Una historia anarquista, no una historia del
anarquismo: Algunas ideas sobre cómo anarquizar el pensamiento histórico
e ir en contra de La Historia
Para Akelarre
Jorell A. Meléndez-Badillo[1]
Lo que sigue son algunas ideas sobre cómo pensar la(s)
historia(s) de otra manera. El nombre de pensamientos surge como un rechazo a
la noción de tesis la cual se nutre de la autoridad de aquel que las dicta. Los
pensamientos que siguen no pretenden armar un cuerpo teórico complejo, ser una
guía o presentar alguna novedad, sino más bien exponer algunas ideas que traigo
conmigo y llevo digiriendo hace un tiempo. Vale la pena decir que no pretenden
ser ideas completadas sino que, como todo pensamiento, son un trabajo en
proceso.
(1) En su obra, Against Method, Paul Feyerabend apuntó
hacia una (des)organización epistemológica para poder desarrollar nuevos
saberes y conocimientos. Creo que es partiendo de tal noción que se podría
organizar un pensamiento histórico que rechace el positivismo aún existente. La
historia como disciplina se institucionalizó de manera dialógica con otros
saberes que fueron legitimados por el racionalismo científico europeo hacia la
segunda mitad del siglo XIX.
A la par con el proyecto de modernidad europea que
intentará imponerse hegemónicamente a través del globo como referente único a
la “ilustración” del ser humano, la historia ancló su validez social como una
de las justificaciones científicas de tal expansión. Es precisamente ese
andamiaje científico lo que debe, a mi entender, ser desarticulado para crear
otro tipo de historia.
(2) A finales del siglo XIX, la historia se consolidó
como disciplina dentro de entornos académicos. Los espacios de educación
superior eran, y siguen siendo, regidos por estructuras de poder jerárquicas que
excluyeron todo lo que no se produjera dentro de ellos. Es por tal razón que un
grupo de eruditos, por ejemplo, pudo dejar fuera de las narrativas históricas a
culturas, civilizaciones, saberes e ideas por no ser compatibles con el
proyecto de modernidad europeo.
Edward Hallet Carr, en su obra ¿Qué es la historia?,
individualizó la génesis de la historia resumiéndola como todo aquello que es
documentado por el/la historiador/a. Me parece entonces que el pensamiento histórico
anárquico no debería limitarse a los saberes producidos dentro de la academia
sino fomentar un diálogo transhistórico con comunidades epistemológicas que han
existido y existen fuera de la torre de marfil. Esto, a su vez, promueve una
pluralización de interpretaciones y contradicciones que problematizarían no
solamente la historia sino nuestra percepción de las relaciones sociales en las
cuales estamos sumergidos.
(3) La historia como saber se consolida de manera
dialógica con otras disciplinas que partían del racionamiento científico de la época
mientras que simultáneamente las excluía. Es decir, se crearon barreras disciplinarias
que compartamentalizaron el saber académico para que éstas pudiesen legitimarse
simbióticamente. Para comenzar a sacudir los pilares científicos de la historia
creo necesario un acercamiento que transgreda los cimientos de estas
disciplinas—como la antropología, ciencias políticas, sociología, psicología,
entre otras— a través de un diálogo trans- e inter-disciplinario.
(4) De igual manera, como apuntó Michel-Rolph Trouillot
en Silencing the Past, la historia sigue regida por una concepción teleológica
del tiempo bajo la ecuación linear de “pasado-presente-futuro”. Esto persiste
aún cuando varios pensadores han notado, el tiempo tal y como lo conocemos hoy
en día es una construcción social que no data más allá de la revolución
industrial. El pasado entonces se construye desde la inmediatez del presente y
la capacidad del/la historiador/a de crear narrativas, cuentos o mitos. Aun
así, como afirma Robert Darnton, debemos sacudir cualquier noción de
familiaridad con aquellos que vivieron en el pasado pues estaban sumergidos en
imaginarios sociales muy diferentes al nuestro. Una vez reconocido esto, una
historia anárquica debería aspirar a entablar conversaciones transhistóricas
con sujetos históricos del pasado desde el presente.
(5) Un acercamiento anárquico debe reconocer la idea de diferencia.
Es decir, las categorías como clase, grupos o capas sociales, civilizaciones y
naciones, entre otros, promueven una noción estática de igualdad entre sus
miembros. En cambio, estas formas organizativas de personas, aparte de ser
impuestas por lxs historiadorxs—y no necesariamente ser representativas de las
realidades de tales sujetos históricos—ignoran las relaciones jerárquicas y de
poder que coexisten dentro de ellas. En el estudio de la historia obrera en
Puerto Rico, por ejemplo, el hecho de ser parte de la clase trabajadora a
principios del siglo XX no impedía la creación de jerarquías entre obreros
diestros y no diestros, líderes y el obrero común, lo masculino sobre lo
femenino, la heterosexualidad sobre lo homosexualidad, lo blanco sobre lo
negro, entre otras.
