Autor: Luis Guillermo Rodríguez
La mujer Caribe, tribal y no cautiva
Introducción
El estudio de la mujer caribe, tribal y no cautiva, demuestra un patrón
etnográfico cultural amazónico característico de las tribus horticultoras de la
mandioca en las Antillas Menores del Caribe. Como comparativo etnográfico para
observar los patrones amazónicos en las
Antillas menores usamos las costumbres de las mujeres de la tribu tupinambo del
Brasil. Ambas comparten aspectos como la antropofagia ritual de esclavos de
guerra, un sistema de cautiverio de prisioneros, el uso de la mujer enemiga
como recurso humano para el provecho demográfico de su tribu, un sistema
matrilineal en sus sociedades y la marginalización de las mujeres prisioneras
de guerras. Es decir, la migración del continente a las islas antillanas no
cambió los patrones culturales traídos de América del Sur.
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Dibujo de mujer caribe. Autor: Charles Edwin Taylor, 1888. |
El Origen de las Tribus Mandiocas
El Dr. Pablo Hernández expone que en las costas de Colombia del 1200 a.C
se identifica la transición del modo de vida arcaico pre-agricultor a un tipo
de vida horticultora entre las comunidades aborígenes de América del Sur.
Estudios en los lugares de Malambo y Momil en el norte del país ya mencionado
revelan una sociedad con características culturales que entretejen una relación
entre el origen del Caribe insular y el origen de los tupinambos. Las
características agricultoras de tala y quema o roza, un sistema político tribal
con base en la familia y un liderazgo de jefaturas electivas; en términos
religiosos el chamanismo como influencia de una religión animista.
Se le llaman las tribus de la mandioca porque toda elaboración y manejo
de la mandioca o yuca agria identificaba a las tribus descendientes de este
patrón. Esto se traza por el hallazgo de burenes o budares, el instrumento de
cocción del pan de yuca. Según los patrones antropológicos demostrados, estas
sociedades llegaron hasta el Amazona y los ríos Apure y Orinoco de Venezuela
llegando hasta las Guyanas en una migración de carácter fluvial. Según las
teorías, estos evolucionados ya como caribes-kalinagos y aruacos, se trasladan
hasta las Guyanas y luego las islas antillanas de Barlovento. Se alega que
otros grupos evolucionaron, los que se conocen como los tupinambos, se
extendieron hasta el Brasil selvático y costero. Es interesante denotar que
ambas culturas, según Rouse y Metraux, manipulaban la mandioca de la misma
manera a la descrita por Hernández.
Metraux y Rouse documentan que las tribus
caribes y tupinambos seguían el mismo patrón mencionado por Hernández del
manejo horticultor de la yuca agria, la hervían, la hacían harina gayándola, la
secaban en un artefacto de tela de mimbre y luego hacían el pan. En el caso de
los caribes, se le llamaba “paniers” por los cronistas franceses que documentaron
este pan en las islas. Según Hernández, la sociedad de la mandioca siguió un
patrón de foresta tropical en la que se desarrollaron las vertientes tupinambo,
caribe y aruaca. Es decir, el origen del patrón de manipulación de la mandioca
por una sociedad base en América del Sur-afirma la presencia etnográfica
amazónica en las islas caribes.
La Mujeres cautivas
La sociedad caribe tenía por costumbre llevarse a la mujer como cautiva
y botín de guerra. El caribe o kalinago declaró la guerra a los aruacos en el
continente y posteriormente en las islas, probablemente por la lucha de la
extensión territorial para el desempeño agrícola. Según Robiou Lamarche, esta
venganza en contra de los aruacos era su razón existencialista bélica. Al tomar
las mujeres de los aruacos, los caribes las mantenían como mujeres cautivas en
calidad de esposas marginadas. Estas eran un trofeo de guerra y objeto
aumentativo de prestigio. Las mujeres arahuacas cautivas eran identificadas con
el nombre de “oubeérou”.
Aunque se tomaban como esposas, estas estaban marginadas de por vida.
Según Hernández, éstas eran mantenidas en una localidad aparte de la aldea
caribe, separándolas así de las mujeres no cautivas. Debido a que el caribe
como tribu territorial se enfocaba en la guerra, era importante la producción
de hijos. Todos los nacidos por una mujer, no importa el estatus de prisionera
o libre que tenia dicha fémina en la comunidad, era considerado legítimo de la
tribu.
