RETOS Y DESAFÍOS EN EL DESARROLLO DE LA EDUCACIÓN:
UNA
REFLEXIÓN
Por Pablo L. Crespo Vargas
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A partir de 1968, la política gubernamental hacia la educación en Puerto
Rico tiene un cambio de paradigma dejando a un lado las innovaciones educativas
y fortaleciendo los modelos tradicionales de enseñanza. Esto a su vez llevó al
estado a concentrar sus esfuerzos en el desarrollo administrativo y burocrático
del sistema educativo, acción que resultó en detrimento a una educación de
excelencia y promovió la visión partidista sobre la educación. Pasaron 22 años sin
que se estableciera una nueva reforma educativa pública.
En 1990 se aprueba la Ley 68, una reforma educativa dirigida a
descentralizar el sistema y en 1993 se establecen las llamadas Escuelas de la
Comunidad. Éstas tenían un fin: el desarrollo de escuelas con autonomía
docente, administrativa y fiscal que atendieran las necesidades de su comunidad
minimizando la burocracia establecida en el sistema tradicional. También se
pretendía que con este grado de autonomía los recursos disponibles en el nivel
central fueran utilizados con mayor agilidad y efectividad para atender los
problemas de cada comunidad escolar. En 1999 se establece una nueva ley
orgánica (la Ley 149), la cual es la que está aún vigente en la actualidad (2017).
En la misma se continuó con el concepto de escuela de la comunidad; sin
embargo, de manera práctica se perpetúa un sistema centralizado y altamente
politizado que provoca tensiones entre sus componentes.
No debemos olvidar que, durante la segunda mitad del siglo XX, se reflejó
un patrón constante de aumento en la matrícula escolar, producto del crecimiento
poblacional que ocurrió en la Isla y Lajas no fue la excepción. Con la llegada
del siglo XXI, la situación demográfica cambió; primeramente, porque los
índices de natalidad se estancaron, y porque el número de puertorriqueños
emigrantes hacia los Estados Unidos creció luego de iniciado el periodo de
crisis económica de 2006. Como si esto fuera poco, la educación puertorriqueña
enfrentó, antes y aún ahora, el reto de políticas neoliberales impuestas por
nuestros gobernantes en las últimas dos décadas.
En la visión neoliberal, la escuela se convierte en una mercancía más,
lo cual relega a un segundo plano su función de centro de desarrollo sociocultural
de nuestro estudiantado. El objetivo primordial del neoliberalismo es integrar
la escuela al desarrollo industrial y económico guiado por principios que en
algunos casos pueden ser considerados clasistas y elitistas, dirigidos a la formación
de ciudadanos y trabajadores con actitudes dóciles ante el poder del estado y
los patronos.[1]
A mediados de 2017, la situación educativa de Lajas es reflejo de lo que
está ocurriendo en todo Puerto Rico. Escuelas de la Comunidad que en algún
momento fueron modelos de desarrollo educativo, social y cultural, como es el
caso de la Escuela Antonio Pagán, son cerradas luego de realizado un análisis donde los
factores económicos son de mayor peso que los sociales.
Los educadores lajeños (y puertorriqueños) en la actualidad tienen una
serie de retos por cumplir con su misión; no solamente luchan contra un sistema
neoliberal opresivo que no cree que el educador es esencial en nuestra sociedad
sino que tienen el gran desafío de seguir desarrollando seres humanos con
pensamiento crítico y analítico, capacidad creativa e innovadora, y destrezas
emocionales y cognoscitivas, que se interese por la preservación ambiental y que
esté dispuesto al trabajo cooperativo y colaborativo. También es importante
promover seres empáticos a la inclusión social, que dejen a un lado el
desinterés y la apatía a resolver situaciones que afectan a la comunidad; así
mismo, que puedan desarrollar un sentimiento humanístico y ético que los lleve
a buscar soluciones a los problemas diarios y a dar buen uso a los adelantos
tecnológicos.
¿Cómo se desarrollan todas estas destrezas? La educación debe ser
holística. Las materias, aunque separadas, deben integrarse unas a otras. Las
bellas artes, la música, los estudios sociales y la historia son esenciales y
no deben descuidarse. El español como idioma de los puertorriqueños debe ser
fortalecido para que el estudiante desarrolle una base lingüística sólida que pueda
ayudar a que aprenda, no solamente inglés, sino un tercer y cuarto idioma. Las
ciencias y matemáticas, de tanta importancia en la actualidad, no pueden
dejarse a un lado. Los cursos vocacionales deben ampliarse para darle una mayor
oportunidad competitiva a los estudiantes y que estos tengan las herramientas
necesarias para un mundo de constante cambio. Además, como se busca un ser
humano íntegro de cuerpo y mente, la educación física y los cursos de salud debe
siempre estar presente.
Por último, exhorto a todos los puertorriqueños (pero en especial a los lajeños)
y demás residentes de esta nación a seguir luchando para mejorar nuestra
condición de vida, desarrollar nuestras comunidades y ser ejemplo digno para
seguir. Es nuestro interés que el puertorriqueño del siglo XXI sea uno con la
capacidad crítica y analítica necesaria para enfrentar cada uno de los
problemas que se avecinan. También deseamos una sociedad democrática donde cada
uno de sus componentes sea escuchado, atendido y valorizado por ser parte
integrar de la misma. Se acercan tiempos difíciles y debemos estar orgullosos
de lo que somos, para ello es menester conocer nuestro pasado. Es en ese acervo
histórico y cultural que se encuentran las respuestas a las situaciones que
enfrentaremos y así se evitará repetir los mismos errores que en un momento se
cometieron.
[1] Jurjo Torres Santomé: “Michael Apple: El Trasfondo ideológico de la
educación”, Cuadernos de pedagogía,
Año 1998, Núm. 275, págs. 36-44.
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