Autor: Luis Caldera Ortiz
Historia
de la Ciencia en Puerto Rico, siglos XVI-XVIII.[1]
Este tema a presentar en
forma de síntesis va a tratar sobre la historia del desarrollo de los conceptos
relacionados con la ciencia en Puerto Rico. Algunos de los elementos que vamos
a considerar son los proyectos desarrollados a base de fórmulas matemáticas,
que se identifiquen en maquinarias o instrumentos que ayudaron a construir los
distintos proyectos fomentados por el gobierno colonial español y luego por los
norteamericanos. Otro aspecto bien importante es que el lenguaje toponímico[2]
del momento va a ser considerado en esta síntesis, es debido a que el término
de ciencia no es acuñado en Puerto Rico hasta pasado el siglo XVIII. Por eso
debemos apelar a la historia de forma espontánea y con el lenguaje de la época.
Para así evitar confusiones historiográficas.
Siglo
XVI
Después de la llegada de
los castellanos a Puerto Rico en 1493 y luego de los primeros pasos de la
colonización en nuestro territorio, a partir del 1506, en nuestra Isla y el
resto de las Antillas Mayores, la visión de los colonizadores españoles era la
explotación de los recursos mineros y naturales.[3]
Esta explotación de los recursos naturales era a bases de instrumentos manuales
simple, prácticamente se utilizaba la fuerza del cuerpo humano para la
explotación de tales recursos mineros. Los encomendados a hacer esta labor
fueron, inicialmente, los indios tainos.[4]
El primer ingenio azucarero en Puerto Rico fue establecido en la región que hoy
conocemos como Aguadilla a mediados de la década de 1520, era uno simple que
funcionaba de forma rustica movido con el agua y algunos brazos esclavos.[5]
Las primeras obras arquitectónica de gran importancia desarrollada en Puerto
Rico en el siglo XVI fueron a base de matemática simple y geometría básica,
ejemplo de esas estructuras son el Morro y La Catedral de San Juan. Con el
agotamiento de los recursos mineros y la costosa inversión en la economía
azucarera, la sociedad puertorriqueña se volvió una ganadera y contrabandistas
por los próximos siglos. Los adelantos en tecnología y ciencia teórica[6]
se quedaron inexistentes, la población se quedó con el conocimiento básico de
la técnica humana con la manualidad de herramientas básicas, pasándose este
conocimiento de generación en generación.
Siglo
XVII
Durante el siglo XVII la
dinámica continuó igual, lo que podemos identificar como parte del estudio de
las ciencias y la tecnología fue de carácter militar, esto, ubicado en el Morro
y que tuvo un desenvolvimiento importante durante el ataque holandés en 1625.[7]
La reconstrucción de tal estructura es gracias al mencionado ataque y a la
tormenta de San Nicomedes en 1626.[8]
Fue un periodo en donde se utilizó matemática e ingeniería simple para terminar
uno de nuestros grandes iconos, como dato curioso una renta del tabaco fue la
fuente de dinero para terminar este proyecto.[9]
Otro aspecto importante de este periodo es que las continuas plagas nos hacen
indicar que los médicos locales utilizan y practicaban las mismas técnicas de
medicinas que venían practicándose desde siglo anteriores. Por lo que
desconocimiento de prácticas de higiene y salubridad, fueron un factor
importante para que de la demografía poblacional se mantuviera baja por milla
cuadrada.[10]
La ausencia de una educación escolar en la población, el desconocimiento de la
salubridad,[11]
una Isla sin recursos mineros, una sociedad basada fuertemente en los
principios de la Religión Católica y el desconocimiento de la ciencia conllevo
a que nuestra isla viviera su propia Edad Media en el siglo XVII y la primera
mitad del siglo XVIII.
