Reseña sobre Rupturas con el poder: los partidos
municipales de Yauco, 1906-1914
Por Pablo
L. Crespo Vargas
Ponencia de
presentación del libro de José Luis Colón González, Rupturas con el poder: Los partidos municipales en Yauco, 1906-1914,
realizada en el Recinto de San Germán de la Universidad Interamericana el
miércoles 16 de noviembre de 2016. Publicado en El Post Antillano el 19 de noviembre de 2016.
Hoy nos
encontramos ante una obra muy peculiar. Una obra que analiza un tema muy
parecido a lo vivido en este último año eleccionario (se refiere al 2016- nota
editorial) con el surgimiento de movimientos que se distancian de lo que
tradicionalmente es nuestra política bipartidista. Sin embargo, este libro no
es un tratado historiográfico que pretenda explicar el fenómeno desde una
perspectiva macro existencial; sino todo lo contrario, nos lleva a examinar el
caso particular de una comunidad en un tiempo específico: Yauco de 1906 a 1914,
a la vez que da el trasfondo necesario para poder entender lo que allí ocurrió,
desarrollando lo que en el campo histórico llamamos una microhistoria.
En una
entrevista realizada a Giovanni Levi, pionero de este campo, en la revista
española Salud mental y cultura, encontrada
en los archivos de la Asociación Española
de Neuropsiquiatría, este indica que la microhistoria es “un procedimiento
que se caracteriza por modificar la escala de observación (…) actúa a través de
un hecho, de un acontecimiento, de un documento o una pintura, como se tratara
de la visión con un microscopio (…) no es la exaltación de lo individual sino
la recuperación de la complejidad”. Complejidad que autores contemporáneos, no
necesariamente historiadores, como Francis Fukuyama, tratan de minimizar con su
idea del fin de la historia y el surgimiento de un pensamiento postmodernista
que tiene seguidores dentro de muchas ramas, incluyendo a los historiadores. En
nuestro caso y distanciándonos de lo que dice Fukuyama, pero utilizando
elementos postmodernos, José Luis Colón González, nos evidencia en su obra un
modelo ecléctico donde se palpa el estudio de una diversidad de corrientes que
van dirigidas a satisfacer la curiosidad académica que pudiera levantar
acontecimientos tan poco comunes como los sucedidos en Yauco durante el periodo
ya indicado. El autor, de manera efectiva, complementa su estudio desarrollando
elementos de la historia política, la regional, la municipal, el imaginario
sociocultural, la genealogía y la prosopografía. De cada una hablaremos más
adelante.
La portada
de la obra nos presenta una foto de 1906 donde se pueden observar varios
vecinos compartiendo en la calle Betances, al oeste de la Plaza Washington
durante las elecciones de ese año. Al fondo de la misma se puede observar una
de las comunidades más emblemáticas de Yauco, El Cerro. El contracte entre la
foto y las tonalidades de crema nos llevan al recuerdo, a la añoranza de otros
tiempos. También en ellos podemos sentir relajamiento, calma, esparcimiento, y
nos prepara para la marejada de situaciones y conflictos que veremos en el
libro y que ya son adelantados con el título de la obra: Rupturas con el poder. El subtítulo, Los partidos municipales en Yauco, 1906-1914 nos adentra a la
esencia del libro: la historia política de un periodo de la historia del Pueblo
del Café. Más adelante veremos qué tan significativo es este periodo.
El prólogo
de la obra fue escrito por Rafael L. Cabrera Collazo, quien fue el director de
disertación de lo que hoy disfrutamos como libro. Como buen historiador
presenta un análisis dirigido a utilizar la obra como punto de partida para
continuar investigaciones referentes a la fundación y el desarrollo de otros
partidos políticos municipales. José Luis Colón González inició en Yauco este
reto, pero la lista sigue con Gurabo, Río Grande, Utuado, Ponce, Orocovis,
Corozal, Arecibo, entre otros. Para los curiosos a este tema los refiero al
apéndice localizado en las páginas 245 a la 247, donde el autor nos presenta
una relación de movimientos políticos municipales.
