jueves, 3 de julio de 2025

La isla de la Mona en el proceso de conquista

La isla de la Mona en el proceso de conquista

Pablo L. Crespo Vargas

En abril de 2024, el Dr. Francisco Moscoso publicó el libro La Isla de la Mona en la conquista española de Puerto Rico. Esta obra se suma a una serie de publicaciones de este autor sobre el tema de la conquista y colonización en Puerto Rico. También, complementa la obra del Dr. Ovidio Dávila, Arqueología de la Isla de Mona de 2003; y los trabajos que se han publicado en revistas profesionales sobre el tema, como por ejemplo el ensayo de Walter A. Cardona Bonet, “Los Caciques de la Mona”, Hereditas, Revista de Genealogía Puertorriqueña, Vol. 21, Número 2, 2020, pp. 10-26.

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La Isla de la Mona en la conquista española de Puerto Rico es el producto de una investigación de fuente primaria que incluyen manuscritos del Archivo General de Indias en Sevilla; crónicas del periodo de la conquista redactados por Bartolomé de las Casas, Hernando Colón y Gonzalo Fernández de Oviedo; y las transcripciones de la Hacienda Real en Puerto Rico realizadas por Aurelio Tanodi y revisadas por el personal del Centro de Investigaciones Históricas. A estos recursos se le añade una bibliografía que ayuda a contextualizar y entender el proceso histórico. 

Sobre el contenido, Moscoso nos dirige por el recorrido histórico de esta isla durante el primer cuarto del siglo XVI. En ese tiempo, la Mona representó un puente geográfico entre La Española y San Juan Bautista (eventualmente reconocido como Puerto Rico). Para el autor, su objetivo es presentar la “función de apoyo material que desempeñó la Isla de la Mona para los conquistadores españoles” [p. 4]. Al comenzar la conquista, la isla —y su cacicazgo— fue otorgado en encomienda a Bartolomé Colón de 1511 a 1514. No obstante, en 1515, pasó a manos de la Corona, convirtiéndose en una Hacienda Real. Dentro de lo que esto representó, la población indígena no podía ser removida y debían quedarse como jornaleros de las labores que allí se dieran: “Así pues, el pequeño cacicazgo de la Isla de la Mona se transformó en Real Hacienda al servicio y negocio del gobierno colonial: estación de abastecimiento del básico pan casabe” [p. 20]. Pero, el casabe no sería el único producto que sería exportado, dado a que se elaborarían hamacas. Sobre estas y su importancia comercial en el proceso de conquista y colonización se destacan varias páginas [27-31]. Otros temas tratados son la cotidianidad que se vivía en la Mona, posibles proyectos que tenían los colonizadores y hasta se da una explicación de cómo se compensaba o pagaba a los indígenas. En este último caso debemos indicar que la indemnización se hacía a partir de suministrarles piezas de vestir —una muestra clara del choque cultural y la poca empatía hacia la población local—.

El autor también presenta a los protagonistas de esta historia, tanto indígenas como colonizadores. Muchos de ellos nombrados en los documentos de la Real Hacienda y que Moscoso nos presenta en tablas o narraciones. Demos dos ejemplos; primero, el cuadro 3, donde se describe narrativamente una pequeña aldea de, al menos, ocho bohíos, con los nombres de sus principales: un cacique o líder llamado Camillas, un capitán o nitaíno llamado Andrés Carahaguan y hasta un naboria de nombre Pedro Hayoroa, entre otros; y cada uno de ellos a cargo de un bohío [p. 45-46]. Segundo, en el cuadro 4, Moscoso nos nombra 128 indígenas con su pago por las tareas realizadas: el que más, el cacique, recibe hasta un jubón de damasco como parte de varias piezas; y los que menos, naborías comunes, una camisa [pp. 48-54].

La Isla de la Mona en la conquista española de Puerto Rico nos presenta parte de nuestra historia, una de la que poco se habla, pero que está allí. La Mona, como punto central entre dos Antillas, que por siglos han estado hermandadas, y que hoy, con esta narración nos hace ver las dificultades de la vida que pasaron los aborígenes de esta zona.