Siglo XVIII
Entrando
al siglo 18 el conocimiento científico relacionado con la ciencia, por los
pocos conocedores de la materia, era a base de la observación, poca
experimentación y la construcción de una hipótesis sencilla. En la población de
Puerto Rico en general el conocimiento era a base de la experiencia vivida y
como tal esto pasaba de generación en generación, un ejemplo de esto era la
idea de dar un diagnóstico del clima a base de la observación visual.[12]
Mientras esto ocurría en Puerto Rico, en Europa las nuevas teorías de Newton
sobre las leyes de la física, la era de la ilustración comandada por Voltaire y
Montesquieu y la Enciclopedia, formaron la base para la primera revolución
industrial más adelante.[13]
La mayoría de estas ideas se verán más tarde en Puerto Rico en el siglo XIX.
Continuando con el siglo XVIII en nuestra Isla, la poca producción de la
agricultura local había conllevado a que la ciencia tecnológica en ese campo no
se desarrollara nada para incrementar la producción agrícola. La ausencia de
cobre hacia que no se desarrollara mejores ingenios azucareros[14],
prácticamente los pocos existentes en Puerto Rico eran movidos a base de mano
esclava africana, ganado vacuno y movían los molinos de forma hidrológica.[15]
Este sistema mencionado era el mismo que se venía utilizando localmente desde
el siglo XVI. Después de 1765 luego de la visita del Mariscal O ‘Rally, este
último recomendó que la Corona reorganizara todo el sistema vigente en Puerto
Rico y eso incluía un plan arquitecto- militar.[16]
Por lo que Tomas O’Daly procedió de España y a base de la aritmética compleja
implementada por Newton décadas atrás, el Ingeniero en Jefe del Morro Tomas
O’Daly desarrollo complejos mapas sobre
la remodelación del Morro y otras estructuras en el Viejo San Juan.[17]
Nuestro
primer historiador, fray Abbad y Lasierra, menciono que los médicos en la Isla
eran físicos y trataban enfermedades locales como la viruela, mosozuela y el
pasmo de estómago.[18] Por
lo que no había cambiado la versatilidad
de esos médicos considerados como científicos. El propio historiador
teorizaba que una probabilidad para que se dieran los terremotos en Puerto
Rico. ‘’era cuando las quebradas y en los montes sucedía una neblina espesa
pegada a la tierra por mucho tiempo y que en las aguas de los manantiales se
percibía un olor sulfúrico con sabor extraño a lo normal, junto al
comportamiento irregular de los animales, podían ser señales seguras de un
terremoto’’.[19] Muy interesante esta
explicación para su época, pero el monje benedictino no sabía que esa
neblina podía ser efectos de un
intercambio de temperaturas entre la atmosfera baja y superior, una de las
razones en cual se crea la neblina.[20]
Claramente esta teoría idealizada en el siglo 18 demostraba el estado atrasado
de la ciencia en Puerto Rico. Este tipo de teoría se explicaba a la población
común por medio de anécdotas.
Hasta
ahora en Puerto Rico el análisis científico mediante aparatos de índole
científico lo hizo el médico y físico Josef Sabater en 1773 en las aguas
termales de Coamo.[21] A
pesar que no se especificó el instrumento el Dr. Sabater identifico los
distintos minerales que componía el agua sulfúrica de Coamo y de dónde
provenía.[22] El uso de estas aguas se
utilizaba para fines medico por varios siglos. A mediados de la década de 1790
arribo un botánico francés a Puerto Rico llamado Andrés Ledru, este botánico
hizo un estudio científico a base de las ideas teóricas de la ciencia en Europa
en ese momento.[23] La mayor aportación del
francés Ledru a la historia de la ciencia en Puerto Rico es su estudio sobre la
botánica y la propia geografía de Puerto Rico. Hasta ahora en este trabajo se
puede apreciar claramente que el conocimiento científico y sobre la ciencia
llegaba a Puerto Rico de personas procedentes de Europa. Pero muchas de estas
personas conocedoras de ciencia se marchaban otra vez a Europa a continuar su
carrera docente. En Puerto Rico el aislamiento con España y la falta de un
complejo sistema educativo conllevo a que el estudio de la ciencia se diera en
un grupo exclusivo de personas y prácticamente el conocimiento de la población
se quedaba atrasado y sus percepciones eran base de la experiencia vivida de
sus sentidos sensoriales. El pensamiento de la Iglesia como ente central de una
sociedad se mantenía intacto y mediante
esta última emitía la explicación a los aspectos no explicables que la
población general no entendía.
