lunes, 22 de julio de 2024

Introducción a La Isla de la Mona en la conquista española de Puerto Rico, 1494-1523

 Introducción a La Isla de la Mona en la conquista española de
Puerto Rico, 1494-1523

Francisco Moscoso

La Isla de la Mona está situada entre Puerto Rico y la República Dominicana, en el Pasaje de la Mona. Es una isla pequeña de 21 millas cuadradas (55 km²) que forma parte del archipiélago puertorriqueño. Antes de la conquista española era la sede de uno de los cacicazgos de Boriquén, nombre taíno de Puerto Rico.

En su magnífica obra Arqueología de la Isla de la Mona (2003), el arqueólogo Ovidio Dávila brinda un recorrido preliminar por diversas crónicas y documentos oficiales del siglo 16, por ejemplo, con observaciones que hicieron de la isla fray Bartolomé de las Casas y el conquistador Gonzalo Fernández de Oviedo. Asimismo, hace un recuento de los diversos proyectos de excavaciones arqueológicas, desde la primera exploración llevada a cabo por el médico y arqueólogo aficionado Jorge L. Montalvo Guenard, en 1933, hasta las suyas en las décadas de 1980 y 1990.

Después del establecimiento de la Villa de la Isabela, al norte de La Española, en el segundo viaje de Cristóbal Colón, en 1494, él llevó a cabo una exploración por otros puntos del mar Caribe. En la biografía de su padre, Hernando Colón relató la llegada a la isla que identificaron con su nombre indígena: “el 24 de septiembre, navegaron hasta la parte más oriental de La Española, y de allí pasaron a una isleta que está entre La Española y San Juan, llamada por los indios Amona”.[1]

Acerca de ese episodio, en su Historia de las Indias fray Bartolomé de las Casas, ofreció la descripción de la isla que sigue: “Será de hasta seis leguas en circuito; es toda peñas, y en las peñas tiene unos hoyos con tierra bermeja, y en estos hoyos se hacen las raíces de yuca y ajes, de que se hace el pan caçabi, tan gruesas, que cuan grande y capaz es el hoyo, tan grande es el aje o la yuca, por manera que, partido por medio, acaece ser la mitad o poco más, carga de un indio”.[2] A esos hoyos los indios llamaban jagüeyes. En la Mona también se cultivaba el maíz con éxito y otros productos agrícolas. Asimismo, allí se propagaron las plantas de algodón, lo que dio base a una productiva artesanía textil, confeccionando hamacas para descansar o dormir.

Coincido con el arqueólogo Dávila en que Amona puede haber sido el nombre de un cacique ancestral. Pues es sabido que los nombres de algunos jefes se asociaban a territorios cacicales, por ejemplo: Humacao, Orocobiz y Guayama.

Precedido por un viaje de reconocimiento dos años antes, al iniciar la conquista de la Isla de San Juan (Puerto Rico) en 1508, el capitán al mando Juan Ponce de León hizo una escala en la Isla de la Mona. Concertó un acuerdo con el cacique local de abastecimiento de comida nativa, especialmente de pan casabe.

Como ha señalado Dávila, corroborando su contexto histórico cacical en la Isla de la Mona, en las excavaciones arqueológicas se han recuperado piezas de cerámica del estilo llamado Chicoide; originario del yacimiento de Boca Chica, al sur de la República Dominicana. Precisamente, es el estilo correlacionado con la etapa cacical taína. Como expresión cultural y política, en Mona también hay evidencia del batey, o plaza ceremonial, por ejemplo, en la Bajura de los Cerezos.[3] En documentos de 1517 a 1519 se registraron entre 140 a 170 indígenas, incluyendo “muchachos” (adolescentes), niños y niñas.

En este ensayo vamos a abundar más acerca de la función de apoyo material que desempeñó la Isla de la Mona para los conquistadores españoles.



[1] Hernando Colón, Vida del Almirante Don Cristóbal Colón (1947: 177-178).

[2] Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, Volumen I (1965: 396).

