La “Guerra del Fútbol” y el rol de los Estados
Unidos en dicho conflicto
Edwin R. Jusino
En el verano del 1969, luego de una serie de
enfrentamientos entre las selecciones nacionales de El Salvador y Honduras, una
guerra estallo entre ambas naciones. La Guerra del Fútbol o la Guerra de las
100 horas cobró vidas, y sus consecuencias tuvieron repercusiones por décadas.
Como todo en el hemisferio, Estados Unidos tuvo un rol importante antes,
durante y después del mismo. Teniendo en cuenta que el conflicto ocurre en la
cima de la Guerra Fría, la documentación examinada presenta el sentir de la súper
potencia americana.
El conflicto
bélico y sus consecuencias
En el escrito por Yuriy Veytskin, Clair Lockerby,
y Steven McMullen, titulado “The Soccer War”, se nos presentan los sucesos de
la noche de julio 14 de 1969.
Los autores relatan que las Fuerzas Armadas Salvadoreñas (FAS) comenzaron la
guerra con una incursión aérea al territorio hondureño seguido por la incursión
de las tropas de tierra hacia la capital hondureña de Tegucigalpa, y la toma de
Nueva Ocotepeque.
Estos autores describen a un ejército salvadoreño
mucho mejor preparado que sus homólogos hondureños. Sin embargo, los avances
tempranos de los salvadoreños se vieron frustrados por el clima, la resistencia
de los civiles hondureños y la falta de municiones.
The advance continued with the capture of Nueva Ocotepeque, a city in
southwest Honduras, but the Salvadoran army then “began to encounter stiff
resistance.” A combination of inclement weather, resistance by Honduran
citizens, and lack of ammunition caused the Salvadoran offensive to grind to a
halt. The Honduran air force retaliated with strategic bombings of oil
refineries and major power centers of El Salvador. With both sides running out
of ammunition, a ceasefire was eventually called by the Organization of
American States (OAS) and went into effect on July 20th.
Con sobre 2,000 muertos para ambos bandos, y el
desplazamiento de sobre 100,000 salvadoreños, las economías de ambos países
centroamericanas se vieron afectadas. Vale resaltar que soldados en ambos
bandos no tenían la mínima idea de las razones por la cual estaban en guerra
según los autores del escrito. Veitskin, Lockerby y McMullen lo describen de la
siguiente manera:
Many people did not even remotely understand the true social and
political causes of the war. Juan Luis Gutierrez, a Honduran soldier who fought
in the conflict, says, “We soldiers didn’t have a clue. We went to war not
knowing what we were fighting for or why. They just told us to defend the
national sovereignty.” Through the use of media propaganda, which evoked
national emotions and pride, both countries were able to convince their
respective citizens that sovereignty was at stake and that there was a
legitimate reason to fight this war. The war may not have been caused by the
soccer matches directly, but it is a prime example of how the emotions and
violence stirred up in the games can easily spill over from the pitch onto the
streets.
Por otro lado, la cadena deportiva ESPN, en un
artículo publicado el 23 de julio de 2013, titulado “La Guerra del fútbol”,
proveen otro punto de vista en torno a la guerra. Según ESPN no está claro
quién lanzó el primer tiro:
El 14 de julio de
1969 comenzó la Guerra, cuando se estableció un frente de fuego en la línea
divisoria de ambos países. No estuvo nada claro qué bando comenzó las
hostilidades, ya que las informaciones son opuestas según lleguen desde
Tegucigalpa o San Salvador. Lo cierto es que durante los cuatro días de
conflicto bélico hubo entre 4.000 y 6.000 bajas civiles.
La Guerra del
fútbol no fue un conflicto generado por las consecuencias de un partido, sino
que tuvo raíces muchos más profundas. Sin embargo, lo que sucedió en los tres
encuentros de las Eliminatorias fue la chispa necesaria para que dos naciones
hermanas lleguen una guerra sin sentido, como todas.
En el documental “La Guerra de las 100 Horas: -
Una crónica desde el aire-”, por Crónicas El Salvador, presenta entrevistas a
varios pilotos de la Fuerza Aérea Salvadoreña, quienes, según el documental,
salieron de la base de Ilopango en la noche del 14 de julio de 1969 en una
misión secreta. La misma tenía como fin el bombardear posiciones militares
hondureñas de cara la invasión del territorio vecino por las fuerzas terrestres. El
escuadrón se lanzó al ataque usando aviones C-47 y los caza bombarderos
Corsarios y Mustang. El
documental, por las voces del coronel Adrián Panameño, y
el capitán Francisco Zeceña,
contradice en parte lo escrito por Veitskin, Lockerby y McMullen, y lo
presentado por ESPN. En especial, el capitán Zeceña dice que:
Organismos
internacionales estuvieron viniendo a través de los pedimentos de nuestro
gobierno a que vieran, de primera mano, los vejámenes que esta gente hacia
contra nuestros compatriotas. Personalmente yo, al mando de un C-4, en más de
una ocasión, los llevé a la zona de Marcala, que es en la frontera con
Honduras. Aterrizando en lomas porque no hay pistas de aterrizaje, y yo también
tuve la oportunidad de ver los vejámenes que habían hecho con nuestra gente.
Gente que había sufrido mucho y eso, pues, contribuía, en todo el personal que
ya estábamos involucrados, en el área puramente militar, se tenía un espíritu
muy molesto porque a nivel político esto no se resolvía.