Continuando
con la presentación de Cabrera Collazo, este establece una analogía entre el
escrito de Colón González y el de Gene Brucker, Renancimiento en Florencia, ya que en ambas obras se demuestra cómo
el poder oligárquico se las arregló para mantener y mejorar los aspectos de la
infraestructura que tan necesario era para el desarrollo de toda la comunidad,
así como para mantener a la élite gobernante en su sitial preferencial. Cabrera
Collazo, también apoya el esfuerzo del estudio de la microhistoria al indicar
que esta humaniza el campo, de lo cual estoy 100% de acuerdo. Este argumento es
importante ya que este tipo de estudios nos lleva a conocer lo particular, lo
cotidiano, los detalles que se pierden en la macrohistoria y que son vistos de
manera generalizada. Los microcosmos llaman la atención al público, primordialmente
porque el individuo se identifica con ellos y le despierta la curiosidad de
conocer qué y cómo pasó.
Ya adentrándonos
a la obra como tal y acordándonos de las categorías historiográficas que había
mencionado iniciamos nuestro análisis con la historia política, ya que es el
tema esencial. El autor en la introducción analiza el desarrollo político en
Puerto Rico desde el decreto dirigido a la realización de reformas en las
colonias antillanas presentado en 1865, el cual demostró un rayo de esperanza
dentro de los círculos liberales puertorriqueños para que se le otorgase
libertades que rompieran con las leyes especiales, establecidas desde 1837, las
cuales instituían que los ciudadanos antillanos no eran iguales a los
peninsulares. El trasfondo político que el autor presenta va dirigido a
entender la mentalidad que se fue desarrollando luego de 1898. Para estos efectos
el primer capítulo es fundamental. En él se describe el sistema de partidos y
los movimientos municipales estableciendo un patrón enmarcado en los conflictos
políticos de la época: las diferencias entre liberales y conservadores y las
desarrolladas entre liberales separatistas, asimilistas y autonomistas. A esto
hay que añadir la ruptura que se dio entre autonomistas, creándose los bandos
de Luis Muñoz Rivera y José Celso Barbosa, los cuales fueron la base para los
partidos políticos luego de la Guerra Hispanoamericana. En este primer capítulo
también se presentan ejemplos de otras formaciones o movimientos políticos que
se dieron en pueblos diversos, y como ya se ha dicho, pudieran ser temas para
futuras investigaciones.
En cuanto a
la historia sociocultural de Yauco, esta es trabajada desde el segundo
capítulo. Allí podemos ver la importancia del municipio ya que en 1899 era el
sexto en población luego de San Juan, Ponce, Mayagüez, Arecibo y Aguadilla (p.
103). El autor nos explica cómo los procesos de inmigración en el siglo XIX
fueron moldeando las características necesarias para el desarrollo agrícola de
la zona (pp. 74-78). Tan temprano como 1802 comenzaron a llegar las primeras
olas de inmigrantes que se asentarían en la región. Muchos de ellos con oficios
y conocimientos técnicos que ayudaron al desarrollo económico de Yauco. El café
se convirtió en el principal producto agrícola, aunque también se dedicaron
tierras al cultivo de caña de azúcar, tabaco, granos, frutos menores y a la
ganadería (véase tabla 2, p. 84).
Otro
aspecto que nos llama la atención es cómo las condiciones sociales y económicas
fueron provocando un aumento en el ideal liberal de los yaucanos. Lo cual incitó
una serie de acciones revolucionarias que indujeron a una diversidad de
situaciones, entre ellas la violencia en las elecciones de diputado de 1884 (que
es narrado en las páginas 87-88), el efecto de la represión política que tuvo
su mayor ímpetu en 1887 y el intento de rebelión que es conocido en nuestra
historiografía como “la intentona de Yauco” ocurrido en 1896 y con una segunda tentativa
en 1897 (pp.90-97).
En cuanto a
la historia regional y municipal, aplicando algunas de los puntos ya señalados,
vemos como Yauco a finales del siglo XIX y de cara al siglo XX se consolida como
bastión del republicanismo; primeramente, bajo el Partido Autonomista Histórico
Puro u Ortodoxo y luego bajo su sucesor el Partido Republicano Puertorriqueño.