[3] Para estos y otros muchos datos, referimos la obra de Ovidio Dávila Dávila, Arqueología de la Isla de la Mona (2003).

jueves, 18 de julio de 2024

Los templarios, el invento de Baphomet y el rapto de la iglesia por Felipe IV

Los templarios, el invento de Baphomet y el rapto de la iglesia por Felipe IV

Pablo L. Crespo Vargas

Jerusalén, como ciudad sagrada de cristianos, musulmanes y judíos, es un centro de disputas históricas que repercuten en otras áreas. Una de estas situaciones se comienza a dar en el 1099 de nuestra era. En ese año la ciudad de Jerusalén cae en manos cristianas como parte de la Primera Cruzada. La ciudad pasa a ser el centro de un reino, que en ese momento era gobernado por los francos. Las disputas con los dominios musulmanes del periodo fueron constantes, pero eso no impidió que la ciudad fuera un gran centro de peregrinación. Ante las amenazas que tenían los creyentes cristianos, un grupo de caballeros franceses se organizan en el 1119 y comienzan a proteger las caravanas de peregrinos que se movía hacia la ciudad. El grupo es reconocido por el Reino de Jerusalén y las distintas instituciones eclesiásticas de la ciudad.  Diez años después, la Iglesia católica reconoce de manera oficial a los templarios.

El nombre oficial de la organización fue la Orden de los Pobres Compañeros de Cristo del Templo de Salomón, mejor conocida como la Orden del Templo. Los templarios jugaron un papel protagónico defendiendo a los cristianos durante el periodo de las cruzadas, a la vez que se organizaron de manera efectiva y con una visión de autosustentabilidad que los llevó a desarrollar una empresa que hoy día podríamos llamar multinacional. Los templarios llegaron a tener aproximadamente quince mil miembros (solo un 10% eran caballeros), mil propiedades, entre fortificaciones y edificios administrativos, y desarrollaron un sistema de financiamiento que funcionaba a través de las fronteras políticas del mundo cristiano.

Al momento de la caída de los reinos y territorios cristianos en Tierra Santa, con la captura de la isla de Arwad y el puerto de Tartús (ambos en la costa de Siria) por los musulmanes, en 1302, la Orden del Templo ya estaba consolidada como una de las organizaciones con mayor solvencia económica en la cristiandad. Esto, específicamente, trajo conflicto con la corona francesa, dirigida en ese momento por Felipe IV. Dentro de las pretensiones de este monarca estaba el consolidar su poder y para ello necesitaba recursos financieros, que los templarios, entre otros grupos de poder, podían prestarle. Para lograr sus objetivos, Felipe IV, desde su ascensión al trono, hostigó y oprimió a los nobles exigiéndoles impuestos en moneda; persiguió y confiscó las propiedades y riquezas de lombardos (1296) y judíos (1302-1306); realizó alianzas que le convinieron económicamente; se impuso sobre la Iglesia; y solicitó préstamos a los templarios.

Sorpresivamente, el viernes, 13 de octubre de 1307, Felipe IV y todo el poder político francés, incluyendo la inquisición —que respondía al rey y no al papa—, ejecutó una orden dada y planificada un mes antes, donde se apresaron a los caballeros templarios en el reino de Francia. Se les acusaba de herejía, sacrilegios, sodomía y adoración de ídolos, entre otras causas. Clemente V, promovido a papa por el rey francés en 1305, apoyó las pretensiones de Felipe IV y suprimió de manera universal la Orden del Templo. El litigio en contra de los caballeros templarios se dio entre 1307 y 1314 con el resultado de unos 60 llevados a la hoguera, otros 36 murieron mientras eran torturados y una cantidad no precisada pereció mientras estuvieron en prisión.

Quema de templarios en Francia
Imagen de autor anónimo, año: 1384

Dentro de las acusaciones recibidas por los templarios se incluyó la adoración de un ser demoniaco llamado Baphomet, del cual no se había tenido noticias claras hasta ese momento. De hecho, en las confesiones solo se refieren a él, de manera directa, en una ocasión; y de manera indirecta o referencial en varias. Tampoco se encontró evidencia física de algún ídolo que se asociara con esta figura. A todo esto, las confesiones sacadas a los templarios franceses, bajo tortura, no concuerdan con las de templarios de otros lugares, donde las autoridades de manera general negaban las acusaciones de herejía hacia el grupo.

Como si esto fuera poco, el término Baphomet se populariza en el siglo XIX, cuando los templarios, al igual que el ocultismo, se convirtieron en temas de moda. Estudiosos de la etimología han presentado varias explicaciones sobre el origen del término, entre ellas: 1) que es una derivación del nombre Mahoma o de mahometano; 2) que proviene de la frase griega Baphé-méteous, que quiere decir bautismo de sabiduría; 3) que fue una deidad en la ciudad de Bafo, Chipre, donde se tiene certeza de la adoración de la diosa Astarté en tiempos cananeos (fenicios).

