miércoles, 18 de mayo de 2022

Del macro al micro: historia militar puertorriqueña desde la Llave de las Indias hasta el barrio Borinquen en Aguadilla

Del macro al micro: historia militar puertorriqueña desde la Llave de las Indias hasta el barrio Borinquen en Aguadilla
Pablo L. Crespo Vargas

Breve ensayo utilizado como prólogo a la obra de Carlos J. Carrero Morales, Cuando los héroes no son tan héroes: militarización en Aguadilla, 1939-1941 (Lajas: Centro de Estudios e Investigaciones del Suroeste de Puerto Rico, 2022).

Pedir en Amazon

La ubicación geográfica estratégica de Puerto Rico, desde muy temprano en su desarrollo histórico, fue de gran interés para las grandes potencias imperiales. España fue la primera que, buscando control de la entrada y salida a su imperio indiano, militarizó la Isla. Puerto Rico, aunque no era una parada determinada en la Flota de Indias, que se encargaba dos veces al año de transportar las riquezas destinadas a la península, tenía una importancia geográfica sin igual. Esta radicaba en dos puntos esenciales: como refugio a naves averiadas o sacadas del movimiento transatlántico o como puerto de operaciones desde donde monitorear el sistema de flotas español. Para los enemigos de la Corona española este segundo punto era de vital importancia.

Entre 1535 a 1539 se comienza la construcción de fortificaciones dirigidas a proteger la ciudad de Puerto Rico, ya que los ataques de piratas, corsarios e indios que se habían dado a través de toda la Isla amenazaban con intensificarse y, a su vez, con dejar vulnerable la posición castellana.

No ha de extrañarnos que desde muy temprano Puerto Rico fuera conocido como la Llave de las Indias. Razón que motivó a ingleses y holandeses a promover grandes empresas dirigidas a la conquista militar de la Isla. El inglés Francis Drake en 1595 realizó el primer gran intento que resultó en una desastrosa derrota para sus pretensiones. En 1598, otro inglés, George Clifford, Conde de Cumberland, logró apoderarse del bastión capitalino. Sin embargo, una epidemia de disentería evitó que la Isla pasara a ser parte de los dominios de Inglaterra. En 1625 fueron los holandeses, quienes comandados por Balduino Enrico (nombre castellanizado) quemaron la ciudad capital, aunque no la lograron conquistar.  

Otros grupos, como franceses, daneses y portugueses se aventuraron a sus costas, principalmente las alejadas de la capital, su intención, más que adquirir la Isla, era la búsqueda de algún botín. Durante los siglos 17 y 18, Puerto Rico fue el epicentro de las guerras corsarias caribeñas, donde se destacó el criollo Miguel Enríquez, entre otros empresarios locales del mar.

En 1797, como parte de los conflictos europeos, la Isla es nuevamente atacada. En esta ocasión una armada británica, dirigida por almirante Henry Harvey y una fuerza militar de sobre 6,000 efectivos comandados por el general Ralph Abercromby trata de tomar la ciudad de San Juan, sin éxito alguno.

Con las guerras de emancipación hispanoamericanas, Puerto Rico conservó su importancia militar y siguió siendo deseada por potencias mundiales y emergentes. Nuevamente, el Caribe se convirtió en zona de guerra corsaria y la Isla fue atacada en varias ocasiones: en Fajardo (1814, 1816, 1817), Guayanilla (1814), Aguadilla (1819), Ponce (1819), Humacao (1819), entre otros. En 1826, a España solo le quedaba en América las posesiones de Puerto Rico y Cuba.

El siglo 19 marcó la entrada a otro interesado en adquirir nuestra Isla por su posición geográfica: la República de los Estados Unidos. La nueva potencia americana demostró desde sus inicios una visión clara de lo que deseaba para el futuro: ser la principal potencia del hemisferio y estar entre las principales del mundo. Su momento llegó en 1898, no sin antes sabotear el que cualquier otra nación se le adelantara: Doctrina de Monroe, Congreso de Panamá, pseudo alianzas con España. De hecho, las alianzas con el gobierno español siempre terminaron favoreciendo a Washington: captura de la península de Florida y del pirata puertorriqueño Roberto Cofresí, quien, entre 1823 a 1825, fue uno de los piratas más activos de la cuenca caribeña.