El
imaginario sociocultural, la genealogía y la prosopografía son aspectos que se
entrelazan en diversidad de ocasiones. En el caso de la prosopografía, esta puede
ser definida de manera sencilla como la descripción de un personaje; aunque en
el caso de su uso de manera historiográfica y con el excelente ejemplo de esta
obra, esa visión se amplía para poder establecer las características que se
desarrollaron en la clase gobernante yaucana de la época y cómo estas afectaron
el desarrollo del municipio. El autor dedica tiempo y espacio, a presentar a
cada uno de los alcaldes yaucanos (p.105 ss.): Francisco Mejías, nombrado por
las fuerzas estadounidenses en 1898; Atilio Gaztambide, quien había sido
elegido anteriormente; Manuel Pasarell Rius (interinato 1899), Francisco
Negroni Lucca (interinato 1900), Francisco Pieraldi (1900-1902), Tomás Olivari
Santoni (1902-1904), Antonio Mattei Lluveras (1904-1906), Juan Roig Fabre
(1906-1910) y Francisco Catalá Rodríguez, quien gobernó desde 1911 a 1914. Para
los estudiosos de la genealogía, los trasfondos familiares de cada uno de estos
personajes son de vital importancia. Y si esa particularidad fuera poca, el
autor nos presenta tres cuadros genealógicos en las páginas 248 a 250.
El capítulo
III es dedicado a Juan Roig Fabre y cómo las diferencias entre él y Antonio
Mattei Lluveras provocaron el surgimiento del Partido Republicano Puro de Yauco.
Como oportunidad de posteriores estudios, y mencionado en el libro, está la
formación de ramificaciones de este partido en otros municipios tales como
Mayagüez, San Germán y Lajas. Curiosamente, la insignia utilizada por los
disidentes yaucanos fue una palma. Como
resultado de la creación de esta organización los partidarios de la Unión de
Puerto Rico en Yauco aceptaron aliarse a los republicanos puros presentando
candidaturas comunes al puesto de alcalde y concejales. El resultado, como
indica el autor: “Era la primera vez en la historia política del País que la
unidad de propósitos y fuerzas locales vencían la maquinaria de los partidos
principales” (p. 141).
La
incumbencia de Roig Fabre fue una escalpada desde el principio (p. 142 ss.).
Entre las denuncias que se hicieron de él estaba el haber despedido empleados
“de correcto proceder” y sin justificación alguna, nombrado personas de dudosa
reputación, incluyendo un asesino, y de poco conocimiento en las taras
asignadas. Desvió fondos y como si todo esto fuera poco, lo que para los
historiadores es un crimen, ordenó la destrucción parcial del Archivo Municipal.
Las denuncias llevaron al Juez Municipal a encarcelar al alcalde y al
secretario del ayuntamiento, aunque luego salen fiados. En una acción
lamentable, el 21 de marzo de 1908 el gobernador falla a favor del alcalde.
Por otro
lado, se indica que Roig Febres fue muy activo en desarrollar la
infraestructura municipal con proyectos de diferente índole, siendo el
acueducto el de mayor envergadura (véase anejo en páginas 253-266). Debo
indicar que este proyecto no se culminó bajo su mandato. Entre otros proyectos
qué si fueron completados podemos mencionar la Escuela Yauco, la primera planta
eléctrica, la construcción de un nuevo cementerio en Guánica y la de un puente
sobre el Río Loco.
Regresando
al plano político, Roig Fabre reingresó a las filas del Partido Republicano y
comenzó a proyectarse a una posible reelección, aunque se seguían realizando
señalamientos que perjudicaban la misma; entre ellos el atender caminos
vecinales en época de elecciones que durante el cuatrienio fueron olvidados.
Esto y otras situaciones que veremos adelante motivaron la creación de otro
grupo disidente: el que llegaría a llamarse el Partido Yaucano y que se
establecería de manera pública el 15 de septiembre de 1910.
El cuarto
capítulo presenta a Francisco Catalá Rodríguez y su obtención del poder
municipal durante el periodo de 1910 a 1914. Se debe indicar que su esposa,
Rita María Mattei Emmanuelli era hija de Antonio Mattei Lluveras, quien fue
alcalde de 1904 a 1906. Catalá Rodríguez había sido parte de las
administraciones republicanas desde 1901, cuando obtiene la subasta para la
extracción de la basura del Municipio. En 1902 es elegido a un puesto consejal
y desde esa posición fue un fiscalizador de los excesos que se cometían en el
ayuntamiento. Desde 1907 es un crítico de las prácticas de gobernanza
establecidas por Roig Fabre, tales como el despido injustificado y los
nombramientos sin la aprobación del consejo. Durante la convención republicana
yaucana esperaba poder ocupar la candidatura a alcalde; el intento fue uno
fallido lo que lo llevó a pactar con los unionistas la formación de una
colectividad política que al fin solo respondiera a intereses locales. Dentro
del proceso se da la renuncia de los candidatos unionistas el 1º de octubre de
1910. La campaña política fue una intensa y de ataques constantes entre las
partes. Ya el 6 de noviembre de 1910 se realizaron las elecciones, en las
cuales el Partido Yaucano obtuvo una victoria por 206 votos (que equivale a un
3.42% de ventaja).