En conclusión, el fin de los templarios estuvo relacionado con la ambición de Felipe IV de acaparar todo el poder político y financiero con la idea de consolidar un poder absoluto en Francia. Las políticas de Felipe IV, no solamente llevaron a la conclusión de la Orden del Templo, sino que llevaron a que la Iglesia católica respondiera a los intereses de la corona francesa, al punto de eliminar papas y sustituirlos por otros para que se favoreciera unos intereses específicos. Sobre el Baphomet, su invención en este proceso fue parte de la estrategia de demonizar, para ganar favor público y desprestigiar a una institución que financieramente estaba por encima de las arcas de la Corona. Los templarios fueron erradicados en 1314, pero ese mismo año Felipe IV murió. Francia continuó dividida y no fue hasta un siglo después, que una figura, tan mística como los templarios, apareció para empujar una verdadera consolidación del poder monárquico en Francia: Juana de Arco, pero esa historia es para otro día.

Nota editorial: Artículo publicado originalmente en El Post Antillano, 13 de julio de 2024. https://elpostantillano.net/index.php?option=com_content&view=article&id=35097:los-templarios-el-invento-de-barphomet-y-el-rapto-de-iglesia-por-felipe-iv&catid=310:historia&Itemid=1020

miércoles, 3 de julio de 2024

Civil War: ¿premonición en una sociedad en crisis?

Civil War: ¿premonición en una sociedad en crisis?

Pablo L. Crespo Vargas

El pasado 20 de abril de 2024, Daniel Nina reseñó la más reciente película del director inglés Alex Garland, Civil War. En su escrito, Nina nos indica que parte de su curiosidad era ver cómo “Hollywood (…) se plantea la guerra civil [estadounidense] como una opción de futuro”. De hecho, esa misma curiosidad debieron tener muchos de los que fueron a verla, ya que estamos acostumbrados a que “Hollywood” nos presente su imagen sobre las guerras en otros lugares, sean estos Afganistán, el Medio Oriente, África, Latinoamérica y hasta en el espacio sideral, pero en muy limitadas ocasiones ocurre dentro de las fronteras del propio país, haciendo la salvedad de la gran cantidad de películas producidas sobre la Guerra de Secesión y su variedad de temáticas. Otra excepción a esta visión son las películas de escenarios hipotéticos donde los Estados Unidos es invadida o atacada: Red Dawn (1984, 2012) e Invasion USA (1985). No obstante, estos son de los pocos ejemplos donde una potencia enemiga es colocada realizando una incursión en contra del territorio imperial. Son más las producciones que tipifican al invasor como extraterrestre: The Day the Earth Stood Still (1951), Independence Day (1996), War of the World (2005), Battle: Los Angeles (2011) y Battleship (2012), aunque su número sigue siendo reducido es más fácil imaginarse ese escenario que el propio de una guerra civil en momentos actuales. Existen algunas series que también se van por esta línea como V (1983 y 2009) y Jericho (2006-2008), la primera de tema extraterrestre y la segunda presenta un conflicto interno luego de una guerra mundial nuclear. En literatura es otro cantar, pero no es el tema que analizamos ahora. A continuación, presento mis impresiones sobre Civil War basado en lo que está ocurriendo en el Imperio actualmente y cómo el director jugó con ello para ponernos a reflexionar. Se advierte de que se estén revelando partes de la película.

Cartel de estreno de la película Civil War
Derechos de la imagen pertenecen a 24A Film
Uso de la imagen bajo el contexto de los comentarios críticos sobre la obra