Por último, y como dato técnico, el ensayo está dividido en 15 apartados temáticos, unas 90 páginas, con 19 imágenes y varias tablas con información referente. La versión comercial es en carpeta blanda, mientras que existe una edición especial en carpeta dura, la cual se puede conseguir en línea.

La versión original de este artículo fue publicada el 6 de julio de 2024 en El Post Antillano

viernes, 27 de junio de 2025

Lajas, los compontes y Romualdo Palacio González

Lajas y los compontes

Pablo L. Crespo Vargas

(artículo publicado en El Post Antillano el 13 de abril de 2024 - artículo actualizado con los datos de Palacio González el 27 de junio de 2025)

Lajas se establece como municipio independiente en 1883; precisamente en un momento de crisis económica, acentuado por el monopolio de los comerciantes peninsulares sobre la economía local. Es en este periodo que surgen grupos de criollos liberales que se organizan para contrarrestar el predominio de los peninsulares. Entre las medidas que tomaron estaba el boicotear los negocios de comerciantes españoles y de quienes apoyaran al gobierno colonial; entre estas asociaciones estaban las que se conocieron como “La Boicotizadora”, “La Torre del Viejo” y “Los Secos”. Mientras esto ocurría, los partidarios del autonomismo puertorriqueño se fueron organizando y creando distintas agrupaciones que representaban el pensamiento liberal de la época. Lajas no fue la excepción, Lidio Cruz Monclova lo identifica como uno de los 49 municipios donde se lograron constituir organizaciones de este fin.

En marzo de 1887, se reúnen los liberales en la ciudad de Ponce en una asamblea donde se estableció el Partido Autonomista Puertorriqueño. Los representantes del área suroeste en la asamblea de autonomistas de Ponce fueron: el Dr. Félix Tió Malaret por Sabana Grande; Dr. Pedro Malaret y Ulises López por San Germán; y el Dr. Luis Aguerrevere por Cabo Rojo, este último, de origen venezolano, eventualmente fue nombrado médico de beneficencia en Lajas. Junto a la delegación sangermeña, se integró Francisco Feliú y Toro, cuya familia se había establecido en Lajas. Propiamente de Lajas, no hubo representante, aunque como ya vimos que sí se constituyó un grupo a favor. Jaime Frank Paganacci establece que una de las razones para que no hubiera representantes lajeños en Ponce era la falta de un pensamiento político maduro en el recién creado municipio.

Luego de la asamblea autonomista, los ánimos entre liberales y el poder colonial aumentaron. Romualdo Palacio González, gobernador de la Isla desde el 23 de marzo de 1887, viendo posibles repercusiones negativas hacia la soberanía española en la colonia, orquesta una política de represión que inició en agosto de ese mismo año y que fue conocida como los compontes. No es hasta octubre que se comienza a sentir en Lajas la represión que tuvieron a cargo el capitán Fernández de Castro y los tenientes José Sánchez Candal y Nemesio Ibern Cuesta.

El primer incidente que ocurre en Lajas fue el allanamiento de la residencia de Francisco Antongiorgi, sangermeño y ciudadano francés, por sus padres, quien tenía una finca en el barrio de Santa Rosa. Al momento de ocurrir la intervención, Antongiorgi se encontraba en San Germán; al conocer que las autoridades lo buscaban se presentó al cuartel de la guardia civil. Allí es detenido y encarcelado, dejado en libertad al día siguiente. Las posibles razones para que las autoridades intervinieran con Antongiorgi fueron dos circunstancias vistas como sospechosas por la guardia civil: (1) la gran cantidad de personas que lo visitaban en su residencia en el barrio Santa Rosa, y (2) el estigma que se tenía sobre extranjeros, especialmente franceses, a quienes se les ligaba con pensamientos políticos de corte liberal.

