Análisis sobre Political Development of Porto Rico de
Edward Wilson
Por David A. Beauchamp Roche
Con mi análisis no pretendo convertirme en
un erudito intérprete de las condiciones políticas de Puerto Rico de finales
del siglo XIX y principios del XX. Ni tan siquiera es una interpretación eficaz
de su forma de racionalizar el proyecto colonizador.
Me limitaré a su interpretación de los
eventos políticos ocurridos luego de la formación del Partido Autonomista hasta
su partida en mayo del 1905. No incluiré en mi análisis aquellas partes que
tienen que ver con lo económico (o lo material, como le llama Wilson en el
libro) ni tampoco tocaré los aspectos sociales de su libro.
Algunos historiadores llaman a Wilson
“amigo” del país, por su condescendencia para con los puertorriqueños. Sin
embargo, si le damos una lectura profunda, vemos que tal amistad solo es la
condescendencia que le tiene el gato al ratón que ha capturado y juega con él,
sabiendo que el poder se encuentra de su lado y nada podrá arrebatarle de sus
garras a su presa. Conmiseración del superior ante el inferior porque (de
acuerdo a su conciencia) sería poco civilizado para una nación poderosa tratar
de forma cruel al conquistado, de la misma forma que había tratado la criminal
España a sus súbditos colonizados.
Wilson describió a España como una retrógrada y
racialmente inferior (por sus mezclas raciales) asunto que tanto recalca a través
de todo su escrito. Para él, España fue una nación que llevó a sus colonias al atraso tanto económico
como moral. Nos indica que España con su política monárquica y de antiguos modelos había
dejado en sus antiguas colonias desolación y pillaje. Por lo tanto, el modelo
que habían tenido las colonias las llevaría al desastre.
Por esta razón se necesitaba una
civilización joven para llevar a estas antiguas colonias hacia el futuro. La
política moralizadora y de modernismo la tenía los Estados Unidos y no España.
Por supuesto detrás de esto lo que había era expansión comercial y el
mantenimiento de lugares donde poder reabastecer a la Marina de Guerra. Pero esto
está mejor explicado en otros libros escritos por otros norteamericanos que
vinieron a Puerto Rico, enviados de avanzada y reconocimiento.
La parte que discutiré es aquello que
comienza con la Asamblea de Ponce donde en 1887 se forma el Partido
Autonomista. Luego hablaré de la Asamblea de Mayagüez donde estaré comparando y
contrastando sus comentarios con los textos incluidos en Puerto Rico: Cien años de
lucha política de Reece Bothwell y otros libros de referencia entre los
cuales están, Porto Rico, hecho en Estados Unidos de Mario
Cancel y José Anazagasty; Llegó la
gringada…de Héctor Román Marín y los libros mencionados en la bibliografía.
El relato de la lucha de Puerto Rico por la
autonomía comienza con la Asamblea de Ponce de 1887, llevada a cabo en el
Teatro La Perla. Inmediatamente resalta la figura de Román Baldorioty de Castro
(lo llama Ramón), al que Wilson considera el hombre más prominente de Puerto Rico.
“No portorican is as prominent in the history
of the island as this man. Educated in Madrid through the aid of a priest, he
soon became identified with the popular movement in Porto Rico in favor of
self-government…”[1]
No entiendo la razón por la cual se derrama
en elogios para Baldorioty, quizás para que cuando luego despotrica contra Luis
Muñoz Rivera no se vea como una venganza de su parte por ser Muñoz Rivera una
persona por la cual él sentía cierto desprecio. Baldorioty no fue
históricamente adversario de EEUU. Muñoz Rivera lo fue, por lo que puede pasar
por un “mal discípulo del primero, metáfora que se reitera cuando se trata de
ambos.
Su apreciación de la Asamblea de Ponce es
que fue una donde se tomaron decisiones arrojadas y valientes, ya que el
Partido Autonomista no solo pedía autonomía sino un tipo de soberanía.[2]
Sin embargo, si hacemos una lectura material del Programa y Declaraciones
del Partido Autonomista de Puerto Rico, éste nos deja ver que los autonomistas,
aunque pidieron descentralización total, juraban lealtad a España:
Art.2-Dicho
Partido tratará de obtener la identidad política y jurídica con nuestros
hermanos peninsulares; y el principio fundamental de su política será alcanzar
la mayor descentralización posible dentro de la unidad nacional. [3]
Podemos ver como el Partido Autonomista se
protege al declarar que sus señalamientos serán dentro de la unidad nacional.