Mientras que Jay Mallin, periodista que cubrió el
conflicto para la revista Times en 1969, en un artículo escrito para el Air
University Review, en su edición de marzo-abril 1970, y publicada en línea, da
validez a la versión del documental hecho por Crónicas El Salvador:
At 1700 that day, Salvadoran Corsairs, F-51 reconditioned Mustangs, and
C-47s with bomb-adapted wings struck Tegucigalpa’s airport, Toncontin, which is
utilized by both civilian and military aircraft. Salvadoran planes also struck at El Poy,
Amapala, Choluteca, and Santa Rosa de Copán. The Honduran Air Force had the edge over Salvador’s
Air Force, and the raids were intended to reverse that situation. The
Salvadorans did not succeed. Early the next morning, Honduran warplanes (T-28s,
F-51s, Corsairs) hit Ilopango, the San Salvador airport, which is also used by
both military and commercial aircraft. A taxiway was damaged as well as an old
hangar, and one bomb fell on a car in a parking lot in the civilian sector.
Honduran planes also struck at the refinery and industrial complex at the town
of Acajutla, Salvador’s main port. The refinery remained intact; only storage
tanks were hit. Dud bombs hit the piers, doing no damage. The third target area
for Honduran aircraft was El Cutuco, in La Unión, the major port for the
importation of petroleum. Five of 17 storage tanks were destroyed. The port
area itself was not damaged. There were unconfirmed reports of dogfights. One
Honduran Corsair did land at Aguilares, in El Salvador, either because of
damage or because it ran out of gas. In addition, one Salvadoran F-51 and one
Honduran Corsair landed in Guatemala.
Mientras que el portal OnWar.com, portal que se
dedica a recolectar información histórica sobre diversos conflictos bélicos,
postula en su artículo Soccer War 1969:
Despite early Salvadoran air strikes, the Hondurans eventually dominated
in that area, destroying most of the Salvadoran Air Force. The Salvadoran Army,
however, clearly bested the Hondurans on the ground. The Salvadorans pushed
rapidly into Honduran territory before fuel and ammunition shortages and
diplomatic efforts by representatives of the Organization of American States
(OAS) curtailed their progress. As many as 2,000 people, mainly civilians, were
killed in the action. The war had a number of immediate repercussions. The
Salvadorans had expended large quantities of ordnance, necessitating heavy
military expenditures to replenish depleted stocks. Trade between the two
countries was disrupted completely, and the CACM ceased to function as
anything more than a paper entity. El Salvador lost the economic "safety
valve" formerly provided by illegal emigration to Honduras; land-based
pressures again began to build. Although the vast majority of Salvadorans,
including all the legal political parties, had united in support of the war,
this unity did not last long.
El resultado final del conflicto no sería
determinado sino hasta 1992 con una decisión de la Corta Internacional de
Justicia, pese a que en el 1972 lograron firmar un acuerdo y posterior en el
1980 un tratado de paz, pero no pudieron resolver varios asuntos de islas en
lagos que comparten en sus fronteras. La decisión de la Corta Internacional de
Justicia, en su introducción general, hace referencia directa al conflicto
bélico entre los dos países en 1969.
The Chamber outlines the development of the three elements in dispute,
beginning with the genesis of the island dispute in 1854 and of the land
dispute in 1861. Border incidents led to tensions and subsequently to armed
conflict in 1969, but in 1972 El Salvador and Honduras were able to agree on
the major part of their land boundary, which had not yet been delimited,
leaving, however, six sectors to be settled. A mediation process begun in 1978
led to a General Treaty of Peace, signed and ratified in 1980 by the two
Parties which defined the agreed sections of the boundary. The Treaty further
provided with that a Joint Frontier Commission should delimit the frontier in
the remaining six sectors and “determine the legal situation of the islands and
the maritime spaces”.
Por tanto, el conflicto tuvo repercusiones mucho
más profundas de la inmediatez, como lo fue la pérdida de vidas civiles en
ambos países. Además, como sugiere el artículo de OnWar.com, la válvula de
escape económico que representaba la emigración no documentada hacia Honduras
cesó, por lo que las presiones políticas internas en El Salvador comenzaron a
presentar un clima de inestabilidad, a pesar de que la mayoría de los partidos
políticos oficiales del régimen salvadoreño apoyaron la guerra. Pero para
entender el conflicto, se debe entender cómo se llegó a la guerra.
Causas para la
guerra y las eliminatorias mundialistas al Mundial México 1970
A pesar de su nombre, la causa de la “Guerra del
Fútbol” o la “Guerra de las 100 horas” no se basa plenamente en el resultado de
una serie de tres partidos que culminaron en la clasificación de El Salvador al
Mundial México 1970. Casi todas las fuentes concuerdan que el resultado de
dichos enfrentamientos solo fue la gota que colmó la copa. ESPN resume el
ámbito deportivo en la siguiente cita:
El conflicto
entre los pueblos de Honduras y El Salvador alcanzó su punto de mayor tensión
el 15 de junio de 1969. Ese día, los Seleccionados nacionales de ambos países
se enfrentaron en San Salvador por las Eliminatorias para el Mundial de México
1970. Después del triunfo 1-0 de los locales en Tegucigalpa, El Salvador se
tomó revancha y goleó 3-0 en casa, lo que obligó a la disputa de un partido
desempate para decidir qué equipo jugaría la final por un lugar en la Copa.
Sin embargo, ese
tercer juego estuvo marcado por lo que sucedió después del segundo. Tras la
victoria salvadoreña, los hinchas locales protagonizaron graves incidentes en
las calles, influenciados por la campaña anti-hondureña difundida a través de
la prensa. De hecho, cientos de personas persiguieron al micro del plantel
desde el estadio hasta el paso fronterizo de El Amatillo. En cuanto se supo el
maltrato sufrido por los jugadores hondureños, los habitantes de ese país
comenzaron a agredir a cualquier salvadoreño que tuvieran cerca.