A Francisco Antongiorgi no se le encontró causa que lo relacionara al movimiento subversivo, no obstante, la guardia civil continuó en su afán de detener y humillar a toda persona relacionada con las ideas liberales. Entre los supuestos conspiradores, residentes o con propiedades en Lajas, estaban: Francisco María Farías, Juan Antonio Farías, José Antonio Sanabria, José Dolores Landrau, Eustaquio Balzac, Tomás Balzac, Rafael L. Ronda y Francisco Vélez Pagán. Se tiene constancia de algunos de los abusos que se perpetraron contra estos liberales. Por ejemplo, Francisco María Farías fue torturado, al igual que Francisco Vélez Pagán, aunque este último también fue azotado; José Dolores Landrau, periodista de profesión, fue golpeado tan fuerte que sufrió dislocación de una de sus extremidades, como si esto fuera poco, tuvo que caminar encadenado desde Lajas hasta San Germán.

Los abusos del gobernador Palacio González fueron tantos, que las quejas de algunos puertorriqueños llegaron hasta España, provocando que Palacio González fuera destituido de su cargo en noviembre de 1887. Lamentablemente, y como ya Jaime Frank Paganacci había comentado, el sentido de lealtad de algunos lajeños era tal, que sin mirar las atrocidades que se habían cometido aún abogaban ante la propia Reina Regente para que el gobernador Palacio González no fuera removido de su puesto. Los incondicionales lajeños fueron Pedro Ascaso, Augusto Caimaré, Leoncio Portela, Vicente Tomey, José Noriega, Juan Costa, Celestino García, José Rodríguez, Laureano Rodríguez, Domingo Almodóvar, Luis Almodóvar y Benito Crespo, quienes tuvieron la arrogancia de indicar sobre Palacio González que este era un “dignísimo patricio y bravo y celoso militar que había descubierto la horrible, tenebrosa y jamás oída conjuración tendente a destruir el Imperio español en estas apartadas regiones”.

Fragmento editado del libro de Pablo L. Crespo Vargas, Lajas, desde los amerindios hasta el siglo XIX: historia, cultura y sociedad de un pueblo (Lajas: Surcando la Historia, Inc., 2014).

Referencias:

Alcalá Perálvarez, Juan M. “Romualdo Palacio, el General Componte”. En https://juanmalcala.es/getafe/el-general-componte/ publicado el 15 y 16 de junio de 2012 (artículo en dos partes), consultado el 27 de junio de 2025.

Archivo Histórico Nacional (Madrid), Ultramar, leg. 5125

Cruz Monclova, Lidio. Historia del año 1887. Río Piedras: Editorial Universitaria, 1970.

Frank Paganacci, Jaime. “El componte en mi región”, en Mario F. Pagán, Historia de Lajas: 1883-1983. Mayagüez: Negrón Martín, 1983.

Pagán, Mario F. Historia de Lajas: 1883-1983. Mayagüez: Negrón Martín, 1983.

Imagen de Romualdo Palacio González
Obtenida en Wikimedia Commons

Algunos datos sobre el general Romualdo Palacio González

·         Nace en Málaga (España) el 8 de febrero de 1827 y muere en Getafe (España) el 7 de septiembre de 1908.

·         Participó entre 1859 a 1860 en la Guerra de África (guerra hispano-marroquí).

·         En 1868, participó en la Revolución Gloriosa en contra de la reina Isabel II.

·         Se destacó en las guerras Carlistas del 1869 a 1876.

·         Gobernador de Puerto Rico de enero a noviembre de 1887. Los abusos y atropellos que realizó en los llamados compontes promovieron su destitución.

·         En 1892 fue nombrado director general de la Guardia Civil.

·         En 1906 se retira de la vida pública.

sábado, 14 de junio de 2025

Prefacio al poemario «Reminiscencias»

Prefacio al poemario «Reminiscencias»

Yamil Aponte Padilla

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Este libro está dividido en cuatro partes y acopia una poesía que nace desde el 2008 hasta el 2024. Podría afirmarse que es una poética que explora múltiples manifestaciones y voces del amor. El hablante lírico cuestiona desde lo más profundo el amor sobre el ser y su mundo. Entre los poemas existe una inseparable continuidad y una estrecha relación. Es una poética que se repliega sobre sí misma. En ella, el amor siempre se transforma.