Esto como fenómeno llevó a la mujer a tener una dualidad cultural.
De igual forma, la tribu guerrera de los tupinambos hacía el mismo
proceso de cautiverio a las mujeres que capturaban. Sin embargo, estas no eran
tomadas por esposas, estas eran comidas en las ceremonias de antropofagia
ritual. El hijo de una mujer cautiva tupinambo con un guerrero era luego
considerado como parte de la tribu. Sin embargo, Metraux señala que a los
hombres prisioneros de guerra se le era dado una mujer no cautiva para que esta
lo tuviese en su atavío y el prisionero no huyera. Sin embargo los hijos que
tuviesen esta mujer no cautiva con el prisionero eran consumidos también en
ceremonia religiosa.
Aunque se señala por los cronistas franceses que estuvieron en el Brasil
en el siglo XVII, los hombres tupinambos tomaban por esposas cautivas a las
mujeres de sus enemigos como lo hacían los caribes;
estos amerindios guerreaban entre sí, por lo que se deduce que la mujer
tupinambo, al contrario de la caribe era de la misma etnia denominada: Tupí-
Guaraní.
La mujer no cautiva
Hay que hacer la salvedad de que la mujer caribe no cautiva, no
necesariamente tenía una pura ascendencia kanimar o caribe continental. Para
efectos, la mujer caribe se fue convirtiendo en una mezcla de las cautivas
arahuacas y las originales procedentes del continente sudamericano. Tampoco
podemos concluir que la mujer de origen aruaco influenció en la mujer caribe
tribal hasta el punto de un desplazamiento cultural. En su convivencia, la
mujer caribe no cautiva pudo asimilar aspectos étnicos de las mujeres
prisioneras arahuacas o viceversa.
Hay evidencia de que la mujer caribe continental viaja a las islas del
Caribe. Irving Rouse, documentando las costumbres caribes de navegaciones,
indica que al migrar, el caribe llevaba a sus mujeres y a sus hijos. El autor
también señala que había una fuerte relación entre la tribu caribe-kanimar
continental y los pobladores antropófagos de las islas. Los indios caribes de
las islas buscaban esposas no cautivas de las Guyanas al igual que en el
continente los caribes iban a otras aldeas de los suyos a buscar sus esposas.
Estos datos nos llevan al enfoque de la mujer no cautiva como indicativo amazónico
en el arco antillano.
Vestimenta
La vestimenta de la mujer caribe era un claro indicativo de la costumbre
de segregación de las mujeres tribales y las mujeres en cautiverio. Es decir,
según las crónicas, la mujer cautiva se diferenciaba de la mujer no cautiva o
de la tribu en la vestimenta. Esto se daba en el uso de una prenda parecida a
unos botines o borceguíes de algodón entretejido en las piernas, que era
prerrogativa de la mujer caribe tribal no cautiva. Este dato etnográfico marca
la diferencia social de las mujeres. De aquí nos lleva a nuestro estudio a la
mujer caribe tribal como foco de representación étnica amazónica. El cronista
español, Doctor Álvarez Chanca en el siglo XV hace dicha observación como
compañero de viaje del explorador Cristóbal Colón.
…allí conocimos cuales eran caribes de las
mujeres e cuales no, porque las caribes traían en las piernas dos argollas
tejidas de algodón, la una junto a la rodilla, la otra junto con los tobillos;
de manera que les hacen las pantorrillas grandes, e los sobredichos lugares muy
ceñidos, que este me parece que tienen ellos por cosa gentil, así que por esto
me parece que tienen ellos por cosa gentil…()
Las ligaduras tejidas en las piernas, descritas por el Doctor Álvarez
Chanca, eran corroboradas por cronistas franceses como el Padre Du Tertre en
1667. De hecho el prelado Du Tertre va más allá
en cuanto a la vestimenta se refiere como símbolo de un status social de
libertad, pues éste indica que dichos calzados eran estimados como “marca
inefable de la libertad de la mujer, de donde viene el que las esclavas no las
lleven jamás”. Éste
detalle también es documentado por cronistas franceses que visitaron las islas
como Mathias Du Puis , César de Rochefort y el padre Jacques Bouton.
Cabe denotar que las mujeres tupinambos no prisioneras desde temprana
edad llevaban unos botines de algodón igual a las de la mujer de la tribu.
Según Metraux, esto era para resaltar las pantorrillas, que era un signo de
estética.