Antes de enumerar una serie de peticiones de autonomía local en el Art. 5 dicen
que no rechazan la unidad política.[4] Lo que significa que quieren ser una unidad autonóma unida a España.
Wilson tiene razón al decir que esto desata la ira de los incondicionales. Aunque no deja claro si ellos o a Península fueron los responsables de lo que ocurrió después, una represión de tal magnitud, que le fue llamada "el terrible año del 87". Describe el autor con lujo de detalles hasta las penas que le fueron administradas a los que por varias razones se les aplicó lo que vino a llamarse como el Componte. Este episodio de nuestra historia ha sido recordado en nuestra memoria colectiva y hay historiadores que piensan que fue una de las razones por las cuales durante la invasión norteamericana los puertorriqueños no tenían el ánimo de luchar a favor de los españoles. Fue un plan concertado y preparado por los incondicionales, los que llevarían al general Palacios a pensar que los autonomistas por medio de sociedades secretas, incendiaban y saqueaban los negocios españoles, acusándoles inclusive de tratar de acorralar a los penínsulares para sacarlos del país. Algunos historiadores de filiación nacionalista no lo ponen en duda y no le quitan parte de la razón a Palacios.
Wilson tiene razón al decir que esto desata la ira de los incondicionales. Aunque no deja claro si ellos o a Península fueron los responsables de lo que ocurrió después, una represión de tal magnitud, que le fue llamada "el terrible año del 87". Describe el autor con lujo de detalles hasta las penas que le fueron administradas a los que por varias razones se les aplicó lo que vino a llamarse como el Componte. Este episodio de nuestra historia ha sido recordado en nuestra memoria colectiva y hay historiadores que piensan que fue una de las razones por las cuales durante la invasión norteamericana los puertorriqueños no tenían el ánimo de luchar a favor de los españoles. Fue un plan concertado y preparado por los incondicionales, los que llevarían al general Palacios a pensar que los autonomistas por medio de sociedades secretas, incendiaban y saqueaban los negocios españoles, acusándoles inclusive de tratar de acorralar a los penínsulares para sacarlos del país. Algunos historiadores de filiación nacionalista no lo ponen en duda y no le quitan parte de la razón a Palacios.
A pesar del Componte, la lucha por la
autonomía continuó siendo fuerte y se reunieron en Mayagüez. Wilson hace un
recuento extendido de lo que ocurrió en Mayagüez y luego cómo el Partido logró
salir a la luz pública. Dice Wilson que en Mayagüez se abrió una brecha en el
Partido por el deseo de Muñoz Rivera de unirse a un partido peninsular
monárquico. [5] En las enmiendas que aparecen en el libro de
Bothwell podemos leer el Artículo siete, que dice:
“La
delegación de acuerdo con el leader del partido y por medio de los Comisionados
que ella designe y que éste presidirá, quedan facultados para acordar y
realizar inteligencias o alianzas del Partido Autonomista Portorriqueño con los
demócratas peninsulares que acepten o defiendan al sistema autónomo
administrativo de las Antillas.”
Este Artículo fue el eje de la discordia
que al fin y al cabo llevaría a la separación definitiva al Partido Autonomista
en dos facciones. Aunque en la reunión de Mayagüez en 1891 en los acuerdos
aceptados se desestimó la petición de De Diego y Muñoz Rivera de concretar una
alianza con el Partido Fusionista acaudillado por el Sr. Sagasta.[6]
Bothwell recoge todos los momentos en el
que el Partido Autonómico se fue moviendo hacia la fusión con el Partido
Liberal Español, coincidiendo con la información brindada por Wilson. También
recoge los momentos en que los no pactistas abandonaron el Partido Autonomista
para fundar el Ortodoxo.[7]
Wilson critica duramente la coalición entre
el Partido Liberal Español y el Autonomista Puertorriqueño. Adopta la posición
de los Ortodoxos, luego Republicanos. Para él, es lo más extraño que pueda
suceder, siempre debe haber dos fuerzas, y más en la política.[8]
Pero para Muñoz Rivera era esa la oportunidad por la que estaba
esperando, aunque él mismo analizando la situación llamara a su Partido,
oportunista.