La violencia no es un fenómeno novel en el
deporte, y mucho menos en el fútbol, en especial en regiones donde el mismo
goza de mucha popularidad, como lo es en Europa y Latinoamérica. El Banco
Mundial, en un artículo publicado en su web, describe lo siguiente:
En este
campeonato mundial de fútbol
hemos visto patadas, codazos, cabezazos y hasta un mordisco. Las celebraciones
de los resultados tampoco han sido del todo pacíficas: el primer triunfo de
Colombia dejó muertos y heridos en Bogotá; y en Chile, las celebraciones
acabaron con autobuses incendiados y enfrentamientos con la policía.
El deporte,
además, está asociado con las “barras bravas” en algunos países
latinoamericanos, los “hooligans” europeos, la llamada “guerra del fútbol"
en Centroamérica (1970), y hasta con el aumento de casos de violencia doméstica
en Inglaterra, según un reciente estudio.
Paradójicamente,
el mismo deporte que provoca estos hechos en los estadios y fuera de ellos,
puede ser también un instrumento para lograr todo lo contrario: que personas o
sociedades con riesgo de caer en la violencia aprendan a vivir en paz.
“Es un deporte
que convoca, que genera pasión, que atrae, que es colectivo, que requiere
interacción, por lo cual tiene grandes ventajas para usarlo como herramienta
para desarrollar en los niños y en los jóvenes, competencias que les permite
resolver de manera pacífica los conflictos”, explica Martha Laverde, experta en
educación del Banco Mundial.
No obstante, como en varias ocasiones se mencionó
en citas anteriores, los partidos de cara al mundial México 1970 no fueron la
causa primordial del conflicto. Veitskin, Lockerby y McCMullen postulan que las
fuerzas principales que empujaban para la guerra lo fueron la sobrepoblación en
El Salvador, y por consecuente, la inmigración de salvadoreños hacia Honduras,
resultando en un alza en la población salvadoreña en Honduras. Esta inmigración
causó que los inmigrantes salvadoreños lograsen sobre salir en regiones
económicas por encima de los hondureños, causando animosidad entre ambas
poblaciones.
As soccer aficionado John
Turnbull put it, “Football is a game of contested space.”[3]; in Honduras and
El Salvador, this truism extends beyond the pitch. The issue of space is
relevant in the context of the Soccer War because Honduras is about five times
as large as El Salvador in square mileage. In 1969, Honduras had a population
of 2,333,000 in 1969, compared to El Salvador’s 3,000,000. The overcrowding in
El Salvador resulted in a decline in quality of life for a large number of
Salvadoran citizens, and many spilled over to nearby Honduras, which was less
densely populated. These immigrants began to take jobs as factory workers and
cultivators of previously barren land. A growing resentment began to emerge
among many rural Hondurans, who witnessed Salvadoran immigrants in their
communities holding jobs and profiting off of the land. Both governments tried
to stem the tide of unauthorized immigration and resultant border disputes by
reestablishing the border between the two countries; however, a string of
treaties intended to solve the problem were met with public contempt. The last
of these treaties, the Bilateral Treaty on Immigration, though defunct by 1967,
endures in popular memory as resentment is still felt by both sides.
By the time that the first qualifying match took place between Honduras
and El Salvador in 1969, there were 300,000 Salvadoran immigrants living and
working in Honduras. This considerable immigrant population accounted for
approximately 20% of Honduras’s peasant population. As border disputes
continued to simmer and resentment towards the Salvadoran workers grew, soccer
matches between the two countries were poised to arouse nationalist passions
that would escalate the conflict and provoke a war.
El resultado de los partidos solo fue la catarsis
de la situación. O como diría aquel refrán popular, la gota que colmó la copa.
El documental trabajado por Crónicas El Salvador concuerda con la aseveración
de Veitskin, Lockerby, y McMullen.
El conflicto que
el mundo llegaría a conocer como la Guerra del Fútbol inicia muchísimos meses
antes. Con las incesantes denuncias de acoso y maltrato que el gobierno
salvadoreño recibe de los compatriotas que se encuentran en tierras hondureñas.
La aparente prosperidad de los salvadoreños, que se habían trasladado al vecino
país, fue uno de los factores que comenzaron la violenta expulsión de más de
16,000 salvadoreños.
En el mismo documental, el coronel Adrián Panameño
describe la situación en su testimonio:
Los salvadoreños
buscando nuevos horizontes, vieron hacia el norte pues, y se dirigieron hacia
allá. Fueron contratados por estas empresas y lograron su cometido.
Progresaron. Trabajaron, y trabajaron con ahínco, limpiaron la selva, hicieron
todas aquellas tierras pantanosas cultivables, y el salvadoreño que llegó de mozo,
de peón, al poco tiempo ya era jefe de departamento. Después con el producto de
estas ganancias compraban algunos terrenitos. Después cultivaron sus propias tierras
allá en Honduras. Y así, fueron creciendo y creciendo...
El capitán Mauricio Letona
tiene esto que decir en cuanto a los sucesos que llevaron a la guerra:
Hubo mucho
descontento en el país, aquí en El Salvador, por lo que estaba sucediendo entre
Honduras y El Salvador. Eso venía de años para atrás y todos esos sucesos
ayudaron que nosotros estuviésemos preparados a lo peor. Se veía día a día que
se aproximaba la situación. Nosotros sabíamos que iba a terminar en eso. Para
colmo, la historia le llamó la Guerra del Fútbol, precisamente porque eso vino
a ser la chispa, lo último que suscitara el conflicto.