Deseo agradecer al Dr. Pablo L. Crespo Vargas por sus atenciones y su disponibilidad para la publicación de este texto, mi primer poemario. De igual manera, valoro el apoyo de mi familia y de ese círculo muy cerrado de amistades, gente verdadera y genuina.

Espero que puedan sentir desde lo más profundo cada palabra, cada verso y que el hablante lírico les toque el alma y recorra por todos sus sentidos. Que cada verso llegue hasta lo más profundo de la piel.

martes, 3 de junio de 2025

Fragmento del libro «Nicolás Fajardo en la conquista española de Puerto Rico, siglo XVI»

Fragmento del libro «Nicolás Fajardo en la conquista española de Puerto Rico, siglo XVI»

Francisco Moscoso 

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Nota de introducción

Con la documentación disponible es difícil y resulta incompleto intentar hacer una biografía de los conquistadores españoles de Puerto Rico, en general. De muchos, lo que tenemos son datos fragmentados y lagunas entre años. No hay más remedio que juntar los pedazos de información que por lo menos nos puedan dar una idea de sus andanzas. Tal es el caso de Nicolás Fajardo.

Inicios de la colonización

La conquista española de Puerto Rico se llevó a cabo, efectivamente, entre 1508 y 1521. Para entonces todos los cacicazgos de los taínos, habitantes indígenas de la isla, habían sido subordinados o aniquilados. En ese periodo la capital colonial era la Villa de Caparra, a la que llamaron indistintamente Ciudad de Puerto Rico. Desde su segundo viaje a América en 1493 el almirante Cristóbal Colón cambió el nombre nativo de la isla, Boriquén, al que marcaba la dominación imperialista: Isla de San Juan Bautista.

El puerto Rico se refería a la bahía de San Juan, aludiendo a la riqueza de oro advertida en sus cercanías por el capitán Juan Ponce de León, quien estuvo al mando de la conquista en sus comienzos. Después del proceso de mudanza a la Isleta situada a la entrada de la bahía y fundación allí de la nueva capital en 1522, con el tiempo se trastocaron los nombres: ciudad de San Juan e Isla de Puerto Rico. En algunos documentos de aquellos años la isla se identificó también como San Juan de Boriquén. A pesar de todo, los puertorriqueños se siguen refiriendo a Puerto Rico igualmente con el vocablo modificado de Borínquen; y como sinónimo de puertorriqueños, boricua.

Durante esos años la actividad económica principal fue la minería del oro. La subsistencia estuvo basada en la agricultura, aprovechando la zapata agrícola taína previa, y la ganadería, de nueva introducción; y en menor escala la pesca. Los españoles impusieron un régimen de trabajo mixto: la Encomienda o repartimiento de indios declarados «vasallos libres» de la Corona, efectuado mediante la estructura social cacical, subordinada mediante pactos y/o la fuerza; y la esclavitud, como castigo a los indios rebeldes.

Uno de los métodos de la conquista fue el de las cabalgadas. Estos eran ataques encabezados por grupos de caballería contra caciques y territorios rebeldes o por dominar. Aldeas eran incendiadas y conucos, o campos de cultivo eran arrasados. En la refriega de horror y destrucción indios e indias, especialmente mujeres, niños y niñas fueron capturados y esclavizados. En ese escenario es donde primero aparece documentado Fajardo.

domingo, 25 de mayo de 2025

Ponce de León: intento de colonización de la Florida

Ponce de León: intento de colonización de la Florida

Pablo L. Crespo Vargas

El primer europeo en pisar de manera oficial, luego de comenzado la llamada empresa colombina en 1492, territorio continental del actual Estados Unidos, fue Juan Ponce de León, quien salió de las costas de San Germán, en Puerto Rico, un 13 de marzo de 1513, en busca, según la leyenda, de una fuente de la juventud. Ponce de León llegó a la península de la Florida en 1513. Aunque el mito nos habla de la fuente de la juventud, la realidad es que Ponce de León, en 1512, recibió una cédula real para ir a explorar y colonizar las islas de Bimini (actual zona occidental de Bahamas). Recordemos, que al igual que los demás conquistadores del momento, Ponce de León tenía el mandato de seguir explorando y colonizando nuevas tierras. Esta cédula nos demuestra la confianza que la Corona tuvo en la figura de Ponce de León, ya que anterior a ser considerado, Bartolomé Colón había solicitado esta empresa. Las diferencias de la familia Colón con Fernando de Aragón y la postura de Ponce de León a favor del monarca, dieron a este último una ventaja.