(6) Hacer historia no debe depender de su utilidad en el
presente. Es decir, aunque la historia se ha utilizado para forjar mitos
nacionales, la idea de la nación en sí misma, historias del procerato y demás,
el conocer/crear el pasado puede partir de la mera curiosidad intelectual del/a
investigador/a. La noción utilitaria de la historia va de la mano con sus orígenes
cientificistas.
(7) No hay tal cosa como la objetividad del investigador/a
pues, en palabras de Joan W. Scott, toda historia es política. Y aunque, como
mencionamos anteriormente, la historia no debe depender de su utilidad, sí puede
ser utilizada como un arma. Por ejemplo, el sistema de producción capitalista
junto a las relaciones sociales y simbólicas que reproduce puede ser remontado
a un momento y espacio histórico específico. Por ende, la historización de cómo
se ha desarrollado puede ayudar a desarticular la percepción del capitalismo
como un sistema holístico junto con su aparente totalidad, lo cual abre el paso
a pensar otras alternativas.
(8) De la misma manera que se reconoce la disciplina de
la historia como un producto de la modernidad europea que silenció e intento
borrar saberes y epistemologías alternas, una historia anárquica debe subvertir
tal acción e intentar aprender desde la otredad. Como historiador de Puerto
Rico y el Caribe, intento reconocer que las ideas que algunos individuos
desarrollaron en tal región geográfica, aún cuando fueron importando ideas de
Europa, fueron resignificadas en el Caribe para darle sentido a sus realidades. En
palabras de Jane Anna Gordon, estas ideas fueron criollizadas. Esto, a su vez,
también debe reconocer que tal región contiene sus propios saberes y
conocimientos que han sido desarrollados desde la exclusión y la otredad.
(9) El silencio puede, entonces, convertirse en una
categoría de análisis en sí mismo. María Josefina Saldaña-Portillo argumenta
que el silencio es donde la alteridad y la universalidad convergen. La
dificultad está en encontrar tales silencios. Una vez encontrados, historizar
el silencio podría darnos la oportunidad de explorar lo inimaginable y probar
los límites de nuestra imaginación histórica.
(10) Una historia anárquica debe aspirar a pensar lo
impensable. Aunque las estrategias pueden variar, creo que sería efectivo
intentar repensar las categorías que utilizamos, incluyendo, por ejemplo, el término
historia y anarquía. El lenguaje y las categorías que utilizamos pueden limitar
nuestra capacidad de repensar situaciones, ideas o símbolos. Entonces, una
historia anárquica debe cuestionar precisamente su raison d’être comenzando por
el significado de las categorías que le dan vida.
Nota: Debido a la naturaleza informal de este
escrito, la manera en que fue pensado y arriesgándome a no ser lo suficiente
científicamente riguroso, no se han incluido notas con las citas mencionadas en
el texto. Aun así, para facilitar al lector cualquier revisión de lxs autorxs
citadxs, aquí las obras mencionadas en el texto:
Carr, Edward Hallet. ¿Qué es la historia? Barcelona:
Editorial Ariel, 2001.
Darton, Robert. The Great Cat Massacre and Other Episodes in French Cultural
History. Nueva York: Vintage Books, 1984.
Feyerabend,
Paul. Against Method: Outline of an Anarchist Theory of Knowledge. 4ta ed.
Londres y Nueva York: Verso Books, 2010.
Gordon, Jane
Anna. Creolizing Political Theory: Reading Rousseau Through Fanon. Nueva York:
Fordham University Press, 2014.
Saldaña-Portillo,
María Josefina. The Revolutionary Imagination in the Americas and the Age of
Development. Durham y Londres: Duke University Press, 2003.
Scott, Joan W. Gender
and the Politics of History. Edición revisada. Nueva York: Columbia University
Press, 1999.
Trouillot,
Michel-Rolph. Silencing the Past: Power and the Production of History. Boston:
Beacon Press, 1995.
[1] Meléndez-Badillo es el autor de Voces libertarias: Los orígenes del
anarquismo en Puerto Rico (3ra ed. Lajas: Editorial Akelarre y el Centro de
Estudios e Investigación del Sur Oeste de Puerto Rico, 2015) y co-editor, junto
a Nathan Jun, de Without Borders or
Limits: An Interdisciplinary Approach to Anarchist Studies (Cambridge:
Cambridge Scholars Publishing, 2013). Ha presentado sobre el tema del
anarquismo en Puerto Rico, Estados Unidos, Canadá y Europa. Sus trabajos han
sido publicados en Caribbean Studies
Journal, Latin American Perspectives,
Theory in Action: The Journal of the
Transformative Studies Institute y
Kalathos: Revista Transdisciplinaria, como en periódicos y páginas de web.
Actualmente se encuentra cursando sus estudios doctorales en la Universidad de
Connecticut. Su página web: www.jorellmelendezbadillo.com.
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