El periódico El País en su edición del 20 de julio
de 2009 recuenta las condiciones en las que los futbolistas de ambas
delegaciones llegaron a aquel decisivo partido en Ciudad de México:
"Hemos
roto las relaciones con El Salvador. Posiblemente haya una guerra". El 27
de junio de 1969, nada más perder en la prórroga (3-2) sus opciones de figurar
en el Mundial de 1970 tras tres partidos a sangre y fuego, el último en el
Azteca de Ciudad de México, Armando Velázquez, coronel y a la sazón embajador
de Honduras, adelantó a los futbolistas de su país la que se les venía encima.
Apenas dos semanas después, del 14 al 18 de julio, los augurios del militar
cobraron forma en la denominada 'guerra del fútbol'-así la bautizó para la posteridad el reportero polaco Ryszard
Kapuscinski-, uno de los conflictos más surrealistas de la historia, que, pese
a durar menos de 100 horas, dejó entre 2.000 y 6.000 muertos según los
distintos recuentos y alrededor de 15.000 heridos.
Las declaraciones del embajador hondureño a la
selección de su país dan prueba de que el partido disputado aquel 27 de junio
de 1969 no fue la razón principal de la guerra. Inclusive el mismo artículo
cita a dos de los futbolistas, Mauricio “El Pipo” Rodríguez y Rigoberto “la
Shula” Gómez. Los deportistas afirman con sus expresiones que el partido fue
usado más como un pretexto político para la guerra.
"La
llamaron injustamente de esa forma. Fue un pretexto que nos pilló en medio.
Jamás imaginé la repercusión que tendría uno de mis goles, lo que iba a
desencadenar", cuenta el salvadoreño Mauricio “el Pipo” Rodríguez, que marcó el tanto decisivo a los 11 minutos del tiempo
reglamentario en la capital mexicana, tras un fallo en cadena de los centrales
y el portero. "Empezamos perdiendo, y empaté con un gol de chilena. Luego
vino el 2-1, pero volví a igualar tras un centro del mediocampista Rosales, de
volea. Pero para terminar una pifia de nuestros centrales nos hizo perder. No
confiaban el uno en el otro... Los goles que concedimos siempre nos vinieron
por ahí", relata Rigoberto “la Shula” Gómez. El hondureño, como tantos otros, insiste en que los
combates "ya estaban arreglados. El fútbol no provocó esa guerra. Fue una
excusa".
Para Jaime Marco, la causa principal del conflicto
fue la situación interna en El Salvador, bajo el régimen de la junta militar
dirigida por Fidel Sánchez Fernández.
Asfixiada
por un crecimiento demográfico desmesurado y por un puñado de terratenientes
que controlaba prácticamente toda la tierra del Estado más pequeño de América
Central, la junta militar salvadoreña, comandada por Fidel Sánchez Fernández,
inició las hostilidades mandando sus aviones sobre Tegucigalpa mientras los
soldados de a pie cruzaban la frontera. Honduras replicó de inmediato con
campos de concentración para los 300.000 salvadoreños que trabajaban en su
territorio. "A algunos los tenían recluidos en el estadio Nacional. Metían
un tiro a una persona y decían que era salvadoreño. Y olvídate", afirma
Miguel Ángel “el Shinola” Matamoros,
con familia en los dos países.
La aseveración de Marcos es un tanto muy general,
pero en principio concuerda con la mayoría de las fuentes previamente citadas,
el conflicto fue más por situaciones políticas y económicas que por el deporte.
Los resentimientos, y lo que se podría denominar como xenofobia, del macro de
la situación se pueden observar en dos factores. El primero, como ya ha sido
presentado, fue la violencia de parte en parte expresadas a través de la serie
de partidos. Mientras que el rol de la prensa de ambos países no se puede dejar
fuera. Marcos, como Yeitskin, Lockerby y McMullen concuerdan que el papel de la
prensa sirvió para agitar las emociones en ambos bandos.
The first of the three World Cup qualifying matches took place in
Tegucigalpa, the Honduran capital. The game went through the 90th minute
without either team scoring. Late in overtime, Honduras finally scored a goal
to win the game. Fans immediately started rioting and fighting in the stands at
the stadium. Some onlookers even reported that the stadium was set ablaze. The
fans on the Salvadoran side were angered by the Honduran victory, and their
dissatisfaction that was compounded by the Salvadoran media, which used the
game to create “a point of national honor.” After the match, reports surfaced
about the suicide of a Salvadoran woman at the conclusion of the game. The
Salvadoran media covered the death in detail and showed the funeral on national
television. Through this arguably propagandistic and jingoistic coverage,
Salvadoran media galvanized antipathy against the Honduran soccer team and the
entire Honduran nation.
Mientras que Marcos plantea lo siguiente en el
artículo del Periódico El País:
"Un diario,
“El Mundo” de El Salvador, nos tomó una foto en el aeropuerto y luego nos
pusieron un huesito en la nariz, como a los caníbales", apunta Gómez.