Antes de continuar, se debe señalar que, según Garcilaso de la Vega, un esclavista, cazador de nativos, Diego de Miruelo, por accidente había llegado a la península de la Florida, aproximadamente entre 1510 a 1511, mientras se encontraba en una de sus correrías por las Bahamas. Esto reforzó la idea de emprender una expedición a la zona.

Regresando a la expedición de Ponce de León, esta consistió en tres embarcaciones y unos 65 hombres (algunas fuentes hablan de 200). El 2 de abril de 1513 avistan las costas continentales atlánticas y al día siguiente desembarca en un lugar que desconocemos, pero que algunos localizan al norte del actual Daytona Beach. Los exploradores continuaron su exploración hacia el sur de la península y luego bordearon parte de la costa occidental, ya en el actual Golfo de México. Ponce de León regresa a Puerto Rico y decide ir a Castilla para asegurar sus derechos sobre las nuevas tierras. 

En el ir y venir de los acontecimientos, no es hasta el 1521 que Ponce de León tiene la oportunidad de zarpar nuevamente hacia la Florida. Se debe mencionar que, en el tiempo transcurrido entre el primer viaje y el segundo, la península de Florida fue visitada por cazadores de nativos con el motivo de esclavizarlos, dado a la necesidad de mano de obra para el funcionamiento del sistema económico colonial y a la justificación de que el nativo salvaje era caníbal.

Este segundo viaje fue todo un desastre para el conquistador de Boriquén. Ponce de León zarpa el 20 de febrero de 1521 con dos embarcaciones y unos 200 acompañantes. Tan pronto llegan a la Florida comienzan el proceso de establecer un asentamiento, pero los nativos, cansados de las continuas correrías de los cazadores castellanos, la embisten contra el nuevo grupo de invasores. En uno de los enfrentamientos, Ponce de León es herido con una flecha. Dentro del mito se habla de que esta estaba envenenada como si una flecha regular no pudiera ser la causa de una infección que lleve a la muerte al herido, tal como pasó con el primer gobernador de San Juan Bautista (hoy Puerto Rico). Los conquistadores tuvieron que regresar a Cuba y en julio del mismo año Ponce de León muere.

Imagen: Grabado de 1885 representando la llegada de Juan Ponce de León a la Florida en Hezekiah Butterworth, Poems for Christmas, Easter, and New Year’s, Boston: Estes and Lauriat, 1885.

Referencias:

Burset Flores, Luis. La vida en Puerto Rico en el siglo XVI. Santo Domingo, 2020.

Fuson, Robert H. Juan Ponce de Leon and the Spanish Discovery of Puerto Rico and Florida. Blacksburg: McDonald and Woodward, 2000.

Herrera, Antonio de. Descripción de las Indias Occidentales. Madrid: Oficina Real de Nicolás Rodríguez Franco, 1730.

Tió, Aurelio. Nuevas fuentes para la historia de Puerto Rico. San Germán: Universidad Interamericana, 1961.

Tuner, Samuel. “Juan Ponce de Leon and the Discovery of Florida Reconsidered”, Florida Historical Quartely, vol. 92, n. 1, art. 3.

Artículo publicado originalmente en El Post Antillano, 10 de febrero de 2024.

lunes, 28 de abril de 2025

Las artes mágicas. Entre la ignorancia y la maldad.

Las artes mágicas. Entre la ignorancia y la maldad.

Teresita Soto Falto

Crespo Vargas, Pablo L. (2025) Brujería y hechicería en el Caribe Hispano, siglo XVII. Ponce Puerto Rico: Casa Paoli, Centro de Investigaciones Folklóricas de Puerto Rico, Inc.