Tanto Muñoz, como todos los involucrados en
el pacto sabían que la oportunidad no había llegado por las gestiones de Muñoz, el Partido o Sagasta. Si no que la situación en Cuba y
la presión de Estados Unidos había obligado a España a pactar con las fuerzas
rebeldes cubanas, que dicho sea de paso no aceptaron la autonomía ofrecida por
España.
Entonces, según Wilson, entra en escena el
Dr. José Celso Barbosa, médico instruido en los Estados Unidos, que había
rechazado el pacto con Sagasta y su Partido Liberal, y formó un nuevo partido
que surgió del antiguo Partido Autonomista para llamarse el Puro u Ortodoxo.
Wilson nos narra como en un viaje de Ponce
a San Juan, Barbosa fue reconocido y la gente lo aclamaba y tuvo que dar
discursos en varios lugares del trayecto. [9]
Esta disputa sería la base del Partido Republicano y del Partido Federal.
Luego de concedida la autonomía se tomaron
provisiones para formar dicho cuerpo o sea las elecciones para constituir el
gobierno autonómico. Luis Mattei Filardi concuerda con Wilson en la apreciación
de éste de que se había hecho todo lo posible para que los eventos ocurriesen con
regularidad. Se pactaron no solo el buen comportamiento ante las elecciones,
sino que los viejos rivales pactaron para dar una manifestación de democracia
al respecto. Mattei nos dice lo siguiente sobre José Celso Barbosa:
“…Las
palabras de Barbosa reflejan el sentimiento del momento. Por fin la autonomía
es un triunfo. El éxito ha coronado nuestros esfuerzos. Enérgicos y viriles en
la lucha; consecuentes y perseverantes en la propaganda; con fe en los
principios y en la virtualidad de la doctrina, luchamos y vencimos.”[10]
Entonces llegó la Guerra Hispano cubana
norteamericana. Todo se vino abajo, la Asamblea Legislativa solo se pudo reunir
un par de veces. Todos los planes de Gobierno Autonómico también se frustraron.
Se tenía que establecer un compás de espera, para ver que traía la nueva
metrópoli. Las fuerzas políticas se estaban realineando, estaban los
independentistas que querían que Estados Unidos los liberara para entonces ser
estado de E.U. y se conformarían con un estatus de territorio en lo que
aparecía el de estado. Otros querían la independencia sin más y estaban los que
querían permanecer con un gobierno local en lo que llegaba la estadidad.
Wilson en su libro nos narra los primeros
días del régimen militar. Los generales Brooks y Henry trataron según él de
mantener el orden anterior y solo limitándose a cambiar aquello que estuviera
en desacuerdo con las leyes que fueron objetables.[11]
Hace notar que inmediatamente que llegaron las tropas norteamericanas se
desarrolló un tipo de venganza en contra de los peninsulares, reinó el caos.
Las partidas de tiznaos.
Los generales norteamericanos no se
atrevían a intervenir por miedo o simpatía. El general Henry impuso tribunales
militares para mantener la calma y dice que la causa de todo esto y los culpables
se pueden encontrar entre las sociedades secretas formadas para oponerse al
régimen autocrático español.[12]
La situación fue tan grave que las tropas norteamericanas, que según el general
Miles, venían a arrancar a los puertorriqueños de las garras de la tiranía, tuvieron que dedicarse a proteger a los españoles principalmente a los
comerciantes y a los hacendados.
En su libro Wilson nos dice lo siguiente:
“Suspicion, greed and corruption were the logical
incidents of the situation. The military governor sought to neutralize these
disagreeable conditions. They tried to start a moral conviction among the
people. They exhorted and threatened and appointed no-partisan boards and
cabinets, and moderate men for alcaldes but the faults remained. There
were ingrained in the life of the island.”[13]
Sin embargo, si lo vemos del punto de vista
de un puertorriqueño como José Trías Monge en su libro Puerto Rico: Las penas de la colonia más antigua del mundo, este
periodo si fue desgraciado, pero no necesariamente por las razones expuestas
por Wilson, y dice Trías Monge:
“El
gobierno militar dejó una fuerte marca en el tiempo siguiente fue un periodo de
gran sacudida social que produjo un realineamiento de lealtades y aspiraciones
políticas. Choques culturales entre el gobierno militar estadounidense y
sectores del pueblo puertorriqueño comenzaron a echar bases de resentimiento.