Al igual que el “New York Journal” de William Hearst, que alimentó el
enfrentamiento entre España y Estados Unidos en 1898 por la isla de Cuba, los
medios de comunicación de ambos Gobiernos -los dos se acusaban de estar al
servicio de Fidel Castro- echaron sal sobre la herida. "Llegamos un
viernes, y la gente estaba tan alterada que suspendimos el entrenamiento y
volvimos al hotel, el Intercontinental, de 10 pisos. Allí encontramos muchos
aficionados, de colegios, con orquestas, bandas... El primer muerto, un chico
salvadoreño que nos acompañaba, fue esa noche, a las dos, cuando salió del
hotel. Lo agarraron a pedradas y vimos, a través de las puertas de cristal,
cómo moría en la calle. Por la noche no quedaba un vidrio sano", relata el
central Fernando “el Azulejo” Bulnes.
Como es en muchas ocasiones, el sentimiento
nacionalista viene acompañado de resentimientos, prejuicios y valores negativos
que hacen resaltar lo negativo en las sociedades. Y dichos sentimientos en su
mayoría son expresados principalmente en los medios de comunicación.
El conflicto bélico entre El Salvador y Honduras
puso el clavo final en los intentos de establecer el Mercado Común
Centroamericano. El Mercado Común Centroamericano es descrito por Vincent Cable
en un artículo titulado “The Football War and the Central American Common
Market”, publicado en la revista International Affairs, de la siguiente
manera:
What effect has the war had on the Central American Common Market and on
the economies of the belligerents? which was formed as a result of a series of
treaties over the 1958-62 period, was the answer by the five small Central
American countries to their besetting difficulties of small size and an
over-concentration on agricultural commodities (coffee in Salvador and
Guatemala; bananas in Honduras; bananas and coffee in Costa Rica; cotton in
Nicaragua) which had fashioned them into classic 'dual economies' typified by
technologically advanced and largely foreign owned plantations and a backward,
poor subsistence sector in which the bulk of the population live, and little
industry. Unifying their economies would have the effect of enlarging the
market for local industrial products, particularly for industries enjoying
'economies of scale '.
Cable sugiere que el conflicto terminó por ponerle
una estocada final al mercado:
The Common Market thus flourished in those sectors where it did not
provoke a conflict between national and multinational authority. But even then,
by mid-1969 it was in serious difficulty. Nicaragua had virtually withdrawn
from the Common Market in March-as part of a series of measures to protect its
balance of payments it had imposed the pre-Common Market tariffs on goods of
regional origin and was only with difficulty prevailed upon to remove them. The
Common Market was also seriously strained by disputes over the rice trade, a
reminder that the region had no agreed agricultural policy. Finally, the last
twelve months have been marked by attempts to protect the serious balance of
payments position of all the countries in a 'co-ordinated' manner. The
instrument for this purpose, the 1968 'San Jose Protocol ', is open to very
serious criticism as a piece of economic policy and Costa Rica's parliament
refused to accept it. The details are discussed below; the important factor
here is to point to the disunifying effect of the Protocol, which has reflected
important differences in economic and political approach.
La guerra puso fin a los intentos de establecer el
Mercado Común durante la Guerra Fría. Las repercusiones económicas serían
notables, puesto a que, sin relaciones oficiales por más de una década, sufrían
económicamente.
El rol de la
diplomacia estadounidense en el conflicto
El ojo de Washington durante el momento del
conflicto miraba hacia Centro América, como canino que vela detenidamente su
entorno. En 1969 la administración del presidente Richard Nixon, recién
comenzando su primer término, se muestra preocupada por el estado de situación.
Richard Payne, en su libro Opportunities and Dangers of Soviet Cuban
Expansion: Toward a pragmatic U.S Policy, plantea la importancia que el
Mercado Común Centroamericano
presentaba para la política externa de los Estados Unidos. Se veía como una
herramienta para bloquear la expansión soviética y cubana en la región
centroamericana.
The Kissinger Commision Report strongly endorsed economic development in
Central America and the re-invigoration of the Central American Common Market.
This recommendation was based on evidence that the trend toward more
pluralistic political systems in the region was reversed with the pernicious
effects of worldwide recession in the early 1970's. Since poverty breeds
conditions conducive to Soviet-Cuban involvement, pursuing a strategy of
economic development would at least reduce their opportunities...
Ese pensamiento lo vemos en el reporte de Henry
Kissinger al presidente Richard Nixon en un memorando fechado el 9 de julio de
1969.
Although press reports have dubbed this the “Soccer War,” the basic
causes of the dispute are deep-rooted and of long standing and could seriously
disrupt the course of regional economic and political integration in the
Central American area.
Por lo visto, la integración económica de la
región de Centro América era de importancia para el Secretario de Estado, Henry
Kissinger. En ese mismo memorando, Kissinger hace críticas que validan puntos
que se han tocado en el ensayo previamente. Entre ellas, la influencia negativa
que tuvo la prensa de cara al comienzo de las hostilidades.
In the early stages of the dispute, our Embassies sought to provide the
two governments with an impartial assessment of developments free of the more
sensationalist press play, and to urge them to sit down together and negotiate
a settlement. When both governments hardened their positions, and indicated
reluctance to engage in bilateral discussions, our efforts shifted to
encouragement of the Central American initiative toward mediating this dispute
“in the family,” or, alternatively, supporting OAS mediation efforts.
Sin embargo, para Kissinger, era primordial que el
conflicto se resolviera pacíficamente.
We are, of course, anxious to see this dispute resolved peacefully. The
State Department has tried to be helpful in supporting a negotiated settlement,
but the Department’s basic position is that this is a Central American problem
in the first instance and that the primary responsibility rests within the
Central American family.
Los esfuerzos diplomáticos de Kissinger alertaban
al presidente Nixon el 9 de julio de 1969, a solo 5 días del comienzo de las
hostilidades, sobre la intransigencia del ejército salvadoreño. Kissinger
sugiere al presidente Nixon que una expresión oficial de su parte pronunciándose
a favor de las negociaciones pacíficas ayudaría el proceso diplomático. En
especial, Kissinger sugiere que una expresión del presidente Nixon podía ayudar
a fortalecer al presidente de El Salvador, quién se estaba viendo presionado
por las FAS.
A personal message from you to the Salvadoran and Honduran Presidents at
the proper moment supporting the mediation efforts of the Central American
Foreign Ministers would be extremely helpful and perhaps decisive. It would
particularly strengthen the hand of the Salvadoran President vis-a-vis the
hardliners in his military. I think it would be extremely important to be able
to react on short notice if the need for such a personal message from you
becomes evident.
Una de las conclusiones que podemos llegar del
documento 642: las presiones políticas internas de El Salvador que menciona Jaime
Marco,
se perciben en la actitud de los militares salvadoreños. Ciertamente Kissinger
estaba convencido que los militares recalcitrantes en el ejército salvadoreño
eran los que estaban empujando hacia la guerra. Esta aseveración se puede notar
en las entrevistas a los oficiales salvadoreños como el capitán Mauricio Letona.
Según un informe de inteligencia, redactado por Thomas
L. Hughes, entonces Director del Buro de Investigación e Inteligencia del
Departamento de Estado, a solo 3 días del comienzo de la hostilidades, julio 11
de 1969, presenta a El Salvador como la parte intransigente. También, a cierto
modo, daba una alerta sobre la posibilidad de que estallara una guerra entre
los dos países, primordialmente impulsada por las FAS.
Despite a conciliatory mood in Honduras, the Salvadoran/Honduran crisis
is deepening because of continued Salvadoran bellicosity. Salvadoran Foreign
Minister Guerrero and Economy Minister Rochac have thus far failed to convince
President Sanchez that mediation offers the best solution to the dispute which
has its roots in Salvadoran migration to Honduras. Military and private
pressures in El Salvador for an uncompromising attitude still prevail.
Moreover, military officers at all levels are increasingly inclined to adopt
the view that military action is the only acceptable and honorable way out of
the impasse.
Hughes continúa su escrito informándole al
secretario Kissinger que de parte del gobierno hondureño había receptividad a
una resolución de la causa principal del conflicto, la emigración de salvadoreñas
hacia Honduras. Según el informe de inteligencia de Hughes, Honduras había
aceptado el reingreso de los nacionales salvadoreños que habían sido deportados
de su territorio.
Honduras seems eager to solve dispute. The mood of the Honduran
government and people seems to be definitely conciliatory. Honduras has
accepted the crucial point two of the 8-point mediation proposal drawn up by
the Foreign Ministers of Costa Rica, Guatemala, and Nicaragua and accordingly
is willing to withdraw its troops from a five kilometers zone along the border.
The government has declared that even undocumented Salvadorans will be
readmitted to Honduras if they can prove residence and are willing to
regularize their status within thirty days. Honduran businessmen apparently are
beginning to miss the well-motivated Salvadoran worker and many are feeling an
economic pinch because of the halt in Salvadoran-Honduran trade. Though some
ultra-nationalists feel that it is good for Honduras to
“go it alone” and anti-Salvadoran feeling is still high in rural areas, most
Hondurans admit that normalization of relations is necessary.
Mientras Honduras cedía a las negociaciones,
Hughes alertaba que El Salvador se preparaba para la guerra, a instancia de sus
fuerzas armadas.
Ominous development in the military. Perhaps the most serious new
development within the Salvadoran military is the growing feeling in the upper
ranks of the officer corps that a military confrontation seems to be the only
“solution.” This attitude first surfaced among junior officers chafing under
charges that the armed forces were parasites in
peacetime and useless when they were
needed to uphold national honor. Blackouts, the mounting of machine guns in
aircraft, the dispersal of forces, tight security measures and the stockpiling
of supplies by the military, all tend to lend credence to the Honduran charge
that El Salvador plans an offensive move.
Time is a key factor if mediation is to succeed. There seems to be a
very real possibility that voices for moderation within the Salvadoran
government will be overruled by the intensity of current feeling against
Honduras and that the Army may attempt to prove its raison d’etre through
offensive action. The longer mediation is deferred, the greater the likelihood
that some type of military adventure will be undertaken.
El 15 de julio de 1969, Kissinger vuelve a
enviarle un informe al presidente Nixon, esta vez anunciando el comienzo de las
hostilidades el día anterior.
El Salvador initiated air attacks against Honduras at approximately 1800
hours July 14. Approximately eight Honduran airfields were reported strafed or
bombed. There were also reports of ground attacks at several border points with
mortar and small arms fire. Reports of incursion into Honduran territory of
Salvadoran troops are not confirmed. A Honduran air strike at one port city in
El Salvador has also been reported.
En ese mismo documento, el Secretario de Estado
Kissinger enumera las acciones que ha tomado el Departamento de Estado en
conjunto con la Fuerza Aérea estadounidense. Según le informa Kissinger al
presidente, la Organización de Estados Americanos solicitó al gobierno
estadounidense que proveyera una escolta militar a sus funcionarios.
From the beginning we have sought to support a mediation or negotiated
settlement. Our activities to date:
-- Our Embassies from the beginning sought to provide the two
governments with an impartial assessment of developments free of the more
sensationalist press play, and to urge the two governments to work out a
settlement.
-- We have supported the mediation of the Foreign Ministers and our
Embassies have consulted with them and sought to support their efforts.