Los temas y la práctica de la brujería y la hechicería han tenido larga vida en nuestra cultura caribeña y americana. Por ignorancia hemos llegado a pensar que es en estas tierras, de manos de los negros esclavizados provenientes de África que nos llegan la magia, los sortilegios, los hechizos y la brujería. Nada más alejado de la verdad. El libro del doctor Pablo Crespo Vargas que iremos comentando da cuenta de que esas creencias esotéricas vienen también en los barcos, no solo españoles, sino ingleses, portugueses, franceses, en fin europeos, que llegaron a las costas insulares y continentales a fines del siglo XV. Ya Cervantes había hablado sobre el tema en la primera parte de su famoso Don Quijote en 1605: “Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan, que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni encanto que le fuerce…” (Don Quijote de la Mancha, Edición del IV Centenario, R.A.E. p.203)

El doctor Pablo Crespo Vargas nos va llevando, a través de veintiún ensayos – unos académicos, otros que han sido ponencias en congresos y seminarios y otros, al final, que se han publicado en periódicos y fuentes cibernéticas – a los procesos inquisitoriales a los que eran sometidos los individuos, especialmente mujeres, en el Caribe hispano por la práctica de las artes mágicas, especialmente las de la hechicería y la brujería.

La tesis que prueban estos trabajos es que “la brujería en el Caribe hispano del siglo XVII fue una reacción o estado de resistencia de los grupos de mayor marginación ante el poder social y religioso del gobierno colonial” (59-60). Ante la hechicería, como pueden ser los conjuros, los sortilegios para conseguir el amor o la buena suerte o para mejorar la salud, las autoridades eran más indulgentes, aun cuando igualmente las castigaban.  

La lectura del texto nos lleva a conocer los nombres y las vidas de muchas de aquellas mujeres racializadas y  marginadas que vieron en la práctica de la hechicería un medio para sustentar la vida. Algunas reincidían en sus conductas o comenzaban prácticas más oscuras que las enfrentaban a castigos como los azotes, el potro, la cárcel o el destierro. Las historias de Bárbola de Albornoz, de Barquisimeto, de Ana de Mena, de San Juan de Puerto Rico y de Paula de Eguíluz, una de las brujas principales de Cartagena de Indias, nacida en Santo Domingo, merecen sus escritos individuales. Se levantan sus figuras y las de otras muchas mujeres desde los archivos históricos donde dormían para que, revividas sus historias, conozcamos aquel mundo extraño, lejano y misterioso.

Como dato estremecedor, el autor señala que en Europa, entre 1450 y 1750, se procesaron unas 100,000 personas en lo que se conoce como Caza de las Brujas. De ellas se ejecutaron entre cincuenta a sesenta mil individuos. Países como Alemania (25,000), Polonia y Lituania (10,000), Suiza (5,000), Francia (4,000), representan las estadísticas mayores. En el caso de España se ejecutaron solo 35 mujeres (que siempre son muchas) por brujería. Aun así, la leyenda negra se encargó de estigmatizar al país como el que tenía la mayor práctica inquisitorial en Europa (182).  En América hispana, los casos se resolvían mayormente con 200 azotes y destierros, aunque algunas veces el tribunal se hacía de la vista larga y las condenadas se quedaban en el país.

Notaremos que en los ensayos se manejan datos recurrentes o historias a las que ya se ha aludido en los trabajos académicos. Esto ocurre porque como decíamos al comienzo, tenemos delante la recopilación de veintiún escritos sobre el tema a lo largo de algunos años. No es de sorprender entonces que advirtamos repeticiones que resultan fundamentales y que están ampliadas o vistas desde otra perspectiva analítica.

Los ensayos están precedidos por imágenes tomadas de los archivos de Internet, de pinturas – como la de John William Waterhouse (El Círculo Mágico, 1886) o el Capricho número 68 de Francisco de Goya con una imagen que representa el vuelo de las brujas - , grabados,  mapas que ambientan, enmarcan y a veces anuncian el tema que se va a desarrollar. La portada del texto, muy hermosa (El aquelarre de las brujas, de Franks Francken el Joven, de 1606) es la mejor carta de presentación de un texto necesario e indispensable en nuestra historiografía.