La división se hizo más amplia en la familia puertorriqueña…”[14]
Añade más adelante:
“El
periodo del gobierno militar reforzó también la convicción de influyentes
funcionarios estadounidenses de que los puertorriqueños no eran en general
aptos para el alto nivel de gobierno propio que por fin se les había concedido
al concluir el gobierno español.” [15]
Pero añade para estar a favor, un poco, con
Wilson:
“Los
serios errores de este periodo, que fueron cometidos durante la primera mitad
del siglo veinte, debieron, con todo, ser vistos en perspectiva. Los hombres
bien intencionados, pero tristemente poco preparados, enviados a gobernar un
pueblo orgulloso con una cultura tan diferente de la suya, no quisieron ser
severos.”[16]
Luego de tanto sufrimiento bajo el régimen
militar, Puerto Rico esperaba un poco más de gobierno propio. Sin embargo,
según Wilson, la acudida de los puertorriqueños a Washington para abogar por la
Ley Orgánica ocasionó que el comité que estaba viendo o llevando a cabo las
vistas se sintieran avasallados por la cantidad de delegaciones que fueron a
Washington para exponer sus ideas en cuanto a la Ley Orgánica. Entre las cosas que
pedían estaban:
“They were unanimous for territorial government, free
trade with the United States, a substantial money basis, and these things they
wanted promptly, so that with civil government, the island could borrow ten or
fifteen million dollar to assist the coffee planters.”[17]
De acuerdo a Wilson lo que más interesaba
era el libre comercio y el préstamo. Los puertorriqueños pidieron un millón y
medio de adelanto para el café. Pero lo más importante para los puertorriqueños
era el gobierno autónomo. Todos los que fueron preguntados estuvieron a favor
del gobierno autonómico. Pedían libre comercio con las responsabilidades que
esto llevase, impuestos y todo. Esto por supuesto tenía la oposición de los
representantes del azúcar, el tabaco, etc. Pero no se lograría porque tendrían
que hacerlo también con las Filipinas, por lo tanto, Puerto Rico tendría que
sufrir como Filipinas.[18]
Pero no se logró lo que se quería, por lo
menos, lo que los puertorriqueños querían. Para Wilson la Ley Foraker era muy
buena por las siguientes razones:
“The Foraker Law was, on the whole, a wise regulation
for the introduction of a conquered province in to the American system. It was
intended to establish a term of probation, to give Porto Rico a chance to
adjust itself to its capacities of need.”[19]
Sin embargo, desde el bando puertorriqueño
no se opina lo mismo y dice Marín Román:
“La
insatisfacción con la nueva forma de gobierno, creada para la isla por el
Congreso, desató la resistencia política abierta y el levantamiento vehemente
contra la americanización cultural.”[20]
Por otro lado, Trías Monge nos dice lo
siguiente:
“Se
suponía que la ley Foraker fuera una medida temporera para dar a Puerto Rico un
gobierno civil, hecho expresado en su título, pero nunca ha sido revocada.
Aunque algunas partes han sido reemplazadas, algunas de sus secciones siguen
vigentes hoy como parte de la Ley de Relaciones Federales.” [21]
Por supuesto esto provoca una disputa a
muerte de los partidos en Puerto Rico, Federal y Republicanos.
El Federal, aunque apoyaba la estadidad, en
su postulado número dos (2) nos dice:
“El
Partido Federal declara que acepta y aplaude el hecho de la anexión consumado
tras la guerra, considerando que Puerto Rico será un pueblo próspero y feliz a
la sombra de la bandera americana y al amparo de las instituciones federales.”[22]
En la sección cuatro (4) y cinco (5) nos
informa:
“…Pide
que sea un territorio de la Unión… como un estado… con delegados con voz, pero
sin voto.”
“El
Partido Federal aspira a que Puerto Rico sea, en el porvenir un Estado sin
restricción alguna, como los demás de la federación.”[23]
Mientras tanto en su manifiesto el Partido
Republicano dice:
“Nuestros
principios sustanciales comprenden dos categóricas afirmaciones: Anexión
definitiva de Puerto Rico a los Estados Unidos y Declaración de territorio
organizado para Puerto Rico, como medio de ser luego un Estado de la Unión Federal.”[24]
Los dos partidos querían hacerse los más
americanos del orbe, aunque el Federal bajo el mando de Muñoz Rivera, quería un mayor grado de gobierno propio. Esto hace que Wilson sienta una animadversión contra Muñoz
porque considera que el historial del Partido Federal evitó una mejor Ley para
Puerto Rico.