Para la segunda parte del artículo.
[1] El autor es economista y
cursa sus estudios doctorales en historia en la Universidad Interamericana en
el Recinto Metro. Actualmente es historiador de Coamo, es escritor de la
Revista Illescana y tiene segmento radial en el programa domingo en la Villa de
San Blas transmitido en la emisora 1450 A.M. Domingo 10:30. En el 2013 recibió
el premio Historiador Joven del año 2012 de Puerto Rico otorgado por la Unesco.
En la actualidad trabaja en varias trabajos de historia para ser impresos, los
libros son Historia de los Ciclones y
Huracanes en Puerto Rico, La Historia
del Tabaco en Puerto Rico y Las
Esfemerides de Coamo este último esta publicado digitalmente en la página
de Coamo Mall TV.
[2] La toponimia es un
concepto que se utiliza para describir el nombre de un lugar, sitio o algo en
particular según fue desarrollado en el momento. Un ejemplo bien particular de
esto es que muchos barrios en Puerto Rico tienen nombre de apellidos de
familia, eso es debido a que en ese lugar vivió varias generaciones de familia con
el mismo apellido por mucho tiempo y como por consecuencia la gente empieza a
nombrar el lugar con el apellido de esa familia y con el pasar de los años se
queda así, o tal vez en otros lugares se modifica el nombre por otro moderno.
En mejores palabras el concepto toponimia viene por la referencia nombrada en
el momento del periodo histórico.
[3] Jalid Sue Badillo, La Valorización de las Salinas en la
Colonización de Puerto Rico. Revista de Historia, Asociación Histórica
Puertorriqueña, Año 1, Enero-Junio, 1985, Núm. 1, pág. 10-30.
[4] El primer científico que
arribo a la Isla fue el Bachiller Villalobos, este era físico y médico.
Teorizamos que ayudo bastante a los colonizadores locales a desarrollar los
procesos y las máquinas para fundir oro que se extraía de los ríos. Para esta
época del siglo XVI los científicos eran multifacéticos podían ser médicos,
biólogos, anatomistas, pintores, físico y etc. No habían especialista de una
sola materia en esa época. Para más información sobre Bachiller Villalobos véase
a Cayetano Coll y Tosté, Boletín
Histórico de Puerto Rico. Vol.8. San Juan, Imprenta Cantero y Tip.
Fernández, 1921. Pág. 48.
[5] Archivo General de
Indias, Indiferente, 421, L.13, F. 242R-242V. Real Cedula al Presidente de la
Audiencia de la isla de la Española, para que se informe y provee lo que
considere conveniente a la merced de tierras, montes y ejidos para los ingenios
de azúcar, que se hacen en la isla de San Juan, que solicita Pedro Sánchez de
Valtierra en nombre de la Ciudad de Puerto Rico de dicha isla, 30 de junio de
1528.
[6] Posiblemente el sacerdote
y cronista Josef de Acosta que visito al Perú en las últimas décadas del siglo
16, se le atribuye algunas ideas de física teórica relacionada con la energía
nuclear. Tal sabio erudito nunca llego al Caribe, esto demuestra que el
conocimiento de la ciencia avanzada, quedaba en esta época en conocimiento de
algunos clérigos de la Iglesia Católica y como por consecuencia este
conocimiento no se transmitía a otros campos del saber.
[7] Archivo General de
Indias, Santo Domingo, 156, R.4., N.45. Carta del Gobernador Haro al Rey, 22 de
julio de 1626.
