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En 1821, el naturalista francés Augusto Plée visitó en dos ocasiones la isla de Puerto Rico desconociéndose cuando, finalmente, la abandonó. De esas visitas surgieron una serie de dibujos a lápiz que hizo en varios pueblos del país. De Ponce hizo dos.[1] En uno retrata lo que luego sería el activo puerto local. En el otro plasmó al poblado propiamente dicho. Este último, trabajado tal vez desde la subida hacia el cerro del Vigía, muestra una vista del paisaje ponceño con la inconfundible silueta de la Isla de Caja de Muerto, borrosa, a la distancia, entre la bruma. Más de cerca se retrataba un numeroso caserío que, cual fénix, resurgía de las cenizas de un pavoroso incendio ocurrido aquel funesto día del 27 de febrero de 1820. En el conjunto urbano dos estructuras, ambas ligadas al ámbito de la espiritualidad, son fácilmente identificables. En primer plano el cementerio, cercado y dominado por una gran cruz en el centro, estaba ubicado al final de la calle de igual nombre y que hoy se denomina Unión. Y en medio del caserío, la estructura de la iglesia parroquial con su solitaria torre. Tal como fuera el templo antes de su reconstrucción entre 1828 y 1838.
Al comenzar el siglo XIX la parroquia ponceña Nuestra
Señora de Guadalupe tenía ya sobre 130 años de antigüedad. Ésta fue fundada,
como capilla rural, por el obispo D. Benito de Ribas (1664-1668) cuando gobernó
la diócesis puertorriqueña. El primer ministro del altar designado parece haber
sido D. Juan López de Alicea, de quien se da cuenta en un documento de1669.[2] La
historia de esta parroquia, tan ligada a la del mismo Ponce, estaba pendiente
de escribirse.
¿Y por qué escribir una historia de la parroquia? A
dicha pregunta habría que dar varias contestaciones. La primera
contestación es: por una necesidad. Muchas veces cuando se selecciona un tema
para hacer una investigación se responde a una necesidad. Es decir, porque no
hay nada escrito sobre ese tema, o tal vez se ha escrito muy poco o,
simplemente, lo que hay escrito se puede mejorar. Y, en gran medida, ese el
caso de nuestra histórica parroquia. El ilustre historiador ponceño, D. Eduardo
Neumann Gandía, a pesar de sus meticulosas investigaciones, en su obra Verdadera y auténtica historia de la ciudad
de Ponce, habla muy poco sobre la parroquia. Apenas ofrece noticias sueltas
o datos aislados de la misma, que se incluyen en un apartado titulado Efemérides.[3]. Esto es casi al final de la obra y es a modo de una cronología con fechas
claves sobre la historia de Ponce. En el Álbum
histórico de Ponce, con ediciones en 1934 y 1960, también se ofrece
información de la parroquia en una sola página o más bien, en media
página. Y vale decir que los datos allí
señalados son, en su mayoría, extraídos de la obra de Neumann. El historiador
Francisco Lluch Mora, nuestro querido maestro Don Pancho, en el Capítulo III de
su obra Orígenes y fundación de Ponce y
otras noticias relativas a su desarrollo urbano, demográfico y cultural (siglo
XVI – XIX) habla sobre los comienzos de la parroquia. Y el referido
capítulo tiene una extensión de apenas 5 páginas no completas.[4] Así que,
en conclusión, lo que existe hasta ahora escrito se podía mejorar.
La segunda contestación es porque la Iglesia siempre fue
medular en la gestación de nuestros pueblos. En torno a las parroquias se
organizaba la vida social, política, económica y cultural de los pueblos. Ponce
no fue diferente. Si bien el pueblo tiene sus orígenes en una comunidad
dedicada al contrabando y a la crianza de ganado de cerda, la realidad es que
la fundación de la ermita se hace para dar servicio y pasto espiritual a los
vecinos, contribuyendo, decisivamente, a la eventual organización política de
dicha comunidad. Esa ermita evolucionó a una capilla rural y luego a una
parroquia. Así que el hecho de que se haya congregado un grupo de vecinos
alrededor de un centro de adoración es un paso determinante en la constitución
formal de un pueblo. La importancia de ese elemento religioso queda de
manifiesto en un documento emitido por el mismo cabildo de San Germán en
diciembre de 1684. En éste se hace la siguiente declaración:
“…de muchos años a esta parte por haverse [sic] acrecentado los vecinos desta [sic] villa y fundado dos pueblos distantes de ella, nombrados el uno San Francisco de la Aguada, y el otro nuestra señora de Guadalupe, en Ponze [sic], aldeas, y jurisdicción de esta villa…”[5]
Ponce se organiza formal y oficialmente en 1692, pero ya desde sus orígenes se le nombra Nuestra Señora de Guadalupe. Es decir, con nombre de advocación mariana. ¿Habrá algo más ligado a la Iglesia? Además, el mismo gobernador D. Gaspar de Arredondo en 1690 reconoció la importancia de que la Iglesia ya hubiera señalado curas para aquellos cinco lugares que, en su proyecto urbanizador, él pretendía crear en villas. Ponce era uno de ellos.