Para evitar que esta controversia se
siguiera expandiendo, el gobernador nombró dos del Partido Republicano y dos
del Federal para el Consejo Ejecutivo, entre los que se encontraban, José Celso
Barbosa y José De Diego y un independiente. Son definidos como personas
adecuadas para ocupar sus puestos.
Aun así, Wilson continua su diatriba contra
los puertorriqueños y cito:
“It meant the early resignation of both these
gentlemen (De Diego y Camuñas) which event occurred in a few days…It was a
party act conceive and directed by Muñoz Rivera… such recourse is common in
Spanish politics. Petulancy is regarded as a sort of political virtue, to be
use in mortifying the enemy…It was a protest at the very start against the
basis of popular government, the rule of the majority.”[25]
Aquí podemos ver como cualquier acción de
los federales pasaba por el cedazo de Wilson. Cuando llegaron las primeras
elecciones de acuerdo a Wilson, en sus respectivos discursos, Barbosa prometió
adhesión a la política de la administración. Mientras tanto los Federales
querían afiliarse al Partido Demócrata.[26]
A esto me voy a referir a las palabras de
Trías Monge con respecto a lo que verdaderamente fue el resultado de la Ley
Foraker, una ley nula para las aspiraciones de los puertorriqueños y cito:
“Los
proyectos presentados en la Cámara Baja o por la minoría puertorriqueña en el
Consejo, tenían poca posibilidad de éxito, como norma, a menos que estuvieran
limitados a asuntos relativamente insignificantes.”[27]
En voz de Muñoz Rivera:
“La
Cámara de delegados , el único cuerpo que legítimamente representa el país,
lleva a cabo trabajo inútil, sus iniciativas chocan con la pared perpetua de un
Consejo Ejecutivo compuesto por seis estadounidenses continentales y cinco
puertorriqueños americanizados nombrados por el Presidente de Estados Unidos.”[28]
Al contrario de lo que Wilson manifiesta en
su libro nos dice Trías:
“En
suma, la vida bajo la Ley Foraker produjo considerable desdicha, tanto en las
condiciones internas, sociales y económicas, como en las relaciones con Estados
Unidos. La muralla de incomprensión entre Estados Unidos y Puerto Rico se
espesó durante los años Foraker. Los puertorriqueños no podían entender por qué
un país con tan gloriosa tradición en la defensa de la libertad insistía en
tratar a Puerto Rico como una colonia por un tiempo ilimitado….”[29]
Definitivamente la lectura de Wilson de lo
que era el puertorriqueño estaba matizada por una visión de hombre blanco,
imperialista, compadecido de los que cree que porque piensan diferente son
retrógrados y sobre todo deshonestos. Donde los puertorriqueños veían
injusticia él veía desagradecimiento. Todos los movimientos políticos eran
heredados de España o algo hereditario por nuestra condición de latinos, hijo de
España, un país retrógrado por no alcanzar la civilización de un gobierno
republicano y laico.
[1] Wilson, Edward. Political
Development of Porto Rico, San Juan: Ediciones Puerto, 2005, P26
[2] Wilson, P 27
[3]
Bothwell, Reece. Puerto Rico: Cien años de
lucha política, Rio Piedras: Editorial Universitaria, 1979, P 172
[4] Ibid, P 172
[5] Wilson P 30
[6] Bothwell, P 303
[7] Wilson, P 37
[8]
Ibid, P 46
[9] Wilson, P 46
[10] Mattei
Filardi, Luis. La sombra del imperio: Los
inicios del consejo ejecutivo en Puerto Rico, San Juan: Isla Negra
Editores, 2012, P. 38
[11] Wilson, P 54
[12] Ibid, P 55
[13] Ibid, P 59
[14] Trías Monge,
José. Puerto Rico: Las penas de la
colonia más antigua del mundo, San Juan: Editorial Universitaria, 2007, P
39
[15] Trías, P 40
[16] Ibid, P 40
[17] Wilson, P 79
[18] Ibid , P 82
[19] Ibid, P 85
[20] Marín Román, Héctor R. Llegó la gringada, San Juan: Academia
Puertorriqueña de la Historia, 2009, P 149
[21] Trías, P 51
[22] Bothwell, P 271
[23] Ibid, P 271
[24] Ibid, P 260
[25] Wilson, P 93
[26] Ibid, P 94
[27] Trías, P 67
[28] Trías, P 67
[29] Ibid, P 80