[8] Archivo General de
Indias, Santo Domingo, 156, R.4., N.48. Carta del Gobernador Haro al Rey, 23 de
septiembre de 1626.
[9] Luis Caldera Ortiz, La Historia del Tabaco en Puerto Rico.
Obra inédita por publicarse.
[10] Luis Caldera Ortiz, La Historia de los Ciclones y Huracanes
Tropicales en Puerto Rico. Obra inédita por publicarse.
[11] Archivo General de
Indias, Santo Domingo, 159, R.1., N.2. Carta de los curas del convento de San
Juan al Rey sobre los pasados sustos tropicales, 28 de mayo de 1684. Durante
esta época azoto toda la Isla una plaga de viruela, todavía en el 1692
persistían las plagas y pestes en toda la Isla, Archivo General de Indias,
Santo Domingo, 161, R.1, N.8. Carta del Gobernador Arredondo al Rey, 28 de mayo
de 1693. En Coamo se construyó una ermita a la Virgen de Valvanera en honor por
haber desaparecido la plaga y fue inaugurada en 1685. La falta de salubridad e
higiene y de buena alimentación abonaba que la población estuviese sujetas a
plagas y pestes.
[12] Los colonos españoles y
jibaritos de este periodo a base de las experiencias del conocimiento
generacional y sobre todo en su propio conocimiento empírico de la experiencia
de la vida cotidiana, podían deducir que en un largo periodo de tiempo de sequía
podían desencadenar un temporal. También existían la predicción a base de los
aguacates e incluso el comportamiento anormal de los animales. Todo esto eran
técnicas que a pesar no era ciencia experimental, son una base de lo que será
la ciencia predictiva del clima en Puerto Rico en el futuro. Para más información
sobre esto véase a fray Abbad y Lasierra, Historia
Geográfica y Civil de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Edición
comentada por José Julián Acosta. San Juan, 1866, pág. 430-440. La
Gaceta de Puerto Rico, Martes, 18 de Agosto de 1835, pág. 1.
[13] Vince Reynal, Historia de la Civilizaciones de Occidente.
Tomo 2. San Juan, 2007. Pág. 600-700.
[14] Levi Marrero, Cuba:
Economía y Sociedad. Vol. 6. Habana, 1978, pág. 30-50. En Cuba los ingenios se
producían con las minas de cobre de Santiago de Cuba, la comunidad minera estaba
compuesta por antiguos descendientes de esclavos del rey que habían llegado a
esa provincia a mediados del siglo XVII, y con el pasar del tiempo, sus
descendientes se volvieron mulatos libres.
[15] Archivo General de
Puerto Rico, Asuntos Obras Publicas, Coamo, 1763-1798. En un informe del sitio
de las Salinas se mencionaba la mención de una propiedad de una estancia, entre
las propiedades había un molino impulsado por agua.
[16] Alejandro Tapia y
Rivera, Biblioteca Histórica de Puerto
Rico. San Juan, Instituto Cultura Puertorriqueña, 1970. Pág. 624-666.
[17] Bibiano Torres Ramírez, La Isla de Puerto Rico 1765-1800.
Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericano, 1968. Sección de apéndices de
Mapas Militares del Morro.
[18] Fray Abbad y Lasierra, Historia Geográfica y Civil de la Isla de
San Juan Bautista de Puerto Rico. Edición comentada por José Julián Acosta.
San Juan, 1866, pág. 436-440.
[19] Ibíd., pág. 432.
[20] Georges Viers, Climatología. Barcelona, 1981. Pág.
10-160.
[21] Eugenio Fernández
Méndez, Crónicas de Puerto Rico: Desde la Conquista hasta nuestros días
1493-1956. 8va edición. Rio Piedras, Publicaciones Gaviota, 2007. Pág. 298.
[22] Ibíd., pág. 298-299.
[23] Andrés Ledru, Viage a la Isla de Puerto Rico.
Traducido por Julio Vizcarrondo. San Juan, 1863.
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