Interés imperial por Groenlandia
Pablo L. Crespo Vargas
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| Imagen de la página web Islandia 24. |
El consenso general sobre el establecimiento del estado imperial estadounidense indica que este inició en 1898, luego de que esta potencia derrotara a España y ocupara algunos de los territorios ultramarinos de este último, incluyendo Puerto Rico. Sin embargo, las actitudes imperialistas estuvieron latentes desde antes. La Doctrina Monroe (1823), que establecía la política de América continental para los Estados Unidos, y el Destino Manifiesto (c. 1845), que funcionó como una justificación del expansionismo angloestadounidense, fueron vitales en el desarrollo del ideal imperial en Washington, Estados Unidos. Mientras que se consolidaba el dominio estadounidense sobre los territorios entre el Atlántico y el Pacífico, ya se había comenzado un proceso de establecer presencia militar en las áreas ultramarinas, específicamente en el Caribe, el Atlántico central y hasta en las costas del norte de África. En el asunto que nos compete hoy, las intenciones estadounidenses por adquirir la isla de Groenlandia surgen durante la secretaría de William H. Seward en el Departamento de Estado (1861-1869), quien es conocido por haber gestado la compra de Alaska al Imperio Ruso. Menos conocida es su intención de comprar las Indias Occidentales danesas (hoy día Islas Vírgenes estadounidenses), Groenlandia e Islandia y su idea de anexar Canadá. Las intenciones con Groenlandia y Canadá se replican en la actualidad por la presidencia de Donald Trump, aunque la intención ha estado latente siempre.
En 1868, Seward presentó un informe trabajado por Benjamín Mills Peirce de 72 páginas donde se establece la importancia de adquirir, por razones políticas y económicas, a Islandia y Groenlandia. Groenlandia era el territorio que más interés producía en el informe (el documento lo puede conseguir de manera íntegra en Google Books con el título de «A Report on the Resources of Iceland and Greenland»). Además, la adquisición de Groenlandia era un paso lógico para anexarse a Canadá, territorio que era (y es) parte de la Corona británica. Las intrigas en el Congreso y las políticas partidistas en los Estados Unidos no ayudaron a que los objetivos de Seward prosperaran.
En 1910, se presenta otra propuesta promulgada por el embajador estadounidense en Dinamarca, Maurice Francis Egan. En esta ocasión se buscaba un intercambio donde Dinamarca entregara a Groenlandia a los Estados Unidos, quien cedería las islas filipinas de Mindanao y Palawan a los daneses para que estos las intercambiaran por la zona norte de Schleswig (en la frontera sur de Dinamarca) con el Imperio Alemán. Con el desarrollo de la Gran Guerra de 1914 a 1918 y la derrota alemana, Schleswig pasa a manos danesas, luego de un plebiscito, en 1920; por lo cual este esfuerzo fue para los estadounidenses una movida en vano.
No obstante, en 1916, Dinamarca y Estados Unidos firman un tratado de venta donde el segundo paga 25 millones de dólares por las Indias Occidentales danesas y acepta la soberanía del Reino Danés sobre Groenlandia. En ese momento, para el gobierno de Washington la adquisición de las actuales Islas Vírgenes estadounidenses era prioridad, ya que agrandaba el área defensiva, en este caso, el noreste del Caribe, proyectándose sobre el Canal de Panamá. A esto, es importante mencionar que, al finalizar la Gran Guerra, existió la intención de los británicos de adquirir Groenlandia como parte de sus estrategias defensivas para confrontar los futuros proyectos de expansión de Alemania. No obstante, algunos estrategas estadounidenses siguieron abogando por la adquisición de la colonia danesa en el Ártico.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana a Dinamarca en 1940, el embajador danés en Washington, Henrik Kauffmann, llegó a un acuerdo, en abril de 1941, con los Estados Unidos para que estos ocupasen la isla de Groenlandia. Acción que se da de manera oficial en julio de 1941. Se debe indicar que militares estadounidenses, fuera del oficialismo gubernamental, ya habían ocupado algunas posiciones en la isla en prevención de un posible desembarco alemán. Con la intervención de los Estados Unidos se comienzan a construir bases en diversos puntos de la isla y se establece un plan de patrullaje que sirvió como parte de las operaciones en el Atlántico norte. Al finalizar la guerra, las fuerzas estadounidenses se mantuvieron en sus posiciones y en 1946 se le ofreció a Dinamarca la compra de la isla por 100 millones de dólares. Con el desarrollo de la Guerra Fría, Groenlandia sigue adquiriendo importancia estratégico-militar y en 1951 se llega a un acuerdo entre los gobiernos de Washington y de Copenhague donde los primeros respetaban la soberanía danesa sobre la isla, mientras adquirían permiso para mantener sus bases y tener a Groenlandia como punto estratégico militar. Con la caída de la Unión Soviética, el interés estadounidense sobre la isla disminuyó.
Llega el siglo XXI; la situación geopolítica, en combinación con el cambio climático, aspecto negado por un sector, llevó a que la zona se viera como un área de interés internacional. Los países de la cuenca ártica —Estados Unidos, Rusia, Canadá, Noruega y Dinamarca (los llamados Cinco del Ártico o A5)—, países circunstantes a ellos —Finlandia, Suecia e Islandia (agregados a los anteriores para crear el Concilio Ártico)— y países o regiones de interés —China y la Unión Europea— se han movido en busca de posibles beneficios comerciales y político-estratégicos. Dentro de la viabilidad de evitar posibles conflictos, estos entes políticos internacionales se han reunido en diversidad de ocasiones (1996, 2008, 2010, 2016); aunque no se ha podido gestar un consenso armonioso para todas las partes, sí se han llegado a acuerdos de entendimiento territorial como el que se dio entre Canadá y Dinamarca en 2022, dividiendo entre ambos la isla deshabitada de Tartapaluk (conocida también como Han). Ahora bien, ¿cuál es el papel de China en el Ártico? Resulta ser que el expansionismo comercial e imperial chino ya diseñó una ruta de interés nombrada como la Ruta Ártica de la Seda. Todo esto, sumado a las pretensiones rusas y estadounidenses de controlar la zona ártica, provoca las condiciones perfectas para un posible conflicto en el futuro.
Volviendo a las más recientes intenciones estadounidenses sobre la zona, recordemos que desde el 2017 el presidente Trump ha mostrado interés en adquirir la isla y desde el inicio de este segundo término se ha encargado de llevar este asunto de manera pública como estrategia a su favor. En el siguiente artículo estaremos analizando la viabilidad de que los Estados Unidos terminen adquiriendo Groenlandia y lo que representaría para otras naciones.