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lunes, 31 de marzo de 2025

La restauración de los judíos y los iranios de Ciro el Grande

La restauración de los judíos y los iranios de Ciro el Grande

Pablo L. Crespo Vargas


Los enfrentamientos bélicos entre los gobiernos de Irán e Israel, durrante el 2024, me llevaron a pensar en una de las primeras interacciones entre iranios (persas) y judíos, la cual ocurrió en el año 538 a.C., cuando Ciro el Grande, rey de los persas, conquistó la ciudad de Babilonia y a su paso destruyó el reino o imperio neobabilónico, que en ese momento era gobernado por Nabonido. Con la caída de este monarca, los judíos (del antiguo reino de Judá) pudieron regresar a Jerusalén, comenzar a reconstruir su templo y establecer un estado vasallo que sirvió de frontera con el reino egipcio en ese momento. Eventualmente los persas conquistaron Egipto y todo ese territorio se mantuvo fiel a la dinastía aqueménida —fundada por Ciro— hasta la llegada y conquista de Alejandro Magno de Macedonia en el 332 a.C.

El cautiverio de los judíos en Babilonia comenzó aproximadamente para el año 588 a.C., cuando Nabucodonosor II conquistó el reino de Judá y destruyó la ciudad de Jerusalén. Como era costumbre en aquellos tiempos, el rey vencedor se llevaba como su botín de guerra las riquezas principales, esto incluía los recursos humanos más preciados, entre ellos guerreros, artesanos, herreros y hasta magistrados. Usualmente, los estratos bajos de la sociedad eran dejados en el territorio conquistado, ya que no significaban ganancia más allá de los tributos a los que fueron asignados.  

Anterior a todo esto, desde cerca del 1020 a.C., se había constituido el reino de Israel con Saúl como su primer monarca. Su sucesor fue David, quien a su vez fue seguido por Salomón, su hijo. Luego de la muerte de Salomón el reino se dividió en dos entidades separadas: Israel, en el norte, y Judá, en el sur. Cada una de estas divisiones tuvo su propio monarca. El reino de Israel duró hasta aproximadamente el año 721 a.C., cuando fue absorvido por los asirios. Al pasar el tiempo, los asirios fueron derrotados por el nuevo imperio babilónico y esto implicó que los territorios del pueblo de Israel terminaran en manos de la nueva potencia.

Con el advenimiento de Ciro al poder en Persia y su rebelión en contra de los medos, pueblo iranio que en ese momento mantenía la hegemonía de la región del actual Irán, se establece lo que hasta ese momento histórico fue el mayor imperio organizado del planeta. Ciro, aunque era zoroastrista —religión antigua, que basa su doctrina en las enseñanzas de Zoroastro y que tiene un alto sentido filosófico dualista—, fue considerado por los judíos como un ungido de su dios por haber realizado los edictos de restauración del pueblo judío, que implicaron que estos regresaran a su tierra y reconstruyeran el Templo.

Debemos recalcar que los elamitas, otro pueblo de la antigüedad que ocupó el suroeste del actual Irán, no era un pueblo iranio, sino de origen semita. Los iranios —no confundir con los iraníes, que son los actuales ciudadanos de Irán, aunque la mayoría es de origen iranio— son un conjunto de grupos étnicos con un inicio común, entre ellos están los persas, los pastunes, los kurdos y los partos. Estos pueblos se autodenominaban arios (de allí lo de iranios). No es hasta mediados del siglo XIX que se consideró a los arios como una categoría racial, y de la cual surgía el hombre blanco, según lo especificó el filósofo Arthur Gobineau, autor del libro titulado “Sobre las desigualdades de las razas humanas”. Esta obra fue pilar en el surgimiento del racismo moderno.

Imagen: “La travesía de los prisioneros”, obra de James Tissot, c. 1896-1902. Actualmente se encuentra en el Museo Judío de New York.

Artículo publicado en El Post Antillano el 20 de abril de 2024.