-- A message from you to both Presidents was sent July
8 supporting the mediation and urging that no provocative actions be taken.
-- We supported OAS secretariat staff support for the mediators, and
provided air transportation to get them to the scene this past weekend.
-- With the failure of the mediation and the convocation of the OAS
Council under the Rio Treaty we supported the immediate dispatch of the OAS
committee to the scene to work out a cease fire and eventual settlement.
-- We are members of the OAS committee.
-- We have supplied air transportation for the committee.
For the present I believe that our best strategy is to give full support
to the OAS efforts and to work through the OAS committee to achieve a prompt
cease fire, a cooling off period and a negotiated resolution of the dispute. It
may be desirable for you to make another personal appeal to both sides in
support of the OAS effort at a later point.
Kissinger en el memorando citado del 15 de julio
vuelve a mostrar su frustración con la prensa, y con el gobierno salvadoreño.
The hostilities climaxed almost four weeks of deteriorating relations
which began June 16 after anti-Salvadoran riots swept Honduras in the wake of
reports that Honduran soccer fans had been assaulted while accompanying the
national team to a World Cup regional playoff in San Salvador. In the aftermath
of these riots, Honduran animosity against thousands of Salvadorans living in
Honduras resulted in large numbers of Salvadorans
fleeing back into El Salvador. More than 20,000 refugees are reported to have
crossed the border, and this flow of expatriates aroused Salvadoran
nationalism. Sensationalist journalism and rumors inflamed latent animosities
on both sides, and some violence against Salvadorans has occurred.
The Salvadoran Government has held the Honduran Government responsible
for the conditions which forced their compatriots to flee, and on June 26 broke
diplomatic relations with Honduras, charging that Honduras had committed
“genocide” against Salvadoran
emigrants. Efforts by the Foreign Ministers of Guatemala, Costa Rica and
Nicaragua to mediate the dispute reached an impasse over this past weekend,
largely because of Salvadoran intransigence in refusing to accept the
mediators’ proposals for a buffer zone along the border.
Pressures within the Salvadoran military to take some action against
Honduras contributed to the tension, and occasional incidents of shooting were
reported over the past two weeks, culminating in a series of incidents Saturday
and Sunday. This tension
erupted in the hostilities which began yesterday.
Para el 16 de julio de 1969, la situación se
deterioraba aún más y Viron P. Vaky escribía al Secretario de Estado sobre su
preocupación de posibles violaciones a derechos humanos y la posibilidad de ser
forzados a que la milicia estadounidense tuviera que intervenir.
The Hondurans have rounded up Salvadoran residents and atrocities could
occur if the fighting does not stop soon.
If El Salvador does not agree to a cease-fire, the Council of the OAS
will probably condemn them as aggressors under the Rio Treaty and may impose
sanctions. This may involve establishment of an Inter-American Peace Force, to
which we would be obligated to contribute in some form.
En ese mismo documento, Vaky sugiere que el
ejército hondureño estaba desesperado, y que sin municiones, pudiera capitular.
También enfatiza la actitud recalcitrante de los salvadoreños de cara a negociar
un potencial cese al fuego. Sin embargo, es nuevamente Thomas Hughes, quien ya
en julio 11 había informado al Secretario sobre los preparativos del ejército
salvadoreño para la guerra, quien provee, en otro memorando fechado 18 de julio
de 1969 quien provee una perspectiva de las posibles consecuencias en términos
de defensa y lo militar.
The outbreak of armed conflict between the forces of El Salvador and
Honduras could reinforce old efforts and perhaps generate new attempts in Latin
America to obtain additional arms and equipment. Higher echelon and junior
officers alike may be tempted to press hard for funds to modernize largely
World War II vintage military inventories, arguing that the war, which few
believed possible, demonstrated the critical importance of planning for
self-defense. Whereas the possibility of actually fighting to repel an invading
force seemed remote and somewhat academic before, hawkish officers may now tend
to consider the matter eminently practical and of some urgency.
Internal control concept probably somewhat weakened. The notion that
military establishments should focus almost exclusively on combating subversive
activities and maintaining internal order has probably been damaged by the
harsh reality of the mini-war. Reports of heavy casualties, though exaggerated,
and accounts of air bombardments headlining many hemisphere newspapers will be
read with astonishment and probably some trepidation by various military
leaders. Officers in the smaller countries will view the situation with
considerable alarm and will likely be unwilling to program future military
activities primarily along internal security lines. Rather, the armed forces are likely to became actively interested
in long range questions of national defense, in addition to the more immediate
problem of guarding against internal subversion.
Defense mission in South American reinforced. To the major South
American military establishments, the mini-war will probably furnish a new and
welcome rationale for defense preparedness. After World War II, with
US-sponsored emphasis on hemisphere defense and international peacekeeping, the
traditional national defense mission was substantially downgraded. During the
past few years, however, echoes of earlier conflicts have sounded insistently
through increasing tensions over borders, allegations of “encirclement,” and
rumored plans for sneak attack. Although the growing South American
preoccupation with border conflict has many causes, it is nourished by
institutional concerns of the armed forces. Since the phasing-out of US
military aid has reduced the credibility of hemisphere defense and of the
peacekeeping mission, and because the major South American forces never have
accepted internal defense as a primary mission, a popular awareness of threats
from neighbors can only be regarded by the military as a positive trend. It is
also true that many of the South American services look gratefully upon events
that vindicate their claims to an essential role in defending the nation
because they are now poised for a major cycle of modernization and cannot count
on easy terms of resupply from the US.