Primeramente, Civil War es un filme con temática que nos lleva a reflexionar sobre las atrocidades y sufrimientos de la guerra. Se ven fosas comunes, bombardeo de civiles, ejecuciones, fusilamientos, desplazados, campamentos de refugiados y hasta organizaciones no gubernamentales dando alivio a la población civil. Muchas de las escenas parecen que ya se han visto, pero en otros escenarios geográfico y reales. A esto, el director evita que el espectador se posicione con alguno de los bandos. La crueldad y el sufrimiento, en los conflictos reales, se dan con facilidad en todos los grupos y Garland está consciente de ello. Hablando sobre bandos, Civil War nos presenta que la Nación estadounidense está dividida en, al menos, cuatro entidades: los estados leales a Washington DC, las Fuerzas Occidentales (California y Texas), la Alianza de Florida (estados del sureste de la zona continental) y el Nuevo Ejército del Pueblo (estados del noroeste y centro con inclinación aparentemente maoísta). Para muchos fue sorprendente y hasta contradictorio el unir a California y Texas que, aunque son los estados con mayor poder económico —cada uno podría ser un país soberano sin ningún problema—, sus posturas actuales tienden a ser un tanto diferentes. En California dominan los demócratas y, para muchos, movimientos de izquierda; mientras que en Texas el sistema es administrado por republicanos y conservadores. En todo caso, se demuestra la intención del director de no polarizar su película en la lucha política actual estadounidense y por eso prefiere esa unión, que hoy parece imposible.

El propio ritmo de la película busca evitar el que los espectadores desarrollen lapsos de empatía o apatía con los protagonistas, quienes no son el centro del filme. De hecho, los personajes, según muchos críticos, no están desarrollados, pero nuevamente, el director lo hace adrede. Se debe resaltar que la cinta tiene un tono de película de carretera, ya que inicia en New York City y termina en Washington DC, viendo en el trayecto una diversidad de situaciones que nos ponen a pensar reflexivamente.

El propio inicio, el bombardeo a civiles, situación que vemos en la actualidad que ocurre en Medio Oriente y en Europa Oriental, ya nos presenta la tonalidad de lo que veremos más adelante. Iniciado el viaje, el grupo llega a una estación de gas, allí nos enteramos de lo que pasa con la economía de un país en guerra: su moneda cae al punto que un emparedado cuesta $300. Los protagonistas, conociendo esto de primera mano, pagan con moneda canadiense. De allí se pasa a presentar el oficio de corresponsal de guerra en el momento que milicianos antigubernamentales recapturan una edificación controlada por las fuerzas de Washington DC. La siguiente escena presenta a un grupo de francotiradores enfrentándose a otro. Nunca se sabe de qué bando son, cada grupo asume que el otro lo quiere aniquilar y su enfrentamiento pasa de ser de uno ideológico a uno por la sobrevivencia. Posiblemente, esto es lo que viven la gran mayoría de militares que han tenido que participar de combate: matas o mueres, si no cumples con el primero, terminas en el segundo. Claro, esto dicta mucho de discurso propagandista de morir por mi nación, patria, dios o ideología, el cual es muy trillado, irreal y que solo cabe en la mente de fanáticos. También existe el discurso que se presenta con la obstinación del que se cree superior y confía en que el otro morirá por lo que quiera y que él está facultado a hacer cumplir ese deseo.

Regresando a Civil War, pasamos a una de las escenas de mayor tensión, la cual es interpretada por Jesse Plemons —actual esposo de Kirsten Dunst (la periodista veterana y posible principal actriz de la película)—. Plemons hace el papel de un miliciano ultraderechista, que discrimina por el origen de sus cautivos para decidir quién muere o no. Entre la tensión, la rapidez de la escena y la manera de cómo se llega a ella, el espectador termina sintiendo una muestra muy realista de los horrores de la guerra. Termina la película en el asalto a la capital, escenas que los amantes de las películas de guerra esperaron desde el principio del filme. Estas escenas podrían parecer heroicas, pero, nuevamente, demuestran lo destructivo que es la guerra con la caída de vidas humanas, que en ese escenario no tienen valor, y de monumentos, que posiblemente sean más sufridos que las pérdidas humanas.

No puedo dejar de mencionar que el sonido de los disparos, el ruido de las máquinas de guerra y las interpretaciones musicales combinando situaciones tétricas con melodías que no compaginan con ellas son parte de los recursos que utiliza Garland para traernos a consciencia que al final la guerra es destrucción, sufrimiento y muerte; que las ansias de poder, el egoísmo y el fanatismo nos llevan a ellas; que unas situaciones arrastran a otras; y que cuando no se tiene otra opción —aunque dicen que siempre las hay—, la muerte termina glorificándose, aunque la realidad es que ya muerto no importa. Reflexionemos.

Versión original de este artículo fue publicado en El Post Antillano el 8 de mayo de 2024.