Según un anónimo en 1647 documentó, tanto el hombre como la mujer caribe
andaban desnudos. Estos se frotaban achiote molido y frito en aceite llamado
“rucú” como protector solar y repelente de los mosquitos. Solamente se destaca
adornos corporales tanto en el hombre como en la mujer. Mientras los hombres
llevaban adornos en el cuello, las mujeres los usaban de brazalete en los
brazos. Dicha bisutería se componía de dientes de animales, piedras y rafas, así
como conchas de crustáceos. Ambos sexos usaban un collar con una media luna que
era ni de oro ni de plata, probablemente de cobre llamada “Karokoli”, esta era
una media luna y solo la vestían aquellos que tenían algún grado de prestigio.
Se entiende que los "karakolis" eran signos de las conquistas de los
caribes continentales hechas en América del Sur y que en su migración al Caribe
trajeron como una especie de identificación tribal.
Según Metraux, los tupinambos también tenían dicha costumbre de asignar
la bisutería a partes del cuerpo según el sexo. A diferencia del hombre, la
mujer caribe no usaba plumas de aves para adorno en la cabeza.
La mujer caribe al igual que el hombre se dejaban el cabello largo, y se lo
trenzaban.
Al respecto, el Padre Du Tertre en 1667 comenta que las mujeres caribes no
tribales llevaban largo el cabello y se dejaban una pollina cortada. A los
lados según el cronista, las mujeres se trenzaban los mechones del lado en
forma de cola y el resto del peinado se lo soltaban atrás sujetado muy
propiamente con cintas de algodón. Tanto es así que el misionero compara el
estilo de las no cautivas con los estilos de la mujer en Europa.
Las mujeres se agujereaban la nariz, las orejas y el labio inferior,
para ponerse distintos adornos. El agujerearse el labio inferior y las orejas
también era una costumbre en la tribu tupinambos.
Los hombres y las mujeres tupinambos al igual que la sociedad caribe,
iban desnudos y cubrían su cuerpo con lo que los portugueses llamaron onatto,
palabra amazónica para el achiote.
El misionero Claude D’abbevile en sus crónicas destaca que las mujeres
tupinambos no vestían ningún tipo de vestimenta y “eran recatadas”, pues su
desnudez no implicaba una afrenta sexual.
Como parte de su ornamento, las mujeres libres usaban caracoles largos
como aretes en las orejas. Estas usaban pulseras confeccionadas por conchas de
caracoles, muy similar a la indumentaria de las mujeres caribes.
Sin embargo, las féminas tupinambos a diferencia de las caribes aldeanas eran
tatuadas en la pubertad, distinguiéndolas de las prisioneras. Para la mujer
tupinambo no cautiva, los tatuajes y adornos en la piel confeccionados por
pintura eran símbolo de belleza y esplendor.
La mujer no cautiva era parte esencial en la economía de la aldea
caribe, así como la de la mujer no cautiva tupinambo. La mayoría de las tareas
cotidianas eran hechas por las mujeres de la aldea. De aquí es que se puede ver
como etnográficamente se marca el desempeño de la mujer caribe no cautiva.
Según Irving Rouse, la tribu caribe entendían la importancia de la mujer tribal
no cautiva como parte del proceso de continuación etno-cultural.
La mujer se convirtió en el recurso humano no guerrero en todas sus
fases. Toda la producción de utensilios, la agricultura, la crianza de los
niños y hasta el cuido de los enfermos son propulsados por la mujer.
Tanto es así que Robiou la llama “la fuerza de producción y reproducción”. Los
artículos de cerámica eran exclusivamente confeccionados por las mujeres. Al
igual que todo material que no fuese usado para la guerra. Piezas en algodón,
utensilios líticos, cortadores y raspadores de coral eran confeccionados por
las mujeres.