El armamento de naciones latinoamericanas era
especialmente importante para Hughes, ya que su análisis en términos de la
eficacia de la Organización de Estados Americanos y su eficacia como una
organización que pudiera ayudar a resolver los problemas pacíficamente estaba
en cuestión. Además, en términos de defensa nacional, en cuanto a la
perspectiva de Hughes, mina los intentos de los Estados Unidos ejercer una
hegemonía hemisférica. Las condiciones particulares de la Guerra Fría
ciertamente son o deben ser consideradas a la hora de analizar el pensamiento
de Hughes.
Efficacy of OAS may be questioned. Military leaders
and government officials may also begin to question whether the Rio Treaty of
Reciprocal Assistance is capable of heading off a conflict where the contending
parties are not already disposed to settle differences through some peaceful
means. Having gone unchecked for four days already, the war could be seen as
demonstrating that the OAS, acting under the Rio Treaty, is powerless to impose
a cease-fire, particularly when US interests are not directly involved.
Arguments that the Latin Americans needed not be concerned with external
aggressors because each country is enveloped in the Rio security pact may be
greeted with a fair degree of skepticism, especially in countries where
neighbors are viewed with suspicion and distrust.
U.S. could be criticized. Although the US certainly would have been
condemned severely if it had intervened, ironically it could also be criticized
for not doing its duty by stopping the fighting. Some Latin leaders may
privately hold the view that the US should never have allowed the situation to
deteriorate to the point of military conflict. Perhaps this view was
foreshadowed to some extent in a remark by a Honduran official who observed
that the news media felt free to engage in excessive bravado because they were
confident that the US would never permit the issue to get out of control.
Thus the mini-war which earlier seemed very improbable and even now
appears rather insignificant, may came to be a catalyst in shifting Latin
American thinking concerning the role of the military and the problem of
national defense.
Es en la segunda parte de este documento donde
vemos la importancia del análisis de Hughes. Hughes sugiere que la retórica
nacionalista de los periódicos asumía que Estados Unidos no iba a permitir que
las tensiones pasaran a más. Hughes también presenta la posición de que no
importaba las acciones que tomase Estados Unidos, iban a ser criticados como
quiera.
La preocupación de Hughes de una carrera de armas
es reflejada también en un memorando enviado por Theodore J. Eliot, Secretario
Ejecutivo del Departamento de Estado, a Kissinger el 1 de octubre de 1969,
posterior al cese de las hostilidades. No obstante Eliot enfatiza que los
Estados Unidos y otros países occidentales habían levantado un embargo
preventivo que frustró los esfuerzos.
Notwithstanding the emotions generated by the five-day war between
Honduras and El Salvador and the unwillingness of the two governments to
negotiate their differences, a special committee established by the 13th
Meeting of American Foreign Ministers has been able to get both sides to agree
to certain steps designed to ease tensions and pave the way for direct
negotiations. A prisoner of war exchange was carried out. Honduras has released
all of the 13,000 Salvadorans interned during the conflict, promptly
implemented an OAS plan for pulling troops back from border points of
“dangerous confrontation”, and has agreed to allow documented and even some
classes of undocumented Salvadoran immigrants to remain in the country. After
delaying because of fear of adverse public domestic reaction, El Salvador has
now released all 233 Honduran civilians it interned during the conflict, has
reestablished telephone and postal communication with Honduras (Honduras had
earlier agreed to this step), and through a process of demobilization and
withdrawal has removed all army troops from the border with Honduras. The press
and radio, especially in Honduras, have begun to show a measure of restraint,
although inflammatory reports continue to poison the atmosphere...
The fear of a renewal of hostilities has caused both countries to make
large arms purchases, frustrated only in part by our own continued embargo and
embargoes by most Western European countries.
Finalmente, según el memorando de Eliot sugiere
que las economías de ambos países y la situación política en ambos países, se
deterioró al concluir la guerra.
Domestically, frustration is growing in both countries over the course
of economic and political developments. The conflict and the more recent
natural disasters have caused deterioration in the economies and neither
government is locally perceived as effectively confronting these problems. In
El Salvador, this economic disquiet may serve to heighten political tensions as
the country moves toward congressional and municipal elections in March 1970.
In Honduras, younger military officers are critical of their superiors’
handling of the war and the government’s inability to capitalize on the
conflict-born national unity, the latter already badly fraying. In the
circumstances, we face an interim period of up to three years with an
essentially unstable situation, one in which any spark might cause resentments
to flare up and create new tensions.
Conclusión
El deporte del fútbol ha servido en vastas
ocasiones más como un elemento de unidad que de separación. El conflicto entre
El Salvador y Honduras no tuvo su raíz en una serie de partidos, sino en el
resentimiento y en presiones económicas que fueron detonadas por los
enfrentamientos. A través de la documentación que se ha examinado, se ha visto
como los Estados Unidos fueron una fuerza que ayudó en el campo diplomático.
Sin embargo, también hay que enfatizar que el armamento usado en ambos países
fue suministrado por los Estado Unidos. Además, en el documental de Crónicas
del Salvador, los oficiales entrevistados también afirman que recibieron
entrenamiento de parte de oficiales estadounidenses en cómo usar efectivamente
el armamento provisto.
Es menester cerrar el ensayo con la siguiente cita provista por ESPN:
La Guerra del
fútbol no fue un conflicto generado por las consecuencias de un partido, sino
que tuvo raíces muchos más profundas. Sin embargo, lo que sucedió en los tres
encuentros de las Eliminatorias fue la chispa necesaria para que dos naciones
hermanas lleguen una guerra sin sentido, como todas.
Bibliografía
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Artículos
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