Una de sus
primeras gestiones fue el conseguir un préstamo de $30,000 para el
mantenimiento y arreglo de caminos vecinales. Luego se trató de gestionar uno
de $70,000, el cual su proceso no fue completado. En cambio, se consiguió aprobar
uno de $90,000 que se dividieron en $70,000 para proveer al municipio con un
sistema de abastecimiento de agua, $10,000 para otro en Guánica y $10,000 para
construir una carretera entre Guánica y Yauco.
Sobre el
caso de Guánica, este debe ser analizado en un apartado distinto (véase pp.
194-200). Tiene la peculiaridad de que al finalizar este periodo se separó de
Yauco y se constituyó en un municipio independiente. Las causas, aunque no son
el tema primordial de la obra, se entrelazan con el inicio de las operaciones
de la central azucarera establecida allí. El impulso que esta dio al ideal
secesionista fue combatido por los dos principales actores del libro: Roig
Fabre y Catalá Rodríguez. Ninguno pudo evitar el desenlace que ya todos
conocemos. En los apéndices se encuentra el acta de segregación para beneficio
de los interesados.
Regresando
con Catalá Rodríguez, este no estuvo ajeno a señalamientos por prácticas
contrarias al buen gobernar. Una de ellas, el utilizar a sus hermanos en
puestos de confianza, lo que hoy llamaríamos nepotismo. A esto hay que añadir
que, en las investigaciones sobre la malversación de ingresos de Roig Fabre,
sale su nombre ya que en aquella época ejerció como contador municipal. Se
puede apreciar que en cierta medida Catalá Rodríguez, como dirían en el barrio,
“probó de su propia medicina”.
En el 1912
se desarrolló lo que el autor señala como “un tercer intento” de creación de un
partido, el mismo sería conocido como Fraternidad Republicana (pp. 201-206).
Los comicios de ese año eran para elegir los escaños legislativos insulares, y
a nivel de municipio, los puestos de jueces, alguaciles y secretarios de corte
de justicia. En este caso, la Fraternidad buscaba llenar las vacantes
municipales. Contrario a lo que había pasado anteriormente, este nuevo partido
solo obtuvo 67 votos.
Las
elecciones de 1914 marcaron el fin del Partido Yaucano, ya que los unionistas
no consideraron establecer nuevamente una alianza con Catalá Rodríguez, por lo
cual este no compareció a las urnas. La evaluación del autor a esta
administración se resume en la siguiente cita: “Sin lugar a dudas, la obra y
gestión públicas desarrolladas durante la administración de Francisco Catalá y
el Partido Yaucano (1911-1914) constituyen un modelo práctico y exitoso de una
nueva forma de gobernar la empresa municipal de esa época” (p. 209).
En la
conclusión, José Luis Colón González, indica un dato que considero curioso y
que es ejemplo de cómo se distorsiona nuestra democracia actual. El autor menciona
la facultad dentro de la Ley Electoral de Puerto Rico que prohíbe las alianzas
políticas como las que se dieron en Yauco a principios del siglo XX. Este dato
me pone a indagar si esta disposición no violenta el derecho de libre
asociación que tenemos los puertorriqueños en nuestro sistema de gobierno.
Traigo el punto no para buscar una respuesta inmediata sino para que
reflexionemos sobre el mismo.
En otros
aspectos de la obra que debemos mencionar está el que la misma tiene 24 páginas
de bibliografía, varios apéndices, algunos de ellos ya mencionados y que en
total suman casi 100 páginas y un índice onomástico de 27 páginas. Es publicado
por la Editorial Universidad Interamericana de Puerto Rico y el auspicio de la
Academia Puertorriqueña de la Historia. En definitiva, una obra que todo amante
de la historia debe tener.