crespo Vargas posee un doctorado en Historia de América del Recinto
Metropolitano de la UI. Es también profesor de historia en el Recinto de San
Germán de la UI, donde obtuvo su licenciatura.
Las acciones del Dr. Crespo
Vargas lo ponderan como conciencia histórica que reconoce la importancia de la
microhistoria de las múltiples comunidades puertorriqueñas a la formación del
macrocosmos nacional. La afirmación del sentido de pertenencia en el contexto
comunidad-sector-barrio-municipio-nacional y la afirmación identitaria quedan
expuestas en sus obras sobre: Lajas,
desde los amerindios hasta el siglo XIX: Historia, sociedad y cultura de un pueblo, (2014), la cual escribió junto a
la Dra. Lydia Padovani de Ortiz, quien falleció en el 2016; y Lajas, un pueblo que lucha por sobrevivir en
la Guerra Hispanoamericana (1898), (2015). Además, la labor magisterial que
ha escogido es prueba fehaciente de su compromiso con la formación de las
nuevas generaciones que dirigirán los derroteros de la Patria en el siglo XXI.
A pesar de los momentos
socioeconómicos difíciles por los cuales atraviesa Puerto Rico, Lajas es un
municipio que en los últimos cuatro años ha incrementado la gestión cultural,
ha promovido su acervo histórico y ha aportado grandemente a enriquecer la vida
sociocultural nacional. Una vez más, Lajas vuelve a dar cátedra de civismo con
el país. Como bien señala Crespo Vargas en el libro:
“Los lajeños nos hemos educado, tanto en el carácter individual como en el colectivo, buscando crear una sociedad donde los niveles de desigualdad social y económicos sean mínimos; donde exista un clima de respeto y aceptación de las diferencias entre seres humanos; donde se valoren y estimen las ideas sin que se desarrollen prejuicios; donde la razón y el sentido común sean primordiales; donde se promuevan valores democráticos. Cívicos y laicos que lleven a la sociedad a una vida plena y llena de oportunidades para mejorar sin importar el origen étnico, genero, color, nacionalidad, orientación sexual, impedimento u edad; ya que en esencia somos seres humanos que hemos desarrollado particularidades únicas.”
Es tiempo de que Puerto Rico
vuelva a emular a Lajas como una vez lo hizo educativamente.