Don Pedro: su eterna enseñanza de valor y sacrificio
Por Carmen Cila Rodríguez
Pedro Albizu Campos (1936) Fuente: Biblioteca del Congreso |
Con motivo del aniversario de la muerte física de don Pedro
Albizu Campos el pasado martes, 21 de abril, reflexiono en su origen y sus
vivencias como estudiante. Cuando don Pedro regresa a Puerto Rico convertido en
abogado, sus ideas revolucionarias impactaron la vida y quehacer político del
país. En poco tiempo se transformó en la voz de los pobres de espíritu y en el
político más trascendental de la primera mitad del Siglo XX en la Isla. Nada
más leer algunos poemas de Francisco Matos Paoli o contemplar el mural hecho en
Chicago donde se presenta a Albizu Campos crucificado en una cruz, con la
bandera de Lares en su fondo para darse cuenta que muchos lo consideran un
héroe, un hombre entregado a su vocación salvadora, como Jesús.
Esta percepción sobre Albizu Campos, sin embargo, nos parece
que tiene un contexto. Uno de los periodos donde se forjó el carácter tipo
franciscano del joven fue mientras estuvo en Vermont y en Harvard como
estudiante. Se sabe relativamente poco de esta etapa, pero no es difícil
imaginar que pudo haber pasado lo usual que pasa un estudiante: soledad, penurias
económicas y, de seguro, un cambio de clima abrumador para un joven
acostumbrado al calor ponceño. Albizu Campos era huérfano de madre y vivía en
el barrio Machuelo Abajo en Ponce, una comunidad pobre de esclavos libertos. Era
un estudiante sobresaliente y por instancia del principal de la escuela
superior de Ponce de apellido Gerrish, Albizu Campos seleccionó la Universidad
de Vermont para estudiar ingeniería agrícola. El estudiante solicitó y recibió una
beca de $2 mil de la Logia Aurora No. 7 de Ponce en 1912, pero esta subvención
cubría solo los cursos universitarios. Marisa Rosado, una de las más
abarcadoras biógrafas de Albizu Campos, asegura en su libro Las llamas de la aurora que, para completar
los gastos, su padre “le ayudaba económicamente”, aunque para este periodo
todavía el joven no había sido reconocido como hijo legítimo por su progenitor,
Alejandro Albizu Romero. Por otro lado, el escritor Arturo Luis Dávila Toro
asegura en su libro ¡Nosotros mismos! que mientras fue
estudiante don Pedro trabajó como traductor, como tutor para otros estudiantes,
escribía para periódicos y hasta como jardinero en los predios de la
universidad para sostenerse económicamente. Todo esto sin contar que mientras
cursaba sus estudios en Harvard, Albizu experimentó el impacto de las luchas de
Irlanda contra el poder colonial inglés, lo que ayudó a formar su carácter
político y espiritual.
A través del análisis que plantea Juan Villegas, en su
publicación La estructura mítica del
héroe, podemos imaginar a Albizu Campos pasando por un rito de iniciación
en el que padecerá la transformación de un humano común a un héroe. A veces un
héroe no tiene un mensaje que transmitir, alega Villegas. En cambio, a veces el
iniciado -sobre todo si es joven o adolescente como Albizu- solo quiere
“desligarse de los lazos familiares o del grupo social al que pertenece para
poder descubrir su vocación o proporcionarse de un sistema de valores propio”
(Villegas 90). Es un proceso que muchas veces harán solos. Villegas compara
este viaje iniciático con varias etapas que deberá “sufrir” el héroe. Entre
ellas: el viaje, el encuentro, la
experiencia de la noche y el regreso o aceptación del nuevo mundo. El viaje “no será solo en espacio sino
en evolución. Por tanto estudiar, investigar, buscar intensamente lo nuevo y
profundo son modalidades del viaje” (Villegas 107). El encuentro, expone Villegas, incluye a personajes que aparecen en
el camino “y, de acuerdo con sus características, lo protegen o le crean
dificultades” (Villegas 109). Recordemos al director Gerrish, quien sirvió para
orientar y ayudar al intelectual aprendiz ponceño. Además, durante la experiencia de la noche supone en el
iniciante un aislamiento “en algún lugar solitario, donde experimenta una serie
de acontecimientos, en general aterradores, cuya superación viene a probar que
el joven está en condiciones de exceder a sus enemigos” (Villegas 114). Finalmente,
durante la etapa de la caída la
aventura de la noche puede asumir la forma de descenso a los infiernos, o bien
la entrada a un mundo laberíntico. “Esto siempre es concebido con un carácter
maléfico o peligroso. Su rasgo esencial es la permanencia del protagonista en
el interior de la oscuridad, su marginación de la vida y, por último, su salida
del mismo” (Villegas 116), y por más difícil que parezca es necesario encontrar
esa salida pues es la que lleva al triunfo incuestionable.
Demasiadas veces la vida le presenta al ser humano su rudo
rostro oscuro de escasez, de soledad, de enfermedad o lo enfrenta a la pérdida o
la incomprensión de sus seres queridos. Si, como don Pedro, alguno de estos es
tu viaje puedes aprender a identificar los
factores de la heroicidad para salir adelante. Que hoy y siempre, la vida
de don Pedro sirva de espejo inmaculado en el cual puedas calibrar que las
dificultades y las necesidades económicas o emocionales que se presentan son un
proceso natural de transformación. Hay que aprender a vivirlas un día a la vez con
serenidad y confianza para salir airosos, héroe de tus propias batallas.