Según el Padre Bouton en 1635, en su visión eurocentrica, las mujeres caribes
insulares no cautivas eran “esclavas y desgraciadas” de tanto trabajo. La
mujer, cautiva y no cautiva se encargaba de prácticamente toda la labor
doméstica, excepto la cacería. Un cronista anónimo en 1647 describe:
Las mujeres... les proveen de comer y de beber;
tienen cuidado de los niños y les siguen a todas partes para cocinarles. Tan
pronto como ellas se han levantado se van a bañarse también; después se ponen a
raspar y a rallar mandioca y a hacer el
pan para el desayuno de sus maridos. Hecho el desayuno, se van a trabajar en
sus huertos de mandioca, o de patatas, con un bastón puntiagudo que utilizan en
lugar de azada; las otras van a escardar. Los hombres no se meten en nada de
todo eso. Las que permanecen en las casas o hacen camas de algodón o bien
preparan el rucú, o hacen frotar o engrasar el cabello de sus maridos. Ellas hacen
aceite de un grano que llaman “cuahei”, que en un primer momento convierten en
polvo, y después los secan en la
platina; a continuación la aplasta entre su manos... Las otras hilan algodón
también de noche al fuego. Tienen también como tarea el cuidado de los enfermos
y para ello se le aplican en el conocimiento de los simples que tienen la virtud
contra las enfermedades. Ellas tienen excelentes remedios y muy eficaces, y de
ellos tendremos algún día mayores conocimientos, si Dios así lo quiere. ()
En la sociedad tupinambo, según los escritos de D’Abbeville, la mujer
era la agricultora, productora de alimentos y criadora de los hijos. Igual uso
de tecnología era confeccionado por la mujer tupinambo, sin embargo cabe
destacar que los recursos de la selva del Brasil eran más diversificados que
los de las Antillas Menores. En la tribu tupinambo, al igual que las caribes,
las mujeres de edad eran las que hacían las cerámicas, pues eran las que
llevaban más experiencia. Las tupinambos también llevaban la crianza de los
niños, la agricultura y la preparación de utensilios y alimentos. Según el
padre Abbeville, estas al igual que la mujer caribe insular, no conocían
descanso. Desde la siembra, la preparación de tierra, el mantenimiento de las
plantas, la cosecha; todo hasta la confección de los alimentos y bebidas que
utilizaban los caribes.
Viviendas
El anónimo de 1647 hace una buena descripción de dichas aldeas:
Están (las aldeas) divididos por familias, y sus
familias están compuestas por varios matrimonios que viven juntos y forman unos
caseríos bajo el padre de la familia; los hijos y las hijas de éste que están
casadas tienen cada uno un bohío. Hacen primeramente uno grande y común de
sesenta a ochenta pies de largo más o menos que llaman carbet, alrededor de
este hacen los pequeños bohíos para cada matrimonio (…) las mujeres limpian los
bohíos y los muchachos los carbets...()
Según Irving Rouse, la mujer se mantenía en los bohíos aledaños todo el
tiempo, nunca merodeando el “carbet”, salvo en los festines. Solo se requería
su presencia en la casa comunal para servir comida u otro tipo de actividad
servil. Cabe denotar que las cautivas estaban marginadas de esta posición
territorial en las tribus, pues como se menciona anteriormente tanto en los
tupinambos como en los caribes existían aldeas marginadas para las cautivas.
La aldea tupinambo consistía de unas casas comunales muy parecidas a los
“carbets” caribes insulares. A diferencia de los caribes, los tupinambos
convivían en estas casas comunales dividiéndose cada unidad familiar por
paredes de paja. Estas casas, de geometría rectangular podían medir de 50 a 300
pies de largo (15 a 150 metros) y 30 a 50 pies de ancho (9 a 15 metros). Estas
casas estaban situadas alrededor de un parque ceremonial, en el que se
celebraba todos los eventos. Dentro de cada una de estas viviendas podían estar
ocupadas por 100 a 200 personas. La aldea usualmente consistía de 4 a 8 casas
largas.
Anónimo, n. 24974. “Relation d’Isle de la Guadelouppe
faite par les missionnaires Dominicains a leer General en 1647” En: Cárdenas,
M. “Crónicas Francesas de los Indios Caribes.” San Juan, Puerto Rico, Centro de
Estudios Avanzados y Del Caribe. 1981. pp. 184-186.
De
Rochefort C. “Histoire naturelle et morale des Iles Antilles de L’Amerique”
1665. En: Cárdenas, M.. “Crónicas Francesas de los Indios Caribes.” San Juan,
Puerto Rico, Centro de Estudios Avanzados y Del Caribe. 2004 pp. 311-320.
Du Tertre J. B. 1667. “Histoire Generale des
Antilles.” En: Cárdenas, M. “Crónicas Francesas de los Indios Caribes.” San
Juan, Puerto Rico, Centro de Estudios Avanzados y Del Caribe. 2004. pp. 472-474