Y la tercera contestación es por una razón práctica.
La existencia y disponibilidad de documentos necesarios para reconstruir la
historia. En años recientes se fundó en la Pontificia Universidad Católica de
Puerto Rico el Archivo Histórico Institucional.
Allí hay disponibles una buena colección de documentos que permiten
atisbar de manera razonable algunos momentos de la historia de la parroquia
ponceña. En el pasado esto era imposible. Un desafortunado incendio ocurrido a comienzos
de la década de 1880 destruyó gran parte del archivo parroquial y, ante la
falta de los documentos útiles a ese fin, había sido difícil para los
historiadores realizar aquella labor. Así lo constató Da. Isabel
Gutiérrez del Arroyo, cuando en 1960, publicó un artículo sobre la visita
pastoral del obispo D. Juan Alejo de Arizmendi a la diócesis entre los años
1812 y 1813. Comentaba la célebre historiadora que de Ponce muy poco podía
informar, sobre tan significativa visita, debido a la pérdida del archivo
parroquial.[6] Sin
embargo, la incansable y fecunda gestión de Mons. Vicente Murga, como historiador
y conservador de documentos, sigue rindiendo frutos. Quiso la fortuna que éste
lograra salvar del fuego un nutrido volumen de documentos originales que
pertenecieron al archivo de la antigua diócesis de Puerto Rico.[7] Muchos de
ellos, manuscritos de los siglos XVIII al XX relacionados con diversas
parroquias de la isla de Puerto Rico, se encuentran hoy bajo la custodia del
citado archivo. Resulta irónico que un incendio despojara a los ponceños de una
parte de su historia y que andando el tiempo otra amenaza de fuego le
devolviera algo de lo que le había sido quitado. Gracias a esos valiosos
papeles, unidos a la información que proveen otras fuentes, hacen posible dos
objetivos. Primero, reconstruir una historia abarcadora, lógica y reflexiva sobre
la parroquia para el período cronológico antes señalado. Y segundo valorar su
importancia dentro de la comunidad ponceña.
[1] Ricardo Alegría, Los dibujos de
Puerto Rico del naturalista francés Augusto Plée (1821-1823). Revista del Instituto de Cultura
Puertorriqueña. Año XVIII, 1975, Núm. 68, Julio-Septiembre, pp. 20-21, 24.
[2] Dennis De Jesús Rodríguez, Fundación
de Ponce: 1678-1692. Hereditas.
Revista de Genealogía Puertorriqueña. Vol. 10, Núm. 2, Año 2009, p.63.
[3] Eduardo Neumann Gandía, Verdadera
y auténtica historia de la ciudad de Ponce. Edición Conmemorativa del
Centenario de la Fundación del Partido Autonomista Puertorriqueño, 1887-1987.
San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1987. p. 257.
[4] Francisco Lluch Mora, Orígenes de
Ponce y otras notas relativas a su desarrollo urbano, demográfico y cultural
(siglos XVI-XIX). San Juan, Editorial Plaza Mayor, Inc.,1ra edic.,
2001.
[5] PUCPR. AHD. Col. M. V. Murga. Gobs.
P. Guzman Arteaga – Lorenzana M. de Andino. Tomo 97, p. 184.
[6] Isabel Gutiérrez del Arroyo, Itinerario
de la segunda visita pastoral de Su Ilma. el Dr. D. Juan Alejo de Arizmendi
(1803-1814). Revista del Instituto de
Cultura Puertorriqueña. San Juan de Puerto Rico, Octubre-Diciembre 1960,
Núm. 9, p.44.
[7] Álvaro Huerga, La colección “Historia Documental de Puerto Rico”. San Juan, 2009, p. 23.
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