La llegada de los Estados Unidos a la esfera de las potencias mundiales, demostrada con la victoria que obtuvieron sobre los españoles en 1898, y donde Puerto Rico fue un botín de guerra, llevó a que la Isla fuera parte vital en la geopolítica estadounidense en la cuenca caribeña.

La adquisición de la zona del canal de Panamá y la expansión militar sobre territorios caribeños por parte de los Estados Unidos, fueron causales para que la Isla fuera parte esencial en la planificación de la política internacional de este país.

Como parte de los esfuerzos estadounidenses de afincar su dominio en la región, y con el desarrollo de dos guerras mundiales, la militarización de Puerto Rico no se hizo esperar. No solamente las costas se militarizaron, sino que se estableció todo un complejo militar e industrial que nos marcó como pueblo.

La zona de Aguadilla, al igual que otras de aparente valor estratégico militar, fueron evaluadas para la construcción de complejos militares que servirían para defender no el territorio insular y caribeño, sino los intereses estadounidenses en la zona geográfica del Caribe, llamada por algunos ―aunque el concepto lo acuñó Alfred Mahan― el Mediterráneo Americano. La historiografía militar puertorriqueña se viene trabajando con mucho ahínco desde la década de 1980. No obstante, la mayoría de estas publicaciones se enfocan en aspectos macros de la historia militar.

La cantidad de trabajos que abordan las temáticas microhistóricas y sociales de la militarización en Puerto Rico son mínimas, aunque se debe indicar que sus aportaciones son muy valiosas, ya que presentan una visión que, en muchas ocasiones, se desconoce desde el oficialismo histórico.  A este grupo de historiadores se suma Carlos J. Carrero Morales, quien presenta un estudio sobre la militarización en Aguadilla en los años que precedieron la entrada de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, Carrero Morales se concentra en analizar los conflictos sociales que se dieron en el barrio Borinquen de Aguadilla. También presenta la imagen que la historiografía oficial trata de ignorar: la de un pueblo que tuvo que lidiar con la presencia de entes extraños que dentro de la propaganda gubernamental venían a traer beneficios, pero que a la postre creó inestabilidad social e inseguridad a un sector de la población marginada del Municipio de Aguadilla.

La obra está dividida en 5 apartados principales. El primero de ellos presenta el contexto histórico de Aguadilla. Allí el autor resume la historia del municipio hasta la década de 1940. Continúa con un análisis historiográfico donde se presenta la imagen desarrollada por diversos investigadores y amantes de la historia sobre la zona. Dentro de este apartado se presentan diversas publicaciones o estudios que otros historiadores han realizado sobre la presencia militar en Aguadilla. El tercer apartado nos lleva a los años de 1930 y se describe a la sociedad desde su desarrollo demográfico, agrícola y urbano. En el cuarto apartado se analizan las situaciones delictivas ocurridas en el municipio entre 1930 y 1940. El autor aprovecha para presentar el estatus de la criminalidad en la zona. El quinto apartado pasa de lleno a la militarización de Aguadilla con varias preguntas que son esenciales en la investigación: ¿la militarización de la zona fue de beneficio para los ciudadanos? ¿qué tanto se afectaron los ciudadanos, los militares y el gobierno de Puerto Rico con estás políticas? Por último, debo señalar que el Dr. Carlos J. Carrero Morales nos deja un anejo muy interesante, que pudiera ayudar a otros investigadores: la transcripción de parte de la fuente primaria utilizada, específicamente los libros de novedades de la Policía de Puerto Rico. Documentación que puede ser analizada desde varias perspectivas y que ayudan al entendimiento que tenemos sobre la época.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario